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UN VECINO CON MUCHO PARA DAR
Don Quinto estaba recostado sobre unos grandes almohadones, estaba con las piernas abiertas y su pedazo de carne erecto y duro, apuntando hacia arriba. Lo repaso con mi lengua a lo largo y a lo ancho, disfruto de a lamida, para luego meterlo en la boca, lo mas que pueda tragar. Le doy besos y mordiscones a la cabeza brillosa y gorda, el hombre se sacude y gime arrebatado de calor, de calentura, gruñe.
Mientras Elenita le come las bolas, se las traga, viciosa y putona como es, la saliva de mi boca cae por el caño y chorrea por las bolas y Elenita se traga mi saliva y las bolas de aquel macho bravío y calentón.
Don Quinto vivía a unas pocas casas de la mía y de la de Elenita. Era conocido de nuestras familias desde años. Siempre nos había tratado de forma cordial. Fuimos creciendo viendo a aquel hombre haciéndose cada vez mas mayor y siempre fue Don Quinto, quizá hasta cuando era joven.
Venía a mi casa desde siempre, era conversador y a los chicos siempre nos traía golosinas. Fuimos creciendo y nosotros íbamos a su casa a buscar cosas que nos mandaban los mayores. Allí hablábamos de muchos temas, se podía hablar de cualquier tema con aquel hombre.
Así una cosa fue trayendo la otra y de la noche a la mañana nos encontramos yendo a tener sexo con aquel briosos macho, l menos yo descubrí que era un bravío macho sexual.
__¡Ohh si traga la verga así, ohhh, has aprendido tan bien, sigue, ohh me encanta!__ gemía Don Quinto retorciéndose en el sofá recibiendo mis chupadas. Y las chupadas de Elenita que comía las bolas como nadie.
Aquel hombre extraño nos había desvirgado tanto a Elenita como a mi. Había sido el primero que gozo y nos enseño a gozar de nuestros cuerpos. A no tener miedo del placer. A dar rienda suelta a todo lo que sea lindo y gozoso y pleno, sin tapujos ni falsas moralidades.
Así lo entendimos nosotros y muchos otros que habían sido aleccionados por aquel macho tremendo que era Don Quinto.
Yo seguía comiendo aquel sabroso garrote y con mis dedos jugaba con mi ojete deseoso y dilatado. Me escarbaba esperando por mi ración de poronga.
Elenita sopesaba las bolas redondas y gordas, llenas de leche de Quinto que suspiraba y apretaba sus fuertes mandíbulas cuadradas y bien formadas. Sus ojos color miel brillaban con fuego, el fuego de la pasión y del ardor, un brillo especial, lleno de deseos y perversión.
Estábamos desnudos a los pes de aquel macho cabrío, de aquel semental, que gemía y gruñía con cada caricia que le proporcionábamos, nosotros, tan calientes y fogosos como el.
__¡Ohh así mis chicos ohh, que bien lo hacen, ahhhhh, son tan calientes, ohhh, sí!!__ así decía el hombre maduro que nos entregaba su sable, Elenita juguetona, rozaba con su lengua larga y pulposa el ojete del macho, era atrevida y sádica, su lengua comía el ojete del hombre y Don Quinto se acomodó de tal manera que las lamidas fueran un poco más cómodas y profundas, a el también le gustaban esas cosas.
Yo seguía mamando su pedazo erecto y venoso, me atragantaba con el, llegando a sollozar de ahogo, pero también de arder en una braza que se apoderaba de mi y de mis sentidos y me hacía clamar por una ración de verga.
__¡Cógeme Don , quiero sentir tu poronga clavada en mi!
__¡Ohh tremendo glotón eres, puerquito, como tu amiguita, sigue un poco más, chorrea tu baba, ahhh, siii!!__ gruñía el sabroso macho entre nuestras alocadas caricias.
__¡Ohh vamos métenos tu pija, quiero que me la metas papi!!__ casi clamó la puta de Elenita mientras seguía tragando las bolas. Masajeaba la vara con habilidad. La movía como una caña dura y enervada, gotitas se asomaban por la punta, por el ojo del pez rabioso.
Elenita besaba las piernas del macho, metió los dedos de los pies en sus fauces paganas y pecadoras. Los gemidos del hombre se hicieron cada vez mas estridentes. Se revolvía en el sofá y mi boca tragaba aquel caño sin descanso y la saliva ya estaba haciendo un charco en el piso de tanta que caía.
__¡Me van a matar de tanto placer, ahhh, ohhh, siii, así, cariños míos, son tremendos, ahhh!!!__ apretaba mi cabeza contra su tronco salvaje y duro, yo lamía y besaba todo aquel pedazo con devoción y lujuria.
En un momento dado el se puso de pie, con la verga balanceándose para todos lados, con vida propia. Era tremendo pedazo. Nos miró a los ojos, nos pusimos nosotros también de pie, nos abrazo, el en medio, busco mi boca y agachándose un poco hundió su lengua dentro de mi, un momento, al otro, Elenita fue quien se comió la lengua y la boca de Don Quinto.
Mis manos rápidas fueron hasta su pedazo, lo acaricié y lo seguí masajeando. No dejaba de tocar aquella poronga que me deleitaba. En tanto nuestras bocas se chocaban, y las lenguas se entrecruzaban, profundamente calientes. Saboreando todo lo que había su paso.
La enorme virilidad de Don Quinto subyugaba a cualquiera. Acaricié sus tetillas paradas. Y el pellizcaba las tetas de Elenita y mis propios pezones que estaban tan duros como los de el.
Nos hizo que inclinados uno al lado del otro sobre el sofá´ sacáramos nuestras colas hacia arriba, bien en punta y con su lengua nos fue acariciando. Nos fue lavando y preparando el ojete. Yo gemía enloquecidamente y Elenita gritaba, casi aullando de gozo.
__¡Uhh que hermosos culitos tienen, ohhh, siii, !!__ decía y nos chupaba y besaba muy bien el ojete que se nos abría, y se os llenaba de ganas, eran una flor abierta esperando por el aguijón tierno del insecto que nos libaría de forma salvaje.
Apoyaba sus labios alrededor del anillo y succionaba maravillosamente, en tanto jugaba con la lengua, hundiéndola y abriendo el túnel de manera natural, es mas uno deseaba abrirlo para que aquel macho se apoderara de ese agujero.
Ahora era su saliva la que chorreaba entre mis nalgas y entre las nalgas de Elenita. Con ella nos mirábamos y de vez en cuando cruzábamos nuestras lenguas calientes y nos besábamos muy alzados. Tocaba los pechos de ella y ella con su mano rozaba y acariciaba mi verga completamente dura y alzada.
Sentí el garrote en mi entrada y como Don Quinto fue empujando y empujando para terminar de abrir mi ojete que imploraba por tener su verga adentro.
__¡Ohhh si, si, cógeme así ohh papi, eres mi macho, ay, ay, si!!__ exploté en un lloriqueo de putita y mi pija se tensó a punto de explotar. El se hamaco dentro de mi y empezó a ir y venir, mordiendo mi nuca y mis hombros. Completamente alzado y caliente, gruñía como un oso en mis oídos y su espada me atravesaba con todo el ímpetu del que era capaz aquel macho montaraz y salvaje, y a la vez tan buen maestro.
__¡Te voy a llenar la cola!__ advirtió Don Quinto yendo y viniendo en mi túnel
__¡Si dame tu leche papi!
__¿La quieres?
__¡Sí papi, ohhh, ayyy ayyy!!__ gritaba yo mientras el serruchaba mi interior exquisitamente.
__¡Acabemos juntos…quieres!!__ dijo tomando mi verga en sus manos y masajeando
__¡Ohhhh si papi, siii!!__ Elenita con los dedos clavados en su concha nos miraba y tenía orgasmos ininterrumpidos y vibrantes, se sacudía todo su cuerpo, se arqueaba, como ahora lo hacia el hombre que me tenía ensartado y me comenzaba a regar el ojete abierto, yo en tanto derramaba mis jugos en su mano y sobre el sofá, salpicando todo el lugar y cayendo desarmado, desmadejado.
Pero el no, el se movió un poco mas dentro de mi y termino de besar mi cuello y los hombros, y se acercó con la vara dura aún al cuerpo entregado y desesperado por ese pedazo a Elenita.
Restregó su pedazo por la raja de mi amiga, ella resoplo y se puso mas en pompa. Suspiro y gimió. Ese era un rasgo de aquel macho, no se contentaba nunca con una sola acabada, debía buscar enseguida otra.
Hundió el garrote en el ojete de Elenita que lloriqueó.
__¡Despacio papi, ay, despacio, es tan grande, ohhh!!
__¡Es tuyo putita, cómelo con tu cola!
__¡Si quiero comerlo, pero despacio papito, ahhhhh!!__ la ensartó del todo. Todo el garrote se hundió en el ojete de Elenita, empezó ir y venir dentro de la joven. Se aferró a sus caderas, besó el cuello de Elenita. Penetraba incansable, parecía mas joven de lo que realmente era aquel macho maduro y sabroso, salvaje, perverso, le gustaba cogerse a jóvenes como nosotros y a nosotros nos encantaba hacerlo con el.
El culito de Elenita chorreaba jugos que facilitaban la penetración, Don Quinto bombeaba sin parar, con mas velocidad, con menos velocidad, apretando las tetas de Elenita que se acababa una y otra vez, mas putita que nunca.
El macho se inflamó un poco más, agitado, sudoroso, fue largando chorros de leche dentro del ojete precioso de Elenita, interminable, aferrado a sus espaldas cayó sobre la chica y yo me acerqué y los tres nos fundimos en besos interminables.
Unos momentos después, salíamos de la casa de Don Quinto, aún chorreando leche de nuestro rojos culitos abiertos y gozados.
Ya estábamos pensando en volver cuanto antes para recibir otra ración de carne y leche.-
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