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Categoría: Sadomaso

un secuestro placentero

Soy un ama de casa normal, casada desde hace mucho tiempo, y con una vida aburrida. Me gusta el sado, y en secreto leía cosas sobre ello, pero nunca había tenido una experiencia con eso hasta el día que voy a relatarles.

Cerca de donde vivo, había un matrimonio, que yo notaba que el hombre me miraba y buscaba saludarme siempre. Yo no le di importancia, hasta un día en que yo tuve que ir a un mandado y noté que él me seguía en su camioneta, me alcanzó y me dijo que el me llevaba, lo cual acepté. Después de saludarnos y charlar él me miró intensamente, y bajó la mirada a mis piernas, yo empecé a ponerme nerviosa. Noté que el rumbo que llevábamos no era correcto, y se lo dije:

- Ya lo sé, voy a llevarte a donde no nos molesten.

- ¿Estas loco? Déjame bajar ahora, no puedo ir contigo.

- Cállate de una vez! Y no intentes nada, harás lo que yo diga o verás lo que te hago, perra!.

Aun me asombra cómo en vez de asustarme me excité, era tan masculino y dominante que empecé a fantasear con él, pero no dije nada, estaba tan caliente que casi podía escucharme gemir. El ya no dijo nada hasta que llegamos a despoblado. No había casas ni nada, solo desierto. Paró la camioneta y me ordenó bajar lo cual hice sin protestar. Hacía mucho calor, pero me llevó a la sombra de la misma camioneta.

- Ahora quiero que te desnudes, hazlo y no intentes escapar, llevo deseando esto mucho tiempo así que no me hagas enfadar.

Me quité la ropa y quedé desnuda ante él, me miraba despacio como saboreando cada rincón y pedazo de piel. Yo sentía cada vez más húmeda mi vulva, y los pezones erectos. Estaba tan excita mirándolo, y sabiéndome vulnerable y a su merced, además tenía un bulto tremendo en el pantalón, según podía ver yo su polla era enorme, casi podía saborearla.

- No estás mal, estas mejor de lo que pensé - dijo, y entonces comenzó a bajar la bragueta del pantalón, sacando por fin su deliciosa verga, dura y firme.

- Arrodíllate y trágatela! Si te atreves a morderme te mato a golpes!

Yo me arrodille y tome su polla en mis manos, era enorme como pensé, empecé a darle besitos. No me di cuenta de la bofetada hasta que me vi en el suelo y la mejilla me ardía.

- Es que no sabes mamar! Ahora verás cómo te enseño puta!

- ¡No, no me hagas nada! ¡Ahora lo haré bien, por favor! - Le suplique desesperada.

Rápidamente me volví a poner de rodillas entonces me la tragué entera, hasta el fondo, sentía la punta en mi garganta, ahogándome, y empecé a saborearla con la lengua y a chupar como un crío. Noté que cada vez estaba más dura, incluso él me guiaba de vez en cuando tomándome de los pelos y hundiendo aún mas su polla en mi garganta. De pronto me ordenó parar, y se apartó para desnudarse.

-Ven aquí... acércate.

Me puse de pie y me acerqué, él buscó con sus dedos mi vulva y hundió los dedos en ella, encontrándome toda húmeda por la excitación.

- Ya sabía yo que eres una perra y una puta, te gusta, no?.

Me tomó de la cabeza y me besó apasionadamente, introduciendo su lengua, yo le correspondí con desesperación, lo único que quería era sentir su verga en mí, no pensaba en nada más. Sus manos me acariciaban y me encendían, nunca sentí nada igual. Yo le correspondía con ardor, tocando y besando todo su cuerpo. Se detuvo y abrió la camioneta, de ahí sacó una colcha que extendió en el suelo. Me hizo poner en cuatro patas, y no me tocaba, sólo me observaba en silencio. Yo no dije nada para no hacerlo enfadar.

- Ahora voy a castigarte por que no te has portado bien, tú no harás nada, sólo aceptaras lo que yo te haga, has entendido? - Me dijo al tiempo que tomaba el cinturón.

Asentí con la cabeza, y esperé, él no me hizo esperar mucho, empezó a azotar mi trasero, pero no muy fuerte, lo suficiente para hacerme gemir, después fue aumentando la intensidad hasta hacer brotar lagrimas, pero no se detuvo. Cuando creí que ya no podía más paró, se puso detrás de mí y me tocó el coño.

- Ya veo que te ha gustado, estás bien remojadita, puta - me metió los dedos y me acarició.

Luego sacó los dedos y sentí la punta de su verga ahora tratando de entrar, lo hizo de una embestida, me tomó de las nalgas adoloridas y me ordenó moverme. Era delicioso, su polla me tocaba hasta el fondo y me hacía sentir tanto placer que empecé a gemir como una zorra. No tardó mucho en correrse dentro de mí, su leche caliente me llenó y me excitó aún más si es posible. Cuando la sacó me puso a limpiársela, lo cual hice, tragándome los restos de semen y mis propios jugos de su polla.

- Voy a hacerte una prueba de obediencia - me dijo, estando yo todavía de rodillas ante él.

- Haré lo que tú digas, lo que sea - respondí.

Dispuesta a no perder el placer que acababa de tener, no quería que él no aceptara, así que dentro de mí aceptaba cualquier cosa, era suya, era mi amo y no iba a perderlo.

- Voy a orinar en tu boca, y vas a tragarlo todo, si derramas una gota te castigaré, abre el hocico!.

Yo abrí la boca y cerré los ojos, pero él me ordenó abrirlos, me preparé a beber toda su orina. Sentí el chorro de orina caliente llenar mi boca y tragué desesperada, sin pensar en el sabor, sólo deseando no derramar nada, pero aún así cayó buena parte al suelo y también me escurrió por la cara, el estomago y las piernas. Sentí el líquido caliente en mis entrañas al tragar pero no le preste atención a la sensación, sólo seguí hasta que él terminó de orinar, y acerco la verga a mi cara, restregándola para limpiar las últimas gotas de orina en mi cara.

- Lo has hecho muy mal perra, agáchate y para el culo.

Obedecí y él se puso detrás de mí, yo estaba con la cara pegada al suelo y mi culo al aire, a su disposición. Empezó a darme unas nalgadas un poco fuertes, pero luego usó el cinturón, yo gritaba entonces:

- ¡Noo, por favor... aahhgg... para... para! - pero no tuvo piedad, continuó hasta que le pareció suficiente y se puso delante de mí.

Mi cara estaba llena de lágrimas y sudor. Mi culo me ardía tan fuerte que crecía mi desesperación al pensar en que podía llegar a continuar con el castigo.

- Ahora besa mis pies, puta, no eres más que basura, si vuelves a fallar te haré lamentarlo aún más!.

De inmediato me incliné y comencé a besar sus pies varias veces, creo que le agradó verme así humillada al límite porque su polla estaba dura de nuevo, como pude darme cuenta cuando volvió a ordenarme que me parara y me puso de espaldas, apoyándome en la camioneta, y me la metió de nuevo en el culo adolorido. Esta vez sentí gran placer con su polla en mí, tuve varios orgasmos con sus embestidas. Termine tan cansada que no tenía fuerzas de nada, y me quedé al final tirada en el suelo, rendida a sus pies. Creo que me dormí un poco.

Cuando por fin me llevó a mi casa, me explicó en el camino las condiciones de nuestra relación. Yo le debía obediencia absoluta, iría con él a donde él quisiera, me inventaría algo, cualquier cosa, pero estaba a su disposición cuando mi esposo fuera a trabajar. Aceptaría ya fueran golpes o caricias, y si obedecía me premiaría con unas buenas cogidas. Yo por supuesto ya era una perra en celo para él, me excitaba de pensar en otra buena follada con él, si me lo hubiera permitido le besaría el cuerpo entero, pero me indicó muy claro que sólo haría lo que él me dijera así que me contuve.

A partir de ese día me usó un buen tiempo hasta que mi esposo me descubrió y entonces sí, lo pasé muy mal.
Datos del Relato
  • Autor: incognito
  • Código: 13108
  • Fecha: 25-01-2005
  • Categoría: Sadomaso
  • Media: 5.38
  • Votos: 42
  • Envios: 2
  • Lecturas: 2477
  • Valoración:
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