Ya era casi de noche… No había acabado aún.
Tenso estaba. Llevaba días con el mismo proyecto y siempre en cuanto superaba uno, se encontraba con otro problema.
Se fue al lavabo, se mojó la cara. Oyó voces… Algún agobiado como él intentando acabar desesperado la larga jornada.
No tomó café… Sería peor, agudizaría su nerviosismo…
Volvió a su mesa y se concentró de nuevo… Pensando en ella… La verdad, la necesitaba.
Solo ella le traía de vez en cuando ese “respiro”, que le dejaba luego ilusionado por avanzar en su proyecto… con más optimismo…
Hasta encontraba después, prontas soluciones, pensó sonriendo.
Simplemente… No deseaba dejar de sentir esa Salvaje Atracción.
Lo que les unía era… Mágico, pensó… Y en ese mismo instante, recibió un correo…
Leyó en su pantalla:
¿Un Respiro, cielo?...
Se estremeció…
En su espacio, podía leer este correo con tranquilidad…
Sabía…
Deseaba… Sentía… Ansiaba…
Lo abrió…
Lo leyó…
Lo sintió… También su sexo, que erecto terminó.
Se recostó un poco, cerró los ojos… y visualizó… “Ese Respiro”
Y sintió… Un roce en su tobillo derecho.
Movió algo el pie…
Sintió otro roce. Esta vez en el tobillo izquierdo.
No movió el pie…
Esperó, llenándose de magia y de deseo.
Sintió de pronto, un roce en ambos tobillos que subía hasta las rodillas, convirtiéndose ya en caricia.
Muy despacito… Echó la silla para atrás y en lugar de inclinarse, se recostó y se fue deslizando hasta ver sus rodillas asidas por dos manos que recorrió con su mirada, siguiendo la línea de sus brazos, hasta los hombros, el cuello y solo llegó a ver la boca….
El resto de esa cara que estaba entre sus rodillas, estaba sin luz…
Esos labios le dijeron:
“No… Todavía no desahucies de tu mente, la imagen que tú, te has hecho de mí”.
“Después de todo, tú sabes que soy Ella, la que aquí esta… Soy Yo… Ella”…
Y poniendo las manos debajo de sus rodillas, tiró suavemente de él, hacia ella… ocultas ya sus piernas, bajo la mesa.
Él cerró los ojos… Viéndola a…. Ella.
Y sintió… Respirando hondo, eliminando de su mente todo lo que fuese ajeno, a esa cara que tanto imaginó.
Y siguió imaginando…
Esa cara que siente ya tan suya
Esa mirada que a rabiar siente que le dice… “Te deseo a Morir”
Esa boca que ha besado tantas veces en su mente, con dulzura, con ternura, con deseo y con pasión.
Y siente a la vez como esas manos le acarician haciendo camino, entre las rodillas y las ingles.
Un roce primero, que se vuelve envolvente al sentir, cada dedo hundiéndose cada vez más, empujados por el ascendiente, furioso deseo.
Ella dijo riendo:
¡Vaqueros!. Sintiendo él, como a la par, las manos siguen subiendo entre sus muslos, aunque esta vez, por encima del pantalón. Y llegan al botón de su bragueta así como un húmedo beso en el ombligo, hundiéndose una lengua llena de deseo. Buscando llegar donde se alojan las manos, que desabrochan el botón…
Y él… se estremece y siente como le baja la cremallera y con su ayuda le quita el pantalón.
Ella con sus manos en las caderas de él, bajando por su pubis, entre las ingles, colándose debajo de su ropa interior, deseando ese sexo erecto al que le molesta hasta el roce de esa fina tela, que le quita.
¡Dios! Le desea tanto…
Y, nota su abandono que le dice:
“Tuyo soy”
Nota su cuerpo entregado, respondiendo a cada beso, cada caricia.
Nota como los dedos de esa mujer que ya desea a rabiar, recorren su vientre, su pecho, se recrean en los pezones y sabe que se acercan a su boca…
Que él entreabre buscando amar a esos dedos que se introducen suavemente y se dejan llevar por el baile de su lengua, excitándose ambos, fundidos en ese instante…. Esa boca… Esos dedos… Que hacen el amor.
El deseo subía en ambos cuerpos. Él abría más los muslos cuando notaba que ella con una presión entre ellos, se lo pedía.
Deseaba sentir esa boca acercándose ya a su sexo. Y sintió en el acto un roce de piel… Su mejilla. Luego humedeciéndosele la piel. Sintió los labios de ella, recorrer con la punta de su lengua todo su sexo, sus ingles y levantó algo sus nalgas pidiéndole ardientemente… Más.
Ella sintiendo por una parte, como su humedad ya había empapado su fina braga. Y por otra lamiendo, besando, acariciando ese sexo abandonado a ella lleno de deseo, hinchándose, alargándose, llamando poco a poco a ese río, que con ayuda de varias sacudidas, surgiría caliente… Como la lava de un volcán.
Ella sonrío al pensar en ello:
"Un Volcán"
Y llenó su boca de ese volcán, sintiendo las manos de él en su cabeza siguiendo el ritmo, escuchando sus gemidos, sus movimientos de caderas, siguiéndolos…
Él dijo:
“Ven”, al tiempo que ella vio la silla que se alejaba lentamente hacia atrás, y él se ponía de pie.
Ella no se movió… Y al ver sus pasos rodear la mesa, pensó:
“Le adoro”
Le dejó hacer y sintió como se agachaba , rozándola por detrás, acercándose a ella, de rodillas sentado, abrazándola y paseando sus manos desde sus caderas hasta el botón del pantalón que desabrochó al igual que bajó la cremallera.
Ella le ayudó a deshacerse de su propia ropa y ya sintió su piel contra la suya. Sentada como él, delante suyo echando su cuerpo hacia atrás, buscándose ambos, acoplándose mientras que él le acariciaba el vientre sus pechos, sintiendo como era ella la que se abandonaba esta vez a él, echándose más para atrás, recibiendo sus besos húmedos a lo largo de su cuello, buscando su boca, uniendo furiosamente su lengua con la de él, moviendo suavemente las caderas al sentir como el sexo de su amante, resbalaba a lo largo del suyo… encontrando al fin el camino ardiente, empapado que lo aprisionó con los labios apretando su sexo más firmemente…
Ella se acopló rodeándole la espalda con sus pies, sintiéndole más profundamente dentro de ella… Acentuado por las firmes manos a cada lado de sus caderas, que la adherían contra él.
Los dos concentrados en el ritmo de las caderas, que era cada vez más rítmico, y él buscó su clítoris, lo atrapó con sus dedos y lo excitó más si cabía. Sintió como se aceleraban los movimientos con sus caricias y como un largo gemido fue seguido de un gozo que sintió explotarle rodeando su sexo, resbalando hacia abajo, humedeciendo los muslos de él… Arrancándole a su vez un profundo gozo, que explotó de golpe… Sintió como se derramaba en el ardiente volcán de su amante, y prolongó el movimiento de sus caderas.
Sintieron profundamente sus gozos unidos, se abrazaron y un rato.
Así, sintiéndose tan bien, se quedaron.
Al rato, ella se levantó, y sin girarse, le dijo:
“Cierra los ojos”
En pocos instantes, la sintió por detrás pegada a él diciéndole al oído:
“Abre los ojos, y sujeta esto”
Su pecho contra su espalda, en una mano tenía una varita fina, larga, acabada en alambre…
En la otra, unas cerillas
“Hay cosas, que solo se deben encender con cerillas”, le dijo en un susurro, tendiéndole la varita.
Él, callado, sonriente, la sujetó mirando como ahora despacio las manos abrían la cajita y sacaban una cerilla.
Ella la frotó contra el lateral de la caja y oyeron ese sonido especial que hacía mucho tiempo que él no oía y solo le traía gratas sensaciones.
En la ya oscuridad, solo rota por la luz de la pantalla al otro lado de la mesa, brilló la llama y él acercó la punta de la varita, que en pocos segundos enrojeció, y de pronto, saltaron cientos de estrellitas, formando casi una esfera…
Ella recostó su barbilla en su hombro, siempre detrás de él, le beso luego el cuello y se quedó mirando con él, cientos de estrellitas bailando en la oscuridad…
Él, hechizado, mirando cientos de lucecitas nacer y morir con la misma rapidez… Como si una diese la vida a la siguiente…
Hasta que, la varita se agotó…
Saltaron algunas estrellas más, dispersas, y oscuro se hizo otra vez.
Tan absorto estuvo, que no lo sintió…
Ella, ya no estaba.
Se quedó mirando la varita consumida, sonrió, y dijo en voz alta:
“Princesa… Te pillaré… Ya lo verás”
Al levantarse… Oyó:
Su risa, mezclada con esa canción… “I Wish You Where Here”…
“Magia… Pura Magia… “, dijo
Ya en su mesa, cerró el correo sonriente y renovado.
Se puso a trabajar, rodeado de su aroma… Embriagador, y sintiéndola aún a su lado, la imaginó decir:
¿Concéntrate…cielo, concéntrate”, con un tono burlón.
Sonrió… Y se concentró.
ARACNE