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Categoría: Maduras

Un pintor de brocha gorda

Con la feliz excusa de que tenía la imperiosa necesidad de que le pintaran la fachada de su comercio, aquella cuarentona aprovechó la buena fe del guapo pintor para hacer que éste le pintara otras cosas y con la brocha más dura y juguetona del joven muchacho.



 



Conozco en el barrio donde vivo en Barcelona, uno de esos barrios de clase media de nuestras grandes ciudades, a Gloria una de las mejores amigas de mi madre pues se conocen desde la primera vez en que vinimos a la ciudad desde uno de esos lejanos pueblos del interior del país.



 



Debo decir, sin temor a equivocarme, que Gloria es una de las mujeres más sexys que he conocido ya que goza de un cuerpo perfecto, con las curvas suficientes como para pensar que cuando Dios creó a la mujer la debió tener a ella en su mente y que eso permitió que la raza humana se multiplicara de manera forzosa.



 



Como decía antes, esta amiga de mi madre, con la que tenemos amistad desde hace varios años, siempre pensé, desde mis primeros intereses por el género femenino, que hacer el amor con ella podría resultar ser algo sublime, aunque la verdad es que jamás me había atrevido a insinuarle nada supongo que debido a la diferencia de edad y sobre todo al temor que tenía a que mis padres pudieran enterarse.



 



Debo decir que Gloria tiene 42 años muy bien llevados, está casada desde hace un montón de años y tiene tres hijos de los cuales el mayor de ellos es de mi edad. Su marido trabaja como transportista por lo que se pasa la mayor parte de la semana fuera de casa recorriéndose el país de costa a costa. Por mi parte, diré que me llamo Lorenzo, que tengo 24 años y que me conservo bien pues, sin tratar de resultar presuntuoso, resulto interesante para las chicas con las que me relaciono. Ya había tenido varias novias con lo que había podido disfrutar de agradables momentos en lo que al sexo se refiere.



 



Pues bien, continuando con la historia, un día en que nos encontramos con Gloria tomando un café, nos dijo que tenía necesidad urgente de que le ayudaran a pintar la fachada y el interior de la mercería que tiene ya que no le era posible encargarlo a un equipo de pintores pues estos lo realizan en horario de atención al público con lo que la venta se podría resentir y no podía permitirse tener la tienda cerrada.



 



Soy bastante manitas con los trabajos manuales así que mi madre, aprovechando que me encontraba de vacaciones, le comentó a Gloria que quién mejor que yo para echarle una mano si es que aceptaba mi ayuda.



 



Chica, no encontrarás alguien mejor para que te pinte la fachada de la tienda. Te la dejará que ni tú misma la reconocerás después. Hace dos años pintó toda la casa él solo y ya sabes que la tengo como los chorros del oro.



 



¡Anda, pues es verdad! ¡No había pensado en tu hijo! –dijo atusándose el cabello y sonriendo alegremente. Bien Lorenzo, si tú quieres podríamos empezar lo antes posible pues la verdad es que me corre bastante prisa –exclamó dirigiéndose hacia mí. Por supuesto te pagaré algo por la ayuda que me vayas a prestar. Una pequeña ayuda imagino que no te vendrá nada mal –me ofreció pues por aquella época me encontraba en el paro.



 



Me brindé encantado a ayudarla a pintar en horario anterior a la apertura habitual del comercio pues la verdad es que andaba fatal de pasta y una pequeña ayuda por estar pintando unas horas no me vendría nada mal. Así pues acordamos realizarlo a las siete de la mañana del miércoles siguiente.



 



Una vez puestos de acuerdo, aquella tarde pasé por la tienda a la hora del cierre para mirar la cantidad de pintura que íbamos a necesitar. La mercería es bastante grande, en especial el almacén el cual tenía varias paredes y algunos rincones de difícil acceso. Una vez revisado todo quedé con Gloria que yo me encargaría de comprar todo el material necesario comentándome ella que el miércoles le dijera cuánto era todo que ya me lo daría sin falta.



 



Llegado el miércoles me presenté puntualmente en su casa para recogerla a las siete tal como habíamos quedado y cuando se abrió la puerta allí estaba yo en el rellano con dos bolsas grandes donde llevaba el material necesario y ropa adecuada para cambiarme y bajar a la tienda que tenía debajo de casa.



 



Pero cuál no sería mi sorpresa al ver que ella aún no estaba vestida para salir por lo que deduje que seguramente se habría dormido, aunque se la veía ya bien despierta. Me recibió tan solo cubierta con un albornoz y una toalla envolviendo sus mojados cabellos. Evidentemente acababa de salir de la ducha.



 



¡Perdona, pero acabo de ducharme! Se me pegaron un poco las sábanas y por eso no estoy lista aún –dijo sonriéndome de manera encantadora. Pasa un momento que me arreglo enseguida.



 



Me hizo pasar dándome la espalda y la acompañé al interior de su casa cruzando el largo pasillo hasta llegar al salón. Me encontraba un tanto nervioso pues veía que se nos iba a echar el tiempo encima y no nos daría tiempo de acabar antes de las nueve y media que es cuando Gloria abre la mercería. Le sugerí, para ir ganando tiempo, que si le parecía bien podría ir cambiándome de ropa en el salón mientras ella terminaba de vestirse en el baño.



 



¡Nada de eso, hombre! Cámbiate mejor en mi dormitorio que así podrás dejar tus ropas colgadas en el armario. No te preocupes que a mi edad no me voy a preocupar por que te cambies en mi habitación –me ofreció con gran decisión.



 



Está bien –contesté un poco cohibido ante el hecho de encontrarme solo en casa de aquella mujer que tanto me gustaba.



 



Fuimos al dormitorio de Gloria metiéndose ella en el baño sin cerrar la puerta mientras yo me quedaba a los pies de la cama sin saber qué hacer. Olvidándome de todo me fui despojando de la ropa que llevaba puesta comenzando por la camiseta para, a continuación, disponerme a desabrochar la hebilla del cinturón.



 



Pude ver, de manera fugaz a través del quicio de la puerta, cómo ella se quitaba el albornoz quedando a mi vista su espléndido cuerpo completamente desnudo. Aquella imagen me hizo ver que todo aquello que yo imaginaba que escondía bajo sus ropas, era una maravillosa realidad. Al instante aparté la mirada de aquella escena tan tentadora yéndome a una esquina de su alcoba a desvestirme, volviéndome de espaldas a la puerta del baño para mantener la debida discreción.



 



Mientras me iba quitando los ajustados tejanos podía oír los ruidos que hacía ella en el baño imaginaba que vistiéndose para bajar a la tienda. Al quedarme solo con el slip para empezar a ponerme el mono de trabajo, pude escucharla pedirme como en un susurro:



 



Lorenzo, ya estoy lista. Ya puedes darte la vuelta.



 



Me giré de un golpe quedándome completamente helado ante el inesperado espectáculo que se me ofrecía. Allí estaba Gloria dentro de su cama, tapada hasta la barbilla, con una sonrisa picaruela y sus bonitos ojos brillando e invitando a todo.



 



Vamos, ven aquí conmigo, que tengo ganas de tenerte a mi lado. Hace días que mi marido está fuera y necesito alguien que me dé cariño –apenas pudo pronunciar al mismo tiempo que tiraba el edredón a un lado incitándome a unirme a ella.



 



Pero eso no está bien. ¿Qué dirían tu marido y mi madre si se enterasen? –pregunté tratando de hacerme el cándido pero pensando realmente en todo aquello que podría hacer con aquella madura mujer tanto tiempo deseada.



 



Cariño, estamos solos y nadie tiene por qué enterarse. Lorenzo ,sé cuánto me deseas desde hace tiempo así que no te hagas el tonto conmigo –me dijo con un brillo intenso en sus ojos y una voz tan sensual que puedo jurar que me erizó el vello de todo el cuerpo.



 



Gloria esperó mi respuesta con extrema tranquilidad, humedeciéndose los labios de manera erótica con la lengua y golpeando, al mismo tiempo, la desnuda sábana con la palma de la mano y provocándome al mirarme fijamente a los ojos con mirada maliciosa. Allí tenía a aquella tremenda mujer tan solo cubierta por un pequeño conjunto de tres piezas en color negro formado por un corpiño transparente, el tanga y las medias el cual la hacía terriblemente deseable para un chico joven y apuesto como yo lo era.



 



Tras aguantar su mirada tratando de leer sus pensamientos, me acerqué a la amplia cama de matrimonio metiéndome en la misma y sintiendo cómo toda una corriente eléctrica recorría la totalidad de mi cuerpo desde la cabeza hasta los pies notando mi miembro empezar a crecer rápidamente por debajo del slip el cual apenas podía recoger la enorme emoción provocada en mis pupilas por la presencia perturbadora de semejante mujer.



 



Nada más entrar en el lecho matrimonial Gloria se pegó a mi cuerpo pidiéndome que la envolviera entre mis brazos, que necesitaba sentir mis manos recorriendo todo su cuerpo, que necesitaba sentirse deseada y amada por un muchacho joven como yo.



 



Sentí aquel cuerpo femenino tan cálido y sensual junto al mío y mis manos no pudieron quedarse quietas enlazando su espalda y su cintura en un abrazo lleno de deseo por acariciar cada centímetro de sus rotundas formas. Con mis nervudos dedos eché los tirantes del corpiño a un lado y se lo fui quitando con cierta dificultad tirándolo hacia abajo hasta dejarlo descansar en su cintura. Una vez tuve su torso desnudo desafiándome, me dediqué a sus redondos y turgentes pechos deteniéndome un buen rato en sus oscuros pezones los cuales respondieron al instante a mi caricia poniéndose bien duros nada más sentir los primeros roces de mis dedos sobre ellos.



 



Me quedé unos segundos mirándola fijamente a los ojos y viendo cómo aquella hembra tanto tiempo codiciada por mí palpitaba de deseo por que la hiciera mía. Gloria no pudo reprimir por más tiempo el deseo que la dominaba demostrándomelo bien a las claras emitiendo pequeños suspiros y lamentos. Llevé a un lado el pequeño mechón que le caía graciosamente sobre su rostro y haciéndola ladear levemente la cabeza la vi cerrar los ojos ofreciéndome su boca jugosa de labios bermejos y dientes como perlas.



 



Bésame Lorenzo….. vamos bésame…. –la escuché pedirme viéndola temblar sin poder reprimir la inmensa pasión que la iba consumiendo.



 



Así pues me incliné sobre ella buscando con mis labios los suyos hasta que acabamos fundidos en un beso suave y lleno de pasión contenida. Con mi lengua la obligué a entreabrir ligeramente los labios para, de ese modo, permitirme el paso hasta entrar en contacto con su lengua mezclándolas en un furioso combate en el interior de su boca.



 



De ese modo estuvimos un largo minuto hasta que finalmente abandoné su tentadora boca para dirigir mis pasos hasta su cuello el cual recorrí con extrema lentitud apartando su lacia melena rubia a un lado y lamiéndolo desde debajo de la oreja hasta la nuca.



 



Ummm, sigue….sigue así muchacho. ¡Cómo me gusta lo que me haces! Mi marido me lo hace de forma tan brusca que me encanta que me acaricies de manera tan tierna y cariñosa……



 



Viéndola así de entregada, redoblé mis esfuerzos tratando de conseguir hacer de aquel un momento mágico para los dos. En voz baja, apenas en un susurro, le pedí junto a su oído que se pusiera de espaldas agarrada firmemente al cabecero de la cama para, de ese modo, ir subiendo y bajando por su espalda a lo largo de su columna vertebral rozando delicadamente con la punta de la lengua, de izquierda a derecha, sus costados hasta llegar al final de la misma. Gloria se retorcía de placer gimiendo tenuemente mientras mis manos transitaban por los laterales de su cuerpo desde la altura de los pechos hasta sus poderosas caderas.



 



Una vez alcancé el final de su espalda con mi boca, llevé mis manos hasta su ombligo el cual rocé suavemente repasando una y otra vez sus alrededores, las caderas y la curva de la tripita. Evité tocar sus genitales por el momento tratando de alargar su creciente placer lo máximo posible. Así apoyé mi mano delicadamente en su cuello haciéndola girar la cabeza para volver a unirnos en un beso exquisito que me hizo erizar los cabellos. Amasé suavemente la zona del abdomen, empujando sin parar con la parte más carnosa de la palma de la mano.



 



¿Te gusta cariño? –le pregunté con voz entrecortada al separar nuestros labios.



 



¡Es sensacional lo que me estás haciendo! ¡Jamás había sentido lo que me haces sentir con tus caricias! –respondió moviendo su cuerpo con gran nerviosismo demostrando de esa manera lo mucho que le estaba gustando aquello.



 



Puse mis manos entre sus piernas y lentamente aparté la tela del tanga dirigiendo mis dedos hasta alcanzar su pubis donde me entretuve unos minutos acariciando los pelillos que cubrían su monte de Venus. Fui estimulando una y otra vez esta zona del bello cuerpo de Gloria hasta que la vi estremecerse explotando en un sonoro orgasmo que la hizo retorcerse agarrando con fuerza el edredón entre sus dedos. Una vez recuperó mínimamente el resuello, observé con gran placer cómo Gloria se llevaba uno de sus dedos hasta la boca empezando a mordisquearlo levemente para, de esa manera, tratar de excitarme.



 



¡Dios mío, qué bueno ha sido esto! ¡Hacía tanto tiempo que no me corría tan a gusto! –dijo moviendo las caderas de forma circular para que siguiera con aquella dulce tarea.



 



Noté crecer en mí un deseo irrefrenable por acercar mis dedos a la entrada de su vulva la cual encontré ya mojada por la humedad producida por aquella hembra maravillosa. La respiración de Gloria fue aumentando de ritmo según mis caricias iban creciendo en intensidad buscando los rincones más recónditos de su cuerpo. Me dediqué a masajear con sumo cuidado el dormido clítoris el cual no tardó en responder endureciéndose al instante al notar el contacto de mis dedos sobre él. La vulva de Gloria no paraba de producir jugos los cuales humedecían mis dedos favoreciendo el lento y exquisito masajeo con el que la obsequiaba.



 



Gloria no dejaba de gemir a cada momento de manera más y más escandalosa sin cejar en su empeño de buscar mi pene, cosa que yo evitaba apartándome de ella cada vez que veía acercarse su mano peligrosamente a través de mi muslo.



 



Dámela….dámela por favor. No seas malo conmigo. ¡Tengo tantas ganas de tenerla entre mis dedos! –afirmó débilmente ronroneando como una gatita.



 



No hice caso de sus súplicas por el momento, centrándome en la búsqueda de un nuevo orgasmo por su parte. Quería volverla loca antes de que pasara a la siguiente fase que sería darme placer a mí.



 



Ahora cariño, acaríciate tu misma el coñito –le ordené al tiempo que me tocaba con suavidad mi inflamado pene entre los dedos.



 



Observé embelesado cómo era la propia Gloria la que se estimulaba con gran decisión su excitada vulva metiendo y sacando uno de sus dedos sin parar. Por mi parte, aproveché para colocarme entre sus piernas obligándola a echarse hacia delante hasta que su cara fue a parar contra el edredón. Allí tenía delante de mí el oscuro agujero anal de aquella hermosa mujer a la que deseaba ver enloquecer por completo gracias a mis más perversas y depravadas caricias.



 



Me sumergí entre aquel par de montículos que formaban su poderoso trasero y sacando mi lengua mínimamente empecé a juguetear con su ano haciéndola dar un respingo satisfecho al notar aquella caricia en lugar tan placentero.



 



Sí Lorenzo, chúpame el culito que eso me vuelve loca –me animó girándose a mirarme al tiempo que aprovechaba para abrirse su pequeño agujero para facilitarme el camino.



 



Aquella mujer era una auténtica caja de sorpresas, a cada momento me gustaba más y más el morbo que encerraba aquella madurita tan desconocida para mí. La vi relajarse abriendo las piernas cómodamente a la espera de disfrutar con lo que pensaba hacerle. Lentamente fui pasando y repasando la lengua tratando de humedecer convenientemente su delicado esfínter el cual notaba palpitar con cada uno de los roces con los que la iba torturando.



 



Escuché a Gloria emitir un pequeño grito ahogado, señal inequívoca de lo mucho que le estaban gustando mis pequeños lametazos. Se estiró hacia delante arqueando el cuerpo como una pantera en el momento de iniciar el ataque hacia su presa. Estaba seguro que no tardaría mucho en alcanzar un nuevo orgasmo lo que me hizo redoblar aquellas sensuales caricias que tanto placer le proporcionaban.



 



Una vez consideré que ya estaba bien lubricada, chupé mi dedo corazón llevándolo entre mis labios para después empezar a masajearle el esfínter por fuera, todavía sin intentar ir más allá. Tan solo trataba de acariciar tan exquisito agujero con simples movimientos circulares, siempre superficiales. Gloria no hacía más que retorcerse, aullando con cada una de mis caricias y sin dejar de mover sus nalgas incitándome a seguir con aquel encantador juego.



 



Al fin noté la total relajación de aquella hermosa mujer suplicándome que no dejara de hacer aquello con lo que tanto disfrutaba. Volví a llevar el dedo entre mis labios lubricándolo nuevamente hasta dejarlo bien ensalivado. Empecé a presionar ligeramente el esfínter quedando gratamente sorprendido viendo la facilidad con la que el anillo anal permitía el paso de tan escurridizo invitado.



 



¡Oh sí….sigue, vamos sigue! ¡Me corro muchacho….me corro….Dios, qué bien lo haces! –la escuché llegar a un nuevo orgasmo mucho más placentero aún que el anterior.



 



Cayó completamente rendida y agotada sobre el desordenado edredón tratando de recuperar la compostura. Al fin y al cabo era una discreta y prudente mujer casada y enamorada de su marido. ¡Dios mío! ¿qué dirían sus mojigatas e hipócritas clientas si la vieran en esos momentos retorcerse en brazos de un guapo semental como aquel? Seguramente se morirían de envidia, completamente incapaces de mostrar sus propios deseos.



 



Bien Lorenzo, ahora te toca a ti. Vete preparando que pienso hacerte gozar del mismo modo que tú lo has hecho conmigo…..Lo has hecho tan bien que justo es que recibas tu propia recompensa –pronunció estas palabras al mismo tiempo que se agarraba uno de los pechos manoseándolo de manera desvergonzada e indecente.



 



Con sus manos me quitó el slip haciendo saltar libre mi polla, la cual se mostró ante ella arrogante y completamente endurecida. Gloria abrió sus bonitos ojos como platos, con la boca abierta y sin poder creer aún el bello espectáculo que se le ofrecía.



 



¡Jesús, menuda polla gastas muchachito! Ojalá mi marido tuviera algo así, seguro que no le iban a quedar ganas de irse con otras.



 



Con gran placer sentí cómo acogía mi excitada herramienta entre sus dedos con extrema delicadeza como si temiera poder dañarla. Como estaba tumbada de espaldas, acerqué mi boca a su pubis y con la lengua rocé apenas su vello bajando hacia su clítoris el cual acaricié con firmeza y deseo reprimido. Ella comenzó a emitir pequeños gemidos de placer y sus palabras y movimientos pélvicos me pedían que continuara, así que presioné levemente con mi lengua entre sus labios notando el jugo irreprimible de su excitación e incrementando la presión ejercida en el interior de su precioso coñito que había quedado al descubierto y totalmente indefenso al abrir sus muslos por completo.



 



Ella rodeó con sus piernas mi cuello tratando de no dejarme escapar y en ese momento sentí que llegaba al orgasmo diciéndome desfallecida que no aguantaba más tanto placer y que la penetrara ya. Me entretuve unos largos segundos en los alrededores de su almeja con movimientos hacia los muslos para, a continuación, empezar a subir de nuevo mi lengua hacia su pubis, el ombligo, el canal entre sus pechos, a la vez que colocaba mi inflamada virilidad en la empapada entrada de su vagina. Mientras le mordisqueaba los pezones haciéndola sollozar ahogadamente, lentamente me dejé caer presionando con mi polla sobre su clítoris en un movimiento hacia abajo, notando cómo sus labios se abrían permitiéndome quedar insertado dentro de ella y ahí ya se desató el delirio por ambas partes.



 



Clavámela cariño…..fóllame y métemela con fuerza hasta las pelotas –chilló agarrándose con fuerza a mis brazos.



 



Abrazó fuertemente con sus manos mi espalda arañándomela con sus bien cuidadas uñas hasta producirme un profundo dolor al tiempo que llegaba otra vez a un orgasmo de gran intensidad. Entrelazó sus piernas en mis caderas pidiéndome que siguiera con voz ansiosa, pero lo que Gloria no sabía era que mi intención última era hacerla sentir el máximo placer y que estaba controlando mi eyaculación para hacer de ese momento algo absolutamente único y especial por lo que, pese a sus quejas, saqué mi instrumento de su coño y bajé de nuevo con mi lengua para acariciar sus labios y disfrutar de sus abundantes jugos lo que la hizo gritar de pasión.



 



Mientras me comía su coño por completo, ella se retorció enroscándose en sí misma hasta alcanzar mi polla con su boca y la introdujo dentro acariciándola suavemente con la lengua. Sacó mi pene con prontitud observándolo con detenimiento, sin prisa alguna, como si en esos momentos el tiempo se hubiera detenido por completo. Tiró la piel que cubría el capullo hacia atrás dejándolo libre y brillante de emoción. En esos momentos me dejé llevar por sus caricias, cerrando los ojos y mezclando mis dedos entre sus sedosos cabellos.



 



Abrí los ojos ligeramente viendo cómo Gloria me miraba con sonrisa malévola antes de empezar a recorrer mi tallo desde arriba hasta abajo hasta alcanzar al fin mis cargadas pelotas las cuales chupó con suavidad dándoles pequeños estirones hasta hacerme sentir un placer desconocido hasta ese momento por mí. Ahora era ella quien llevaba las riendas y según pude observar quería hacerme sufrir y gozar del mismo modo que yo había hecho con ella.



 



Una vez hubo jugado con mis testículos, fue subiendo con extrema lentitud a lo largo del tallo sin apartar su mirada perdida de la mía. Era preciosa, perfecta y desprendía un halo irreal. Mi madura compañera sacudió con fuerza su larga melena la cual cayó descansando sobre su espalda mientras ella continuaba con su dulce tarea de proporcionarme un placer distinto y absolutamente agradable para mis sentidos.



 



Lorenzo, tienes una polla estupenda. Voy a chupártela como nadie te lo haya hecho sentir antes –me dijo con voz entrecortada y los labios ligeramente entreabiertos.



 



Humedeció el tallo con la punta de su rosada lengua alcanzando finalmente mi redonda cabezota en la cual centró su atención antes de abrir la boca y engullir la mitad de mi grueso pene el cual recibió el roce de sus labios adquiriendo un tamaño aún mayor. Gloria empezó a chuparme mi erecto miembro, metiéndolo y dejándolo ir de su pequeña boquita una y otra vez para irlo lamiéndolo y ensalivándolo por completo.



 



Así estuvo durante un tiempo que me pareció eterno hasta que me hice con su cabeza agarrando con fuerza sus rubios cabellos ayudándola, de ese modo, a meterla y sacarla sin descanso. Sin poder soportar por más tiempo lo que me hacía, intenté separarla de mi entrepierna avisándola de mi cercana eyaculación.



 



¡Sí……vamos muchacho! ¡Córrete vamos….quiero que me llenes con tu leche! –exclamó completamente fuera de sí y sin dejar de masturbar con rapidez con su mano mi cansado músculo el cual acabó expulsando su abundante carga sobre el bello rostro de tan espléndida fémina.



 



Noté las piernas flaquearme teniendo que agarrar su cabello para no caer sobre ella. En esos momentos creí perder la noción del tiempo. Jamás había sentido un placer tan completo y excitante como aquel. Tenía los labios y la boca reseca y una enorme sensación de satisfacción que me corría por todo el cuerpo desde la cabeza hasta los pies. Mientras me recuperaba lentamente de mi reciente corrida pude ver cómo Gloria recogía el semen caído sobre sus tersos pechos y lo esparcía con sus dedos haciendo pequeños círculos sobre ellos.



 



Bien Lorenzo, no ha estado nada mal…..nada mal –dijo relamiéndose y llevándose parte de mi corrida hasta sus gordezuelos labios para recrearse chupando mi blanquecino y espeso semen.



 



Me tumbé junto a ella mirando hacia el techo sintiendo como Gloria me acariciaba los pezones entre sus dedos retorciéndolos hasta arrancarme un ligero suspiro de satisfacción. Necesitaba un pequeño respiro antes de volver a la carga así que me dediqué igualmente a rozarle su sedosa piel para conseguir hacerla vibrar nuevamente.



De ese modo estuvimos ambos recorriendo nuestros cuerpos, acariciando nuestros vientres lisos hasta que la pasión volvió a invadirnos.



 



Mi pene se encontraba en esos instantes en posición de descanso tras el orgasmo alcanzado , así que Gloria alcanzó mi flácido instrumento iniciando un suave movimiento adelante y atrás con sus dedos hasta que el mismo empezó a responder volviendo a mostrar el aspecto amenazante de minutos antes.



 



¡Qué maravilla chico! Eso es lo que me gusta de los chicos jóvenes, que no os cuesta nada recuperaros y enseguida volvéis a estar de nuevo en forma…..¡Ojalá mi marido tuviera esta facilidad para follarme tan seguido! –dijo colocándose con las piernas dobladas, en cuclillas de espaldas a mí y llevando mi polla a la entrada de su empapada vagina.



 



Con un rápido movimiento la cogí con fuerza de sus nalgas ayudándola a sentarse sobre mí y penetrándola salvajemente hasta que logré clavársela entera. Gloria lanzó un suspiro ahogado al sentirse empalada de ese modo tan brutal y se levantó con cierta dificultad, apoyando las manos en las sábanas hasta conseguir adoptar la posición más adecuada para ambos.



 



Rítmicamente no hacía más que moverme dentro de ella con mi polla entrando y saliendo, restregando y frotando de arriba abajo la cabeza de mi miembro entre sus labios hacia y desde su inflamado clítoris, penetrándola ora con energía ora con suma delicadeza para que me sintiera aún más.



 



Los gritos y los orgasmos de ella se sucedían en el dormitorio sin descanso al tiempo que mis dedos aprovechaban para acariciar su vulva y retorcerle los pezones. Gloria me ayudaba en mis caricias pasándose ella misma los dedos sobre su clítoris mientras berreaba con el intenso placer que le hacía sentir y agradecía mis caricias sollozando y pidiéndome que le inundara la vagina con mi leche.



 



Pero aún era pronto para eso, de manera que continué haciéndole sentir infinidad de veces aquel tremendo placer, besando, lamiendo, mordiendo y martilleándola sin descanso, hasta que ambos alcanzamos un orgasmo interminable al mismo tiempo que Gloria gritaba como una loca mi nombre y yo simplemente no podía hacer más que susurrar levemente el suyo.



 



¡Dios mío! ¿dónde has aprendido a follar de esta manera? Para ser tan joven eres un auténtico experto –balbuceó con dificultad dejando caer la espalda sobre mí y tratando de recuperarse del inmenso placer recibido.



 



Finalmente descabalgó separándose de mí y sacando mi fatigado miembro del interior de su coñito. Se tumbó encima mío besándonos de forma suave, disfrutando de cada segundo de aquel beso tan agradable y reparador. Gloria se levantó ligeramente buscando el reloj de pulsera que reposaba sobre la mesilla.



 



¡Aún son las ocho! Tenemos tiempo de darnos una ducha rápida antes de bajar a la tienda. Tranquilo, que ya inventaré una buena excusa para que tu madre no sospeche nada de lo que ha ocurrido –dijo tapándome la boca con dos de sus dedos sin dejarme decir nada.



 



Gloria me ayudó a levantar dándome la mano para llevarme hasta el baño donde cerré la puerta de la mampara una vez estuvimos los dos dentro de la ducha. Con cierto nerviosismo abrió la llave del grifo empezando a correr el agua sobre nuestras cabezas remojándonos el cabello y nuestros cuerpos. La agarré con mis dedos empezando a acariciarla y dejando resbalar mis manos por encima de su mojada silueta.



 



Ella cogió el bote de gel rociando mi cuerpo con el mismo hasta conseguir llenar mi pecho y mis piernas con abundante espuma. Ahora fui yo quien se hizo con el bote de gel y volviéndola de espaldas a mí empecé a masajear sus pechos, sus nalgas y sus caderas hasta que la tuve bien enjabonada.



 



¿Crees que serás capaz de echarme uno más? –me preguntó con tono provocativo volviendo la cabeza hacia mí.



 



Ponme a prueba y así podrás salir de dudas –respondí manteniendo su mirada sin pestañear un instante.



 



Se giró hacia mí agarrando con decisión mi empapada herramienta para empezar a enjabonarla hasta lograr ponerla nuevamente bien dura gracias a la acción reparadora de la espuma. La estuvo observando unos instantes con mirada entre sorprendida y atónita para, luego, empezar a masturbarme lentamente con sus dedos. Con la alcachofa de la ducha me lavó por completo haciendo desaparecer hasta el último resto de espuma de mi entrepierna dejándola bien limpia para lo que estaba seguro que pretendía hacerme.



 



De ese modo, una vez me tuvo bien limpio, se arrodilló ante mí llevándose con rapidez mi grueso aparato hasta su boca donde empezó una maravillosa felación facilitada por el agua que cubría mi excitado ariete. Pese al reducido espacio que la ducha nos ofrecía, no paraba de moverse adelante y atrás metiendo y sacando mi polla de su boca para observarla, de tanto en tanto, con mirada satisfecha.



 



Eres una chica muy, muy mala……chúpamela así, lo estás haciendo perfecto –dije agarrándome con fuerza del grifo de la ducha para lograr mantenerme de pie.



 



Aquella madura mujer era una experta mamadora. Sabía cómo hacerme gozar hasta hacerme llegar a las proximidades del orgasmo para, de pronto, parar de golpe consiguiendo de esa manera rebajar la tensión que me dominaba. Así estuvo durante cinco largos minutos hasta que cogiéndola por los brazos la hice levantar poniéndola contra la pared con una pierna ligeramente levantada permitiéndome recrearme con la magnífica imagen de su sexo desnudo y palpitante.



 



Eché un buen chorretón de gel sobre la esponja y una vez se hubo formado una gran cantidad de espuma la llevé hacia el pubis de Gloria empezando a frotarla con fuerza sobre el mismo hasta que la escuché gemir con mi inquietante caricia. Los breves gemidos iniciales de ella fueron dando paso, poco a poco, a fuertes explosiones de extrema sensualidad moviendo sus redondas posaderas para indicarme su enorme satisfacción.



 



Remojé bien sus muslos pasando hacia la parte de atrás para enjabonar sus nalgas y entretenerme con su oscuro agujero posterior. Esta caricia hizo enloquecer a Gloria hasta límites insospechados llegando a un nuevo orgasmo de gran calibre.



 



¡Fóllame otra vez, maldito bastardo! ¡Dios, qué gusto más magnífico me estás dando! –dijo con voz cansada pero con ganas de continuar con aquella interminable sesión de sexo.



 



Tiré la esponja al suelo situándome tras ella para empezar a presionar contra la entrada de su sexo el cual se abrió con facilidad gracias a la humedad de su cuerpo. Gloria se apoyó en la pared mientras yo la tenía bien cogida de la cadera y de uno de sus pechos el cual manoseaba de forma enérgica. Empecé a embestir con mis últimas fuerzas arrancándole nuevos gritos de satisfacción que pronto desembocaron en verdaderos aullidos que retumbaban en las paredes del pequeño baño.



 



¡No puedo más, vas a acabar conmigo! ¿Es que no te cansas nunca, cabrón? –dijo al notar cómo la agarraba del cabello llevándola con fuerza hacia atrás.



 



Realmente no podía ya más, notando la cercanía del orgasmo. Mis doloridos huevos mostraban la necesidad perentoria que tenían de expulsar mis postreros líquidos seminales. Aun así todavía pude aguantar dos minutos golpeando sus rosadas nalgas con saña hasta que la vi agacharse buscando entre mis piernas mis colgantes para, apretándolos con fuerza, hacerme lanzar un fuerte berrido de dolor antes de acabar llenando su coñito con el poco semen que mis pobres testículos almacenaban en su interior.



 



Ahora sí caí completamente agotado y exhausto sobre su espalda. Me costaba respirar, el aire me faltaba en mis cansados pulmones y necesité un buen rato para recuperarme totalmente de aquel encuentro tan brutal y salvaje. Gloria abrió el grifo de la ducha volviendo a correr el agua caliente sobre nuestros fatigados cuerpos.



 



Una vez estuvimos bien descansados salimos de la ducha y, tras secarnos, fuimos al dormitorio empezando a vestirnos con rapidez pues ya se nos había echado la hora encima. Gloria tenía que ir a abrir la mercería y yo no sabía exactamente qué tipo de excusa iba a ponerle a mi madre. De todos modos la experiencia bien había valido la pena.



 



Mientras nos vestíamos, aquella tremenda hembra con la que tanto había disfrutado me confesó que nunca había sentido un placer como aquel y que no podíamos dejar de vernos para repetir aquella agradable experiencia. Ya de acuerdo en tan grata sugerencia ambos bajamos a la mercería donde me dijo Gloria, guiñándome el ojo de manera cómplice, que fuera empezando por el almacén mientras ella iba abriendo la tienda pues las primeras clientas no tardarían en llegar.



 



Tras este suceso tan placentero para mí, la fama de mis dotes amorosas fue corriendo como la pólvora por todo el barrio empezando a ser requerido por varias de las amigas maduritas de mi madre. Así pues apenas unos días más tarde, una amiga suya también cuarentona, me sorprendió al encontrármela en la calle y decirme que teníamos que quedar a tomar algo ya que tenía que comentarme un tema sobre el que Gloria le había hecho pensar. Al preguntarle de qué se trataba su escueta respuesta fue:



 



Lorenzo, yo también necesito sentir el éxtasis.



 



Pero eso ya es tema adecuado para desarrollar en otro relato…..¿No lo crees así, querido lector?


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