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Habían abierto hacía poco tiempo un local en nuestro barrio, que enseguida se había hecho famoso por sus fiestas. La clientela, todos rondando la cuarentena lustro arriba lustro abajo, era más o menos de nuestra generación. La temática, casi siempre de disfraces.
Un viernes que por fin habíamos colocado a las niñas, nos decidimos sin muchas ganas a ver de qué iba todo aquello. Mi mujer se pasó en horario de mañana y recogió el disfraz: la fiesta de ese día era de “Batman” y todo el mundo debía de ir con el mismo “disfraz”: unas mallas negras -tanto hombres como mujeres-, un antifaz y en el pecho pegado el emblema de Batman, cada pareja de un color diferente; que es lo que te entregaban con cada entrada: 50€ por 6 consumiciones y dos emblemas fucsias de Batman que recogió mi mujer y a toda prisa pegó en unas camisetas negras, una para cada uno.
Me sentí ridículo con ese disfraz por la calle camino a la fiesta, solo consolado por ver a más “Batmans” como yo camino al mismo sitio… todo parejas, claro, estaba prohibido ir solo. Mi mujer, como siempre, estaba espectacular con las mallas negras que marcaban todas sus curvas y dejaban discernir el contorno de sus braguitas tapando su jugoso coño. Yo, en cierta manera, parecía que iba marcando paquete con esa tela tan ajustada… como el resto de los hombres que vi por la calle.
Llegamos, entregamos nuestra entrada al portero y pasamos al local. No había mucha luz, pero se podía ver perfectamente: cantidad de sofás y pequeñas mesas estaban repartidas por todo el local de forma irregular, una pequeña pista de baile se alzaba al fondo junto a dos pequeños podios como los que usan las gogos en las discotecas. Por lo menos la música era de nuestra época y las copas parecían generosas. Nos acercamos a la barra, pedimos nuestros combinados de bourbon con redbull y nos sentamos en uno de los sofás, que tenía un tapizado aterciopelado de color rojo.
El ambiente estaba bastante animado; parece que no éramos los únicos que nos habíamos hecho eco de la reciente fama del local y por lo menos 40 parejas (80 personas) rondaban por ahí con sus mallas negras y sus caras tapadas, todos con el emblema de un color diferente, deambulando y bebiendo las consumiciones gratuitas. Era curioso, porque en un barrio tan pequeño como el nuestro, era muy probable que conociéramos a muchas de las parejas: vecinos, otros padres del colegio, etc. Pero con la escasa iluminación y las máscaras era prácticamente imposible reconocer a nadie.
Ya íbamos por la tercera copa cuando pusieron una canción latina de los 90 que apenas llegaba a recordar… pero que despertó el interés por bailar de mi mujer. Era viernes, llevaba trabajando toda la semana y estaba agotado; así que mientras ella saltó a la pista yo me despatarré en el sofá y me dispuse a verla bailar: con esas mallas tan ajustadas y el ritmo de la canción era todo un espectáculo verla moverse y contonearse al ritmo de la música. Siempre había sido sexy, pero estaba preciosa: animada por las tres copas que llevábamos y la poca luz que había en el ambiente, se permitía hacerme movimientos provocativos dirigidos hacia mi que la miraba con toda mi atención e imaginaba su culo saltando sobre mi polla al ritmo de la música.
Pero no solo debió de gustarme a mi, varias personas más se unieron al baile arrastrados por el pegadizo ritmo de la canción que yo no conseguía recordar. Enseguida se mezclaron todos con todos, y ya no podía ver a mi mujer mas que de forma intermitente entre otros bailarines… todos como clones, con sus mallas negras y sus máscaras. A veces, lo único que podía distinguir era el color fucsia del emblema de Batman que llevaba ella pegado al pecho.
Desvíe un poco la atención, me levanté a por otra copa y volví al mismo lugar que estaba ocupando en el sofá. Dos chicas se habían sentado cerca y podía escucharlas cotillear sobre gente del barrio, pero mi interés estaba en localizar a mi mujer para seguir observando su baile sexy. Cuando la vi de nuevo, parecía que había encontrado compañero de baile: un Batman de color azul se movía con ella y disfrutaban con la música. Las chicas a mi lado no paraban de cuchichear y tuve que llamarles la atención para decirles que estaban en una fiesta y no en el mercado, que este no era lugar para cotilleos. Ambas me miraron con cara de incredulidad y siguieron a lo suyo a un volumen más bajo.
Cuando miré de nuevo a mi mujer seguía bailando, pero ahora con un Batman color rojo. La canción era mucho más sensual, y por momentos me pareció distinguir que se frotaban en el baile: el introducía su pierna entre las de ella y ella restregaba su entrepierna en la rodilla de él. Mirando alrededor, todo el mundo parecía bailar de la misma manera, así que no me sorprendí cuando el batman rojo cogía el culo de mi mujer con ambas manos, masajeandolo al ritmo.
Las dos mujeres a mi lado habían cambiado radicalmente de conversación: parece que ahora el meollo de la cuestión estaba en su insatisfecha vida sexual, en cómo sus maridos habían perdido todo el interés en ellas y pasaban más “hambre” que dos lobas en un desierto. Yo de vez en cuando soltaba una pequeña carcajada, con ánimo de introducirme un poco en la conversación y demostrar a esas dos golfas que lo único que tenían que hacer era echar un poco de imaginación al asunto y no únicamente tirarse en la cama y dejarse hacer. Poco a poco las fui atrayendo a mi terreno, explicándoles cómo con fantasía y voluntad podían revivir una llama que ellas creían haber perdido del todo.
Fui a llamar a mi mujer para que apoyara mi argumento, pero cuando la encontré con la mirada parecía que estaba bastante ocupada: el Batman azul y el rojo estaban bailando con ella, en algo que parecía algo más que un baile. Ella frotaba sus nalgas contra el paquete del Batman azul, moviéndolas rítmicamente al son de la música mientras con las manos acaricia el abdomen del Batman rojo, quizá un poco debajo del abdomen… con aquellas mallas tan ajustadas, era facilísimo distinguir las enormes erecciones que calzaban ellos, que con tanto frote y movimiento debían de tener la polla a punto de explotar, conociendo las habilidades de provocación de mi mujer. Ya que no podía contar con su apoyo en ese momento, hice lo que mejor sabía: reté a las dos golfas a probar con otra polla que no fuera la de sus respectivos maridos. Por supuesto, me presenté voluntario; por supuesto, ellas podían ver la erección que había provocado en mi ver a mi mujer en un sándwich con dos batmans.
No buscaron más: las dos se arrodillaron a mis pies, cada una me bajó una pernera de las mallas hasta la altura del muslo y casi al unísono se lanzaron a comerse mi polla. Parecía que llevaban toda la vida haciendo esto juntas: mientras una lamía mis huevos con la punta de su lengua la otra introducía el capullo entre sus labios y se dejaba deslizar por toda la longitud de mi polla. Nunca me la habían comido entre dos y la sensación era única: nunca sabías por donde iba a llegar la próxima caricia, donde unos labios golosos iban a traspasar su humedad…. lo mejor fue cuando una se tragó mi rabo del todo, casi bloqueando su garganta mientras la otra intentaba comerse los dos huevos a la vez. Si miraba para abajo no veía nada más que sus coronillas, pero madre mía, que alud de sensaciones!
Todo aquello estaba muy bien, pero tampoco quería que mi mujer me pillara en plena faena; aunque estaba seguro de que si le explicaba la situación la entendería perfectamente. La busqué con la mirada de nuevo y no la encontré en la pista de baile, igual que tampoco vi al Batman rojo ni al azul. No me costó mucho trabajo encontrarles: ellos sentados uno al lado del otro en un sofá detrás nuestro, con los pantalones por los tobillos, y mi mujer con sus dos manos en sendas pollas haciéndoles una paja de vicio. La habían puesto cachondisima con su bailecito y ahora mi mujer les estaba dando la propina…. no tardó en meterse una en la boca y saborearla con ansia, mientras que seguía masturbando a la otra con la mano. Enseguida cambió de posición y posó sus labios sobre la otra polla mientras seguía masturbando la primera ahora húmeda de su saliva.
Con aquella visión, no pude sino correrme sobre las dos golfas que me trabajaban a mi; sin avisar, dejando sus caras chorreando con mi semen mientras se relamían e intentaban recolectar cada gota con su lengua para no desperdiciar ni una gota de mi leche. No se dieron por satisfechas, y sin mediar palabra, ambas se bajaron las mallas por las rodillas y se pusieron apoyando su pecho en el cabecero del sofá con su culo en pompa apuntando hacia mi que me había levantado a limpiarme un poco.
Con vicio, introduje cada uno de mis dedos índices en los chorreantes coños que se me ofrecían. Las dos gimieron en sincronía, sintiendo mis falanges retorcerse en su interior; mientras me sorprendieron besándose entre ellas, comiéndose el morro con ganas mientras mis manos se ocupaban de darles el placer que hacía tiempo que no sentían.
Mi mujer no había perdido el tiempo: estaba a cuatro patas en el sofá, y mientras seguía comiendole el rabo al Batman azul que tenía la polla más grande, el Batman rojo se la estaba follando por detrás abriendo su culo con las manos para llegar lo más adentro posible. Seguramente estaba gimiendo como una loca, pero el hecho de tener una polla tan grande en la boca hacía que solo se pudieran escuchar ahogados gemidos guturales tapados por el ritmo de la música. En aquel momento, nuestras miradas se cruzaron: me miro a los ojos con descaro, mientras la taladraban como una perra, y eso provocó que me volviera a empalmar de golpe mientras mis dedos ya conseguían estar en dos coños y dos culos al mismo tiempo y las dos golfas se besaban y acariciaban como si no hubiera un mañana.
Mientras me miraba, empezó a reírse como podía con la enorme polla del Batman azul en la boca; haciendo gestos señalando el emblema de Batman fucsia en su pecho y después a las dos mujeres que tenía a cuatro patas delante de mi. Me agaché un poco a mirar sus emblemas…. eran rojo y azul, como los de los hijoputas que estaban empalando a mi mujer a dos bandas. ¡Me estaba follando a las parejas de los dos hombres que estaban dándole juego a mi mujer! Eso me excitó aún más todavía, y saqué las manos de sus agujeros, las cogí a las dos del pelo y dirigí su mirada hacia el sofá donde estaban sus maridos: las dos, ojipláticas, empezaron a masturbarse furiosamente a la vista de sus maridos follandose a mi esposa.
Aproveché el momento para dar un vistazo alrededor de la sala, ¡menudo descontrol! Quien más quien menos tenía una polla en la boca, estaba chorreando semen por el coño o descansaba exhausto de un polvo bestial. No me extraña que el local se hiciera tan famoso en tan poco tiempo, se formaban unas orgías brutales al módico precio de 50€ con 6 consumiciones; y parecía que la gente venía preparada para ello: no faltaban mujeres atadas con cuerdas, juguetes sexuales de todos los tamaños y colores y cuerpos depilados y preparados para el vicio y la depravación. ¡Que inocentes habíamos sido pensando que veníamos a una simple fiesta de disfraces!
Dejé que mis dos fulanas siguieran a lo suyo y me acerqué al sofá donde estaba mi mujer. La hice levantarse y separarse de los Batman azul y rojo, de los que se despidió pasando sus húmedos labios por la punta de sus empalmadísimos rabos. Nos fuimos a una butaca y la puse a cuatro patas con el pecho sobre el respaldo, como había tenido a mis chicas hace unos momentos; solo que en vez de ponerme detrás suyo, me puse de frente para meterle mi polla en la boca. Ella cerró los ojos y se sumergió en mi entrepierna, saboreando su polla preferida a cuatro patas mientras con una mano daba cuenta de su excitado clitoris.
La vista de mi mujer a cuatro patas no es algo que se pueda ignorar fácilmente, y enseguida un corrillo de batmans de todos los colores estaban detrás suyo admirando su culo en pompa, viendo como sus dedos jugaban con su clitoris mientras me hacía una mamada monumental con los ojos bien cerrados. Con un gesto de la cabeza, invité a los que estaban en la primera fila a acercarse; mientras me reclinaba sobre la espalda de ella para coger sus nalgas con mis manos y separarlas invitándolos a participar. El Batman verde y el amarillo casi se pegan para ser los primeros, al final el amarillo cogió a mi mujer de la cintura y le clavó su pequeña polla en el coño de una sola embestida. Entró con facilidad, estaba cachonda perdida y aunque no veía lo que estaba haciendo, sabía por cómo separaba sus nalgas que la estaba ofreciendo a quien estuviera detrás. Noté la embestida en mi rabo, que se introdujo hasta el fondo de su garganta por el empujón que le dio por detrás a mi mujer. Comenzó a follársela con ansia, con empujones irregulares hasta que pude ver en su cara que iba a correrse. Lo empujé hacia atrás de un golpe en el pecho: nadie iba a correrse en el coño de mi mujer excepto yo, y solo si se portaba como una buena putita y se dejaba hacer por todas las pollas que yo invitara a la fiesta.
El Batman verde se acercó y metió dos dedos en el coño de mi mujer, absorbiendo su humedad; a la vez que escupía en su coxis para que la saliva resbalara hacia su objetivo: el culo de mi mujer. Sacando los dedos del coño, empezó a masajear su ano con ánimo de dilatarlo para dejar el camino arado para su polla. Mi mujer se estremeció en mi rabo, la ponía cachondísima que jugaran con su culo y el Batman verde sabía lo que se hacía. No tardó en cogerse la verga con la mano y apuntar su brillante capullo al culo ya algo dilatado de mi mujer. Poco a poco la fue introduciendo, mientras yo aún sujetaba sus nalgas, hasta que por fin la tuvo completamente en su interior. Con sus manos retiró las mías e hizo ademán de chocarme los cinco, que rechacé con una mirada indiferente mientras él se centraba en taladrar el culo de mi mujer.
Al ser un agujero tan prieto, y vérsele a él tan necesitado; no tardó mucho en poner cara de correrse. Un nuevo empujón en el pecho, y salió de golpe del culo de mi mujer con cara de pena por no haber podido terminar la faena…. así que terminó corriéndose en un pequeño charco en el suelo, formado por todos los fluidos que resbalan de la entrepierna de ella y ahora, también, de su semen.
Mi mujer seguía chupando con vicio; estaba comiéndose el rabo que más le gustaba del mundo mientras yo ofrecía su coño y su culo a todo el que se dignara a acercarse. Hasta que llegó una mujer y se puso a cuatro patas tras ella. Hundió su cara detrás de mi mujer y aunque no veía lo que estaba haciendo, debía estar haciéndolo muy bien, porque mi mujer tuvo un orgasmo tras otro sintiendo su lengua deslizarse entre sus piernas. Parece que realmente las mujeres saben dar a otras mujeres los mejores orgasmos, porque a mi mujer empezaron a fallarle las piernas y ya no chupaba con tanto ímpetu como hasta ahora.
Nena, estás cansada, ya es hora de que volvamos a casa- le dije.
Pero tú aún no te has corrido conmigo- me respondió.
Acto seguido, me desplacé detrás de ella. Tenía el coño empapado de saliva y de sus propios flujos, enrojecido del roce de tantas pollas que la habían taladrado esa noche. El culo, aunque estaba un poco dilatado, estaba mucho más presentable. La cogí del pelo, me acerqué a su oído y suavemente le dije:
Nena, voy a correrme en tu culo.
No hizo falta más: se llevó las manos a sus nalgas y las abrió sugerentemente solo para mi. Como ya estaba dilatado por otro Batman, no me costó nada introducirme en su interior y rellenarla con mi rabo hasta hacerla sentir que iba a explotar. Para amenizar la jugada, sus antiguos compañeros de juegos Batman rojo y azul habían vuelto y estaban con sus pollas tiesas de nuevo a la altura de la cara de mi mujer. La cogí de cuello por detrás y dirigí su cabeza a las dos pollas que se le presentaban: “has sido una putita esta noche, no vas a darles el placer a estos dos chicos de que se corran en tu boca?”.
Eso debió ponerla muy cachonda, porque comenzó a lamerlas por turnos con mucha ansia, mientras yo me la follaba por el culo con rabia. No dejaba de recordarle al oído lo putita que había sido, y que ese era su castigo: recibir la corrida de esos dos Batman en su boca y tragársela sin dejar ni una gota. Ellos tampoco perdían el tiempo, cada segundo que sus pollas no estaban en la boca de mi mujer, se masturbaban con ganas para alcanzar el ansiado orgasmo. Yo seguía empujando con todas mis fuerzas en su culo, sentía cómo la estaba partiendo en dos, mientras con una mano frotaba su clitoris y con la otra seguía sosteniendo su cabeza para que no se separara un centímetro de los rabos tiesos que le tapaban la cara.
Todos queríamos corrernos, así que conté hasta 3: a la de tres nos correríamos todos a la vez. Cambié mi ritmo por uno más salvaje, y a la cuenta de tres descargué con furia en el culo de mi mujer: todavía con mi polla dentro, mi leche salía a borbotones por la presión que estaba ejerciendo en su interior… cuando levanté la vista, mi mujer estaba con la boca abierta mientras Batman rojo y azul se masturbaban con el capullo a milímetros de sus labios y un río de esperma caliente le desbordaba por la comisura de los labios y se le resbalaba por la camiseta, pringando su emblema fucsia del lefazo de dos desconocidos.
Ahora sí, vámonos- espetó ella exhausta después de tantos orgasmos.
Aún no he terminado de castigarte- concluí yo buscando mi última copa para refrescar la garganta. – Cuando lleguemos a casa…. tu castigo aún no ha terminado, putilla.
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