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Categoría: Incestos

Un interminable manoseo de piernas suaves...

Ahí estaba esa noche, acariciándole las piernas a mi hermana. Sabiendo que serían los últimos días donde la vería vestida como colegiala, tenía que aprovechar al máximo el ver cómo esa falda corta y esas sexys medias resaltaban cada rincón de esas suaves piernitas. Especialmente las medias negras que le llegaban hasta justo debajo de la rodilla. Ella sabía que sus piernas me parecían más sexys así de manera que así se las colocó. Asimismo, ella sabía de mi fetiche por verla caer desmayada. Y ella compartía mi pasión. Varias veces yo le había acariciado la pierna de manera tan brusca que ella se desplomaba del placer. Era tan vulnerable que literalmente podía hacerla caer cuando yo quisiera. 



Eso fue lo que hice. Ella al oído me dijo que la golpeara, que quería sentirse vulnerable. No la golpeé por querer hacerlo, sino por el placer que significaba verla caer ante mis ojos. No necesitaba de mucha fuerza, un simple golpe y se desmayó, con una sonrisa que demostraba que ella disfrutó del momento. Miré perdido por unos minutos sus rodillas tan hermosas, sus medias, sus muslos. Imposible no amar sus piernas y parece que también es imposible para ella. Con mucha frecuencia mientras conversa o hace algo se pasa una o las dos manos por las piernas, especialmente por la rodilla y la parte superior de las medias, lenta o rápidamente, y verla haciendo eso es realmente excitante.



Días después de haber terminado definitivamente el ciclo escolar, una noche se acercó a mi cuarto y me dijo que si yo quería ella me iba a seguir enseñando esas piernotas. Yo ya sabía que le gustaba mucho que se las viese y tocase. Sólo poco rato después entró a mi cuarto con una blusa verdosa y una sexy minifalda, y se sentó a mi lado, haciéndome señas me dijo que le masajeara sus piernas, pero le dije que se pusiera botas. Sus piernecitas se veían infartantes con botas largas o medias, y me hizo caso. Unas botas negras que le llegaban hasta debajo de la rodilla la hacían ver como una diosa. Sonriéndome se sentó a mi lado y se cruzó de piernas:



- Míramelas, tócamelas, apriétamelas... para eso me vestí así - me dijo con una voz provocativa.



Le acariciaba sus botas, le hacía leves rasguños en sus muslos... de todo. Mi impulso fue tanto que me abalancé con fuerza sobre ella, quedando los dos sobre la cama. Le agarré sus piernas y empecé a darles palmaditas violentamente, y me fijaba en cómo ella se moría de placer. Dijo que le dolía un poco por lo fuerte que la había acariciado. Queriendo seguir con el cuento, la agarré y la recosté en la cama. Ella me susurró al oído que la hiciera desmayarse porque no aguantaría tanto placer. Empecé a besarla en los muslos, su zona más vulnerable. Ella empezaba a delirar e intencionalmente le di un fuerte agarrón. No aguantó más y sucumbió, su cuerpo quedó tendido en la alfombra. Ésta vez su cara no sonreía. Para no pasarme de la línea, la llevé a su cuarto, le quité las botas y la tapé con las sábanas. 



Pero al final sí me pasé de la línea, pero fue varios días después. En todo ese tiempo no había vuelto a tocarle las piernas a mi hermana. Vino una prima de visita a la casa, y como era verano, tenía puestos unos shorts y una blusa negra, además zapatillas y medias negras largas aunque no las tenía subidas. Se veía muy sexy. Ambas conversaban, mientras yo fui a la cocina. Mi hermana tenía 19 años y mi prima 20. Tenía dos blancos en la mira. Buscando quien sabe qué cosa, encontré cloroformo en una repisa, sin saber que había. Así que rocié un poco en un pañuelo y volví a la sala de estar. Iba a someter a mi prima. Con mi hermana hacer eso era sencillito, pero con mi prima no estaba seguro. Ella también tenía buenas piernas, la había visto varias veces. Aprovechando que mi hermana había ido a otro rincón de la casa, me acerqué a mi prima por atrás y la agarré por el cuello y le puse el pañuelo en la boca. Forcejeó, pero al final el cloroformo pudo más. 



Acomodé a mi prima en el sillón y le subí las medias para que se viera más linda y comencé a sobarle las piernas. Se veía muy linda inconsciente, su cabello largo hacía ver muy bella su tierna cara y sus ojos cerrados. Claro que no pasó mucho para que despertara. Lo primero que vieron sus ojos fue mi mano acariciándole la pierna derecha y además notó que las medias no las tenía a esa altura. Me preguntó qué había pasado y sólo atiné a decirle que sus piernas eran bien lindas y suaves y que por eso se las estaba acariciando. Se sonrojó pero también se enojó un poco, aunque no se lo tomó con seriedad. Para ver cómo reaccionaba le di una palmada en el muslo y ella se sintió incómoda.



Mi hermana se quejó, había visto lo que hice. Yo le dije que para arreglar las cosas le haría lo mismo a ella, esa misma noche. Sabía que ella quería que le hiciera lo mismo que le hice a mi prima la muy provocadora. Me dijo que se iba a vestir de igual manera que ella, que no iba a dejar que mi prima se quedara con el privilegio. Así lo hizo y esa fue una noche bien larga....


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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