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Un hombre afortunado

~Por fin. Y digo por fin porque me ha llevado un tiempo poder estar aquí. Te estoy mirando a los ojos bonita y si supieras lo que pienso cuando los veo brillar te asustarías, o bien te excitarías o qué cojones, ambos a la vez. Me miras y parece que mientras se mueven tus labios me desnudas con tu mirada. Tienes un mojito entre las manos, se deshace el hielo mientras hablas conmigo sentada en la toalla encima de la arena de la playa de Barcelona. No sé que me estás explicando porque la Luna reclama mi atención. Hoy me siento un hombre realmente afortunado por el vestido que llevas. No voy a tener que hacer prácticamente ningún esfuerzo para desnudarte, y eso es en lo que pienso.

Mientras, tu sigues hablando y te interrumpo con un beso que ese brillito de tus ojos reclamaba. Te excita que te interrumpa y por eso me lo devuelves con más ganas de la cuenta. El mojito se cae, pero no nos importa. Tu sexo ahora está mojado con azúcar y hielos con sabor a menta, no creo que sea un problema. El frío que recorre tu entrepierna te obliga a pedirme que te toque, que te roce, que te bese lentamente esa entrepierna mojada, pero me resisto porque quiero que sufras excitada, mojada y muerta de ganas. Ese vestido que parecía tan fácil se resiste porque siento la necesidad de desnudarte completamente, no de manera parcial, así que con un tono dominante y autoritario te digo que te levantes, que quiero verte como te trajo Dios al mundo.

Tu rechistas, pero cumples mis deseos. Dejas entrever una lencería que le quitaría el aliento a un muerto, roja pasión de encaje, ajustada porque es una talla menos de lo que realmente deberías llevar, pero tu cuerpo me cuenta un secreto y es que al ser tan bonito se lo puede permitir, algo que no muchas mujeres pueden decir. Me acerco, te miro, te toco y gimes bajito y lento, como a mi me gusta. Me peleo con el cierre de tu sujetador y mis manos de pianista luchan por desabrocharlo como si de una caja fuerte se tratara, es normal, encierran un secreto. Como no puedo desabrocharlo a causa de la excitación y de tus temblores de piernas, decido reventarlo, partirlo, romperlo con la fuerza que saco de mis brazos, definidos y musculados, como a ti te gustan. Al escuchar y sentir como rompo tu sujetador te excitas más y más y lo mismo hago con tus bragas ya que estoy enfadado con ellas porque encierran tu sexo, húmedo, impaciente y deseoso de que le cuente secretos muy de cerca, con mi lengua. Tu excitación crece y llega el punto en el que ni tu ni yo podemos volver atrás, estás tan caliente que tiemblas entera, pero soy demasiado malo y un poco hijo de puta, voy a hacer que me supliques que te penetre, porque primero vienen los preliminares, esos tan largos que te llevan al estado en el que pierdes por completo toda consciencia de donde estás y de quien eres. Ese momento en el que estás completamente en mis manos y puedo hacer contigo lo que yo quiera, sabes que me excita sentirme poderoso.

Con un movimiento brusco pero controlado te hago caer a la arena de la playa, sin dolor. Estás completamente desnuda y así tirada pareces una sirenita recién salida del mar que pide ayuda porque estás mojada, pero no de agua salada. Agarro tus muslos con firmeza, tan largos y torneados que son de fácil manejo y por fin, me acerco a tu sexo, no puedes parar de temblar y lo entiendo. Acerco mi lengua al punto en el que tus muslos forman tu tronco. Juego primero con tu clítoris, suavemente muy suavemente. Agarras mi cabeza por detrás y no puedo controlarte así que el cunnilingus aumenta radicalmente su fuerza, me excita que – dentro de lo que cabe – expreses algo de dominancia así que sigo jugando con tu sexo, esta vez con mayor intensidad. Noto que tu coño se moja cada vez más así que subo y acaricio tus pezones mientras te miro a los ojos, tienes cara de estar exhausta, tus ojos parece que no enfocan bien y miras al cielo, la luna está allí arriba, dándome permiso para que haga aullar ya que ella quiere escuchar tu canto de placer. Paso mi lengua por tu pezón izquierdo y luego por el derecho, sabes que siempre he tratado igual a esas montañas de deseo que porta tu tórax. Yo estoy muy excitado ahora y me levanto, te cojo de la mano para que te arrodilles y me saco la polla, quiero una felación de esas que llevan mucha pasión, quiero que la agarres como si no hubiera nada más en esa playa, tu obedeces obediente y me la chupas como si no hubiera un mañana. Gimo, pero gimo porque no lo puedo evitar, ahora soy yo quien aúlla, mirándote a los ojos sintiendo esa sumisión.

relato erótico en la playa por la nocheSabes que me gusta y por eso me permites esos caprichos. Mientras me haces la felación jugueteas con mis testículos y me masturbas a la vez, tu también quieres que llegue a tu nivel. Ninguno de los dos podemos aguantar más y me pides que te penetre pero todavía no estás suplicando así que vuelvo a jugar con tu sexo, esta vez empiezo a masturbarte yo, quiero que te corras primero una o dos veces con mis dedos antes de que te penetre con mi polla, caliente como el tridente del diablo. Realmente sé donde tocarte, ya te conozco y ahora es cuando empiezas a aullar y la luna te lo agradece aumentando la intensidad de su luz esa noche. Ya te has corrido una vez, dos veces y estás a punto de llorar pidiéndome que te penetre fuerte, sin piedad y con pocos motivos. Mi polla asoma y me acerco a tu coño, primero juego con la punta y tu clítoris y cuando no te das cuenta te penetro, poco a poco. Subo la intensidad del deseo y el ritmo que llevo hace que te corras por tercera vez en unos pocos minutos. Cambiamos de postura y probamos medio Kama Sutra, sabes que además me gusta azotarte con cariño de vez en cuando, porque te duele un poco pero te excita muchísimo. Cuando estoy a punto de correrme me levanto y acerco mi polla caliente y mojada a tu boca, quiero correrme en tu cara con una última felación y eso hago, cuando te imagino impregnada con mi semen algo dentro de mí sube como una espirar de la punta de los dedos de los pies a la parte más alta de mi cabeza en forma de placer. Ahora tiemblo yo también joder, mis piernas no responden a nada más que a las órdenes de mi polla y tiemblo tanto que casi caigo al suelo.

Ahora nos bañamos en el mar, juntos, abrazados y acariciándonos, dándole las gracias al mundo y a la luna, por habernos conocido.

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