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Categoría: Infidelidad

Un fin de semana completo

¡Hola a todos!. Os voy a contar una aventura que me sucedió hace un tiempo, a finales de este verano para ser mas concreta. Ya sabeis que soy una mujer casada, de 31 años y un poco "casquivana". Guapa, con un buen cuerpo que no me importa exhibir de vez en cuando. Soy castaña, aunque llevo mechas rubias, uso una talla 100 de suje, tengo un buen culo y cara de viciosa según me dicen algunos. Y en realidad lo soy, porque me gusta mucho el exhibicionismo y la sumisión suave, sin dolor, pero si que me hagan sentir una putona. Me encanta ir en ocasiones sin ropa interior y provocar a los tios, que me miren las piernas, las tetas… ya sabeis. Sin embargo mi marido es muy convencional en esto del sexo, muy monótono y aburrido, asi que tengo que buscarme la vida.

Esto que os voy a contar me ocurrió con su jefe, un hombre de 43 años muy atractivo. Habíamos coincidido alguna vez en alguna comida de empresa y desde el primer dia sabía que acabaría follándome porque nada mas mirarme me sometía. Y yo creo que el también lo sabía por su forma de comportarse conmigo, de mirarme… es como si supiese lo que me gustaba, mis deseos mas íntimos.

Un día, con el pretexto de que mi marido tenía que acabar un trabajo para la empresa, nos invitó a su casa de fin de semana en la sierra a pasar un puente. Así mi marido acabaría el trabajo y yo no me quedaría sola. Podría bañarme en la piscina, montar a caballo….

Pues bien allá fuimos el viernes por la tarde. Llegamos a cenar y mi sorpresa fue que había otros dos hombres que eran amigos suyos a quien también había invitado. Cenamos y luego estuvimos tomando una copa, situación que yo aproveché para enseñar mis piernas y… un poquito más. Pedro, que así se llama, y sus amigos, me miraban y me dedicaban sonrisas pícaras, junto a algún pose de manos algo atrevido cuando pasaba a su lado, cosa a la que yo me prestaba gustosa. Enseguida me di cuenta de la situación y me desabroché otro botón de mi blusa para que mirasen a gusto cada vez que me inclinaba a coger algo, cosa que hacía con frecuencia, y también me abria de piernas más de lo que lo hace una esposa decente, con lo que me vieron todo lo que quisieron. Pero esa noche no pasó nada más y nos fuimos a dormir con un calentón que no veais.

La mañana siguiente nos levantamos a desayunar. Miguel, mi marido, tenía que trabajar y se fue a las oficinas que tenían allí. Pedro me dijo:

―¿Quieres bajar a la piscina con nosotros?. Le dije que si.

Llegamos y ellos se quedaron en bañador. Por cierto los tres usaban bañadores ceñidos que les marcaban sus paquetones, de los que no podía quitar el ojo.

―Pedro, le dije, ¿no tienes un biquini para mi?, no me he traido.

―Vaya, me dijo, no tengo, pero puedes quedarte en suje y bragas, me contestó

―Es que son un poco atrevidas, le contesté.

―Bueno, ayer ya te vimos todo lo que nos enseñaste, me dijo, y los tres se rieron a carcajadas, asi que te lo podemos volver a ver. Venga, siguió, no te hagas la estrecha guarrona.

Aquellas palabras me ruborizaron pero me excitaron muchíisimo, asi que sin pensármelo dos veces me saqué el top que llevaba y la mini, quedándome con un sujetador negro pero transparente y un tanga a juego que dejaban ver mis tetas y mi chochito con claridad.

―¡Joder, como estás!, me decían, mientras me dejaban sitio entre ellos para tomar el sol.

―Dános crema, casi me ordenó Pedro. Y así lo hice. Primero uno, luego otro, recorría sus cuerpos con mis manos, mientras notaba como se iban empalmando.

―Dame por los muslos, me dijo Pedro. Empecé a hacerlo, subiendo cada vez más.

Le metía las manos entre el bañador para llegar a sus ingles y sentir los pelos de su pubis. Estaba tumbado boca arriba con las piernas separadas y yo arrodillada entre ellas, masajeándole las piernas. En un momento en que tenía las dos manos metidas una por cada pernera del bañador, noté que uno de los otros se ponía detrás de mi y me acariciaba las nalgas, subía las manos por mi espalda y me desabrochaba el sujetador. Mis tetas quedaron libres y las manos de Pedro empezaron a acariciármelas. El de detrás mio me separó el tanga y me acariciba desde mi coño hasta la raja del culo que embadurnaba con mi flujo que era abundantísimo. El otro se sacó la polla y empezó a masturbarse.

―Cómo está esta puta de salida, le decía a Pedro el que me estaba tocando.

―Ya lo veo, le contestó

―Sácamela, me dijo. Y yo le obedecí le saqué la polla y empecé a acariciársela.

Me empujó de la espalda hasta que metió la polla entre mis tetas.

―Así, hazme una paja con las tetas, guarra, que me quiero correr en ellas

Con esas palabras y con las caricias de Tomás, el otro amigo, yo si que me corrí, y mientras me corría, Pedro lo hizo entre mis tetas. Tomás la puso entre mis nalgas y se masturbó con ellas, corriéndose en mi culo. Ya solo quedaba Alberto. Me acerqué a el a gatas, chorreando semen por mis piernas y por mis tetas , se la cogí con la mano y le di un lametón en la polla, con lo que se corrió dejándome la cara perdida.

Ya era la hora de comer, pero no dejaron que me limpiara mas que la cara. Tampoco me dejaron que me pusiera la ropa interior, asi que me puse la mini y el top. El top era de esos anchos que llevan dos tiritas para sujetarlos y cae por encima delos pechos sin tapar mas que un poquito con lo que dejaba ver el semen que escurría hacia abajo por mi tripa y por mis piernas. El solo sentirlo, me excitaba aún más, pero me daba miedo que lo viera mi marido por lo que lo cogía con los dedos y me los chupaba, mientras los tres se reian y me decían:

―Cómo te gusta.

―Me encanta, les decía yo con los dedos en la boca.

Estuvimos tomando el aperitivo, ya con mi marido, y ellos aprovechaban cualquier ocasión para sobarme el culo, el coño o las tetas, y yo para enseñárselo, con mi marido delante, que me daba muchísimo morbo. Solo tenía que levantar los brazos para que se me vieran las tetas, o agacharme un poco para enseñar el culo, y mi marido sin enterarse de nada.

Mientras comíamos Pedro dijo:

―Después de comer podríamos ir a montar – él tenía caballos allí.

―Si, dijeron los otros, es buena idea

―Si, dijo Miguel, yo todavía no he acabado y así Elena no se aburre, pero no tiene equipo adecuado.

―No te preocupes, le dijo Pedro, en las cuadras hay ropa que podrá ponerse.

Terminamos de comer y nos dirijimos hacia las cuadras en coche. Miguel se echaría una siesta y luego seguiría trabajando.

Al llegar bajamos del coche y pasamos dentro. Pedro me dijo:

―Toma ponte esto.

Eran unas mallas negras, unas botas de montar y un chaleco de cuero que no se abrochaba. Las mallas resaltaban mi coño y mi culo y el chaleco no me tapaba las tetas. Ellos se pusieron pantalones de montar debajo de los que claramente se apreciaba que no llevaban nada. Los mozos de la cuadra alucinaron al verme y Pedro les dijo:

―Os gusta la yegua ¿verdad?. La vamos a sacar para domarla un poquito, y lanzaron una carcajada.

Yo no se montar , por lo que me monté con Pedro, delante de él y salimos los cuatro a pasear. Mientras caminabamos., notaba como mis tetas se balanceaban y como mi culo se rozaba con la polla de Pedro, que se iba poniendo cada vez más dura. Con la mano libre me sobaba sin parar las tetas el culo y el coño y yo le tocaba la polla que se había sacado del pantalón.

―¿Quereis un poco de zorra?, les dijo a los otros y asi me hicieron ir cambiando de caballo y de jinete.

Enseguida volvimos a las cuadras a las que yo llegaba montada con Alberto, que me había quitado el chaleco, me metía la mano en el coño y luego me hacía chupar sus dedos. Yo estaba tan salida que tenía manchadas las mallas de flujo cosa que ellos vieron cuando nos bajamos de los caballos.

―Fijaos como viene la puta, dijo Tomás.

―Ven que te vamos a montar a ti ahora me dijo Pedro, mientras pasaba

Alrededor de mi cuello un lazo de cuero, con el que me ató a una argolla de la pared, aunque como era muy largo, me dejaba libertad de movimientos.

―Quítate las botas, me ordenó. Y asi lo hice.

Me pusieron de rodillas y se acercaron

―Bájanos los pantalones

Se los baje y restregaron sus pollas en mi cara y en mis tetas

―Comenos la polla

Empecé a chuparsela alternativamente hasta que las tuvieron como palos. Pedro se puso detrás de mi y me bajó las mallas hasta las rodillas y empezó a meterme un dedo en el culo mientras yo seguía chupando pollas. Luego Alberto se sentó delante de mi, me cogió la cabeza y me la metió en la boca mientras Pedro me enculaba. Tomás se acercó y se puso al lado de Alberto. Se las cogí con las manos y les iba masturbando y chupando. Se fueron alternado los tres y me follaron el culo, el coño y la boca. Me daban azotitos y me decían guarrerias que me ponían cada vez mas cachonda:

―¿A que a tu maridito no se la chupas asi?

―o ¿verdad que no te mete el rabo tan bien?

Yo me corrí varias veces y ellos se corrieron en todos mis agujeros. Después llamaron a los mozos, que no se perdieron detalle. Eran dos chavales de 18 y 19 años a los que me obligaron a hacerles una paja , de rodillas delante de ellos para que se corrieran en mi boca y en mi cara.

Luego volvimos a la casa, descansamos un rato porque Pedro esperaba invitados para una fiesta que daba. Vendrían varias personas a cenar y luego charlaríamos un rato.

―Espero que te portes bien esta noche putita, me dijo Pedro

―¿Acaso lo dudas? Le contesté . ¿Qué quieres que haga?

―Lo que mis amigos y yo queramos. Que seas mi puta particular

―¡Pues claro que lo soy! Le dije mientras le sobaba la polla.

―Para empezar quiero que esta noche te pongas muy sexy.

―Pero mi marido se puede dar cuenta

―Tu marido no se entra de nada. Vive para su trabajo. Además le vamos a emborrachar y vamos a abusar de ti delante de sus narices.

Esa situación entre miedo y morbo me volvía loca. Claro que me pondría sexy. Quería ser la más puta del mundo.

Me estuve duchando y arreglando. Me puse una blusa negra semitransparente con un sujetador negro debajo, que me dejé un poco holgado para que al mirar se me pudieran ver los pezones y me abrí un escote generoso. Me puse una mini muy mini que además tenía una abertura por detrás y unos pantys negros sin bragas ni tanga debajo. A nada que abría un poco las piernas se me veían los pelos del coño.

―¡Hala!, me dijo mi marido. ¿Dónde vas tan de negro?

―¿No estoy guapa?

―Si, pero un poco lúgubre, me dijo el capullo.

―Te vas a enterar tu, pensé.

Cuando bajamos al salón ya estaban Pedro y sus amigos y dos parejas más. Ellos no se cortaron en elogiarme a la vez que me sobaban si tenían ocasión. Luego llegaron otros dos hombres amigos de Pedro y empezamos a cenar. Yo me senté al lado de Pedro y de uno de los recién llegados que se llamaba Antonio, que no paraba de mirar mis tetas que le enseñaba sin ningún recato. Durante la cena me tocó varias veces las piernas cada vez más arriba al ver que yo me dejaba hacer. Mi marido no paraba de beber vino y Tomás se encargaba de tener su copa siempre llena. A los postres estaba que no se tenía. Después de cenar pasamos al salón a tomar una copa. Yo aproveché para desabrocharme otro botón de la blusa con lo que el escote me llegaba casi al ombligo. Me senté entre Antonio y Carlos, el otro, y enfrente de Pedro. Uno de los dos matrimonios se fueron y el otro se quedó. El marido de ella estaba tan bebido como el mio, por lo que sospeché que a ella se la iban a follar también. Era una morena jovencita y preciosa que se llamaba Cristi. Llevaba unas medias de rejillas con unos pantaloncitos diminutos junto con un top muy ceñido sobre el que se notaban sus tetazas. Tomás y Carlos la sobaban sin parar y aunque se hacía un poco la estrecha, les dejaba hacer.

Los marido estaban dormidos y los llevaron a un sitio más apartado. En ese momento Pedro me dijo que me quitase el sujetador, que estaría más guapa, asi que fui al baño y me lo quité. Entre el escote y la blusa era como si llevara las tetas al aire. Los pezones se me marcaban exageradamente y ya estaba mojada. Me volví a sentar entre ellos cuyos ojos no se separaban de mis tetas ni sus manos de mis piernas, con lo que cada vez tenía la falda más arriba.

―¿Os gusta?, les preguntó Pedro

―Ya lo creo, respondieron

―Es una guarra fantástica. Quitate la falda, me ordenó

Y asi lohice. Mientras me la quitaba, me tocaban el culo y las piernas. Me desabroché del todo la camisa y dejé que me sobaran toda entera.

Mientras Pedro se fue a por Cristo, que estaba sentada entre Carlos y Tomás, la cogió del pelo y arrimó su cara a su polla. Ella intentó retirarla, se resistía y Pedro le dijo:

―¿Quieres que tu marido siga trabajando conmigo?

―Si, dijo ella

―Entonces ya sabes lo que tienes que hacer

Entonces Tomás la quitó el top y la dejó con las tetas al aire, la bajo el pantalón hasta las rodillasy empezó a restregar la polla por su culo mientras decía:

―¿Te vas a comer todas estas pollas puta?.

Y ella asentía con cara de vicio. La puso a cuatro patas y la llevó del pelo hasta donde estaba Pedro que ya estaba empalmado.

―Lámeme los huevos, zorrita, le ordenó , y ella sacó la lengua y empezó a lamer masturbando a la vez la polla de Pedro

―Tu marido te tendrá que dar las gracias por esto, mirale, como duerme el cabrón, la decía mientras Tomás se ponía detrás de ella metiendo su polla entre sus nalgas.

A mi la situación me excitó muchisimo y me puse a hacer lo mismo en la polla de Antonio, pero lo que siguió pasando mos lo contaré otro día.

Datos del Relato
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