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~Tengo 49 años. No soy alto, no me considero atractivo. Soy delgado, ojos verdes. Soy culto, inteligente y...vivo solo.
Desde hace 5 años no he tenido contacto sexual femenino. ¿Por qué?. No lo sé. Sólo sé que, para mí, el sexo es hermoso, muy hermoso sólo si es acompañado de un sentimiento, de una pasión, de una atracción compartidas.
Hace, aproximadamente un mes, comencé a navegar en Internet. No buscaba aventuras; sólo deseaba contactar alguna dama para conversar e intercambiar ideas.
Envié varios mensajes. En algunos casos no hubo respuesta; en otros, de una manera educada, se me decía: "Gracias, pero no creo que tengamos intereses comunes"....
Una excepción: Daniela, 27 años, me contestó: "me pareces una persona muy educada, nada vulgar. Me agradaría mantener un contacto contigo".
Así comenzamos. Mensajes, chat, intercambio de teléfono y fotografía. Daniela es una mujer muy atractiva: delgada, espontánea, curiosa, inquieta, sincera...al mismo tiempo es dulce, tierna, delicada y cariñosa. Algo especial nació en mí.
Poco a poco, nuestras conversaciones se hicieron más personales...más íntimas...Descubrimos que teníamos intereses comunes...fantasías comunes...
Deseo conocerte.
Yo también lo deseo.
Te invito a almorzar o a cenar.
Ok. Vamos a almorzar.
Ese día, a las 12.30, nos encontramos. Daniela, en persona, resultó ser ENCANTADORA. Mientras almorzábamos, la miraba: me encantaron sus ojos, me estremeció su sonrisa, su cabello color de la noche era espectacular, su cuerpo delgado... muy hermoso. La conversación resultó amena y agradable, sin el más mínimo asomo al tema sexual.
Al terminar la comida, pensaba que nos íbamos a despedir. Pero ella me dijo:
Me encantaría conocer tu casa.
Hacia allí nos dirigimos: mi vivienda es sencilla, pero acogedora. Al llegar, le ofrecí una copa de vino que ella bebió con fruición.
En el chat me prometiste un abrazo - susurró.
La apreté contra mi pecho con extrema ternura...su cabeza recostada en mi hombro. Le acaricié el cabello...le acaricié el rostro...nos besamos. Daniela respondió con igual ternura.
Estuvimos así unos cuantos minutos...
No me has enseñado tu habitación.
Con extrema ternura la llevé a la habitación y la recosté en mi cama de piedra. Allí, los dos juntos, vestidos, continuamos a expresarnos cariño...un cariño limpio...diría un cariño puro...
Oh Dios...¡cómo la deseaba!...La fui desnudando lentamente. Cada prenda quitada ofrecía la imagen de un cuerpo muy hermoso: piel canela tersa...senos pequeños erguidos y sensuales...el monte de Venus bien cuidado...una vagina tentadora...unas piernas bien contorneadas...Yo la acariciaba y la besaba.
Daniela me interrumpió.
Amor - me dijo - te pido un favor: evitemos la penetración.
Te lo prometo, cariño- respondí. Era su deseo y yo debía respetarlo.
Seguidamente ella me desnudó y apareció imponente mi miembro erguido.
Con esa herramienta no creo que tengas 5 años sin relación.
¿Por qué mentirte, cariño?
Estuvimos 3 horas unidos...llenándonos de dulzura. Cada vez que mi pene se ponía peligroso, yo me apartaba...Tanta era mi obsesión de evitar faltar a mi promesa que, luego de un tiempo, el miembro dejó de reaccionar como era de esperar. No me importaba: para mí estábamos haciendo el amor sin penetración...para mí era el amor puro...el amor sublime...
Yo deseaba, sin embargo, sentir sus gemidos...Comencé a besar su clítoris rojo...húmedo...muy húmedo...mi lengua entró a su vagina...el sabor de su flujo era extasiante...
Daniela se retorcía, gemía, se estiraba...llegó al clímax...alcanzó el orgasmo... una vez...otra vez...otra...hasta perder el sentido de la realidad.
Su boca, entonces, buscó mi pene. El reaccionó enseguida a la succión. Movimiento rítmico...cada vez más intenso...palabras dulces y soeces...Yo también comencé a gemir. Mis músculos vibraron por la sensación intensa de expulsar mi líquido seminal.
- Sigue chupando, cariño...sigue chupando.
Esa boca se había adueñado de mi glande y lo lamía...Esas manos acariciaban mi pecho, mis muslos, mis piernas, mis testículos...cada vez con mayor frenesí.
Yo tomé su cabeza y, rítmicamente, la empujaba hacia mí, tratando de penetrar hasta su garganta, como si se tratara de una vagina.
Llegó el éxtasis para mí también y sacudidas eléctricas provocaron que mi leche fluyera a borbotones...abundante...sin control.
Daniela estaba embelesada, deleitándose en lamer mi fluido. Quedamos ambos exhaustos...abrazados. No podíamos separarnos. Nuestras manos seguían acariciando nuestros cuerpos. De nuestros labios seguían expresando palabras dulces, tiernas. Realmente era una situación increíblemente llena de amor.
Seguimos con nuestros juegos durante unas 4 horas. Disfrutando ambos de la unión de nuestros cuerpos y de nuestros sentimientos.
A las 10 de la noche, Daniela tenía que irse. La abracé. La ayudé a vestirse.
Amor - me dijo - estoy mareada.
Cariño... me preocupa que te vayas así...puede ser peligroso.
Lo sé. Pero mañana tengo que trabajar. Además ...
¿Además?...
No importa.
Luego de pensar durante unos minutos me susurró:
Regresemos a la cama.
Me acosté a su lado...Al poco tiempo reiniciamos los besos y las caricias...desnudos de nuevo...saboreándonos de nuevo...Daniela alcanzó, por lo menos 4 orgasmos y, 2 veces, lamió mi denso fluido.
Creo que era la una de la mañana cuando :
Amor - me dijo Daniela - ¿podrías preparar el jacuzzi?
El agua tibia comenzó a llenar la bañera...Nos sumergimos y seguimos haciéndonos el amor de esa manera tan extraña, tan dulce. Daniela dirigió uno de los chorros tibios dentro de su vagina y, entonces, el espectáculo comenzó. Esa mujer delgada, hermosa como una diosa, gemía...se acariciaba el clítoris, buscando nuevamente alcanzar el éxtasis del infinito. Luego tomó mi pene y lo dirigió hacia su ano.
Cógeme, Claudio. Cógeme por detrás.
Y yo la cogí por detrás. Mi miembro entró en ese pequeño habitáculo que, poco a poco, se fue abriendo para recibir al huésped. El huésped se convirtió en dueño, entrando y saliendo a su antojo, buscando los más recónditos placeres.
El orgasmo nos llegó al mismo tiempo. Gemimos juntos, gozamos juntos, nos abrazamos y nos besamos con una pasión encantadora.
Regresamos a la cama. Daniela debía descansar. Ella se durmió abrazada a mí. Nuestras piernas entrelazadas. Yo no quería dormir. Miraba sus ojos cerrados...miraba su rostro de niña...deseando que ese momento fuera eterno. Escruté mi corazón: Daniela se había adueñado de cada rincón de mi ser.
A las 6 de la mañana la desperté con un beso. Daniela se aferró a mi cuerpo...intercambiamos nuevamente besos y cariños...Seguí paseando por "las colinas de sus senos...por el valle de su vientre...visité sus cavidades y....mi pene comenzó a dar aviso de peligro.
Daniela me observaba con una sonrisa. No aguanté más...Ella lo supo...abrió sus piernas y me ofreció su sexo.
Entra, amor...entra.
La penetré lentamente...sus caderas danzaban al ritmo de la pasión...iniciaron los gemidos de ambos...nuevamente la tensión muscular...el clímax...el orgasmo...el orgasmo de Daniela.
Seré sincero. Yo no alcancé el orgasmo...no sentí mi semen entrar dentro de ella...Aunque mi miembro alcanzó la erección total algo impidió la eyaculación. Tal vez, inconscientemente, yo decidí evitar manchar el AMOR.
Daniela se bañó...se vistió...se fue. La acompañé hasta la puerta y nos despedimos con un beso.
Al regresar a la casa, debajo del almohada, encontré su pantaleta y una nota: "Amor, siempre serás alguien muy especial para mí".
Jamás volví a saber de Daniela. Jamás nos hemos vuelto a ver.
"Daniela, cariño...Espero que, algún día, leas este relato. Quiero decirte que esa noche me hiciste un hombre feliz. A mi manera traté de demostrarte que mi sentimiento hacia ti es más profundo que el sexo...es más fuerte que el instinto...es más intenso que la pasión...Si lo deseas, sabes dónde encontrarme: yo estoy siempre en mi casa. Siempre esperaré por ti. Te amo.
Claudio".
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