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Había sido un duro día de clase para finalizar el curso. La primera mitad de entrenamientos a un ritmo endiablado que ayudaron a liberarme del regusto que me había quedado del encuentro con la tutora. Trabajé al cien por cien y cuando paramos me sentía estupendamente. Las endorfinas estaban realizando su trabajo y liberándome de lo que pudiera recordar mi cuerpo del otro día.
Sólo quedaba esta clase para finalizar la semana, el curso y los exámenes. Por eso la había trasladado del miércoles como era habitual, a este viernes. Así disponía de dos horas para realizar todas las pruebas y a todos sin prisa alguna. También a nosotros nos parecía bien porque así habíamos podido dormir tranquilos el día anterior al haber finalizado las pruebas del resto de las asignaturas.
Josi, la profesora, era más bien bajita. Incluso yo ya la sacaba casi una cabeza y eso que sólo medía uno setenta. Pero lo que le faltaba de altura le sobraba de carácter y de energía.
Como siempre había ido llamando de peor a mejor para que si los primeros fallaban, darles una nueva oportunidad. Así que cuando llegó mi turno era el último y casi todos ya se habían ido o estaban en los vestuarios terminando de arreglarse para salir a la calle. En realidad, delante de mí lo habían hecho Tito y Ali sin ningún problema. El primero se despidió cuando yo me disponía a comenzar el circuito, y la otra no tardaría mucho.
El resultado de la prueba no fue bueno, fue genial. Lo hice tan bien que hasta yo me admiré de no cometer fallo alguno. Incluso pude ver de reojo como la profesora me miraba como embelesada. El caso es que lo hice rápido y bien. Ya tenía seguro otro sobresaliente en Educación Física. Eso pintaba bien para poder renovar la beca.
Mientras la profesora anotaba lo que fuera en su cuaderno, Ali se despidió. Con prisa y corriendo, se perdió por las escaleras y pocos segundos después se pudo oír el portazo de salida.
Muy bien, como siempre. Puedes retirarte a los vestuarios.
Fue el único comentario que partió de sus labios. Me extrañó que no recogiéramos los aparatos una vez acabada la prueba, pero eso no era de mi incumbencia. Yo me retiré a los vestuarios quitándome mi camiseta que estaba totalmente empapada por el sudor. Trabajo me costó, pues se negaba a despegarse de mi cuerpo.
Ya dentro del vestuario decidí ducharme un poco, más que nada para refrescarme. Luego ya en casa me daría un buen baño. Así que me desnudé y luchando contra el agotamiento me acerqué a la ducha y me dispuse a abrir el grifo del agua fría.
Dime, Lucas. ¿Qué estarías dispuesto a hacer por subir nota?
La voz de Josi me calló como si fuera un jarro de agua fría. Esa era la frase que utilizarían como contraseña le había dicho la tutora. Pero en gimnasia tenía la nota máxima, no creía que se pudiera subir más. Respondí como me había dicho.
¿Hasta dónde me subiría?
Matrícula de honor.
La voz sonó muy cerca. Instintivamente me giré y ella estaba allí, a mis espaldas, contemplándome con esa sonrisa maquiavélica que auguraba siempre un día de duro trabajo.
En ese momento, lo que menos pensaba era en mi desnudez. La había oído y no era capaz de creérmelo. Una matrícula de honor. Sería la primera que sacase en todo lo que llevaba yendo a la escuela. Eso si que subiría nota. Y mucho. Era algo muy tentador. Además, aún tenía grabado él notable que saqué en la primera evaluación.
Está bien. Usted dirá.
Lo dije con voz cansada, físicamente, mientras bajaba de la ducha. Que más daba que estuviera desnudo. Ya me había visto y si no, no tardaría. En verdad, por entonces era más resignado. Ahora no sé si hubiera caído tan fácilmente en una trampa como esa.
He cerrado la puerta. Hasta las seis no va a venir nadie. Sígueme así como estás.
Fue lo primero que me dijo después de la oferta. Luego se giró y salió al gimnasio. Allí me esperaba cuando salí. Seguía vistiendo la camiseta de la Expo y el viejo pantalón de chándal rojo tan usado como sus zapatillas de deporte.
Quiero que vuelvas a realizar todo el recorrido.
Exótica me pareció la proposición en ese momento. Pero me pareció mejor que ser forzado a participar de las perversiones como recordaba de la tutora. Sólo me encogí de hombros, inspiré profundamente por la nariz y después de retenerlo por unos segundos lo dejé escapar por la boca. Tomé impulso y comencé a realizar el recorrido.
Primero una vuelta corriendo, luego saltar el potro y salir haciendo la vela, continuamos con las flexiones, vuelta al potro para rodar sobre él y salir de nuevo en la misma posición. Hasta ahí todo iba perfecto pero por fin llegué a la cuerda sin darme cuenta de un pequeño detalle. No llevaba zapatillas para apoyarme a la hora de subir.
Empecé a trepar y pronto descubrí que mis pies se deslizaban al igual que pronto hicieron mis manos. Aquello era como subir por una maroma empapada en sebo. Cuando apenas si había conseguido ascender una cuarta parte de la cuerda y parecía estancado, siento como alguien me coge del culo y hunde algo en mi agujero.
Por extraño que parezca fue un gran estímulo que me ayudó a llegar hasta arriba de apenas tres brazadas. Luego, al bajar, tuve que hacerlo con mucho cuidado de no quemarme las manos. Allí estaba ella con esa cara inexpresiva y fría digna de una agente del KGB moviendo el pulgar de su derecha. Entonces comprendí cual había sido el objeto que había sentido.
JOSI
Sus manos y sus pies resbalaban en la cuerda. Me encantaba ver moverse ese magnífico cuerpo, con esa torpeza poco habitual y rebosante de la fuerza de la juventud. Me había puesto a cien con sólo moverse desnuda, y aquel atasco que estaba sufriendo me empezaba a disgustar. Quería verle continuar aunque también me apetecía mucho comenzar cuanto antes.
Para ayudarle decidí echarle una mano, pero no pude evitar una jugarreta de última hora y no fui capaz de evitar la tentación de meter el pulgar por el culo.
La reacción fue intensa y rápida. En tres brazadas se colocó arriba y comenzó el lento descenso para evitar quemarse la piel de las manos y los pies. Una vez llegó al suelo continuó con el ejercicio previsto.
Un salto con voltereta más por el potro, de nuevo la vela y ahora una de las partes que más me atraía. Se acercó a las espalderas y se dispuso a realizar el ejercicio. Agachó la cabeza. Ancló sus manos y elevó a su cuerpo realizando perfectamente la vela. Y mostrando su cuerpo en tensión excepto algo que sólo se encontraba a medias. Luego realizó la “L”, volvió a la anterior posición y luego de nuevo al suelo para el último salto.
Bota en el suelo, alarga los brazos cruzando por encima el artilugio, cae al suelo perfectamente y rueda para acabar poniéndose en pié con la ayuda del impulso.
Muy bien. Vamos a repetir algunos ejercicios.
Utilicé mi voz más fría a la vez que le palmeaba el trasero. Me acerqué a las espalderas y le hice un gesto. El se acercó y como al principio, tomó aire y lo guardó unos segundos antes de expulsarlo por la boca. Se agachó y con un suave impulso adoptó la primera postura.
Ahora no cambies hasta que yo no te lo diga.
Con mi mano pude tantear todo su torso en tensión. Todos los músculos trabajando coordinadamente par sostenerse. Luego dediqué mi atención a un rabo con media erección que adoptaba un tamaño ya considerable.
Colgaba como un pedazo de carne que latía de cuando en cuando como si fueran los estertores que preceden a una muerte. Y por encima de ellos, pero medio sujetos por las piernas, una bolsa de tela de la que colgaban dos bultos. Todo ello rodeado de una pelambrera oscura que casi desaparecía, transformada en un hilo de fino vello, para acabar por subir por la línea del abdomen hasta el pecho donde se difuminaba entre unos pectorales compactos y definidos.
Haz la “L” pero con las piernas abiertas, como si hicieras estiramientos.
El joven obedece a pesar de la tensión que lleva soportando su cuerpo y a la dificultad que conlleva el abrirse de piernas bocabajo. Pero al final lo consiguió. Apenas si se mantenía. Temblaba como un poseso, sudaba por la tensión y por el calor de un pabellón con tejado metálico en el mes de junio cuando hace 38 grados Celsius de temperatura en el exterior.
Eso era lo de menos. Tuve que ponerme de puntillas, pero en esa postura pude admirar la magnífica musculatura de sus piernas y el culo. La parte que más me atrae de los hombres. Dejé que la punta de mis dedos se deslizara por el camino que va desde sus huevos hasta el oscuro y tentador agujero. Un gemido y un leve temblor superior al que venía teniendo me mostró lo que pensaba. Era sensitivo en esa zona.
Humedecí mi pulgar y le deslicé de delante a tras por el sendero que oculta el ano. Siempre presionando ligeramente cada vez que pasaba por encima de él. El resultado fue un aumento de la sudoración y temblores, aunque ya mayores por la fatiga. Incluso estuvo a punto de caerse en una ocasión cuando hundí un poco más de la cuenta mi dedo, aunque lejos de penetrarle.
Aquello, más que nada era para divertirme. Una especie de juego sin más expectativas que la de tantear el terreno. Aún tenía casi cinco horas por delante para disfrutar y no tenía prisa.
Está bien. Descansa.
Casi se cae de golpe al suelo. Fue controlado pero brusco. Sus músculos estaban agotados por el esfuerzo realizado, sobre todo los de sus brazos. Intentó no jadear a pesar de dolerle el pecho. Intentaba aparentar estar mejor de lo que estaba. Algo así como un desafío. Como si se negase a darme el placer de verle agotado.
Muy bien. Comenzaremos con la siguiente prueba.
Saco un pañuelo negro y le cubro los ojos. Lo ato con fuerza para que no se mueva a pesar del sudor que empapa su cabello oscuro.
Ahora quiero que hagas flexiones con las rodillas. Ya sabes; arriba y abajo.
Me coloco pegado a su espalda y con mis manos le rodeo el torso. Cuando comienza a realizar el ejercicio, mis manos se pegan a su cuerpo. Cuando baja mis manos, éstas llegan a su pecho y lo arañan, cuando sube es su miembro lo que tengo entre mis dedos.
Lentamente sus fuerzas se van agotando y se hace más lento el ejercicio. No es que me disgustase, pero decido probar de nuevo la misma medicina. Bajo mi derecha hasta su culo y con el corazón presiono para subirle... La respuesta es idéntica. De inmediato sube casi con un brinco. Con la izquierda le hago de nuevo bajar para con la derecha hacerle subir... Y eso que nunca llego a atravesar la barrera.
Cuando me canso decido variar y pasar a otro ejercicio. Como profesora debo tener previsto toda la clase de pruebas que va a realizar. Para ello me preparo desnudándome. Luego le llevo de nuevo a las espalderas y coloco su espalda pegando con la madera.
No te muevas.
Me subo y con la ayuda de la cuerda me coloco a la altura de su cara bien sujeta. Mi coño está a la altura de su boca.
Ahora quiero que avances un poco y comiences a lamer lo que te encuentres.
Él asiente con la cabeza. Arrastrando los pies se topa con mi raja. Una vez que la ha descubierto, explora primero con la punta de su nariz y luego con su lengua. Al principio peca de torpeza por desconocer el terreno, pero una vez que parece haberse hecho una idea de que es lo que se encuentra delante de él su lengua comienza a restringir su campo de acción.
No es una maravilla en el trabajo con la lengua, pero sí tiene instinto y eso unido a mi excitación por la situación casi logra hacerme correr. Podía sentir como mi coño había pasado de la humedad del principio al embalse a punto de desbordarse.
ÉL
Al principio iba tanteando el terreno con mi nariz y mi lengua. No había más remedio que echar mucha imaginación para que lo que el sentido del tacto descubría transformarlo en imágenes tridimensionales o algo parecido a un mapa.
Con un poco de rodaje conseguí deducir que lo que ella me había puesto delante de mí era su coño. Todo lo que el sentido me indicaba parecía coincidir con la descripción de esa parte de la mujer. Así que había que intentar guiarse por el tacto y el oído. Intentar comprobar las reacciones a las caricias mediante los movimientos que realizase o los sonidos que produjese.
Aquello pronto se transformó en una especie de fuente que dejaba fluir de sus paredes un pringoso líquido de fuerte olor. Parecía que la lengua no conseguía terminar de secar una zona para al instante después estar de nuevo empantanada. Incluso ella empezó a empujarme contra las espalderas hasta acabar literalmente entre ella y la pared.
Se agitaba frenéticamente cuando conseguía alcanzar cierto relieve con la lengua. Gruñía como una salvaje y jadeaba intensamente. Y como efecto secundario, teniendo conocimiento de lo que estaba haciendo, mi miembro se mostraba recto y saltimbanqui. Ansioso por entrar en juego.
Quédate quieto.
Ordenó con voz casi ahogada. La sentí deslizarse por delante de mí. Coger con su mano mi rabo y hundirlo lentamente dentro de ella.
Ahora quiero que me folles como un desesperado. En ello va tu matrícula.
Bajé mis manos a su culo y comencé a bombearla con todas mis fuerzas. La elevaba hasta que casi la abandonaba para luego dejarla caer y que se hundiese todo lo que pudiera. Ella gritaba a cada caída. O era más bien una exhalación. No importa. A esas alturas, y auque mis brazos estaban cansados después de hacer la vela, consiguieron mantener el ritmo el tiempo suficiente como para que en una caída se quedase quieta, clavando sus uñas en mis hombros y con la cabeza sujetada por la mía. A la vez que un grito acabado en susurro daba una orden:
Para. Para. Para...
Podía sentir como se relajaba. Si no la hubiera mantenido contra mí se hubiera caído. Su aliento humedecía mi mejilla. Podía oírla jadear mientras sus manos empezaban a desperezarse. Sus dedos se movían lentamente, incluso hizo un amago de beso en mi cuello que quiso transformar en un mordisco, pero parecía que no tenía fuerzas para ello.
Esta vez yo no había podido correrme. No sé si por los nervios, o por el esfuerzo físico. El caso es que no había podido disfrutar. A ella no parecía importarla. Lentamente se dejó caer hasta llegar al suelo. Por unos segundos se apoyó en mí, luego me abandonó. Apenas podía oír lo que hacía con el ruido del exterior y aquello me estaba poniendo nervioso.
JOSI
Había disfrutado como hacía tiempo que no lo había hecho. Me había corrido de tal manera que había empapado al joven todo el pelo alrededor de su polla y buena parte de los muslos. Aquello me ha devuelto la excitación y las fuerzas. Es más resistente de lo que creía.
En realidad me había portado mal con él. Yo me había corrido gracias a su fuerza, pero él seguía con aquel tarugo de carne latiente. No le había dado tiempo a disfrutarlo. Pero mi papel es el de mala y le voy a mostrar de todo lo imaginativa que puedo ser.
Lo que más me gusta es que me cabalguen con fuerza, con toda la saña posible. Sentirme taladrada hasta el fondo. Que cuando se corra pueda notarlo en la base de mi estómago. Y mi intención es lograrlo con él de manera que él no pueda disfrutarlo.
Le vuelvo a colocar frente a las espalderas y me dejo empalar. Está en su punto. Dura y fogosa, latiendo con ganas de estallar... De repente me sujeto a él. Me agarro a sus hombros y con mis piernas rodeo su cintura. Todo mi peso queda colgando de él.
Y ahora tú y yo vamos a dar unas vueltas al gimnasio. Quiero comprobar tu resistencia.
Con un golpe de talón le doy la señal de salida. Él comienza a andar sujetándome con sus manos.
Al trote, vago. Quiero que vayas al trote o corriendo. Vamos.
Insisto con mi voz más dura. Como si estuviera hirviendo de ira en lugar de empapada de placer. Le clavo las uñas en la espalda y los talones en los riñones. No tiene otro remedio que obedecer y no sé si lo hace sin querer o por instinto, pero el trote al que avanza hace que parezca que me encuentro montando a un potrillo salvaje.
Mi cuerpo salta resbalando contra el suyo. Noto como entra hasta que topa con el cuerpo y sus huevos golpean mi culo; para luego salir hasta quedarse a punto de perderla. Entra con fuerza haciéndome perder la visión por momentos. Aquello si que era una cabalgada. Antes de lo que hubiera querido me vuelve a llegar el orgasmo si cabe más fuerte que el anterior. Le hago frenar a la vez que clavo mis dientes en su hombro derecho para no gritar de gozo.
Dios mío, mi coño parece una charca desbordada. Siento mis entrañas doloridas de la experiencia y mis pezones están irritados del roce con el pecho de él. Me dejo caer en la colchoneta jadeando y con los ojos cerrados. Hacía años que no me corría dos veces seguidas, y también que no realizaba este tipo de gimnasia. Además, lo había logrado sin que el chaval llegara a correrse. Ahora mismo está con una calentura que le hacía parecer un demonio empalmado. Un sátiro.
Por un momento algo pasa por mi cabeza y no sé por qué consigue parecerme buena la idea. Si ha podido cabalgarme bocarriba; porqué no probar bocabajo. Es una manera de experimentar. Algo de exotismo. Y aunque se le ve agotado todavía tiene la polla en su punto. Así conseguiré que se corra y acabar esta primera fase. No quiero gastarle demasiado no sea que las otras chicas se quejen.
Venga, agáchate un poco.
Le ordeno. Coloco mis piernas en torno a su cuello y las cruzo para quedar sujeto. Después le doy la contraorden. Consigo colocarme para que su rabo quede a la altura de mis narices.
Ahora vas a caminar y no vas a parar hasta que yo te lo diga. ¿Entendido?
Él murmura una afirmación mezcla de desconcierto y de agotamiento.
Pon las manos contra la espalda y saca pecho. Vamos.
Comienza a caminar. Puedo ver el pedazo de carne bambolearse delante de mis narices como un péndulo desbocado. Golpearme las mejillas haciéndome sentir ardiente de nuevo. Lástima que no pueda lamerme el coño a la vez que yo se lo hago, temo que mis piernas resbalen y me vaya al suelo.
Es un juego divertido el intentar alcanzar, sólo con la boca y la lengua, aquel tronco en movimiento. Dejo de divertirme y paso a desfogar un poco al chaval que cada vez se le nota más escaso de fuerzas para seguir paseándome por el pabellón.
Con la ayuda de las manos capturo su polla y empiezo explorando, con la punta de la lengua, la pequeño boca que se agita. Una pequeña gota de líquido casi transparente y sabor salado avisa de su estado actual: es una olla a punto de explotar.
Entonces me dejo de contemplaciones. Me la meto en la boca todo lo que puedo y dejo que mi lengua se enrosque en torno a ella. A cada caricia obtengo como respuesta una cascada de estertores que anuncian lo inevitable.
Dos minutos después, cuando empiezo a coger el gustillo, estalla en mi boca casi ahogándome. Con la ayuda de las manos recojo como puedo todo lo que en un primer momento no soy capaz de tragar. No quiero que quede ninguna huella en el suelo de lo que estamos realizando.
Cuando le ordeno que descanse, casi se cae al suelo directamente por agotamiento. En verdad que le he dado tralla. Creo que me he pasado, me he dejado llevar pensando que su fuerza era la de un hombre cuando sólo tiene trece años. Aunque todo sea dicho, tiene una tranca impresionante para su edad. Si logra aprender el cómo hacer gozar a una mujer, puede ser un chico muy solicitado. Lástima que sea tan buena persona que sus ambiciones hasta ahora sean pobres por no decir nulas.
ÉL
Cuando por fin me da permiso para sentarme y descansar con tranquilidad, no estoy seguro pero por dentro no paro de dar gracias a Dios por darme un último respiro antes de mi muerte. Primero me tortura gozando a mi costa mientras me mantiene realizando un esfuerzo físico que me impide llegar a ella a tiempo. Ella se corre dos veces y a mí me deja con la miel en los labios. Y para remate, me hace una paja, igualmente en posición acrobática, pero ya era demasiado tarde. Estaba tan caliente que exploté sin apenas tiempo para disfrutarla.
Mañana, estoy seguro que estaré cubierto de agujetas por medio cuerpo. Seguro que mi rabo será una de esas partes. Excepto los ojos, que siguen vendados, supongo que ahora tengo medio cuerpo agotado y la otra mitad a punto de ello.
Parece haber parado. Pero estoy seguro de que es una pausa para que retome esta tarea con más fuerza. Espero que mañana me den un respiro para recuperarme. No sé si podría aguantar otra paliza como la que ya llevo hoy.
Venga, se acabó el descanso.
Me grita con energía y a media voz. Me cuesta moverme. Apenas si he descansado un par de minutos y ya necesita de más marcha.
Se impacienta y me agarra por el pelo y casi me lleva a rastras.
Ya tendrás tiempo de recuperarte. Ahora hay que ducharse y ponerse presentable antes de salir a la calle.
Como mi sentido de la orientación está demasiado mareado y desorientado por culpa de dar demasiadas vueltas al pabellón, doy gracias a la indirecta que me ayuda a situarme sobre el próximo lugar de los hechos.
Varias veces patino en el suelo nada más penetrar en los vestuarios. No sé en cual de los dos, pero sé que en unos vestuarios. La oigo abrir las duchas y pronto siento la humedad empezar a rodearme. El agua está templada. De repente me introduce bajo el agua. Mis pies tardan en encontrar firme donde apoyarse. Por unos momentos me veo en el suelo, pero en el último instante consigo hacer pie con la ayuda forzada de ella.
De rodillas.
Me empuja contra el suelo sujetándome por los pelos. Estoy bajo el agua. Siento la cascada de gotas de agua cayendo sobre mi piel. Aunque templada puedo sentir la mezcla de los dos tipos. El caliente y el frío. Empuja mi cara contra su cuerpo y es fácil deducir esta vez que se trata de su entrepierna de nuevo.
Repito la misma operación que al comienzo. Mi lengua empieza a indagar entre aquellos pliegues. Buscando mostrarme por el tacto lo que a los ojos está prohibido.
De repente, siento un chorro caliente salpicando mi rostro. No es el agua de la ducha. Es algo que salpica mi boca de repente, por sorpresa. Sabor salado y fuerte que pronto descubro cual es. Me está orinando en la cara.
Intento apartarme, pero vuelve a repetir sus órdenes igual de tajante que siempre. Para ella soy un mero esclavo.
Sigue lamiendo si no quieres que te penalice. Ahora que estabas empezando a suavizar mi carácter no querrás volverme a enfadar. ¿Eh?
Lo deja tan claro que no me queda más remedio que seguir a pesar de saber lo que me está haciendo. Como castigo me esfuerzo aún más en descubrir sus puntos flacos. Con más atención que nunca, descubro la protuberancia que rozándola con mimo hace que su cuerpo se estremezca. Cómo si la diesen una descarga eléctrica.
Me siento genial con el descubrimiento y pronto logro hacerla tambalearse en la ducha lanzando un ataque con la lengua. Sé que tiene que apoyarse en las paredes porque oigo el sonido de sus manos chocando contra los azulejos. Ha flaqueado su fortaleza. Sus manos insisten en hundir más mi cara entre sus piernas como si ansiase más.
Por supuesto que la complazco y con creces. Un par de minutos después, se tensa por un instante para luego acabar sujetándose con mi cabeza. Respira a bocanadas y cambia el sabor de lo que he estado lamiendo.
Te has portado maravillosamente. Y pienso agradecértelo con una mamada que recordarás toda la vida.
ELLA
No sé como lo consiguió pero puedo dar fe que aquella fue la mejor lamida de coño que recuerdo. Acertó desde un primer momento en mi punto flaco y no dudó en atacarme sin piedad allí. No es raro que me corriese en apenas u n par de minutos.
Le pongo en pie y me coloco en cuclillas a la vez que cojo con mis dos manos su rabo. Prefiero demostrar un poco de delicadeza como detalle por tan buena actuación. Deslizo mis dedos alrededor de aquel leño de carne sintiendo como late al mismo ritmo que su corazón. Abro la boca y lo dejo entrar pero no llega a tocar ni labios ni lengua ni nada de mi interior. Simplemente le rodeo con mi aliento.
Le dejo que se estremezca. Que su vello se erice por lo que le hago. Luego permito que mi lengua explore su capullo. Pero sobre todo me detengo en esa pequeña abertura con forma de labios. Hundo la punta y dejo que la saliva se deslice hasta alcanzar el capullo.
Lo siguiente es deslizar mis dientes en torno al tronco y volverle loco. Sus manos buscan el apoyo de las paredes para mantenerse en pie. Su miembro salta enloquecido a la vez que mis dedos masajean sus huevos. Su respiración se agita aunque intente mantener las apariencias.
Vuelvo a tragármelo entero pero esta vez lo cierro con mis labios y le rodeo con mi lengua que se comporta como una serpiente. Sus piernas flaquean pero lo que tengo en mi boca crece aún más por imposible que parezca. Espasmos continuos le asaltan mientras mi lengua le recorre. Aparenta estar a punto de estallar y a la vez nunca parece llegar ese momento.
Me parece increíble el aguante del joven. No hay modo de saber cuanto podrá aguantar más y me dispongo a exprimirle más por impaciencia que por otra cosa. Es justo ese momento el que escoge para correrse.
Un chorro de semen golpea contra mi campanilla e inunda mi boca casi ahogándome. Abro los labios y el segundo disparo desborda la capacidad y sale deslizándose hacia abajo por mi barbilla. No suelo tragarme el resultado de este trabajo y con el tercer disparo lo que brotaba de mi boca, ya vacía del pedazo de carne, se deslizaba por mis pechos y continúa su camino hacia abajo. No sé porqué aquello me parecía un desperdicio de energía.
Como pude deglutí lo que tenía en la boca y con el agua intenté limpiar lo que se me había escapado. Aun tuvo fuerzas para un cuarto y quinto disparo que sólo fueron sombras de los dos primeros. Quedó demostrado que poseía unas abundantes reservas.
Me sentía parcialmente satisfecha. Había disfrutado de él. Le había humillado para mi deleite. Le había hecho trabajar todo su cuerpo para satisfacerme y aunque se encuentra apoyando su cuerpo contra la pared completamente agotado, todavía se delata mostrando su rabo tieso. Da gusto con los jóvenes. Nunca parecen tener fin.
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