Un domingo destinado a volver a casa, como cualquier otro. Ya me encaminaba cuando leí un mensaje suyo, era tomar unas cervezas, nada del otro mundo, por lo que acepte sin problemas.

La realidad era que no había estado nunca con otro hombre, y con él fue probablemente el único con quien me hubiese visto en una situación así.

Creo que desde el primer minuto supe sus intenciones, por lo que decidí hacer que un poco de alcohol haga lo suyo y me suelte. Entre tantas charlas variadas, salió el tema sexo.

Fue normal hasta que me dijo que su propio cuerpo lo ayudaba muchas veces a encenderse. Me puse algo nervioso y él lo notó, por lo que se acercó y fue directo a besarme, lo que no me opuse. Apenas al minuto, me dijo que se quería bañar, posiblemente para calmarse un poco.

Tenía el baño junto a su habitación. Yo me quedé a ver tele en su cama y se me dio por ver el cajón de su mesa de luz, el cual estaba poco abierto y ahí vi una caja de preservativos cerrada.

No dude y me quede en bóxer, uno que por suerte me marcaba el bulto bien. El salió en las mismas condiciones que yo de la ducha, y con una erección un poco fuera de lo común.

Sin inhibirme ya, lo bese apenas y me fui derecho hacia abajo, sintiendo un poco de tela, pero también la carne de su miembro dura, la cual dejé al descubierto y me llevé a la boca, como si tuviese hambre de ello. Lo tuve que hacer rápido por si me llegaba a arrepentir, pero no.

Sabía que ambos estábamos limpios, por lo que solo tuve que mojárselo bien para lubricar y que me penetre. Primero despacio y luego ya del todo, viendo las estrellas por momentos, a tal punto de que mi erección también era plena y hasta acabé un poco en su momento.

Lo mejor fue sentir sólo piel y carne dentro, sin tapujos. A tal punto después de dejar que acabe todo adentro, dejándome después tirado boca abajo y sintiendo como me corría dentro todo. Fue la última experiencia similar, pero no por eso menos importante.