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El 8 de julio pasado era domingo, uno de esos en que se duda qué hacer. Pues yo dudaba si ir o no ir a la playa. Por una parte, la pereza era tan grande que me costó dilucidarlo; por otra. ¿qué iba a hacer todo el día encerrado en casa si ya me había despedido del fútbol en orden a los fracasos y mala gesta que venían haciendo los españoles? Había echado suerte a los dados y me salía un vez que sí, otra que no sucesivamente sin llegar al desempate. Suena el teléfono:
— Dime, Juanele.
— ¿Te vienes a la nudista?
— Solo me faltaba una decisión ajena. ¡Vamos!
— Hay un inconveniente y es que puedo ir hasta las 4 de la tarde, como te gusta más en la tarde no sé qué dirás.
— Oye, tú, no me seas cabrón, ¿cuándo me he quejado de que me dejaras solo? Nos vamos los dos en tu Hyundai, cuando quieras te vas que yo ya me iré.
— ¿Llevo equipo para bucear o vamos a tocarnos las pelotas?
— De todo un poco, ¿no te parece?
— Pues enseguida voy, te hago una perdida en cuanto llegue a tu calle.
— Vale.
Como iba desnudo como es habitual, me puse un short roto y desgastado muy corto, las llaves de casa, la billetera con la visa y algo de money en papel y el móvil en una bolsa de tela; metida en la cintura y colgando por detrás una camiseta de tirantes. Como Juanele tiene de todo, chanclas, toallas, gorras, pues salí descalzo para no hacerle esperar. Así fue, yo saliendo del portal y Juanele llegando. Pero pude escuchar el comentario de una mujer que entraba al portal con más gente: “veis qué manera de andar por ahí, casi desnudo; no, si es que estos gays van a mandar de la calle muy pronto”, y una muchacha que respondía; “Pero, ¿no te has fijado qué bueno está, mamá?” No me volví para dar la cara ni verlas a fin de no contestar y pasar de largo, pero me imaginé la cara de la mujer ante la respuesta de la hija, que por cierto también está muy buena la tía, lo reconozco aunque a mí no me van las chavalas.
El buceo en las rocas o piedras que hay al lado de la playa nudista es muy divertido, se pasa el tiempo rápido y entran ganas de comer. Así que salimos después de tanto ejercicio, me puse mi mini short y nos fuimos a uno de los chiringuitos; unos mejillones con un bourbon doble y una paella para dos siempre sienta bien. Tras el postre nos fuimos a dormir a la playa. Lo de dormir es un decir porque mientras culos y pollas al aire tenga, el sueño siempre se congela.
Juanele vino detrás, había dejado en el coche los aparejos, recogió dos esterillas y una toalla y nos tumbamos como a él le gusta: Juanele se pone perpendicular al mar, bien abierto de piernas, a mí me hace colocar paralelo al mar con la cabeza sobre su abdomen para que note yo con mi seso los buenos abdominales que luce, pero me coloca así para que yo juegue con sus bolas. Yo se las toco, se las ovillo con mis dedos y le doy lengua y boca a su polla hasta que se viene y así me como su merienda: crema de semental. Pero todo acaba y me avisó que tocaba entrar al agua para él irse ya, lo que no hace nunca sin ordeñar mi polla. También Juanele es un tragón de semen.
Nos despedimos con un par de besos y unas caricias al culo y solo me dijo que, si yo quería, a las 8 de la tarde vendría por mí. Le emplacé para las 9:30 de la noche en mi casa, iríamos a tomar algo, luego al cine si se nos antojaba y, al salir, tomaríamos unas copas antes de llamar al taxi. Lunes nos despertamos a las 12:45 y fuimos a la ducha para acabar de ensuciarnos y lavarnos, pues la noche fue desenfrenada como ya es costumbre en nosotros.
Queda contar qué hice desde las 4 de la tarde. Me costó algo más de una hora para descubrir un tipo que de guapo no tenía mas que el culo y su polla. Cuando lo vi detrás de mí haciéndose el loco me quedé prendado, prendido y apresado. Cierto que es feo de cara, pero, ¡joder!, unos pectorales que si no dan leche es por ser macho de verdad y de esto estaba muy bien dotado. El culo parecía la conjunción de dos medias pelotas de fútbol, ni que estuvieran hecha esas nalgas a tiro de compás. Pero la baja delantera era de ensueño; un pene largo, adecuadamente curvado hacia arriba, grande, grueso y brillante. Lo primero que pensé junto con el deseo de tenerlo dentro de mí es que, aunque me lubricara, me iba a hacer daño, pero si me hacía daño igual me produciría placer, porque a mas daño mayor placer. Me acerqué hacia él sobándome la polla para que se pusiera al orden del día y alineada con la capitana. Pero cuando estuve muy cerca y, fijándome bien, tenía unas bolas que juntas no habría manos que las pudieran albergar. Me gustó más este dotado sujeto y perdí los estribos, diciendo:
— Vengo a comerte esas bolas que cuelgan y a que me ensartes esa cimitarra en mis entrañas.
Sin más preámbulos se adelantó, me besó y nos dimos lengua hasta no saber cual era mi boca: ¡qué modo de besar! La lengua me entraba hasta la garganta y la mía parecía crecer. Agradable sabor el hombre que ya tenía entre mis piernas, parecía mentol. Él me dijo que mi boca sabía a whisky, que era justo lo último que había tomado. Pienso que intercambiamos de verdad los sabores porque el mentón y alrededor de nuestras bocas se extendía la saliva abundantemente.
Yo le tenía amarrado con mis manos los dos balones de sus nalgas que iba acariciando y palmeando para animar. El tipo, Aurelio se hizo llamar, me puso su polla en mi cara, me la metió en mi boca y comencé a preparar su polla para que entrara suave en mi culo, mientras Aurelio iba preparando mis esfínteres con una dilatación metiendo dedos, uno tras otro y haciendo tijeras. Por momentos notaba dolor, pero disfrutando de aquella monumental polla iba gozando los dedos en mi culo. Noté que Aurelio tenía ya deseos de que yo acabara de hacer el maricón con su polla y a la vista que si no le daba oportunidad se me iría todo a la boca, me di la vuelta, me agaché como perrito mimoso y sentí sus manos separando mis glúteos y la polla de Aurelio asomarse por la boca del ano y... ¡zas!, la insertó entera dentro de mí. Debí gritar más que el rugido del mar porque el golpe fue duro, seco y doloroso y la metió total; notaba sus huevos chocando con los míos y mi coxis escudada por sus ingles y por toda la zona púbica. Se quedó quieto, yo también. por un momento como que dejaba de sentir mis piernas, luego poco a poco pude hacer movimientos circulares con mi cadera y Aurelio comenzó un suave mete y saca magistral. Desapareció el dolor y todo fue ya placer, me fui incorporando y medio vuelto reclamé la boca de Aurelio y, follado por abajo, me folló por arriba con su lengua. Yo estaba en la gloria hasta que noté los espasmos de Aurelio, la electricidad de su polla, el bombeo y la explosión de su orgasmo en mi interior. Aurelio al entrar en éxtasis orgásmica dejó de masturbarme y lo hice yo, pero mi compañero, sin sacar su polla de dentro de mí, me dio media vuelta y, puestos frente a frente, apretados cara a cara con un fuerte abrazó, con mis talones sobre sus lumbares, derramé toda mi leche entre nuestro abdomen. Aurelio metió mano y compartimos la degustación. Sacó su polla de mi culo para liberarme y me chupó mi polla hasta dejarla limpia.
Nos metimos en el mar para limpiarnos y besarnos dentro del agua. Tras el postrer beso de despedida, cada uno partió por su lado. Nos prometimos volver a encontrarnos, pero... ¿cómo y cuándo será? De momento el próximo domingo por allí me andaré... quizá podrías aprovechar..., y vienes tú también.
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