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Todo comenzó en agosto del 2000, por aquel entonces yo tenía 24 años. Vivía en un apartamento de vistas al mar Mediterráneo en Mahón, Menorca.
Un día como otro bajé a la playa, pero estaba desierta, pues eran las 9 de la mañana. Sólo había un chico con aspecto de extranjero en la orilla. Sin darme cuenta, coloqué mis cosas al lado de las suyas, y me tumbé a que me diera el sol.
Pasaron unos veinte minutos (yo estaba dormido) cuando me despertó un sonido extraño a mi lado, y era el chico, que de cerca ya era otra cosa, pues era fornido, muy guapo, rubio y de ojos muy azules, que estaba guardando en su mochila una toalla amarilla.
Vio que me despertó y trató de disculparse, acercándose a mí y ofreciéndome un cigarrillo, que yo rechacé, pues no fumaba.
Me quedé algo asombrado, pues me parecía extraño que me escribiera su dirección, pero cuando intenté preguntarle qué significaba aquello, él ya se había ido.
Pasaron unos días, y yo miraba todas las mañanas por la ventana de mi apartamento, para ver si le veía, pero no volvió a aparecer.
Después de estar más de 15 días sin saber nada de él, me decidí y fui a su casa, la cual no estaba lejos de la mía, pues Mahón no es una ciudad demasiado grande.
Eran las siete de la tarde cuando llamé al timbre de una casa bastante grande, no sabía como un chaval tan joven podía vivir en algo tan magno.
Me abrió el mismo chico, que se encontraba en shorts, con una camiseta y unas sandalias. Con su sonriente cara me miró y me hizo señas para que entrara. La casa era como yo me la había imaginado por fuera, con un gran patio central, y muchas habitaciones.
Me ofreció ir a un salón que estaba lleno de sofás y con un televisor en el fondo.
-¿Vives solo?- fue la primera y absurda pregunta que se me ocurrió.
-Sí, heredé esta casa de mis padres y ahora vivo yo solo aquí en la ciudad- me dijo hablando un perfecto español.
-¡hablas español!- le dije asombrado -creía, al ver la carta, que no sabías.
-ya, es que no sé escribir, pero si hablar- me contestó.
Me ofreció una copa de wisky, cosa que, evidentemente, no le rechacé, y nos pusimos a hablar un rato. Tenía 25 años, que trabajaba como modelo de ropa íntima en una agencia que estaba allí afincada, que era de Göteborg, Suecia, y sus padres le habían dejado, antes de morir, aquella casa. Seguimos hablando, hasta que sentí algo que me rozaba la pierna.
Miré disimuladamente y me topé con su mano, que me acariciaba con una suavidad excepcional, lentamente. No sabía que hacer, pues a mí nunca me habían atraído los hombres, así que... :
-¿qué crees que estás haciendo?- le pregunté en tono serio.
-ah, lo siento, creía que... - no le di tiempo a que acabara, pues salí del salón con intención de abandonar la casa.
Él me seguía, y como yo no sabía salir, tuve que llamarle.
Se acercó a mí y me dijo que le disculpase, que él no había querido hacerlo, cuando... sentí algo muy profundo.
Le miré a los ojos, él seguía disculpándose, casi lloraba, pero le puse la mano en la boca para callarlo. Acerqué mi cara lentamente a la suya y le besé. Le besé como nunca antes había besado a una persona, con pasión, con ganas...
Después de haberle besado, me cogió de la mano, y me llevó a un cuarto de baño inmenso, en el que se encontraba una gran bañera.
Me dijo que me desnudara y me metiera, y lo mismo hizo él. Como dije antes, tenía un cuerpo espléndido, pues lo necesitaba para su profesión. Al verle, no se como, me puse muy caliente.
En 3 minutos me vi con una persona que acababa de conocer ese mismo día metido en una bañera.
Noté otra vez como su mano me tocaba, pero esta vez le dejé hacer, y yo también me puse a tocarle.
Se echó encima de mí para besarme, por lo que podía sentir su cuerpo musculoso encima del mío, lo que me excitaba aún más.
Después, me puse del otro lado e hicimos un hermoso 69 en el agua.
Cuando llevábamos más de 5 minutos, me pidió que me pusiera de espaldas, y, cuando menos me lo esperaba, sentí el mayor dolor y placer a la vez que podría haber sentido nunca. Me estaba penetrando y yo estaba gozando. Estaba excitadísimo.
Al cabo de unos momentos, sentí un grito de satisfacción de Johann, a la vez que me inundaba un líquido caliente que me encantaba. Yo también me corrí cuando él, así que fue todo junto.
Acabamos y nos quedamos abrazados y metidos en el agua casi 1 hora más, no queríamos que aquello acabase nunca.
Salí de su casa sabiendo que aquella había sido la mejor noche de toda mi vida y que se volvería a repetir.
Después de aquel día, hablábamos casi todos los días, y nos veíamos todos los fines de semana.
Pasaron unos meses, y la relación fue a mejor, lo que hizo que yo vendiera mi apartamento y me fuera a vivir con él a su casa.
Hoy día somos pareja de hecho, vivimos en Madrid, y todos los veranos los vamos a pasar a casa de Johann, en Menorca, a revivir aquellos magníficos momentos.
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