CAPÍTULO 3
Afuera ya anochecía bellamente sobre Saint Etienne. Una brisa suave y fresca cerraba aquella primera tarde sin Raymond. Su madre y tías se habían retirado a descansar en las habitaciones de huéspedes y en los jardines los perros iniciaban su diaria y puntual faena de ladridos.
René giró sorprendido sobre los tacones de sus zapatos y clavó su mirada directamente en los ojos de Marie, pero ella no le dio tiempo a pronunciar palabra alguna: tomó entre sus manos aquel rostro con rasgos que le recordaban a su Raymond y lo besó larga y voluptuosamente en los labios. –Mara…- atinó a decir René de nuevo, pero ya aquel episodio sensual era indetenible. Frenético la tomó entre sus brazos, la alzó y luego la posó en el piso. Allí ella que quedó con su falda bastante subida, como haciendo juego con sus lindos senos desnudos. Los pezones estaban en plena erección, lo cual indicaba que estaba en disposición de ser poseída. De pie, René la observó largamente mientras su mente era taladrada por un terrible interrogante: ¿Qué está pasando aquí? Sigilosa, Marie se arrodilló delante de él y se abrazó a sus piernas posando el rostro sobre la pelvis. Nuevamente René volvió a experimentar en su cuerpo aquella sensación fría de cuando intentó abrir la puerta para retirarse de la habitación. Pero ya los finos dedos de Marie bajaban el cierre al pantalón y se introducían en busca de sus genitales. La violenta erección no se hizo esperar y René desabrochó completamente su pantalón dejándolo caer. Ante la ebria mirada de Marie apareció entonces el miembro totalmente humedecido y vibrante de René, sin una orientación precisa sobre qué iba a suceder en aquella situación. Ella lo tomó delicadamente y lo introdujo entre su boca para iniciar una violenta caricia con la cual René se vio obligado a arrodillarse también al no poder mantenerse de pie. Entonces se sentaron los dos frente a frente y él terminó de retirar la falda y la ropa interior de su bella cuñada. Ella se inclinó brevemente hacia atrás y se apoyó con los codos en el piso mientras sus piernas magníficas se entrelazaban en los hombros de René. Entonces el desató una tormenta de besos sobre aquellas dos maravillas del arte natural. Luego, conservando sus piernas alzadas, dirigió su boca hasta la vulva que manaba jugos a borbotones y acarició delicadamente el clítoris con la lengua. Marie se resistió. Sabía que podía llegar el orgasmo y ella no lo quería tan pronto. Entonces sucedió algo que dejó más perplejo aún al varón: ella giró sobre sus rodillas y colocó sus nalgas frente a él tentando la penetración anal. Él llevó su mano derecha hasta la vulva y la restregó en ella hasta sentir que estaba totalmente empapada, entonces la llevó al ano y lo humedeció, incluso introduciendo y girando su dedo anular en el recto de ella. En ese momento Marie tuvo un espasmo y nuevamente estuvo a punto de irse en orgasmo. Ya el pene de René estaba adentro y los dos en posición horizontal. Al principio ella no supo exactamente qué hacer pero él sabiamente comenzó a besar y mordisquear sus orejas y Marie se sacudió violentamente en el piso emitiendo gemidos de placer y abriéndose más como queriendo tragarse a René hasta los testículos. Pero reaccionó a tiempo: todavía quería prolongar más aquel momento y para ello se hacía necesario retardar al máximo el orgasmo.
-¡Oh, mom amour!- profirió Marie cuando René la alzó desde el piso para penetrarla lenta y totalmente; el recto de Marie parecía tener anillos o protuberancias que retardaban la entrada de René, pero lo enloquecían de placer. En cuanto a Marie, había descubierto una fuente exquisita de amor sensual en su ano, la cual nunca se había imaginado. Aún así, se retiró para iniciar una nueva etapa de aquel frenético encuentro entre inesperados amantes.
continuará