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Categoría: Flechazos

un cambio en la vida (4/4 fin)

CAPÍTULO 4

-¡Oh mom amour, mon amour, je vous aime, vous allez furieux je¡ - exclamó frenética Marie justo en el momento en que el primer orgasmo la traicionó. Fue cuando ambos se levantaban del piso, ya completamente desnudos, tomados de las manos. René experimentó una leve contrariedad. En cambio Marie estaba radiante y fue al baño por unos minutos. Regresó con una hermosa bata blanca de encaje rosado, el cabello delicadamente recogido y unas bellas pantuflas apeluchadas. La bata estaba levemente abierta en el pecho y allí sus senos se veían vibrar cadenciosamente mientras caminaba. Sus labios estaban retocados por un tenue carmín. Su cuerpo todo era ya un clamor voluptuoso debajo de la bata y René ya no lo pensó más… en ese momento Marie se acercó al reproductor cerca de su cama y colocó una suave melodía de Frank Pourcel: El Amor es Azul. Un largo rato estuvieron bailando la hermosa música: varias veces la bellísima mano de Marie se deslizó hasta el aparato para reiniciarla.

La mano de René se deslizó en su momento sobre la mano de ella para apagar el reproductor. Entonces la tomó de la mano y la llevó al balcón. Allí se sentaron en el piso a observar una bellísima luna de Etienne. Nuevamente ella posó su mejilla sobre el pecho de él y se durmió. –Mara…- susurraba poéticamente René mientras la luna se diluía entre los primeros albores del día. Ella volvió a despertar y sus finísimos dedos comenzaron a pasearse cariñosamente sobre el pecho de René. - ¿est-ce que je peux mordre votre tétine un petit? Preguntó ella con un brillo de picardía en la mirada e inmediatamente procedió a morder una de las retillas de René mientras corría velozmente hacia la habitación, donde entró y cerró la puerta. Comenzaba a caer un lluvia pertinaz y René estuvo unos minutos afuera mientras Marie disfrutaba alegremente de la broma. Luego ella abrió, le pidió disculpas y le invitó a bajar a la cocina por galletas y un poco de jugo.

Entraron sigilosamente a la cocina. No se preocuparon de encender las luces. Marie tomó un largo sorbo de jugo de naranja y René sólo tomo agua. En medio de aquella penumbra la pasión volvió a ellos y sus cuerpos nuevamente se juntaron. Esta vez las caricias recorrieron toda la belleza de los cuerpos como si se tratara de un tesoro recién descubierto. René apartó con diligencia todo lo que había sobre el mesón y graciosamente la alzó y la sentó en él. –Mara… Dites-moi, de quand est-ce que vous êtes amoureux?- Le preguntó René con su boca muy cerca de la de ella, con una mezcla de inocencia y ansiedad. -Je ne sais pas, je crois que c'était quelque chose de soudain- le repondió Marie, nuevamente con un aire de picardía. Su rodilla se deslizó hacia arriba y dio justo con la incipiente erección que de nuevo tomaba cuerpo en René, quien en un gesto felino la recostó de la mesa y se subió sobre su cuerpo mientras deslizaba intensamente su mano izquierda sobre aquella pierna maravillosa y sus finos labios daban cuenta de la juvenil textura de los senos ya totalmente enhiestos como pequeñas serranías. Los pezones intensamente morados contrastaban con la sugerente blancura de aquel pecho. Esta vez el amor se hizo mucho más lentamente. Eran movimientos acompasados de las pelvis y los vientres, mientras las manos se aferraban desesperadamente de todo lo que hallaban en su trayecto. La mano izquierda de René halaba hacia sí la delicada cintura y las dos manos de ella estaban incrustadas entre las nalgas de él acariciándolo suavemente pero con apasionada persistencia. René volvió a sentir los anillos de ella, ahora mientras avanzaba cadenciosamente hacia la profundidad de su vagina. En ese momento sus cuerpos se trenzaron y el torso de René se alzó elevado sobre sus manos, con la mirada vidriosa y perdida, con la respiración jadeante, con un intensa salivación entre sus labios, con la cabellera totalmente en desorden. Las blanquísimas piernas de Marie abrazaron la espalda de René para retenerlo y sus manos buscaban desesperadamente de donde aferrarse, con sus pupilas totalmente enrojecidas y sus labios ya del color de sus pezones. Un suave gemido al unísono los descargó y René se desplomó exhausto sobre Marie. Así estuvieron un largo rato, hasta que la mañana entró plenamente a la casa y los hizo subir de nuevo a la habitación a poner las cosas en orden y a tratar de responder una vorágine de interrogantes.

René terminó de girar el pomo de la puerta y salió al pasillo. Antes de cerrar vio a Marie totalmente dormida, quizás soñando de nuevo aquel hermoso idilio que la había unido a Raymond. Una leve sonrisa iluminó su rostro de cuando bajaba los escalones hacia el vestíbulo y pensaba en cómo su imaginación lo pudo traicionar de ese modo, como para tener una fantasía erótica con su cuñada.

Más tarde, durante el desayuno, Marié no podía sostener la mirada con René, pues tenía vergüenza de aquel sueño que la había perturbado durante casi toda la noche, al punto de amanecer con sus prendas íntimas húmedas por los jugos del amor.

FIN
Datos del Relato
  • Categoría: Flechazos
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