Le gustaba q la mirara lentamente, le gustaba seducirme con bailes de puta barata, eh, lo siento, quería decir de chica de alterne... Oh, cómo me gustaba verla mover ese trasero increíble, redondeado hasta tal punto k no parecía de verdad; no tenía demasiado pecho pero estéticamente era todo lo q un hombre puede desear, piel suave y tacto duro, con unos pezones gigantes y apetecibles... me ponía.
Aquella tarde, no sé por qué, me dirijí allí, a aquel lugar donde ella ponía copas tras una barra, coqueteaba con la clientela y fumaba como no se atrevía a hacerlo delante de mí, quizá por el poco pudor que le quedaba.
Me sentía despechado por su huída que, además, era demasiado elegante para ser... en fin, se fue y tan sólo se llevó consigo su ropa impúdica y su maquillaje, me dejó todo el dinero en casa sobre la mesita de noche como si la puta fuera yo. Estaba rabioso y no sabía qué hacer, me rebasaba ese deseo y ese odio simultáneos por ella... no sabe cuánto la quería. Yo no era como esos chulos de mierda, que viven a costa de sus mujeres y les quitan lo que han ganado con su cuerpo en la noche. Trabajaba, era gestor, tenía mi propia gestoría y mi sueldo era más que suficiente, pero yo la había conocido en esas cirscunstancias y ella insistía que no quería dejarlo... En realidad pienso, que ella nunca creyó en mi amor por muchas demostraciones que le hice, y no sólo materiales sino caricias, veladas inolvidables en nuestra propia casa, cartas de enamorado idiota y sorpresas sin valor.
Entré a aquel club y, aunque había pasado año y medio desde entonces, comprobé que seguía trabajando allí. Seguía igual de bella, morena, pelo recogido con esa antigua pinza que aún conservaba y sus rizos cayendo sobre su frente y sus mejillas, ojos verdes, esbelta, con unos muslos que me tenían aún loco cuando los recordaba sobre mi cintura...
Le pedí un malibú con piña, otro después y así hasta cinco. Su sabor dulzón y suave me estaba alterando un poco, pero no tanto como ella, que su ropa dejaba ver sus hombros redondeados y la canal de su pecho al descubierto, esa barriguita que nunca fue plana del todo -ahí radicaba el encanto- y esas medias que no me dejaban recordar sus piernas. El problema llegó cuando le pedí el sexto malibú con piña y se negó a dármelo...
-Caballero, me parece que usted ha bebido ya demasiado. Creo que será mejor que regrese a casa.
-¿Sí? ¿Sabe usted que sería mejor para mí que yo?
Cuando me miraba con esos ojos verdes que parecían de gato, me reventaba por dentro, me daba la sensación de que me estaba desafiando, que intentaba provocarme para hacerme saltar sobre ella.
-¿Sería tan amable de servirme lo que le pedí señorita?
Se acercó hacia mí, no había demasiada gente aquella noche, todo parecía pasar desapercibido. Se acodó en la barra enfrente de mí, mirándome fijamente de nuevo y antes de que pudiera hablar ya la estaba yo besando, no reparé en su carmín que manchaba, nunca me importó mancharme con sus labios. Aunque ella continuó mi beso, cuando cayó en la cuenta se separó de mí denotando tal repugnancia como si la hubiera babeado un viejo asqueroso... No podía sentir aquello -pensé-, y ese pensamiento me hervía las venas de mi cabeza.
Retuve su mano y le pedí que me besara de nuevo y me iría.
-No creo que eso sea posible, señor -me contestó la muy descarada
-Bueno... yo no creo que usted desee soportarme toda la noche aquí, bebiendo malibú con piña y mirándola ávidamente hasta que...
-¿Hasta que...? me preguntó abriendo la boca de una forma tan sensual y acercándose de tal manera a mí que la cogí por los brazos y le intenté meter mi lengua en su boca, como tanto le gustaba, pero al negarse, usé de mi fuerza masculina y la hice saltar la barra hasta retener sus piernas entre las mías.
-Tan sólo quería un beso, pro tú has sido mala conmigo y ya sabes qué le ocurren a las chicas malas ¿verdad?
Entonces con una mano sujetaba su cabeza mientras la besaba a lo salvaje y húmedo, y con la otra apretaba su muslo redondeado que estaba rozando mi parte sensible... moví mi mano hasta su sexo y noté que estaba mojada ¡y eso que ella no quería!... llevaba un tanga tan ajustado que deseaba arrancárselo a tirones antes que parar mi ritmo... le moví el hilito del tanga desde su trasero hacia arriba y la sentí gemir unmmm me ponía mordisquearle los pechos mientras escuchaba sus lamentos. Ella comenzó a palparme el pecho, el estómago, mi parte por encima del pantalón y me desabrochó el botón... Echando su tanga a un lado se subió sobre mí y comenzó a balancearse, ella me pellizcaba mis pezones y yo a ella los suyos... de repente se levantó y yo la volteé y le subí aquella falda tan ceñida hasta la cintura y la penetré por detrás, me pedía más y entonces yo le introducí mis dedos en su vajina, tan húmeda y caliente... se vino sobre mi mano ahhahh... no contento con eso y aunque ella ya estaba exhausta, la senté sobre la barra, separé sus piernas y le comí su sexo como si una fruta fuera.... gemía y de qué forma... Entonces cuando ella quiso besarme de una forma romántica, me subí la cremayera del pantalón, dí media vuelta y me fui...
Allí la dejé llorando, sollozando de placer, gritando mi nombre, quemándose con su propio fluido segregado, fundiéndose al imaginar mis manos... Seguro que más de una noche se acarició pensando en mí, alrededor de su ombligo como yo se lo hacía... pero ya no he vuelto a verla nunca más aunque la quiero.