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El año de 1989 comenzó con la muerte de mi padre, que fue un buen hombre que tuvo dos matrimonios y 10 hijos. La pérdida fue muy difícil para mí pues me desorienté y comentí muchos errores. Mi padre hizo muchos corajes conmigo pues a los 14 años me relacioné con un hombre de 28 que justamente en 1989 fue detenido por la policía y fue acusado de vender drogas. Más grande fue mi decepción cuando decidí visiitarlo en el penal en el que estaba recluido y descubrí que tenía otra mujer.
No volví a buscarlo y estuve saliendo con algunos hombres. Buscaba que fueran maduros y que no me causaran problemas. En septiembre reinicié el bachillerato pues había perdido mucho tiempo. Durante el curso me agasajé a muchos chicos. Le quité novios a algunas compañeras y literalmente era la zorra de la escuela, pero no me acosté con ninguno. Iba a fiestas, el cine, baldíos, elevadores y allí me dejaba acariciar los senos desnudos, les mamaba el pene hasta que eyaculaban y si acaso dejaba que me metieran los dedos en la vagina, pero no me acosté con ninguno.
En octubre de ese año fui a pedir trabajo a una unidad deportiva y el administrador, un maestro de educación física me contrató. Era duro, hostil y sólo cuando llegaba borracho a la oficina estaba de buen humor.
Un día me puse un lindo vestido negro con franjas naranjas muy corto y unas sandalias que iban a tono. A las tres de la tarde que ya se habían ido mis compañeras me invitó a comer a Alvarado y le acompañé. Comimos mariscos y tomamos cervezas y una bebida dulce que llaman "torito" y eso me puso un poco mareada. Regresamos y una vez que entramos en una carretera que se llama La Boticaria, dio vuelta en "U" y entró a un motel llamado "Miraflores". Yo hice una mueca y me imaginé lo que iba a ocurrir, pero no dije pues no quería perder el trabajo.
Entramos, pagó la habitación y allí me pidió que me quitara el vestido y lo hice. Sus ojos me miraron con deseo y acarició mis pechos una vez que me quité el sostén y de alli quitó mi pantaleta. Él tenía entre 55 y 60 años pero aún conversaba un buen físico pues era delgado y cuado le bajé su pantalón deportivo pude notar un buen bulto debajo de sus calzoncillos. Cuando le bajé su ropa interior pude ver un pito firme y relativamente grande, quizá unos 17 o 18 centímetros. Se lo chupé y él jadeaba pues sé hacer muy bien el sexo oral.
Posteriormente me acostó boca arriba y me lamió mi vagina hasta que casi me hace gritar pues además de lo rico que lo hacía me daba cosquillas su bigote. Eso me excitó más. El momento culminante fue cuando me penetró pues lo hizo con maestría y logró calentarme mucho. Fue muy buen sexo de alguien que creí que ya era viejo, por eso ya no desestimo a los hombres maduros. Logró que tuviera uno y otro orgasmo y repetimos el procedimiento dos veces más, pues su pene se ponía macizo muy rápido.
A partir de allí, lo acompañé varias veces a moteles y también hicimos el amor cuando la oficina ya estaba vacía y no había gente en la unidad. Me enteré hace poco que falleció por complicaciones de su diabetes pero le guardo estima pues me enseñó muchas cosas y además me procuró.
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