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UN ABUELO Y SUS NIETOS
Como todos los veranos aquel no fue la excepción. Allí fuimos Martita y yo a pasar los días con el abuelo. El abuelo había quedado viudo hacía ya unos meses. Mi padre para que el hombre no se sintiera solo nos mandó más que nunca para que apoyáramos a aquel ser desdichado, según el.
El abuelo nos trataba bien. Nos hacía todo lo que pedíamos. Felizmente era un predio tan grande que allí nos perdíamos por todos lados. Generalmente mi hermana y yo nos manejábamos por separado. No éramos muy unidos. Pero nos llevábamos bien. Sin chocar demasiado. El abuelo era un hombre grande. Su cara no estaba muy arrugada. Se conservaba bien. Al menos es lo que recuerdo. Caminaba bien. Sin tambalear, ni nada de esas cosas, que bueno le pasa a la gente grande.
En aquel campo había animales, como, ovejas, vacas, caballos, gallinas, perros. Por supuesto que había caseros que se ocupaban de la mayor cantidad de tareas. Las mas pesadas. Mi abuelo ya no hacía grandes cosas. Mas que recorrer. O controlar un poco a aquella gente buena que estaba con el hacía años.
En las noches se escuchaba el canto de los grillos. Las estrellas brillaban refulgentes. La luna se pintaba como en un cuadro. Teníamos televisión y podíamos mirarla hasta que nos diera la gana. El abuelo generalmente se iba a dormir temprano. Nosotros con martita nos íbamos más tarde.
El abuelo después de comer tenía la costumbre de salir a fumar un cigarrillo a la galería que tenía la casa. Martita iba con el la mayor cantidad de veces y yo los escuchaba hablar y reír. Mi hermana era la preferida del abuelo. Al menos lo sentía así. Al rato el abuelo pasaba, me saludaba y desaparecía a su habitación.
Martita hizo lo mismo unos minutos más tarde. Me quedé terminando de ver la película que estaba viendo. Luego apagué las luces y me fui a mi dormitorio.
Tal vez era la hora mas entrada de la madrugada. No recuerdo porque me desperté. No era común que eso me pasara. Dormía muy bien. Salvó que tuviera algúna descompostura o algo así. En la oscuridad me pareció percibir algo como voces que susurraban o algo parecido. Estaba confundido. No sabía si soñaba o estaba despierto. La luna atravesó la ventana grande de mi habitación y me di cuenta de que estaba despierto. Presté atención. Si eran voces que venían de alguna parte. Me extrañó. Quién va a hablar en medio de la noche. Tardé en ponerme de pie. Un poco por fiaca y otro porque pensaba que sería inútil hacer aquello, porque no esperaba encontrar nada en realidad. Anduve a tientas. Encontré la puerta. Abrí. Caminaba a oscuras. Las voces se oían cada vez más alto. Pasé por la puerta del cuarto de Martita y la luz estaba apagada. Di la vuelta por el pasillo. Los susurros crecían. Salía un haz pequeño de luz por debajo de la puerta del abuelo. Mis pies descalzos llegaron hasta la puerta. Noté que no estaba bien cerrada. Agucé la vista. Entonces mi vista no pudo creer lo que vi. El abuelo gemía desnudo. A horcajadas de el, también desnuda Martita cabalgaba enloquecida. Sus tetitas aún pequeñas parecían más paradas que nunca. Ella también gemía y daba saltos eléctricos sobre el cuerpo del abuelo. No podía creerlo. ¿Cómo era posible aquello?¿Desde cuando sucedía? Esas preguntas y tantas otras asaltaban mi cabeza que daba vueltas. A pesar de mi sorpresa continuaba mirando y sin darme cuenta me puse duro. En un momento el abuelo se prendió a las tetitas de mi hermana, las estrujó, se movió contorsionándose y acabó dentro del cuerpito de Martita que gemía y se acercaba al abuelo dándole un beso en la boca. Sin salir de la cabalgadura.
En tanto sin moverme atrapé mi pija alzada y me masturbé desquiciada mente y acabé allí mismo de pie. Espiando al abuelo y a mi hermana.
Al día siguiente cuando me levanté estaban ellos dos desayunando.
__¿Como dormiste?__ preguntó el abuelo
__No muy bien
__¿Qué pasó?
__No sé no podía conciliar el sueño, escuchaba ruidos y voces, no sé__ observé la cara de ambos y noté una risita cómplice. No acotaron nada. Después del desayuno me levanté y dije algo como que me iba a dar una vuelta por los corrales. Ellos me saludaron. Por supuesto al instante estaba espiando que es lo que hacían y no tardaron en quedar solos cuando Martita se sentó en las rodillas del abuelo.
__¡¡Oh pequeña!! ¡Tu culito es tan duro!!
__¿Te gusta abuelito?
__¡Me encanta!¡Eres una zorrilla!!__ ella se reía de forma descomunal y exagerada Movía su culo apoyado en el tronco del abuelo que ya estaría duro como una estaca. El le mordisqueaba el cuellito. Sus gruesas manotas buscaban debajo de la remerita suelta las tetas de Martita. Las acariciaba. Los pezones de mi hermana estaban duros como garbanzos. Mi verga crecía sin parar. Estaba tan caliente como aquellos dos.
El abuelo tomó la barbilla de Martita y sacando su lengua la metió en la boca de mi hermana. Ella chupaba esa lengua gruesa. Se me antojaba deliciosa. Sin querer deseé estar en ese lugar disfrutando del sexo. El abuelo levantaba la pollerita de Martita y sus dedos se perdían en la cuevita de ella. Se restregaba como una gata en celo. Refregaba su culo. El abuelo sacó su verga. Estaba erguida.
__¡¡¡Ohhhh mira como la pones, es tu culpa niña!!!¡¡¡Ahhh, ven dale un beso!!!__ ella salió del asiento. Sonriendo se fue colocando de rodillas y se tragó el sable del abuelo. Lo amasaba. Lo acariciaba. Le daba lengüetazos como si fuera un helado de crema. El abuelo gemía y se estiraba en la silla. Yo hervía tras el escondite. Mi verga pugnaba por salir. Martita jugaba con el pijón del abuelo que estaba de una manera descomunal. Erguido. Rocoso. El short del abuelo voló con total desparpajo. No temían nada. Ni siquiera ser sorprendidos. Era como que estaban solos en el planeta. La lengua de Martita exploraba las pelotas grandes del abuelo que se retorcía y gemía al recibir aquellas caricias. Mi hermana se fue quedando en pelotas. Su culito soberbio se resaltaba por la posición en la que estaba.
__¡¡Abuelito, abuelito!!¿Te gusta?
__Sí, cómela, cómela eres maravillosa, ahhhh!!!!!__ la chica tragaba el arpón. Brillaba la cabeza del vergón. La saliva lo bañaba, con adoración. Ella lo chupaba. Mamaba como una chiquilla que se prende a su biberón. Sus manos aferraban el instrumento. Lo acariciaba. Lo apretaba. El abuelo seguía gimiendo y moviéndose como un mu muñeco de trapo. Deshilachado. Su cuerpo atlético se contorsionaba. Crispado. Tomaba de los cabellos lacios y dorados a Martita, que seguía hundiendo en su bocota aquella espada gruesa y dura. Ella la soltaba y la pija quedaba saltando como si tuviera un resorte. La movía con sus manos y la volvía a tragar.
Mientras en mi escondite yo seguía tocándome, acariciando mi culo y mis bolas. Tan caliente estaba que hundía mis dedos en mi ojete. A la vez seguía apretando mi verga que estaba tan dura que dolía.
El abuelo tomó por los hombros a Martita. Ella se puso de pie. La acercó a el. Se besaron fundiéndose en un abrazo interminable. Las manos del abuelo recorrieron las nalgas de Martita. Las pellizcaban. Luego se perdieron dentro de la zanja. Hundió los dedos en la cuevita ya chorreando jugo. Sus dedos entraban y salían complacientes. Los besos seguían fundiéndose. Las bocas se abrían y las lenguas se cruzaban. Martita se agarraba del mástil del abuelo. Lo atrapaba como si fuera un timón. Ella se fue abriendo de piernas hasta que finalmente se sentó en aquella vara que la esperaba y se hundía en la carne fresca. Rosada. Perfumada. Joven de mi hermana sedienta y caliente. Enloquecida por aquella verga. Ella estaba como traspasada por el placer. El abuelo parecía haber rejuvenecido diez años. Era otra persona a la que yo había conocido. En otros veranos ni siquiera podría haber sospechado de lo que estaba presenciando ahora. Ella cabalgaba a su macho. El abuelo pasaba la lengua por el pechito de Martita. Sus voces retumbaban en aquel paraíso de placer y lujuria. Ella subía y bajaba de aquel perno lubricado, aceitoso. El abuelo se aferraba como si tuviera garras a las nalgas coloradas de Martita. La penetración era a fondo. Ella de vez en cuando se detenía. Se quedaba quieta. Luego volvía a empezar. El abuelo tragaba saliva y aguantaba los embates de la nieta. Ella parecía saltar sobre aquella poronga endemoniada.
Mis dedos iban y venían dentro de mi anillo ardiente. Mi verga se sacudía hacia arriba y hacia abajo. Mi calentura era tremenda. Mi leche entonces empezó a salir a borbotones. Me retorcí como un animal. La leche saltó por todos lados. No importaba nada. Ese líquido quedó esparcido sobre el pasto. El sol me daba en la cara. Ya calentaba demasiado. Me quedé buscando aire. El sudor chorreaba en mi cuerpo y me sentía al borde del desmayo. No sabía si era por el calor o la calentura.
Martita abrazaba al abuelo. Le mordía el cuello. Pasaba su lengua por las orejas del hombre. El abuelo gemía. Metía sus dedos en el culito de Martita que se los enterraba empujando su cola contra los dedos. Así en ese movimiento el abuelo fue largando su líquido en la cuevita de Martita. Los borbotones de leche del abuelo bañaron la conchita abierta de la nieta. Abrazados fuertemente. Quedaron así un rato. El semen del abuelo corría y caía sobre los muslos de abuelo. Buscaban aire. Quedaron tirados allí un buen rato. Se daban besos. Se lamían los labios. Martita besaba y mordisqueaba las tetillas del abuelo que estaban bien paradas. Me retiré del lugar alzando mis pantalones. Que estaban caídos sin darme cuenta del tiempo transcurrido.
Días después vinieron a buscar a Martita para llevarla al médico a unos estudios que había olvidado que le tenían que realizar. La cara del abuelo fue un mazazo. Parecía un carnero degollado.
Yo daba vueltas esperando una oportunidad de demostrarle que no estaba tan solo y despojado como el creía en su fuero intimo.
__¿No tienes hambre abuelo?
__Muy poco
__Pero ¿Te sucede algo?
__El estomago no anda bien
__¿Solo es eso?__ inquiría yo.
__¿Qué otra cosa podría ser?
__No sé, digo, preguntó. ¿Extrañas a la abuela?__ dije con toda intención
__Pero no, no pasa nada__ dijo el y se levantó de la mesa. Se retiró a la galería y se puso a fumar. Miraba el cielo en la noche como perdido. Yo sabía a quien extrañaba. Le faltaba la conchita de Martita. Seguramente andaría duro como estaca. Yo esperaba mi oportunidad. Fui hacia afuera
__¿Como estará Martita?
__Hoy hablé con ella, le andan haciendo estudios
__Pero no es nada grave abuelo
__Creo que no, tus padres no me han dicho
__¿Te ha dicho cuando regresa?
__No sabe, faltan unos días
__¿La extrañas un poco no?
__Y sí, ella es muy buena__ ya lo creo pensaba yo. Seguramente te ordeñaba todos los días, pensaba yo, risueño. Sabiendo que tenía todas las posibilidades de hacer feliz al abuelo.
Aquella noche espere en las sombras de mi habitación. A oscuras emprendí mi viaje hacia el cuarto del abuelo. Espié. Allí estaba entre dormido dando vueltas. Afiebrado. Encima esa noche hacía bastante calor. Daba vueltas y vueltas en la cama. Entré al cuarto. Observaba al abuelo que parecía estar soñando. Hablaba. Balbuceaba palabras que no entendía.
En un momento se giró y la verga estaba dura. Se notaba el bulto. Estaba solo en calzoncillo. Miraba su cuerpo conservado. Mi pija se fue endureciendo. Me quité mi calzoncillo y quede desnudo. Agarré su morcilla. La apreté y mi calentura subió cien grados. El se movía. Yo tocaba y amasaba aquella verga. En tanto me tocaba la pija masturbándome. Mi caricia seguía. El se despertó
__¡Pero, que, que!!
__¡¡Tranquilo, te ayudaré con tu inflamación!!__ no se resistió demasiado. Encima quite la tela del calzoncillo y atrapé con mi mano aquella lanza hirviendo. El gimió. Yo me estremecí. Quería hacer eso desde que vi a Martita tener ese juguete entre sus piernas. Con mis manos acariciaba todo el cuerpo. El abuelo entrecerraba sus ojos. Gemía. Aferraba las sábanas. Las apretaba. Bese sus tetillas mientras jugaba con su pija ardiente. El clamaba muy caliente. Sus bolas estaban llenas y tan duras como su garrote venoso. Mis dedos tocaban su cabezota. Salivaba mis dedos y los pasaba por aquella redonda cabeza. El resoplaba. Bufaba como animal en celo. Yo también entraba mis dedos en mi cola. Ya había puesto crema en mi túnel. Entonces los dedos iban y venían cómodamente por aquel canal abierto.
__¡¡¡Ohhhh Manolito eres un depravado!!¡¡Ohhhh como la mamas!!!__ decía el abuelo que ya se había despertado del todo. Golpeaba su vergón en mis mejillas. La saliva bañaba aquel pedazo de carne. Jugaba con el . Lo tragaba. Chupe sus pelotas. El abuelo estaba al máximo de fuego. Mis manos lo acariciaban, sopesaban las pelotas, friccionaban el mástil erguido, el abuelo gemía y se movía dando estertores. Subí a la cama y me acomodé mejor entre las piernas musculosas del abuelo. El agarraba mi cabeza y la empujaba contra su virilidad. Cuando podía con mis dedos seguía abriendo mi canal esperando el momento de ser ensartado por aquel pijón. Mis chupadas llevaban al abuelo al cielo. Me acariciaba las orejas.
Lentamente fui girando mi cuerpo. De tal manera que ubiqué mi culo en la cara del abuelo. El viejo hombre entendió enseguida. Con su lengua llegó a mi orificio. Allí llegó, dilatando aún más de calentura mi agujero deseoso. Mojado. Abierto. En alguna lamida rozaba mis bolas. Mi pija estaba parada al máximo. El abuelo seguí metiendo lengua en mi ojete. La saliva lo chorreaba. Mis grititos de gozo blandían el entorno oscuro y al vez iluminado por la lámpara que había encendido en algún momento el abuelo. Chupaba sonoramente metiendo la lengua. Entrando en mi cuerpo. Haciendo que un hormigueo fatal me recorriera la espina dorsal. Un dedo entró como si nada. El abuelo pegó un respingó y allí fue con dos. Me entraban y el los movía abriéndome un poco más a cada embestida. Yo pensaba que deseaba tener un culito a disposición, suponiendo que a Martita aún no le había hecho la colita. Mi boca succionaba su víbora salada. Le daba pequeños besitos en su redonda cabezota. Le daba algunos mordisquitos. El resoplaba. Acariciaba mis nalgas. Las pellizcaba. Las sobaba placenteramente. Volvía a hundir su gruesa lengua en mi anillo. Lo besaba. Mis gemidos se alzaban por toda aquella habitación. El jugaba en mi anillo. Lo saboreaba.. le dio unas chupadas a mi verga alzada. La metió en su boca. En tanto con sus dedos revolvía mi aro dilatado. Las caricias eran explosivas. Mis bolas eran tragadas por el abuelo. Luego volvía a atacar mi agujero ya preparado para recibir una tranca. Así fue que incorporándome. Quedé sentado en una primera intención en la panza del abuelo. Me fui corriendo hasta sentir la verga en mi entrada. Llegué la boca del abuelo y nos fundimos en un beso. La cabeza de su vergón fue acariciando mi culo. Empujo. Yo tomé aire. Fui en busca del pedazo. Comencé a tragarlo. Abriéndome. Entregándome a aquel placer indescriptible que fui sintiendo mientras el pedazo se abría camino en mi canal.
__¡¡¡Oooooohhhhh esta tan apretadito!!!
__¡¡¡ahhh, cógeme abuelito, cógeme, así, ah, ah, ah, cógeme!!!__ clamaba yo cuando esa poronga ya golpeaba mis nalgas. La estaca estaba clavada profundamente en mis entrañas. Salvaje. Hondamente. Mis manos acariciaban las tetillas. El pecho ancho, fuerte. Nuestras bocas se encontraron otra vez. Nos lamimos. Nos chupamos los labios. Los gemidos sacudían los cuerpos. Me movía despacio. Tratando de soportar aquel vergón en mi culo. Era ancha. Largo. Una poronga memorable. Abría mis nalgas con mis manos. Lo cabalgaba al abuelo que mordía sus labios y murmuraba palabras calientes. Cuando podía acariciaba las pelotas duras. Las descargas eléctricas hacían que el abuelo se retorciera como electrocutado.
__¡¡Ahhh, abuelito, como te pones duro, eres insaciable!!!
__¡¡Tu me vuelves loco, ese culito que tienes tan apretadito, tan fresco, me vuelve loco!!__ mi cabalgata continuaba a mayor velocidad. Mis manos apretaban el pecho fuerte del abuelo. La barra de carne me taladraba sin remedio. Sentía mi ojete ardiendo y que chorreaba jugos como baba. Mis gemidos se alzaban. Los grititos del abuelo preanunciaban su acabada. Sentí que su pijón aumentaba de tamaño y se ponía aún más duro. Los chorros comenzaron a llenar mi culo. Los brazos del abuelo me rodearon apretándome contra si. Quedamos pegados. Ahogándonos. Su verga latiendo en lo profundo de mis carnes. Aún moviéndose. Con vida. Dando como estertores finales. Chorreando leche. Los besos nos unían un poco más. El abuelo tocaba y besaba mi pecho. Lamía mis tetillas aún erectas. El perno chorreando sale de mi culo. Queda a un costado. Siento que mi culo pierde líquido. Gotas que caen. Siento un río cayendo. Mientras nos vamos quedando dormidos.
El sol estaba alto cuando el abuelo apareció por la cocina. Yo sentado bebía el último sorbo de café. El abuelo venía con una bata de verano color azul fuerte. Lo sentí acercarse. Solo fue mirarme abrió la bata y saltó su mástil parado y duro. Yo giré mi cuerpo. Y lo alcancé sin más con mi boca. Lo tragué. El abuelo suspiró. Sin tocarla. Solo con la boca chupaba. Mi lengua la acariciaba. El abuelo se tomaba los huevos redondos y grandes. Su estaca realmente alzada saltaba como un resorte. La saliva se amontonaba y caía al piso. Babeaba por todos lados. Tomé el arma y la movía. Hacia arriba hacia abajo. Otra vez en la boca. Succionando. Acaricié las nalgas fuertes del abuelo que gemía a full. Totalmente excitado. Caliente.
__¿Sigues extrañando a Martita?__ pregunté con sorna
__¡¡Ahhh pillo, me haces olvidar del mundo, ahh, ahh, que boca, como la chupas!!!__ mis chupadas alzaban del piso al abuelo. Alcancé sus bolas. Metí una en la boca. Luego la otra. Las bañaba en saliva.
__¡¡¡Ahhh, que rico, sigue, sigue!!__ pedía, clamaba el abuelo. Seguía masajeando la estaca cada vez más dura.
__¡¡Ohhh si ordéñame, ordéñame, toma mi leche, toma!!!__ casi gritaba el abuelo. Sentía que su sangre estaba revuelta. Enloquecida. Roja como la pasión que cegaba su razón. A los gritos el abuelo regaba mi boca, mi cara, mi pelo, con su leche. Salpicaba mi cuerpo por todas partes. Yo bebía sin sacar mi boca. Tragaba esa leche que me daba el abuelo. Limpiaba su glande. Lo dejaba brillante. Lentamente buscaba caer. No dejaba que sucediera completamente. Seguía con mi lengua tocando y rozando aquella poronga salvaje.
__¡¡Ahhh me vas a secar, no puedo parar de desear estar en tu culito!!
__¡¡Que pervertido!!¡¡lo mismo le dirías a Martita!!
__¡¡Ella también me vuelve loco!!
__¡¡Que rica verga tienes abuelito, Martita también la disfrutaba así!!!
___Sí, ahh, sí, sigue chupando, quiero cogerte aquí mismo, dame ese culito tuyo!!!__ diciendo así me tomo de la mano y llevándome hasta un sillón que había cerca de donde estábamos. Me sacó el short. Me puso en cuatro patas y así nomás me ensartó. Yo comí aquella pijota con delicia. Moviendo mis caderas. Sentía como su vergota recorría mi canal, me abría, me partía en dos. Con una mano el abuelo se había apoderado de mi pija erguida. Me masturbaba. La dejaba saltando como resorte. Seguía penetrando. Me horadaba. Profundamente.
___¡¡¡Ohhh, tu culito es hermoso, ohh que delicia, muchacho que delicia!!!__ el abuelo se iba yendo. El semen se mezclaba con mis jugos. El se movía. Me enterraba su sable y largaba su semilla en mi. La descarga fue gigante. Era una fuente inagotable de sexo. Parecía que el viejo tenía diez años menos. Me giró sacando su pijota. Me sentó en el sillón y se comió mi verga. Aullaba de calentura. Chupaba con ansías. Me fagocitaba. En unos movimientos empecé a largar mi líquido. El abuelo tragó todo sin dejar nada afuera. Luego se quedó a mi lado un rato. Nos acariciamos tiernamente.
Un día de esos apareció por allí mi prima Lorena. Era mayor que yo en dos años mas o menos. No tardé en descubrir que el abuelo también se la cogía. Así una noche escuché los rumores. Fui casi corriendo a la habitación del hombre. Estaba Lorena desnuda y de rodillas con el vergón del abuelo en su boca. No tardé en llegar a su lado. Acaricié sus nalgas. Ella hizo como que se sorprendía. Enseguida compartimos aquel sable delicioso y chupamos alternándonos. El abuelo gemía y nos acariciaba la cabeza a ambos. La boca de mi prima se cruzaba con la mía y compartíamos besos y lengüetazos por doquier. Las manos de Lorena tomaban los huevos del hombre. Yo le pasaba lengüetazos. Luego los chupamos tomando uno cada uno. El abuelo gemía enloquecido. Lorena con una de sus manos hurgaba en mi culo. Lo abría. Yo hacía lo mismo con ella. Luego ella tomo mi pija y comenzó a sacudirla. Me masturbaba. Mi boca comía la vergota del abuelo. Ella se la llevaba a su boca luego. Nuestra saliva bañaba aquel mástil erguido. En ninguna de sus fantasías, el abuelo, pudo haber soñado que los nietos lo iban a hacer gozar así del sexo, en esto días de su vida.
Así estábamos cuando el abuelo nos hizo colocar con el culo en pompa sobre el borde de la cama. El se colocó detrás nuestro. Quedamos con nuestras colas alzadas. Nuestras lenguas se cruzaban y se chupaban. El abuelo comenzó a comernos el culito. Lengua y lengua. Nos abría llenando nuestros agujeros de saliva y baba, que se mezclaban con los jugos nuestros. Así el abuelo apoyó la cabeza de su chotazo en el orificio de Lorena. Ella se arqueó y suspiro.
__¡¡Ohh abuelito hazme tuya otra vez!!!
__¡¡Ahhh chiquita que dulce es tu culito!!!
__¡¡Házmelo anda cógeme es todo tuyo!!!__ Lorena hablaba así y el abuelo hincó su vergota. Ella grito y suspiró. La pistola se hundió en su anillo. El abuelo comenzó a ir y venir unos momentos. Luego sacó su pijota y vino hacia mi culito y entró en el. Me sacudí. Gemí. Lorena lamía mi oreja. El abuelo me serruchaba. Hundía su vara en mi. Luego repitió la operación. Así estuvo un rato. En un momento sacó su verga de mi arito. Se sentó en medio de nosotros y masturbándose frenéticamente nos llenó las bocas a Lorena y a mi de su leche abundante, rica, pegajosa. Limpiamos el vergón del abuelo un buen rato. Entra lamidas y lamidas, con Lorena intercambiábamos besos y chupadas. Ella sacudió mi pija un par de veces y de mi calentura enseguida me vacié en sus manos. Lamimos nuestros dedos compartiendo mi semen entre los tres. Quedamos acostados en la cama y creo que seguimos allí durante todo el día. Nos habíamos convertido en amantes insaciables. Porque todo siguió cuando llegó Martita.
Ese verano fue increíble e interminable. Lo recuerdo siempre, aunque ya ha quedado tan atrás. Pero fue maravilloso.-
invitado-invitado 04-06-2017 08:54:33
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buen relato