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Mireya veía a su amiga, completamente detenida en el tiempo, parecía absorta en el espacio, inmovil, sin alteración facial alguna. Los rayos y truenos parecían parte de una película excibida en la pantalla de televisión en que se había convertido la ventana alta de ese piso. Por varios instantes nada se movió y el silencio se apoderó del lugar.
Un nuevo trueno interrumpió la ausencia del sonido, Sonia cayó literalmente sobre el torso de su amante y lloró desconsolada, sus manos casi sin fuerzas no sabían como acariciar, como sentir, como regresar la vida de ese hombre al que ahora conocía a la perfección.
Durante esos instantes absorción, mientras que recibía el simiente y se compenetraba con el infinito, pudo ver, casi vivir todo la vida que tenía bajo de ella. Desde el interior del vientre de su madre, su nacimiento, su vida entera, todos sus sentimientos, sueños, anhelos, frustraciones, deseos, emociones, todo, hasta el último momento en que murió. Ni siquiera su propia vida la conocía tan bien como la de él.
Por largo rato se quedó encima, por todo ese tiempo su cuerpo cálido calentó el cada vez más frío y rígido de él.
Temerosa y algo confundida, Mireya se acercó a Sonia, sus labios tremulos apenas pudieron emitir un audible pregunta, "¿Qué haces, Sonia?", fue lo único que se le ocurrió decir.
Ella sin despegar su mirada de él, respondió inalterable, "tratando de vivir".
Mireya no comprendía, pero también parecía entender de alguna forma rara, que ese era su lugar, ellas debían estar ahí y él también. Como pudo llevó sus manos al cuerpo de su amiga y trató de bajarla, ésta no hacía movimiento alguno, y parecía no tener fuerzas restantes, pero sin embargo, al quererla despegar del cadáver, sus pelvis no podían separarse. Dejó a su amiga ladeada, incapaz de recomponerse o de levantarse por sí misma, para ir a investigar que era lo que no permitía bajarla de ahí. Subió la falda de su colega y a parte del intenso olor a sexo que desprendía y los masivos efluvios que copaban sus ingles, el pene seguía atrapado en el interior de la vagina. Se puso los guantes de latex, se disculpó por tocarla de esa manera y procedió a tratar de sacar el miembro de aquella cabidad amatoria. No lo logró, cada vez que intentaba hacerlo, algo se lo impedía. Con su mano derecha jalaba el pene y con su mano izquierda empujaba a su amiga por las posaderas, pero nada. En última instancia decidió meter un dedo en su interior, y fue cuando lo descubrió, era ella, los músculos de su vagina apretaban con mucha fuerza ese miembro, trataban de retenerlo en el interior, junto con la totalidad del esperma y que este no pudiera salir al reincorporarse.
Fue por el espéculo y lo introdujo con mucha dificultad, conforme lo iba metiendo, el miembro se liberaba y salía del interior cálido y mojado de la vida.
De nuevo Sonia rompió en llanto, Mireya recumpuso su ropa interior tras sacar el artilugio clínico y la bajó, impactada se quedó al ver , que aún ya sentada sobre el suelo y tras todo el trabajo de bajarla, ni una sola gota de esperma escapó de ella.
Mireya volvió a la mesa con el cadáver, con un trapo de microfibra limpio los flujos vaginales y el maquillaje de Sonia que se había disuelto por las lágrimas.
A pesar de ello, el olor copulativo no desaparecía y antes de poder accionar el aire acondicionado a una potencia mayor, se vió encima del cuerpo, limpiando los restos de labial que tenía en el rostro el desdichado. Su pubis presionaba el miembro enhiesto y frío, pero el calor que no se apagaba en su interior y el olor de lo que creía eran los olores de Sonia y que resultaron ser los suyos, la hizo despojarse de manera autómata de su bata, desabrocharse la camisa de trabajo y correr la tanga que llevaba para permitir paso a su morador.
Fuera de sí, se comportó como todo lo que nunca fue, brusca, desesperada, impaciente, su vulva se convirtió en una receptora de toda la frotación salvaje de su dueña, los fluidos eran pocos para poder lubricar bien, sus labios pronto evidenciaron el tono rosa y posteriormente rojo del escozor, no solo de estos, sino de toda la cabidad hasta casi llegar al cervix, no podía dejarle, no podía despegarse, era como una irritación insoportable que no se detenía, esa era su necesidad de copular, su necesidad de él, su necesidad de estar.
Pronto se dió cuenta de que Sonia se había vuelto a acercar, besaba los labios de él, lo sujetaba con sus manos el rostro y lo giraba hacia donde ella se encontraba. Su conducto vaginal lleegó a escocer demasiado, pero esa desesperación por llegar al orgasmo era mayor, tras varios minutos intensos de movimientos pelvicos, el retumbar de un rayo la desestabilizó, y por fin se detuvo. Fue en ese instante cuando pudo sentir el alivio de un ungüento natural convirtiendose en alivio y recorriendo la parte más profunda de su canal amatorio. El semen restante salía directo a su objetivo para nunca volver y segir con su función de generadora de vida.
Su respiración agitada tardó en normalizarse, pero al igual que pasara como con Sonia, no tenía fuerzas suficientes para reincorporarse. Era la primera vez que hacía eso en muchos sentidos y por extraño que suene, no tenía miedo. Nunca imaginó que su trabajo llegara a afectarla hasta tal punto de que se volviera su vida entera.
Llegaron las cinco de la madrugada y ellas seguían inmoviles, pegadas a él, Mireya por fín se bajó de la plancha y se recompuso, trató de inspeccionarse, pero se encontraba bastante inflamada y le ardía toda la zona, a pesar de todos los líquidos vaginales expelidos por ella, y sin embargo, no encontró nin un sólo rastro de semen, parecía no haber indicios de algo así. Ella sabía lo que había sentido, pues si sus partes externas se encontraban todas maltrechas, sus partes internas se hallaban refrescadas y con una extraña sensación humectante.
Recompuestas y limpiado todo el lugar, ninguna se atrevió a abrir el cuerpo, sabían que había pasado, lo habían sentido en persona, guardaron el instrumental y el cadáver lo acomodaron en una de las gavetas destinadas para ello.
Todo el tiempo que estuvo en el SEMEFO, servicio médico forense, estuvo siempre acompañado por ellas, si una salía, la otra montaba guardía, a veces era tanta su devoción que abrían la gaveta refrigerada sólo para besarlo apasionadamente.
Por fín unos días después, tras haber hecho todo el papeleo y burocracias diversas, fue devuelto junto con sus demás familiares a sus seres queridos.
Fue insoportable para ellas, renunciaron y regresaron a buscar empleo, ahora como catedráticas en la universidad. Ya no podían regresar a la sala, a la plancha, el ver y manipular los cuerpos les provocaban asco y vomitaban inmediatamente.
A los cinco meses de ese suceso, Sonia llegaba al aula un poco apurada, a pesar de que se le hacía tarde no podía más que caminar rápido, su vientre abultado la cansaba y la desestabilizaba bastante. Llegó con retraso, pero no tanto como para que se sumieran los alumnos. Su belleza se asentuaba más con los cambios del embarazo, y auqnue se le dificultaba algo, se sentía feliz.
-¿No se siente cansada profe?
-Lo normal muchachas, esto de trabajar y atender el hogar siempre te fastidia algo, pero nada del otro mundo.
-Pero, ¿es qué el papá de la criatura no le ayuda en nada?, mínimo debería traerla o encargarse de algo para facilitarle las cosas.
-El papá lamentablemente murió, lo mataron después de que me encargó a este bebé, pero si estuviera vivo, yo sé que nos cuidaría mucho.
-Lo sentimos profesora, no sabíamos...
-No se apuren chicas.
-Bueno, me apresuro, tengo que llegar a otro lugar, y ya casi llega la maestra siguiente, nos vemos, no olviden el exámen que viene.
-Buenos días maestra Sonia.
-Buenos días maestra Mireya.
-No olvide pasar por los insumos necesarios para la práctica.
-Descuide.
Sonia salió de la universidad y abordó su camioneta familiar, pasó a varios lugares y regresó a casa. Ahí ya le esperaba Mireya quien se había cambiado y sostenía un tazón de vidrio con su contenido congelado.
-Tienes que esperar, ya traigo lo necesario. Las dos mujeres grávidas se dirigieron a su sala especial, en donde al centro mantenían su posesión más preciada. Todo el aparato reprodutor de su amante y padre de sus respectivos hijos, sumergido en un liquído que parecía mantener con vida propia al órgano.
-Estos bebés, tarde o temprano necesitarán hermanos y nada mejor que sean del mismo padre y de la misma madre.
-Nuestras familias seguirán siendo amigas por generaciones, pero cada vez más emparentadas.
El tazón contenía el semen que iban extrayendo y almacenando para posteriormente, utilizarlo en futuros embarazos. Podía haber muerto su cuerpo, pero no su vida, se refugió en las mentes de ellas, quienes seguían disfrutando de su compañía cada vez que cerraban sus ojos.
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