Si, eran equiláteros, pero uno de ellos más grande que el otro. El pequeño tapaba lo que no tenía que tapar. El grande destapaba lo que tenía que tapar. Desde el principio me di cuenta que eran dos triángulos completamente antagónicos y opuestos. Sólo estaban unidos por la cúspide de cada uno de ellos y su antagonismo provenía precisamente de esa cúspide.
A mi la geometría siempre se me ha resistido por eso pido disculpas si no explico bien el asunto de los triángulos equiláteros porque eso de que la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos rectos, pues que me lo expliquen porque me he pasado años pensando en tal asunto y haciendo cálculos y a mi no me sale el teorema. Quiero decir que se me resiste la solución y mira que he ido veces a la playa; pues no hay manera.
Por eso me fui al Bar de Samy, por eso y porque tiene los taburetes casi tan altos como la barra. Sólo necesito apoyar el culo en el asiento para estar sentado y de pie, de eso modo, nadie podrá tirarme al suelo aunque me quiten el taburete.
Hacer el ridículo puede matar el prestigio de una persona y yo tengo mucho prestigio en la ciudad. Nunca he hecho el ridículo y la verdad es que había poca gente. Seguía pensando en la solución de la suma de los triángulos. Creo que ese tipo, ese tal Platón… no, no era Plaón, creo que se llamaba Platágoras o algo así, sólo se rascaba el culo pensando en eso cuando se le ocurrió el teorema.
A mi me pasa cuando estoy medio sentado igual que cuando estoy medio dormido. Tengo que cambiar de lado con frecuencia. Empujé un poco con el pié, giró el asiento y ya estaba del otro lado.
Entonces fue cuando vi el primer triángulo. Era de un provocativo color negro, tuve una duda razonable y volví a mirarlo. Definitivamente: era negro aunque no tenía rizos. Pude verlo porque tenía los tacones de los zapatos apoyados en el travesaño medio del taburete, la falda corta y los muslos separados. No pude ver el otro triángulo. Era lógico, no estábamos en la playa y yo bebía un bourbon y creo que el triángulo también.
Debía ser una enana, pero no lo era porque estiró una pierna y la apoyó en el último travesaño. Miré a Samy con la idea de preguntarle si había calculado la longitud de la pierna. Estaba en el otro extremo de la barra y no valía la pena molestarlo. Nunca se puede uno fiar de un negro. Siempre están pensando en que son negros…Si, wana… no, wana… Aunque Samy es diferente y no es tan negro como parece.
El primer triángulo me miró despectivamente como si por el hecho de mirar un triángulo hubiera cometido alguna mierda de pecado. ¡Qué asco, siempre están pensando en lo mismo! Así que le pregunté también despectivamente:
-- Oiga ¿usted sabe por qué la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos?
Ni me miró. Una finolis – me dije, ofreciéndole un cigarrillo – Ni caso. Igual que si hablara con la pared. ¿Qué se habrá creído este puto triángulo? Como si ella no cagara igual que yo. Y pensado en ello descubrí muy certeramente que no se puede ser educado. Así que encendí un cigarrillo y le eché el humo a la cara para que viera que me importaba un carajo que no me contestara… y entonces ocurrió algo extraordinario… me sonrió. ¡Joder – me pregunté preocupado – ¿será bombero este triángulo? Parece que le gusta el humo.
Volví a echarle humo y entonces hizo algo raro. Puso una mano en el mostrador y se giró hacia mí. Naturalmente, yo volví a mirar el triángulo negro. Ella dijo:
-- Son cien pavos, guapo.
Y yo dije:
-- Ciento cincuenta si te quitas el triángulo ahora.
-- ¿Aquí? – preguntó, como si fuera sorda.
-- ¡Joder, claro que aquí!
-- Pero…
-- Sin peros, cojones, o te lo quitas o no hay trato.
-- ¡Coño, si que tienes caprichos raros! Además, hay mucha gente.
-- Por eso te doy cincuenta más.
-- A ver… los cientos cincuenta pavos.
-- Ahora la mitad – y le di setenta y cinco – cuando no tengas triángulo, el resto... y luego tengo que medir los triángulos.
Saltó al suelo. No era mas alta que Jodie Foster, pero cuando se subió la mierda de mini que llevaba, que además era de plástico y no de cuero, los muslos si estaban bien. Me puse delante de ella y le pedí a Samy dos burbons más. Me miró raro, pero sirvió las bebidas y volvió a largarse. Sabe que me enfado con rapidez si me importunan.
Alargó una mano para sacármela. Me arrimé más a ella y mientras se metía el leño en el coño soltó una exclamación, momento que aproveché para indicarle:
-- Dame los triángulos. Tengo que medirlos.
-- ¿Pero que triángulos? – preguntó como ni no supiera de qué le hablaba.
-- ¡Joder, los que llevabas encima del coño!
-- ¿Es que no piensas moverte?
-- Muévete tú, yo tengo que medirlos a ver si averiguo de una puta vez la mierda de teorema ese.
-- ¡Joder, tío, estás como una puta cabra! – dijo, metiéndome en el bolsillo de la chaqueta los dos negros triángulos – Y nos están mirando, tu.
No le hice caso. Las mujeres se desnudan para que las mires, y si las miras luego resulta que eres un maleducado. Joder, no hay dios que las entienda.
-- Samy, déjame una cinta métrica – tuve que gritarle porque es un poco sordo y él gritó a su vez:
-- Tomy, no tengo cinta métrica, coño
-- Pues búscala, la necesito ahora.
-- Como venga Harry te la vas a cargar, Tomy.
-- Que le den por el culo a Harry y a todos los polis de New York – grité cabreado, pero Samy no me oyó. Se había ido a la trastienda.
Joder con la tía, se había apoyado en el mostrador y tenía toda la verga dentro del estuche, al mismo tiempo bebía burbon como una esponja. Era una malabarista. A mi me importaba un huevo lo que estaba haciendo con mi polla. Así que para cuando regresó Samy con la cinta métrica le pedí dos tragos dobles. De alguna manera tenía que entretenerla mientras medía los triángulos. Un gachó del mostrador no dejaba de mirar como medía la tela y le pregunté:
-- ¿Tiene bolígrafo y papel?
-- Si -- respondió
-- Pues anote. 36 derecha, 36 izquierda, 32 cintura. ¿Lo ha anotado?
-- Coño, no corra tanto, joder ¿Cuánto me ha dicho de cintura?
-- ¡La hostia! A ver… 32, joder.
-- Vale, ya está anotado.
-- Bien, ahora el triángulo pequeño. 25 derecha, 25 izquierda, 32 cintura. ¿Lo tiene?
-- ¡Un momento, coño, que no soy un PC!
Al cabo de un rato, mientras ella me amasaba la polla con el coño, el tío me suelta:
-- Bueno, ya está todo anotado, ¿Y ahora qué?
Cavilé un momento, bebiendo un trago de burbon.
-- Bueno, pues ahora – le dije – Mire a ver como saca dos ángulos rectos de ahí.
-- ¿De donde? – Preguntó el muy memo.
-- Joder, ¿de donde va a ser?, de los números que le he dado.
-- Tenga el papel, hágalo usted, qué cojones. – y el tío se bebe la cerveza y se larga sin consideración alguna, dejándome allí jodido y jodiendo.
Cogí el trozo de papel y lo guardé en el bolsillo junto a los triángulos. Acabé de correrme rápidamente, me la guardé y le dije a Samy que el gasto lo anotara en mi cuenta.
Ahora que tenía los dos triángulos tenía que averiguar de una puta vez en donde coño estaban dos ángulos rectos.