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Lo que voy a relatarles no fue la primera vez, ni la última, pero si uno de los hitos en mis aventuras. Conocí a Beto el año anterior, nos hicimos amigos y no tardamos en compartir siestas, noches, golpes, y todo tipo de travesuras. Eran nuestros tiernos 10 años, las hormonas apareciendo, y una zona rural como patio de juegos. Era de esperar, al menos para mi mente pervertida después de tantos años y correrías, que, por aquella época, dos nenes solos en medio de durazneros y moreras, aburridos y cargados de energías, comenzaran a explorarse. Mi autoexploración y el contacto con la sexualidad empezaron mucho antes, en ambos sentidos, es decir, hetero y homosexual, sin embargo, fue una grata sorpresa ver que mi amigo Beto no le hacia asco a tocarme, sentir mis manos en su bulto, y un largo etc., a pesar de que, por esos años, la homosexualidad entre varones no era ni mínimamente aceptado. Aclaro que no nos limitábamos a darnos placer entre nosotros, pero esas son otras historias.
El punto es que Beto y yo disfrutábamos de toda la privacidad que nos daba la finca de sus padres. No la explotaban como tal, salvo pequeñas parcelas, criaban algunos animales, pero nada a gran escala. Eso nos daba unas 8 hectáreas de campo, mas una represa, a nuestra disposición. Los recovecos de la casa tampoco nos eran ajenos, y siempre que podíamos, hacíamos de las nuestras en las camas. Todo comenzó como un juego, una pelea entre amigos midiendo sus fuerzas, que termino en dos nenes medio abiertos de piernas frotándose los bultos entre si por arriba del pantalón. Eyaculamos rápido y ni nos molestamos por andar con manchas en el pantalón. Después de aquello, todo fue mas morboso cada día.
Aprovechábamos sobre todo los días en los que me quedaba a dormir en su casa, no porque en otros momentos nos fuera imposible tocarnos, sino porque con todo el tiempo a nuestro favor, jugábamos, nos peleábamos, y nos estimulábamos. Era raro que los padres de Beto estuvieran al mismo tiempo en la casa, ni hablar de sus hermanos. Fue uno de esos lapsos en los que estábamos solo con uno de sus hermanos, quien dormía roncando a lo bestia, que nos decidimos a probar el placer anal en todo su esplendor. Así fue como, una tarde-noche de verano, Beto me puso en cuatro y exploro mi culo con su pene hasta quedar satisfecho, para luego entregarme sus carnosas nalgas en un vuelta y vuelta que tuvo varios rounds. Como anécdota, para graficar el momento, y mi temprana perversión, diré que, en aquel vuelta y vuelta, ninguno acababa en la cola del otro, mas por inexperiencia que por alguna otra razón. Sin embargo, y como broma, cuando tenia a Beto en cuatro, bombeándole la cola con la punta de mi pito, hice todo el ademan de haber eyaculado
-¿Qué hiciste? - Exclamo molesto
-No me aguante, salió todo- Le dije tirándome a la cama mientras él intentaba limpiarse la cola con la mano
-Te voy a hacer mierda, boludo
Su enojo no se disipó al comprobar que no tenia una sola gota de semen en su trasero, y mi carcajada lo molesto aún más. Algo en mí, un instinto, me hizo parar la cola, separar las nalgas con las manos y esperar que mi enojado amigo hiciera lo suyo. Se desquito de mi broma con potencia y dándome el primer chorro de semen dentro de la cola.
Semanas después de aquello y varias travesuras más, me quede otra vez a dormir en su casa. Esos días Beto andaba para todos lados con su primo, Julián, un año y meses menor. Se quedaba en su casa por unas minivacaciones gracias a cierta huelga de maestros. Aquello no nos permitía gozar de tantas libertades, pero hacíamos lo nuestro. La noche anterior, aproveche que Julián dormía a ronquido limpio, para manosear a Beto, hacerme manosear y acabar frotándonos las puntitas. Dormimos plácidamente y desnudos cintura para abajo. Las camas eran individuales, así cada uno dormía a sus anchas y se despertaba a la hora que quisiera. Aquella mañana, Beto y su primo se despertaron primero.
Algo, quizás instinto, me despertó. La casa estaba en silencio, luz clara entraba por los ventanales y las puertas vidriadas de la casona. Sin moverme, sin abrir los ojos, supe que estaba en peligro, tenia el culo al aire. Algún movimiento, quizás fuera Beto, pero estaba medio destapado, de lado, con el cuerpo apenas girado hacia abajo, por lo que mi cola de nene travieso quedaba a disposición de cualquier morboso. O morbosos. Sin moverme, sin abrir los ojos, sin casi respirar, sentí a Beto y su primo entrar a la habitación. Sus voces eran apenas suspiros, no porque fueran a escucharlos, ya que estábamos solos en la casa, sino por la picardía de lo que estaban por hacer. En mi mente los veía parados detrás mío, a un lado de la cama, mirándome la cola y pajeandose, imaginé algo más, pero toda fantasía se cortó cuando sentí la mano de Beto pasar entre mis nalgas, tanteando.
-Dale Julián, paratela boludo
-Tocamela – La voz de Julián era de asombro – Dale Beto, antes que se despierte
-Si le gusta, voy yo primero – Sentencio Beto
Confieso que en un primer momento tuve algo parecido al pudor. El primo de Beto estaba a punto de ensartarme, no era algo que hubiera que hubiera fantaseado siquiera. Sabia que ya se tocaba, que andaba con el pito parado la mitad del día, pero de sumarlo a nuestras travesuras, no, ni hablar. Hasta esa mañana. Por otro lado, me sentía nena, o lo que creía que debía sentir una nena en un momento así. Habíamos leído revistas porno, algo del único canal para adultos que había en esa época, e imitando a una actriz a la que le habíamos dedicado varias pajas, acomode el cuerpo, estire la pierna de abajo y con una mano separe mis nalgas, ofreciendo el ano al dedo ensalivado de Beto. Su pito era pequeño, fino y corto. No le costo nada entrar, y por la postura, menos le costo moverse lo mas adentro posible. Gemía, se movía rápido, lento, rápido de nuevo. Sentía mi ano dilatarse, amoldarse a su pito, disfrutar el movimiento, algo en mi esperaba el bombazo de semen, que no era mucho, pero lo esperaba igual. Giré un poco el rostro y lo vi con la remera levantada un poco mas arriba de la panza, con la mirada fija en el entrar y salir de su verga. Aquello me calentó de una manera inexplicable, pero no hice por tocarme, aunque tuviera el pito a punto de explotar. La descarga no se hizo esperar; Beto se la sacudió, asegurándose que quedara en mi ano toda su acabada.
Aprovechando el impulso, ni un segundo después que Beto apartara su pito de mí, Julián apoyo la puntita en la entrada del agujero recién enlechado mientras seguía pajeandose. Hasta ese momento no conocía el pene de Julián, pero bien que lo sentí. Era delgado, pero mas largo que el de su primo, y lo hizo entrar completo. En tres metidas, a fondo, vacío sus pequeñas pelotas adentro mío. Siguió moviéndose, esta vez mas rápido y volvió a soltar su veneno, pero tampoco se detuvo, hasta que llego a una tercera acabada. Mi culo chorreaba semen, algo que a Beto no le dio ningún reparo, y tirándose arriba mío, me regalo otra descarga, esta vez afuera.
Satisfechos con su travesura, ambos se sentaron en la cama contigua y esperaron que me limpiara. Julián se reía, pero no tanto como yo cuando llego mi turno, aunque esa, es otra historia.
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