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Categoría: Incestos

Tradición familiar (Cap. 01)

Siempre creí que mi familia era normal hasta aquel verano cuando descubrí una antigua tradición familiar y mi vida cambio de manera sorpresiva.



Somos una familia acomodada gracias al esfuerzo de mis tatarabuelos. Ellos construyeron una casa inmensa en una finca alejada de la ciudad y fundaron un negocio que mi familia ha llevado por generaciones.



A pesar de nuestra opulencia somos muy humildes; tenemos muy poca servidumbre en la casa y desde pequeños nos inculcan a realizar las labores domésticas por nuestra cuenta.



Mi familia está formada por mi padre Ricardo, 52 años, carácter amigable y siempre con una sonrisa en el rostro. De físico rechoncho y estatura baja, con gafas y un enorme bigote.



Mi madre es Elena, ella tiene 48 años, es de carácter fuerte pero llevadero, dura pero justa como dirían algunos. Es más alta que mi padre y de físico delgado. Tiene un pequeño negocio por su cuenta que lleva desde la casa.



Mis hermanos mayores son Jaime y Víctor, 24 y 22 años, son extremadamente unidos y siempre están juntos. Sus personalidades no podrían ser más opuestas, pues mientras Víctor es galante, vanidoso y fiestero; Jaime es tímido, retraído y servicial. A pesar de ello son inseparables y todo el tiempo andan juntos.



Con nosotros también viven mis abuelos. Fernando y Mirna, de 70 y 68 años respectivamente. Ellos son los padres de mi madre y ella es la combinación de sus caracteres. El abuelo Fernando es sin duda la persona más alegre que conozco, siempre haciendo bromas y riendo; siempre que he tenido problemas él me ha ayudado con ellos. Se mantiene en forma realizando las labores de la finca por lo que tiene un físico corpulento.



Mi abuela por su parte es una persona sumamente estricta y severa, han sido muy pocas veces las que la he visto sonreír, pero a pesar de todo es amorosa a su manera. Ella es gorda y se dedica a ayudar y supervisar las labores domésticas de la casa.



Completando la familia están mis tías Raquel y Sandra, las hermanas de mi padre. Sandra es la mayor, la cual a sus 56 años nunca se casó y ahora que recuerdo jamás le he conocido pareja alguna. Ella es quien lleva el negocio familiar junto a mi padre. Siempre correcta, nunca se le ve con un pelo fuera de lugar. Su poco tiempo libre lo pasa en el gimnasio por lo que cuenta con un físico que hasta yo envidio.



Su hermana Raquel tiene 46 años y es vivaracha y alocada. Ella es viuda y vive con nosotros junto a su hija. Le encanta cocinar y tiene una sazón exquisita. Es gordita y con enormes senos.



Mi prima Michelle es su hija, cuenta con 20 años y es rellenita. Es algo tímida pero cuando agarra confianza se vuelve más desinhibida. Dado que contamos con casi la misma edad somos muy buenas amigas.



Y por último estoy yo, me llamo Elizabeth pero todos me dicen Eli, tengo 19 años y físicamente no soy una supermodelo pero hago ejercicio con regularidad. Tengo pechos de talla mediana y el trasero algo grande.



Siempre me he llevado bien con toda mi familia y nunca he tenido muchos problemas con ellos, bueno exceptuando cuando les dije que deseaba irme a estudiar la universidad en otro estado.



Al principio mi familia se opuso a tal elección, argumentaron que había escuelas prestigiosas en la ciudad donde podría estudiar pero lo cierto es que deseaba alejarme de ellos un tiempo. Mi casa siempre ha sido un hogar muy recatado, no es que sean unos mojigatos pero siempre han sido todos muy discretos respecto al sexo; honestamente yo deseaba vivir nuevas experiencias sobre todo en el ámbito sexual y sentía que eso nunca lo podría lograr si me quedaba con mi familia. Ahora me doy cuenta de lo equivocada que estaba.



Al final terminaron por aceptar mi decisión y luego de tantos años me marche del hogar familiar.



Estando lejos de la vigilancia familiar no tarde mucho en terminar divirtiéndome; descubrí mi bisexualidad con mi compañera de cuarto, participe con ella y su novio en un trio, me hice afecta al anal e incluso termine involucrada en una orgia.



Debido a lo atareado de mi primer año no pude regresar a pasar las navidades con ellos y fue hasta las vacaciones de verano que pude volver, habiendo transcurrido casi un año.



Al regresar encontré las cosas igual que siempre, me recibieron felices con los brazos abiertos y todo transcurrió con normalidad.



Hasta 2 días después cuando me lleve la sorpresa de mi vida.



La casa en que vivimos es sumamente grande y antigua, con amplias habitaciones y largos corredores. Aquella noche me dirigía al baño para tomar una ducha cuando al pasar por el cuarto de mis abuelos un sonido llamo mi atención. Se trataba de gemidos. Pensé que probablemente eran mis abuelos divirtiéndose un poco pero entonces recordé que mi abuela se encontraba de compras en la ciudad. Intrigada al respecto me acerque con cautela y para mi suerte la puerta estaba semi abierta.



Ahí de pie junto a la cama se encontraba mi abuelo completamente desnudo. Pude admirar que tenía un cuerpo fornido y bien conservado para su edad, estaba muy concentrado mirando hacia abajo disfrutando de la mamada que le brindaba una mujer quien era ni más ni menos que ¡mi madre!



Como podía ser eso posible si era ella su hija. Ahogue un grito de asombro, aquello era algo surreal. No sabía que estaba pasando, tenía que alejarme de ahí cuanto antes pero aquella visión de mi madre recorriendo con su lengua la polla del abuelo era hipnotizante.



Fije mi mirada en el pene que mi madre chupaba y enseguida me sentí acalorada. Era bastante largo y vigoroso para pertenecer a un hombre de la edad de mi abuelo. Sus peludas bolas eran masajeadas por mi madre mientras se enfocaba en chupar la morada cabeza que lo coronaba.



El abuelo gemía disfrutando las atenciones de su hija y acariciaba tiernamente su cabello mientras le decía cosas que jamás pensé escuchar de él.



-Ohh, si, hija, me encanta como chupas, mmm que rica mamada, eres la mejor.-



Mi madre seguía enfocada en el pene de su padre pasando su lengua por todo su grosor de arriba hacia abajo. Tenía una enorme sonrisa en el rostro viendo como su padre gozaba con sus atenciones. Podía sentir como mis bragas se humedecían mientras los veía.



-Sera mejor que te pongas en posición, hija, no aguantare mucho.- dijo mi abuelo.



Mi mama se colocó a cuatro patas sobre la cama y rápidamente mi abuelo se posiciono detrás de ella y le hundió la polla de un solo movimiento haciéndola gemir de placer.



-Ayyyy, papi, que rico, mmmmm, me encanta tu gorda verga, papa.- decía mi mama mientras el abuelo la penetraba.



-Ufff, que buena hija tengo, siempre dispuesta a complacer a su padre, mmmm, adoro tu coño, Elena.- respondió el abuelo.



Mi madre tenía el rostro hundido en la cama mientras lanzaba sendos gemidos de placer. No estaba segura si alguien más podía escucharlos pero parecía que no.



Yo era la única espectadora de aquel prohibido espectáculo y sin pensarlo lleve mi mano hasta mi coño. Sin perder tiempo me metí 3 dedos dentro de él y comencé a jugar con mis pechos.



Mordía la toalla con fuerza para evitar gemir y ser descubierta pero los gemidos de aquella pareja eran más fuertes que los míos.



-Más papa, mas, ya falta poco, mmmmm, siiii, me corrroooo.- grito mi madre anunciando su orgasmo.



-Yo también me corro, hija. Ahhhhh.



El abuelo le siguió disparando su leche dentro de ella. Lo observe sacar su polla del coño de mi madre y pronto comenzaron a chorrear los restos de su corrida.



Regrese a toda prisa a mi habitación sin siquiera bañarme; aun intentaba comprender lo que había visto. ¿Cómo era posible que mi madre y abuelo hicieran aquello juntos? Sin embargo por lo intenso de sus gemidos ambos lo habían disfrutado en grande.



¿Cuánto tiempo hacia que venían cometiendo aquel acto inmoral y prohibido? Por las palabras de mi abuelo llevaban años haciéndolo. Si no lo hubiera visto con mis propios ojos no lo hubiera creído.



Lo más increíble de todo era como me había excitado viéndolos y masturbándome al hacerlo. Mis bragas húmedas me recordaban lo que había hecho y a pesar de haberme corrido aún no estaba satisfecha.



Saque mi viejo consolador de su cajón secreto y me masturbe con furia recordando una y otra vez aquellas pecaminosas imágenes. No sabía porque estaba tan excitada, tal vez porque todo aquello era tabú pero debo haberme corrido al menos unas 3 veces más esa noche. Deje descansar a mi consolador hasta la madrugada y totalmente cansada caí dormida totalmente cubierta por los jugos de mis corridas.



Desperté con las imágenes aun frescas en mi mente. Salí a tomar una ducha para limpiarme por completo y luego baje a desayunar. Mi tía Raquel se encontraba cocinando como de costumbre y la mayoría de mi familia ya habían desayunado y salido a realizar sus diversas actividades.



-Buenos días, dormilona. Creímos que no te levantarías hoy.- me saludo mi tía al entrar a la cocina.



-Disculpe, tía, es que en verdad estaba cansada, estoy aprovechando recuperar todo lo que no dormí por estar estudiando en la universidad.- le dije sentándome a la mesa.



-Estudiando, si como no. Estoy segura que pasas muchas noches estudiando con algún compañero den clases, ¿no es cierto?- me dijo pícaramente.



-No, tía como cree, bueno no he de negar que algunas veces hacíamos algo más que estudiar pero yo soy una alumna muy aplicada.- le respondí.



Ambas nos reímos de la ocurrencia y me dispuse a disfrutar de su rico desayuno. Durante el transcurso del día todo marcho con normalidad. Para el almuerzo casi toda la familia se reunió en el comedor. Observe a mi madre y a mi abuelo pero no vi nada raro en ellos, se comportaban con naturalidad como si nada hubiera pasado anoche.



Mi abuelo seguía tan bonachón y alegre como siempre pero mientras charlaba con el todo lo que podía pensar era en lo que tenía entre las piernas.



Esa noche volví a acercarme al cuarto de mis abuelos de camino al baño, encontré la puerta cerrada y al intentar abrir para ver si sucedía algo fui sorprendida por mi abuelo.



-¿Buscabas algo, mija?- me pregunto.



-No, abuelo, solo me confundí de habitación, luego de un año fuera ya ni recuerdo donde están las cosas.- le respondí totalmente apenada.



Resignada me dirigí a tomar una ducha. Mientras me desvestía me admire en el espejo del baño; siempre he estado orgullosa de mi cuerpo, lleve mis manos hasta mis tetas firmes y las apreté, me encanta cuando mis amantes juegan con ellas, eso hace que mis pezones se pongan puntiagudos. Luego observe mi coño joven, lo tenía completamente depilado pues así era mejor para disfrutar con más placer los encuentros. Por ultimo me di la vuelta para contemplar mi gran trasero. Gracias a él había conseguido seducir a varios chicos y una que otra chica en la universidad. Me encantaba recibir nalgadas en él y el sexo anal, aunque no tenía mucho de haberlo comenzado a practicar, me volvía loca.



Me metí a la ducha y comencé a enjabonarme el cuerpo, mi mente seguía pensando en mi abuelo y mi madre. Al llegar a mi coño lo talle suavemente buscando deshago y con los ojos cerrados me masturbe lentamente.



Estaba tan concentrada que no escuche cuando la puerta se abrió y de repente un par de manos me tomaron por detrás agarrándome los pechos y haciendo que gimiera con fuerza.



Abrí los ojos sorprendida al darme cuenta que aquello era real y me voltee para descubrir al intruso, se trataba de mi abuelo quien también se encontraba desnudo. Podía sentir como su dura verga chocaba con mis nalgas cosa que me estaba gustando.



-¿Acaso piensas que me engañas? ¿Crees que no te vi anoche espiando por la puerta? Te descubrí por el reflejo del espejo en el armario. Lo que tu buscabas era esto, ¿no es cierto?- dijo tomando mi mano y llevándola a su erecto miembro.



Estaba totalmente petrificada, no sabía que hacer o cómo reaccionar ante aquella bizarra situación pero no podía evitar sentirme totalmente excitada. Instintivamente agarre aquel miembro viril y comencé a pajearlo. Apenas y podía rodearlo con mi mano y sentía como palpitaba mientras lo recorría con mis dedos.



-Sí, eso es lo que querías, pues ya la tienes. Tu madre estuvo muy ocupada hoy así que tu encargaras de complacerme hoy.- me dijo el abuelo mientras seguía masajeando mis pechos.



Me hizo voltearme y luego me obligo a ponerme de rodillas frente a él hasta que su polla estuvo a la altura de mi rostro.



-Vamos, estoy seguro que sabes bien que hacer. Apuesto a que no es la primea verga que tiene frente a ti.- dijo y comenzó a restregármela por la cara.



Aunque aquello era verdad, esta vez era una situación muy diferente pues se trataba del pene de un familiar. Yo me resignaba a sus avances cerrando la boca con fuerza mientras el pasaba aquel viril miembro por todo mi rostro. Mi resistencia no fue mucha y tímidamente comencé a abrir mi boca para dejar entrara aquel enorme monstruo de carne. Le di un par de lamidas aun insegura de seguir adelante pero mi abuelo no tenía tiempo que perder; me tomo del cabello y me hizo metérmela toda en la boca.



Con dificultad logre tragármela toda, sino hubiera tenido tanta practica antes seguro me hubiera ahogado.



Sin soltarme del cabello comenzó a marcar el ritmo de la mamada, yo seguía sin poder moverme tratando de comprender lo que estaba pasando. Jamás imagine que mi abuelo, a quien conocía de toda la vida, quien para mí era la persona más amable del mundo fuera capaz de demostrar tal grado de lujuria sobre su propia nieta, pero tomando en cuenta que el hombre se cogía a su hija era algo de esperarse.



Además del caer del agua lo único que se escuchaba en la habitación eran sus gruñidos mientras seguía follándome la boca con fuerza. Me negaba a disfrutar lo que mi abuelo me hacía pero la mano que frotaba mi coño húmedo decía lo contrario.



Sin dar aviso el abuelo exploto descargando su semen dentro de mi boca y luego de sacarla termino de vaciarse sobre mis tetas. Su corrida me llenó la boca y bajo por mi garganta deleitándome con su sabor.



-Si quieres continuar con nuestro encuentro deja la puerta de tu cuarto sin seguro y yo iré a la medianoche. Si no lo haces comprenderé que no estas interesada y esto quedara en el pasado.- me dijo antes de marcharse velozmente.



Me quede sentada en el piso de la ducha mientras trataba de comprender lo que acababa de suceder. Aún tenía restos del semen de mi abuelo sobre mis pechos, los recogí con mis dedos y me los lleve a los labios volviendo a disfrutar de su salado sabor.



Termine de ducharme con rapidez y me dirigí a toda prisa a mi habitación donde me encerré a meditar. A pesar de todo lo bizarro e inmoral que había pasado no podía negar que aún estaba caliente.



Más tarde aquella noche estaba acostada en mi cama aun tratando de asimilar todo lo sucedido. El reloj me indicaba que faltaban 10 minutos para la medianoche. Mi mente se debatía entre lo moral y el placer; no debía pero si quería. Luchando contra todos mis instintos me levante y le quite el seguro a la puerta.



De manera puntual la puerta se abrió y mi abuelo entro enfundado en un bata.



-Sabía que no te resistirías, eres igual de zorra que tu madre.- me dijo y llegando hasta mí me planto un beso como nunca me había dado antes. Su lengua entro en mi boca y se unió a la mía mientras apagaba la parte racional de mi cerebro y me entregaba al placer prohibido.



Mi abuelo se separó y se puso de pie, se despojó de la bata descubriendo aquel maravilloso pene frente a mí. Esta vez me lo lleve a la boca sin dudar y con total confianza devore esa polla madura.



Ahora era yo quien hacia todo el trabajo sobre su miembro, poniendo en práctica todo lo aprendido en la universidad. Me la metí por completo a la boca y luego de sacarla le pase mi lengua desde la cabeza hasta los huevos, los cuales chupe también llenándolos de saliva.



-Joder, hija, eres mejor que tu madre.- me dijo disfrutando mis atenciones.



No sabía porque pero eso me enorgulleció y chupe esa verga con más ahínco que antes. Me concentre en su morada y enorme cabeza chupándola como una paleta y con una mano le pajeaba el tronco.



-Espera, cariño, ya no soy un jovenzuelo así que solo puedo descargar una vez más hoy y por mucho que disfrute de tu boca hay otro lugar que me gustaría llenar con mi leche.- me dijo pícaramente.



Comprendí de inmediato lo que decía y emulando a mi madre me subí a la cama poniéndome en 4 frente a él.



-Es todo tuyo abuelito.- le dije sonriendo.



Una parte de mi esperaba que escogiera mi culo y poder sentir aquella enorme polla dentro de él pero este dirigió su herramienta a mi coño. Froto la cabeza de su verga en mis labios vaginales y pronto se cubrió con los jugos que comenzaban emanar de ellos. Me penetro suavemente y me estremecí al sentir su hinchada cabeza abrirse paso dentro de mi raja.



-Oh dios, que maravilla, que increíble es follar un coño joven, mmmm, que gozo, tienes un buen coño, mija.- me dijo mientras me penetraba lentamente.



-Ahh, ahhh, gracias abuelito. Mmmm, para tu edad cargas una buena polla. Uffff.- le dije disfrutando del encuentro.



Suaves gemidos escapaban de mi boca hasta que mi abuelo estuvo completamente dentro de mí.



-Y aun no has visto nada, cariño, no sabía si aún eras virgen pero veo que no es así, lo que significa que puedes soportar una cogida como dios manda, agárrate fuerte que el viaje será movido.- me dijo tomándome por las caderas.



De improviso saco toda su polla de mi coño y la enterró nuevamente de un solo golpe, solté un grito de placer mientras el aumentaba el ritmo y fuerza de sus embestidas y su polla me taladraba con vigor. Tenía una fuerza increíble, cada penetración me hacía gozar como nunca. Su enorme miembro entraba y salía con rapidez de mi ardiente coño y mis jugos caían por mis piernas hasta manchar las sabanas de mi cama.



Dios, por eso mi madre gemía como lo hacía, que potencia tenia aquel maduro. Su enorme verga estaba llegando a lugares que nunca había sentido antes, si así se sentía en mi coño no podía esperar a tenerla enterrada en mi culo.



Mi abuelo me estaba follando con una fuerza que ninguno de mis anteriores amantes podría igualar. Gemía con fuerza al recibir su maduro miembro en mi interior. Me dio un par de fuertes nalgadas en mi amplio trasero que me hicieron estremecer. Me jalaba del cabello sin dejar de follarme con fuerza. Por suerte la casa era grande y las paredes gruesas o seguro me habrían escuchado gemir por toda la finca.



-AHHHH; siiii, mas abuelito, masss, no te detengas, ahhhhh, mmmmm, que gusto, uummmhhhh.-



El solo gruñía y bufaba concentrado en su faena. Yo por mi parte sujetaba las sabanas con fuerza mientras oleada tras oleada de placer invadía mi cuerpo.



Aquel hombre bonachón que siempre me hacía reír y me consolaba cuando estaba triste se había convertido en hombre salvaje y hambriento de sexo.



-Masss, fóllame más, abuelo, ahhhhh, más fuerte, uffff, me voy a correr.-



Sin sacarme la polla me dio la vuelta colocándome boca arriba sobre la cama y sujetándome las piernas me penetro con aún más fuerza. Era una sensación indescriptible el estar ahí acostada mientras veía como mi abuelo me follaba. En su rostro se podía observar amor, lujuria y deseo y estaba segura que en el mío igual. Mis tetas se movían al compás de las embestidas y mi abuelo sujeto una con fuerza con su mano haciéndome gemir aún más. Se inclinó hacia delante y la chupo con fuerza sin descuidar sus penetraciones.



-Ufff, ufff, hacía mucho que deseaba tenerte así, mija. Mmmm, que buenas tetas tienes, que delicia. Y que buen culito te cargas.- decía aquel viejo pervertido.



-Mmmmm, que rico lo haces abuelito, ¿Te gusta mi culito? Pues quiero que me la metas por el también.-



-Vaya que si eres una zorra, mira nada más que pedirme eso. Pero para eso estoy, mijita, para complacerte.-



Saco la polla de mi coño la cual estaba empava de mis jugos y la llevo hasta mi culo, abrí las nalgas lo más que pude y pensé que me penetraría despacio como antes pero en cambio me la metió toda de golpe.



Aunque ya no era virgen analmente nunca había tenido algo del tamaño de su polla dentro y sentí como me desgarraba al entrar por mi ojete causándome dolor.



-AGHHHH, espera abuelito, más despacio, ughhhhh, que me duele, aaghhhh- gemía pidiendo piedad.



-Tu quería mi verga por el culito pues ahora te aguantas. Aghh, que rico culito, es mucho mejor que tu coño, mmmm-



Mi abuelo no paraba en sus embestidas contra mí pero poco a poco el dolor fue aminorando y comencé a sentir el acostumbrado placer anal al que me había hecho afecta.



-Mmmm, sigue abuelito, masss, asiiii, que rico, que gusto.-



-Tómala toda, hijita, goza la picha del abuelo en tu colita.



-Siii, dame más, fóllame masss. Aghhh.



-Ya, mijita, no aguantare mucho, me voy a correr.- me dijo aquel viejo pervertido.



-Dentro de mí, abuelito, quiero sentir tu leche dentro de mi.- respondí igual de pervertida



Con una embestida final clavo toda su verga dentro de mi culo y ahí dentro expulso chorro tras chorro de semen los cuales cayeron sobre la cama y se mezclaron con los jugos de mi propio orgasmo.



Me quede inmóvil acostada disfrutando de la mejor cogida que me habían dado hasta ahora. Antes de marcharse el abuelo me beso con ternura y me dijo al oído.



-Si quieres repetir siempre estoy disponible pero te aconsejo que prestes más atención con lo que sucede en esta casa y sus miembros, te aseguro que no te arrepentirás. Una vez que estés segura de lo que deseas ven a verme. Dulces sueños, cariño.-



Aquella increíble experiencia que había vivido no podía ser real, lo que acaba de pasar era algo tan prohibido que jamás llegue tan siquiera imaginar que pudiera suceder. Sin embargo mi culo lleno de leche y las sabanas empapadas era la prueba que todo había sido muy real.



Pensé en las palabras de mi abuelo y nuevas dudas e inquietudes se formaron en mi mente. ¿Qué había querido decir con todo eso? Sea como fuera estaba por descubrirlo muy pronto.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 6
  • Votos: 3
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