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Empezaré diciendo que soy un hombre que siempre me han gustado las mujeres y siguen siendo los seres más bonitos de la tierra, aún habiendo teniendo la experiencia que seguidamente os paso a contar.
Vivo en una Ciudad del sur de la Península Ibérica y todos los dias para desplazarme a mi trabajo utilizo el autobús urbano. Hace aproximadamente un mes, estaba esperando el autobús y como casi siempre había cantidad de gente, cuando llegó nos fuimos introduciendo en él, de manera que al final quede colocado en la parte de atrás del todo y conforme iba haciendo paradas entraban más personas hasta que quedé casi pegado al cristal trasero del bus. Ya no cambiamos más cuando de pronto observé como un hombre se colocaba detrás de mí y al hacerlo noté cómo refregó su paquete por mi trasero, yo no le di importancia al principio al hecho y ni me inmuté, pero a continuación se pegó a mí y no se retiraba. Me entró un calor por todo mi cuerpo que me dejó paralizado. El tío tenía su miembro justo en el lugar que yo tenía mi ano y poco a poco empezó a darme algunos pequeños empujones. Aquello nunca lo había sentido antes y no sé si porque me causaba morbo y me gustaba o por vergüenza, el caso es que lo dejé hacer. Sentí como el miembro de aquel hombre le iba creciendo, de pronto sentí como su mano me agarraba por la pierna a la altura de la ingle y me pegaba hacia él sobando con su pene todo mi culo. Al cabo de un rato ya no sólo no quería retirarme de aquel enorme pene, sino que yo mismo me apretaba y me movía para sentir toda su largura. De pronto noté una mirada burlona del que estaba a mi lado, dándome vergüenza bajé mi mano para retirar la del hombre que me estaba dando tanto gusto, pero mi amante me agarró la mano y me la dirigió hacia atrás colocándola en su polla y apretándola y moviéndola. Aquello era una locura, perdí la cabeza, ya no me importaban las miradas del que estaba al lado mío que se había dado cuenta de todo, agarraba aquella enorme tranca y la movía como podía. Llegó el final de mi trayecto y tuve que soltarla y como si no hubiese pasado nada le dije al que estaba a mi lado que me dejara pasar hacia la puerta de salida, me bajé y sin querer conocer a mi amante comencé a caminar en dirección a mi destino.
De pronto escuché una voz de un hombre dirigiéndose a mí que me dijo
- Escucha, no pensaras dejarme así con esta irritaciónà
Me di la vuelta y observé que era un hombre de unos treinta y cinco años, estatura mediana como la mía pero fuerte y guapo. Sin pensarlo dos veces me salió decirle:
Entonces cómo piensas que pueda yo solucionar tu problemaà
Vente a mi casa, dijo él, mi mujer está de guardia hoy en el hospital y nadie nos molestara.
Por lo que vi al llegar a casa de Juan, que era como se llamaba, observé era de una posición económica elevada, con todo tipo de adelantos técnicos caseros y que había realizado bastantes viajes al extranjero por los adornos que poseía la casa. Según me dijo había tenido que ir a dejar el coche en el taller y tuvo la certeza de coger el autobús y conocerme.
Juan había ido a revisar la casa para ver si estabamos realmente solos, en cuanto llegó se dirigió a mí y agarrándome por la cintura me dio un beso suave. Yo lo rodeé con mis brazos por el cuello y ofreciéndole mi boca rompimos los dos en un beso apasionado de mete y saca de lenguas. No perdimos el tiempo y nos fuimos desnudando el uno al otro con rapidez hasta que quedamos completamente en cueros. Tendidos en la alfombra mi amante me besaba y mordía el cuello y deslizando su lengua llegó a uno de mis pezones donde se detuvo chupándolo y mordiéndolo, cosa que me hizo sentir como una corriente eléctrica que iba por toda la columna vertebral hasta llegar a mi ano, después de comerme mis pechos y todo mi cuerpo propuso Juan hacer un 69. Colocándome encima de él, vi que el nabo que antes había estado sobando mi culo era perfecto, recto, con todo el capullo fuera, algo más oscuro que su piel y enorme, mucho más grande y gordo que el mío, que es de los normales, lo agarré con suavidad y lo besé mientras que Juan chupaba mi polla que ya estaba bastante gorda. Introduje aquella polla en mi boca sorprendiéndome la sensación de suavidad de la piel del pene, lo lamí y chupé con locura durante bastante rato, pudiendo conseguir meterme en la boca sólo la mitad pues como ya dije antes era enorme aquella polla. Creí flotar cuando Juan pasó su lengua por mi agujero y hacía que mi culo se abriese para que entrara más su lengua, hasta que tuve que gritar y perdirle que me follara con su polla.
Juan me preguntó que si me habían follado antes, respondiéndole yo que era la primera vez que estaba con uno de mi mismo sexo, entonces se levantó y se dirigió a su habitación regresando enseguida con un consolador bastante más pequeño que su polla y crema lubricante, que según me dijo lo utilizaba con su esposa.
Primero me lubricó con su saliva y su lengua, después untó la crema y me fue metiendo poco a poco el consolador. Al principio no fue muy agradable la cosa, pero cuando lo hubo metido unas diez o quince veces mi culo se fue agrandando de manera que al cabo de un rato el consolador me entraba y salía estupendamente. Con aquel consolador en mi culo y su polla en mi boca, me retorcía de gusto, aquello era una locura de placeres. Le pedí que me follase con su polla, me coloqué encima de él, me agarró por los cachetes del culo para abrir mi agujero, agarré su polla y apunté para seguidamente dejarme caer poco a poco hasta la mitad, después empecé con el sube y baja entrando y saliendo su tranca de mi culo, yo jadeaba de gusto y Juan intentaba metérmela entera. Juan estaba enloquecido, entonces me la sacó, me colocó a cuatro patas, me abrí con mis manos el culo y sin más de un empujón me metió la mitad de su polla. La sensación de ver cómo mi culo se abría, y esta vez sin dolor fue maravillosa, yo quería su polla dentro de mí y entonces di un empujón y entró entera. Al ver Juan que yo mismo me la metía entera, esto le hizo enloquecer más y empezó a culearme con todas sus fuerzas. Sacaba entero su miembro para luego meterlo fuerte de un golpe hasta los huevos.
Tenia el culo totalmente taladrado, quemaba de lo caliente que estaba, hasta que de pronto sentí dentro de mí su leche que me llenaba y actuaba como un bálsamo mientras dábamos los últimos culazos, terminando los dos tendidos en la alfombra completamente rendidos.
Así fue mi primera y única experiencia homosexual, que desde luego como tenga otra oportunidad, lo probaré otra vez. Por supuesto con mucha discreción.
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