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TORO BRACHO 10

TORO BRACHO 10 (FINAL)

           

El verano llego de manera perfecta. Con un suave calor de día y noches frescas. Las noches estrelladas hermosas. Toro Bracho me cogía a veces en el jardín de la estancia, bajo los árboles frondosos, bajo las estrellas cerca de la laguna. La pasión nos consumía y éramos animalitos que saciaban sus ganas en cualquier parte y sin tener el más mínimo cuidado de si alguien nos pudiese ver. A veces teníamos sexo en la piscina de aquel lugar paradisiaco que era la estancia.

__Bebe dice mi padre que nos invita un fin de semana en su casa de fin de semana…__ dijo Toro un día de tantos, creo que era un miércoles.

__Como tú quieras, si quieres vamos…

__Podría ser, dice que va a haber algunos invitados…si no te molesta…

__¿A mí?¿Y porque me molestaría?__ cuestione riéndome.

__No sé, digo, tal vez querías exclusividad…__ remarco aquel macho caliente y sensual

__Ya tengo toda la atención que quiero, no necesito mas, está bien, vamos…__ la conversación siguió durante todo el día y la noche, mientras preparábamos algunas maletas con ropa y cremas y lo que necesitábamos para aquel viaje de placer.

            Partimos el viernes por la mañana. No era un viaje largo. La pasamos muy bien en la ruta porque el día acompañaba. No era una temperatura insoportable. Cerca del mediodía llegamos a la quinta del padre de Toro, Benito. Nos esperaba con un short floreado, mostrando sus piernas que eran fuertes y que yo bien conocía.

__Hola queridos__ nos saludó abrazándonos de manera cariñosa. A mí de paso, me acaricio el culo de manera fatal y desvergonzada. De allí nos llevo a que nos acomodáramos en un cuarto amplio, que olía muy bien y muy luminoso.

 Luego fueron saliendo de la casa otras personas. Todos hombres. Mayores, maduros. Amigos de Benito. Nos presentamos y saludamos cordialmente.

            Mi culo empezó a burbujear, imaginando que tendría todos aquellos machetes en mi culo, de un momento a otro. Creo que era la idea de Benito, además de cogerme el mismo. De pronto apareció un chico joven, tanto como yo, que fue presentado como Ramiro, el hijo de uno de los presentes. Un chico de cabellera rubia lacia al viento. Largo cabello sedoso. Benito lo miraba con mucho cariño y a Toro también le brillaron los ojos.

            Había en el aire un leve rumor de tensión y calentura entre todos los invitados. Nos sentamos en reposeras muy cómodas bajo una galería amplia y confortable. A mi lado se sentó  Dante, un cincuentón de pelo renegrido, tal vez teñido. Abundante, un bigote fino y delicado bien cuidado y recortado. Se veía fuerte. Del otro lado estaba Benito que cuando podía apoyaba su mano en mi muslo. Mi verga debo decir ya estaba al palo, como suponía que estaban todos. Muy calientes y alzados. Frente a mi estaba Un alto espécimen de macho de ojos color celestes claros y luminosos, flaco, atlético, quizá cercano a los sesenta. Sonrisa amplia, rostro duro, se le notaba un bulto importante, el estaba al lado de Ramiro y se notaba que un brazo suyo pasaba por detrás del chico, seguramente acariciándole el culo. El se llamaba Arnaldo. Luego estaba Toro, que tal vez con su mano hiciera algo que yo no podía ver. Y además claro estaba Renzo el padre de Ramiro, que andaría por los cuarenta y cinco. Calculaba yo, porque se veía más joven que los demás salvo Toro. Era un maduro de formas cuidadas. Piel muy blanca. Una sonrisa muy picara, como si no le importara entregar a su hijo a las fauces de aquellos machos cabríos o tal vez no era la primera vez. Vaya uno a saber pensé. En esos pensamientos me encontraba cuando Benito se puso de pie y me conmino a que lo acompañara a buscar bebidas a la cocina. Salí detrás de él, bajo la escudriñadora mirada de Toro. Llegamos a la cocina y apenas entramos, Benito se lanzo hacia mí partiéndome la boca de un beso urgente y caliente. Apretándome las nalgas y haciéndome notar su dureza. Casi me ahogaba, no me dejaba respirar. El estaba apoyado contra una mesa grande en medio del lugar, arriba del cual colgaban utensilios. Bufábamos con las lenguas cruzándose de forma despiadada y volcánica. Me atraía hacia el clavando sus dedos por sobre mis ropas en mi culo hambriento y sediento de carne. El verano empezaba a hacer efecto en los cuerpos. Volviéndose más sexuales, mas lujuriosos. Mis manos se hacían presa de su tronco erecto y trataba de bajar su pantalón para dejarlo salir al aire. De pronto y sin esperarlo sentí otras manos en mi culo. Que alguien tironeaba de mis pantalones cortos, bajándolos sin problemas y aferrándose a mis nalgas, mientras me mordían el cuello, y las orejas y me hacían notar otra verga dura en mis nalgas abultadas y deseosas.

__Ohh que hermoso culito tienes nene, me encantas, ohhh siii…__ era el viejo Dante, que, me manoseaba a su gusto y se agachaba para meter su lengua en mi culo caliente que estaba al aire y a su disposición. Yo saque de inmediato mi culo hacia atrás para que aquel macho me comiera con su boca y su lengua, profundamente, haciendo que mi pija se pusiera como cemento. Tan de cemento como la de Benito, el padre de toro. Mi culo chorreaba saliva y calentura. Dante metía un dedo yendo y viniendo dentro de mí.

__Esperen, esperen…__ dijo de pronto Benito

__¿Que pasa Beni?__ pregunto Dante un poco molesto

__Vamos a ver que hacen los otros, apuesto a que están en lo mismo

__¿Tú dices?

__Apuesta algo__ y salimos de la mano me llevaban los dos, Dante y Benito con sus vergas en la mano desocupada y yo con toda mi humanidad al desnudo, ya que me habían quitado toda la ropa que quedo desperdigada por el piso.

            Efectivamente, Ramiro estaba de rodillas siendo enculado por Toro, a su vez el chico chupaba la verga de Arnaldo, que era una verga gruesa y larga, que daba cierto temor. Esos machos estaban muy bien dotados. Y el padre de Ramiro era a su vez succionado por Toro que disfrutaba de mamar la vergota de Renzo que gemía a más no poder. Esas imágenes enardecieron a mis propios amantes. Dante no perdió tiempo y sentándome en un sillón de la galería metió su poronga en mi boca. Benito al instante trajo la suya para que compartiera mis chupadas. Miraba a un lado y comía una poronga, giraba mi cuello y ya tenía la otra. Con mis manos acariciaba las bolas de ambos ejemplares.  Los gemidos de todos los presentes aumentaban. Benito prontamente bajo y haciéndome casi acostar en el sillón empezó a escupir y lamer mi ojete dilatado y presto para que lo atacaran.

            Ramiro gemía y pedía verga entre sollozos y grititos de putita. Renzo, el padre de este chico, metía su lengua en el culote de Toro que bramaba, como nunca lo había oído. Benito entraba en mi sin muchos preámbulos, haciéndome quejar y levantar mis piernas casi por uno de sus hombros, me ensartó de maravillas, metiendo su gruesa poronga hasta la mitad, empujando, gruñendo y pellizcando mis pezones, metió el otro pedazo que faltaba hasta completar la penetración hasta los huevos llenos de animal primitivo. Luego de un rato, le dio lugar a Dante que sudaba a mares, a pesar de su desnudez, la temperatura del clima y la nuestra seguía en franca levantada.

            Renzo el padre de Ramiro enculaba de manera suave y poderosa el culo de mi amante Toro que se retorcía de gusto a la vez que seguía perforando el culito de Ramiro.

            En tanto mis dos amantes continuaban gozándome en aquella primera sesión alocada de sexo sin control. Los gritos, gruñidos, alaridos que algunos daban se perdían en el rumor del mediodía de fuego que avanzaba sin remedio.

            Las vergas pronto empezaron a vaciarse de manera copiosa y casi brutal. Ramiro trago la leche de Toro y de su propio padre de rodillas en medio de aquellos dos machos. Y yo no fui la excepción, tirado en medio de Benito y Dante recibí mi lechada, una catarata soberbia de semen pegajoso y salobre y que comí y recogí lo más que pude. Mi verga también escupió la simiente de mi cuerpo con los dedos.

            Nadie se había percatado que Arnaldo no andaba por allí y es que el fanático se había ido a encender el fuego en la parrilla que estaba a unos cuantos metros del lugar donde nos habían bendecido con las leches. Cuando volvió encontró a todos en bolas, y a nosotros dos, digo, a Ramiro y a mí, chorreando jugos. No fue necesario mucho para encender a este maduro. Bajándose su pantaloncito ya que andaba sin remera quedo como nosotros. Fuimos casi gateando hasta su machete y le empezamos a comer la vergota larga y no my gruesa, pero firme, deseable, potente. Parecíamos dos gatitos comiendo de su palo. El hombre nos acariciaba ambas cabelleras, gruñendo y diciendo palabras soeces. Los otros nos observaban sobándose las vergas. El padre de Ramiro cerca de Toro acariciaba el pecho de este y de vez en cuando se besaban profundamente. Benito hacia lo mismo con Dante.

            Nuestras bocas se relamían con la poronga de Arnaldo que suspiraba y gemía. Después de besar, los huevos, tragarlos, chupar, besar el machete firme del macho que nos atendía en ese momento, Arnaldo nos puso en cuatro a la par y nos metió repetidamente su machete en las profundidades de nuestros túneles sedientos y abiertos y aun chorreando leche.

            Renzo el padre de Ramiro chupaba el firme perno de Toro y Benito le metía su garrote por detrás haciendo gruñir a aquel macho alzado y caliente como todos. Dante chupaba los gruesos pezones de Toro y se besaban, y de vez en cuando, Dante sobaba el firme y poderoso garrote de Toro y se lo ponía en la boca a Renzo que goloso lo comía sin más.

            Arnaldo nos roció con su leche abundante. Descargando sus huevos, vaciándolos sobre nuestras caras y bocas, nosotros tragamos todo lo pudimos y luego nos trenzamos en un interminable beso de chicos sodomizados, gozando.

            Benito descargo dentro de Renzo que a la vez trago la leche que le daba Toro, a los gritos, sacudidos por la calentura y el aire terriblemente sexual que rondaba por aquellos lados. Después de unos momentos en los que buscamos oxigeno nos marchamos todos a la pileta de aguas frescas y claras.

            Aquellos días fueron intensos y de sexo a cada momento. Recuerdo que si no me estaba cogiendo uno me cogía otro, más cuando se fue Ramiro y su padre, que se marcharon antes que todos y quede solo, como el más joven allí. Me volvieron a encular por partida doble entre todos, turnándose, lo que me hicieron pasar esos días inolvidables entre gozo y gozo, orgasmo y orgasmo. Fue interminable la forma de gozar.

            Al término de aquel verano, mi padre me llamo con él, para que fuera a Europa. Sin Toro Bracho. Así fue como aleje de él, porque a él le fueron encomendadas nuevas misiones y yo me quede años en Italia. Allí tuve otras aventuras, por supuesto, pero nunca fueron como las que viví con Toro Bracho un macho con todas las letras.-
Datos del Relato
  • Autor: MARIO
  • Código: 69128
  • Fecha: 29-04-2025
  • Categoría: Gays
  • Media: 0
  • Votos: 0
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