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Moviéndose rápida pero sigilosamente, el pequeño ejército de técnicos y asistentes verificaba que todo estuviese en orden: las luces en su correcta posición, los booms con micrófonos a la altura indicada, la escenografía sin errores. Se rodaba una película, y en unos minutos más se iniciaría la filmación de una escena clave que por cierto era bastante tórrida: el joven protagonista teniendo una ardiente sesión de sexo con la madre de su mejor amigo. Para no perturbar a los artistas sólo habrían de quedar en el estudio de grabación el director, dos camarógrafos, el sonidista y un asistente.
Sentada en una silla plegable, vestida sólo con una bata que dejaba ver sus bien torneadas piernas, Sonia Vargas esperaba el momento en que se iniciase el rodaje. Figura del mundillo de la farándula, la opinión de la crítica sobre su calidad interpretativa era unánime: lamentable. Las malas lenguas rumoreaban que el primer parlamento de Sonia fueron unos gemidos en la cama de un productor, y que esas "líneas" las había repetido durante años en similares "escenarios" para avanzar en su carrera. Pero si el talento escaseaba lo que abundaba era la carne, y de la buena. Porque aún a los cuarenta y pico (el pico dependía de la inquina del medio periodístico), la mujer conservaba una figura espectacular. Cierto es que algunos retoques quirúrgicos habían ayudado a combatir la ley de gravedad (según la cual todo tiende a caer), pero sin duda la Naturaleza había sido generosa en su reparto de atributos sobre el físico de la artista.
Mientras la estrella femenina aguardaba con calma el joven protagonista masculino, Diego García, mascaba chicle buscando calmar su ansiedad. El galancete, de unos escasos veintidós años, sólo había intervenido en papeles secundarios y ésta era su oportunidad de mostrarse en un rol principal, lo cual implicaba una cierta presión sobre su desempeño. Pero la intranquilidad del joven tenía otro motivo menos artístico y más visceral: las escenas a filmar eran bastante fuertes, y sabiendo el pedazo de mujer que tendría casi desnuda a su lado, el muchachito se preguntaba si podría controlar las reacciones de su propio cuerpo.
Por fin todo estuvo listo, y los artistas fueron llamados a ocupar sus lugares. Con una estudiada parsimonia la actriz se puso de pie, desanudó el lazo de la bata que vestía y se la quitó quedando casi completamente desnuda ya que sólo una mínima braga cubría su coño. Fue el momento en que los seis pares de ojos masculinos se posaron en ella, confirmando que todo lo que se decía de ese cuerpo era cierto: los pechos eran grandes y divinos; el vientre, plano y sin un gramo de grasa; las nalgas, firmes y perfectas. Con cada paso el conjunto cárnico se movía armoniosamente, y cuando por fin la mujer se deslizó entre las sábanas de la cama en la que tendría lugar "la" escena, los hombres lanzaron un suspiro de resignación.
Desde el momento mismo en que Sonia se abrió la bata, Diego supo que sus temores eran fundados. Su briosa juventud se vio despiadadamente estimulada ante la vista de semejante veterana, y con embarazo notó como su entrepierna adquiría una peligrosa tumefacción. Por eso, y antes que los ojos de los presentes se volvieran hacia él y observaron la incipiente erección que empezaba a abultar su slip, se metió en la cama y se cubrió con la cobija para evitar el bochorno.
Había llegado el momento de la acción, y el director se aproximó al lecho mientras el asistente acomodaba convenientemente la sábana sobre los cuerpos casi desnudos. "Muy bien, muy bien", les dijo entonces a los protagonistas. "Como ya saben, esta es una escena importante, muy importante. Por eso quiero que pongan lo mejor de ustedes. Tiene que ser algo creíble, como si realmente estuvieran teniendo sexo. Quiero que dejen fluir los sentimientos y sensaciones. ¿Está claro?".
Sonia Vargas se volvió a su compañero y sus ojos se recrearon con la estampa del bonito muchacho, con el que gustosa hubiese ensayado antes la escena en su dormitorio. "¿Estás listo, bebé?", le preguntó al joven sonriendo seductora mientras le ponía una mano en el musculoso pecho. Turbado, Diego García respondió afirmativamente mientras notaba con preocupación como su miembro se ponía cada vez más tieso, amenazando con escapar del minúsculo slip que vestía.
Las luces se encendieron, sonó la conocida orden de "¡Acción!", y las cámaras comenzaron a rodar. Cumpliendo con lo que marcaba su papel de muchachito subyugado por la mujer madura, el galancete depositó un primer beso fogoso en los labios de Sonia. Luego comenzó a recorrer el cuello de la mujer con sus labios, y finalmente se detuvo en los duros pezones para saborearlos con ansia. Supuestamente extasiada, la actriz comenzó a gemir y a arquear su cuerpo para expresar su profundo placer mientras acariciaba la cabeza de su joven amante. Fue entonces cuando la empinada verga del actor se salió del slip y rozó los muslos de la Vargas, produciendo el embarazo y la desconcentración del galán que quedó estático sobre los pechos de la mujer.
Esa actitud, y la reacción disgustada del director, fue todo uno.
"No, no, corten, corten!", dijo el hombre. "¡Pero qué haces, amiguito!. No eres un bebé que se duerme después de tomar la teta!. Se supone que después de eso vas a follarla!. Concéntrate, quieres!. Va de nuevo.".
El joven actor se disculpó con el director e hizo otro tanto con su compañera de escena . . . aunque por otras razones. La actriz sonrió, sintiéndose sorprendida – gratamente sorprendida – por el nada despreciable atributo con el que el bombón que tenía a su lado había acariciado sus piernas.
Otra orden, y otro comienzo de rodaje. De nuevo los besos, las caricias labiales, los chupeteos de pezones. La escena avanzó un poco más, y acomodándose para la supuesta cogida el joven actor se encaramó sobre la mujer disponiéndose entre sus piernas. En este punto Sonia entendió que su personaje debía manifestar todo el placer que el amigo de su hijo le estaba dando, y para ello no encontró mejor manera que entrecerrar los ojos y pasarse la lengua por los labios mientras gemía como una posesa.
"¡Corte, corten!", protestó el director. Después, hablando en un tono suave miró con ojos relampagueantes a la actriz y le dijo: "Sonia, querida, se supone que eres una madre, no una puta. No hace falta que exageres.".
La estrella masticó su indignación ante el comentario que consideraba tan irrespetuoso como las risas ahogadas de los camarógrafos, y exhibiendo una sonrisa profesional se disculpó con elegancia.
De nuevo la orden, de nuevo el rodaje de la escena desde el principio. Se repitieron los escarceos y preludios del acto sexual, y nuevamente el galán se ubicó entre las piernas abiertas de la actriz. Pero a esta altura la polla del muchachito estaba dura como una roca, y cuando comenzó la simulación del consabido mete y saca levantó la pelvis exageradamente para evitar el contacto de lleno con el coño de la mujer, seguro de que si ello ocurría, se correría.
El director miró hacia arriba, suspiró con resignación y ordenó una nueva interrupción. Para ese entonces ya se respiraba una cierta incomodidad en el estudio, porque los técnicos imaginaban que en vista de las dotes interpretativas de los protagonistas, la conclusión de la toma podría llevar horas.
"A ver si nos entendemos", dijo el director con voz pausada. "Esto debe ser creíble. No es mucho pedir tratándose de follar, porque me imagino que los dos ya tendrán práctica en esto, no?. Para resumirlo en una palabra, y decirlo – espero – por última vez: realismo. Quiero realismo".
El hombre volvió a su silla, y antes de continuar pidió que retocasen el maquillaje de los intérpretes. Cuando todo estuvo dispuesto para reiniciar la filmación, Sonia acercó su boca a la oreja del galancito y le susurró:
"Bueno, ya lo oíste. El tipo quiere realismo . . .
Mientras hablaba, la actriz deslizó su mano por debajo de la sábana hasta llegar a la entrepierna del joven galán, la metió dentro del slip y apretó el miembro, que a pesar de estar a media asta aún seguía morcillón. El sorprendido muchacho la miró con sus grandes ojos claros, sintiendo como su polla se envaraba en la mano de la mujer.
. . . y realismo es lo que vamos a darle. ¿Estás de acuerdo?", concluyó Sonia.
Diego García asintió feliz, mostrando una sonrisa de oreja a oreja. ¡Quién no habría de estarlo ante semejante perspectiva!. Entonces el joven reinició la rutina . . . sólo que esta vez sería un poco más real. Deseosa, su boca carnosa buscó la boca de la sensual cuarentona, y a diferencia de los anteriores besos en éste tomaron parte activa las lenguas de ambos. Después, los labios del muchacho recorrieron lujuriosamente el cuello ebúrneo de la mujer, y siguiendo camino abajo llegaron a los suculentos pechos. Allí, Los dientes perfectos del mozalbete se entretuvieron mordisqueando los duros pezones, arrancándole auténticos grititos de gozo a la actriz.
A los pequeños mordiscos le sucedieron reconfortantes lamidas, y apegándose al libreto el galán se ubicó otra vez entre las piernas de la mujer. Sonriendo pícaramente mientras continuaba lengüeteando los senos, el joven tiró del elástico de la braga hasta que lo rompió, quitando la mínima prenda. Entonces la Vargas manoteó nuevamente la tranca del muchachito, que para ese entonces estaba absolutamente endurecida y desplegada en todo su esplendor. La actriz lanzó un "¡Uuhh!" de gozosa admiración ante el notable aumento de tamaño, y apretándola suavemente llevó la reata justo a la entrada de su coño. Los húmedos labios vaginales acariciaron la babeante cabeza de la polla, y se movieron tratando de devorar ese bocado que los rozaba tan tentadoramente.
El muchacho se afirmó sobre sus rodillas, y moviendo su pelvis comenzó a incrustar su babeante verga en el conejo de la ardorosa fémina. Lenta, muy lentamente el tronco se adentró en el depilado coño, haciendo que Sonia se quejase embargada por genuino placer. Después, cuando los peludos huevos de Diego se toparon con la vagina de la mujer, el chico llevó nuevamente sus labios a los endurecidos pezones, y con sumo deleite reinició la sesión de mordiscos y chupeteos.
Notando el excesivo realismo de la escena, los camarógrafos se miraron extrañados haciéndose gestos de desconcierto. Sus miradas se encontraron con la del asistente, quien cerrando el puño lo movió en un inequívoco gesto dando a entender que el muchacho realmente le estaba dando caña a la veterana.
Mientras tanto, el galán y la actriz seguían poniendo lo mejor de sí – sobre todo el muchacho – en el desarrollo de la escena. El joven actor bombeaba con frenesí, y la mujer dejaba escapar agudos gemidos mientras abrazaba con pasión a su amante. Entremezclados con los gritos de Sonia Vargas y los jadeos de Diego García se escuchaban frases entrecortadas que aludían a tamaños ("¡Uh, qué grande!"), parentescos ("¿Así, mamita?"), cantidades ("¡Toda, toda!") y ubicaciones ("¡Hasta el fondo!"), exclamaciones que el asistente buscaba en vano en el libreto.
Con tanta sacudida la sábana se fue enredando en los cuerpos de los amantes hasta cubrir sólo sus caderas, lo que permitía apreciar la posición completamente despatarrada de la actriz y la tensión en las musculosas piernas del actor, cuyas rodillas se clavaban en la cama con cada arremetida. La "actuación" rayaba en lo orgiástico, y los obligados espectadores de la escena estaban tan excitados como adolescentes viendo una película pornográfica.
Los jadeos del actor y la actriz iban en aumento, así como el ruido sordo que hacían los cuerpos al golpear entre sí. De repente hubo una exclamación de parte de Diego García que tampoco estaba en el libreto, pero que todos los presentes comprendieron perfectamente: "¡ME CORRO!". Después el galancito se quedó quieto pero sólo por unos segundos, al cabo de los cuales su cuerpo comenzó a sacudirse en fuertes espasmos mientras de su garganta escapaban roncos gemidos.
"Uy, pero este hijo de puta le hizo mellizos!", le dijo entre dientes un camarógrafo al otro ante la espectacular acabada. Unos pasos más allá el asistente trataba disimuladamente de acomodarse el notorio bulto en su entrepierna, y el iluminador dejaba escapar un "¡Uuuhhh!" por lo bajo mientras cerraba los ojos.
Cuando las sacudidas cesaron, el joven galán apoyó su cabeza entre los pechos de la actriz, quien mostraba un gesto de felicidad que no se condecía con el sentimiento de culpa que - según el libreto - embargaba a su personaje.
Finalizada la furibunda actuación un silencio absoluto reinaba en el estudio, y sólo se escuchaban las respiraciones todavía agitadas de los amantes. Fue entonces cuando el director carraspeó, y rompiendo el embarazoso mutismo dijo "¡Corten!" con voz ronca. Luego se puso de pie, se acercó al asistente con las manos en los bolsillos delanteros del pantalón, y le pidió que mandasen el material recién grabado a edición. Intrigado por el gesto, el asistente desvió disimuladamente su mirada hacia la entrepierna del director, y lo que vio le arrancó una sonrisa involuntaria: allí, donde las manos abultaban la bragueta, una mancha húmeda oscurecía la tela de la prenda . . .
Los que la vieron opinaban que la película era mediocre, pero que la escena de sexo entre el estudiante y la madre de su amigo, pagaba el precio de la entrada.
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