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Los dieciocho años en la mochila de la vida, noviecito de Candela, una morocha de ojos grises, y un cuerpo como pocas en el liceo, me tiene loquito, anduve tratando de acercarme a ella durante todo un año y ahora que conseguí ponerme de novio no puedo mojar (tener sexo, coger) con ella. Me tiene re-re-caliente, en las visitas a su casa nos despedimos entre los arbustos del jardín, con la infaltable manuela (paja) que me sirve para mitigar la calentura que me produce su cercanía. Yo le doy alivio digitalizando su sexo, habilidoso concertista de argolla y clítoris.
Candy me hace unas pajas de antología, pero como suele decirse “la paja no es como el trigo”, si bien me saca el afrecho (ganas de coger reprimidas) más urgente, no es lo mismo, en ocasiones quedo más caliente aún. Ya va un año, no puedo más con mi calentura, esa tarde fui a verla, no estaba, volví como perro, con el rabo entre las patas.
- ¡Damián, ven!
Era Silvia, vecina y tía de Candy, me invitaba a pasar a su casa. Sin nada mejor que hacer pasé al interior, me miraba de cerca, con afecto considerado y algo más, dijo:
- ¿Qué te pasa?, te veo ojeroso y tristón. –voz cálida, de afecto, y siguió: - ¿No será que te faltan mimos, o será que mi sobrina no te da lo que me parece estás necesitando?
- Ni todo ni nada. – Adiviné donde apuntaba.
- ¿Te tiene a pan y agua… y sin carne? -ahora en sintonía, buscaba entrar en la confidencia caliente, decidí seguir el jueguito a ver que había detrás de todo esto.
- Solo con la mano... y… eso se dice que… no es como el trigo, ¿me explico? - Descubriendo el juego, le di el pie que buscaba.
Seguro que te explicas, y bien que te entiendo. Me tomó la cara entre sus manos, un beso de aquellos que te llevan a otra dimensión, realmente esta mujer sabía besar. Ese beso me hizo adulto, en un instante puede evaluar realmente lo que estaba necesitando, un macho cabrío para que le atienda esa almeja que se volvió virgen por falta de atención masculina. Me dejé llevar por la experta al dormitorio, me desnudó despacio, gozándome con las caricias que vestían mi piel. Despacio fue mostrando todas sus carnes, buenas de verdad, los cuarenta y pico le sentaban de maravilla, un físico privilegiado y las sesiones de gym, cuidado, las mamas delataban afecto al sol sin corpiño, el vientre casi sin rollitos, durita, vellos púbicos con cavado reciente, tostadita toda ella, excepto el triángulo del sexo. Para un muchacho como yo era un regalo para los ojos, toda ella una invitación al goce con este espléndido ejemplar de mujer, que ni en los momentos de mayor calentura hubiera podido fantasear estar con ella de la forma que estamos ahora, en su cuarto y a un paso de poseerla.
Ella manejaba todo y bien, primero me llevó a su boca, engolosinada con el buen grosor de mi poronga (pija), en un momento me puso a punto de..., largué todo sin poder prevenirla, en la boca, tan caliente como una conchita. Gozó la rápida eyaculación del macho cabrío que no pudo resistirse a sus caricias bucales.
No fueron necesarias mis disculpas, un dedo sobre mis labios decía que había entendido y comprendido, que nada importaba. Seguía al palo, pero sin rastros de la gloriosa acabada.
Se abrió de piernas, me llevó a su otra boca, la vertical, pidiendo acción, que le diera otra inundación de leche. Movía las caderas, los labios de la conchita se abren y cierran como boca sin dientes, comprime y libera, aspira y suelta, me está cogiendo, dando una cojida de antología, de esas que se hacen en unos minutos y duran toda la vida. Se deja ir en un orgasmo, el primero, estoy bien afondo, sostengo el empuje dejando que lo goce. Cambiamos, ella ahora me coge desde arriba, hubo un segundo y un tercer orgasmo, en éste último casi gritamos juntos el grito triunfal, dúo de acabadas y de gemidos liberadores.
Al salirse del empalamiento, se yergue sobre sus piernas, algo temblorosas por la tensión del orgasmo, lo hace para que pueda contemplar cómo se le escurre el abundante lechazo, el choto (pija) casi se mantiene en erección, no puede menos que elogiarme la vitalidad y calentura, confirmar que estaba ojeroso por la calentura insatisfecha.
- No te preocupes yo te seguiré atendiendo todo lo que necesites. No sabes cuánto lo necesitaba, espero que esto se pueda repetir muchas más veces, si… es que te quedaste conforme? - Sí… sí, claro… mucho, usted es algo tan especial que voy a volver… volver todas las veces que quiera, sí, sí… quiero volver.
Después de un refrigerio, retomamos las acciones, nos dimos garache (cogida) como en la guerra, me sacó como cuatro polvos, ni sé cuántos ella, seguro fueron más. Nos despedimos, acordamos que cuando tuviera ganas le avise y la tengo como esta tarde. – Bueno, seguramente más deseosa, sobre todo ahora que sé cómo haces el amor. –Beso y despedida.
Por un par de meses podía darme el lujo de prescindir de las manuelas de Candy, tenía las bocas de Silvia dispuestas a consolarme. En una oportunidad, con Silvia entramos a la casa de Candy, confiados que no había nadie, estamos por salir cuando escuchamos voces apagadas que vienen de la habitación de mi novia.
Más preocupados que curiosos, nos acercamos, cautos, las voces se escuchan con más nitidez, claras y demostrativas de que hay una cogida en proceso, curiosidad y sigilo, por la puerta entornada vimos con total claridad como Candy se hacía coger por el primo Luis. Este primo de gil (hacerse el desentendido) solo tenía la facha, porque se la estaba volteando (cogiendo) con todo, y como disfrutaba la muy turra (putita). Volvimos sobre nuestros pasos, sin que lo notaran.
La vista de la escena, de momento, al menos, lejos de molestarme, lo único que produjo fue una instantánea calentura, que fui a calmar con Silvia en su cama. Nos enroscamos en unos polvos atroces cargados de violencia, ambos buscamos canalizar las tensiones y emociones en un sexo tan afiebrado como urgente. Ella ya me ganaba por tres a cero, tan excitado y enojado que no podía acabar, cada orgasmo de ella me ponía más y más duro, el choto ya me dolía de tan duro que lo tenía, y la calentura se hacía insostenible.
Silvia comenzaba a preocuparse por hacerme acabar, su boca recibía la intensidad de mis empellones descontrolados que producían alguna arcada, pero nada, la concha también dolorida y no podía.
Nos tomamos un descanso, espacio para que trajera un refrigerio, sabía como ordenar las emociones. Volvió con un potecito con vaselina, se puso en el ano, primera vez que iba a acceder a mis pedidos reiterados y se negaba por temor al grosos del miembro. Evitaba entregar el marrón (el culo), una mala experiencia y el grosos de mi pija la intimidaban y temía no poder aguantar todo.
– Te lo voy a dar, estoy convencida que con vos voy a poder liberarme de la aprensión que me produce, tengo confianza en ti y sé que me vas a tratar bien. Por favor despacio…
Guiaba el proceso de sodomizarla, la cabeza del choto abría el anillo anal, aguantó el dolor, y… un poco más de carne, otro poco, y… todo adentro. Ahogó el dolor mordiendo la almohada, inmóvil, esperando el nuevo embate de la carne urgente que penetra en sus entrañas. Casi, arrodillada, una almohada bajo el vientre, se ofreció total, empujando hacia mí ayudando en la culeada, me dejé llevar por su calentura, los quejidos de Silvia se mezclaron con mis gemidos, un solo sonido, un solo deseo: Que acabara en su culo.
Fue largo, a ella le pareció interminable, empujando y gozando al máximo llegué al borde del precipicio, largué todo en el abismo de su culito. Salió tanta leche, que Silvia diría después que a no ser por lo espeso y las dilataciones de la cabeza en la expulsión, hubiera pensado que le había orinado, tal la cantidad de semen. Seguro me pareció exagerado, pero en esos momentos lo sentí como el mayor de los mimos. Esta mujer sabía cómo tratarme, alfarera del sentimiento que está moldeando la humanidad de un joven para hacerlo hombre, valorarlo y darle su lugar.
Tan demorado el polvo, me retuvo mucho tiempo dentro del culo, al salir de su cuerpo me sentí un hombre nuevo, más completo, más maduro.
Quedó culo para arriba, literal y físicamente, yo tendido, de espaldas mirando el cielorraso, nuevamente enhiesta la pija, casi preparada para otro combate. Me limpió con una toalla húmeda, el próximo me vine en su boca. El fragor y la bronca puestas en la cogida me dejó exhausto, ella acompañó en el reposo del guerrero, por primera vez nos dormimos juntos.
Al despertar el mañanero, luego el desayuno en la cocina y la despedida, seguía vestida de Eva.
En la primera ocasión propicia me cogí a Candy, negó entregarse, en realidad fue técnicamente una violación, con el choto lleno de venganza, se debatió para zafar, gritando todo tipo de insultos, la coloqué boca abajo, sujetando de los cabellos, cual yegua que se resiste al padrillo en el servicio. Más que sexo era la venganza de haberme hecho cornudo, era el momento de cobrarme la afrenta. Con fuerza y sin mucho cuidado se la apoyé en el ano, apenas entró un poco de la cabeza, arreciaron los gritos y los zarandeos intentando salirse.
- ¡Por ahí no hijo de puta, por ahí no! ¡Por el culo no…!
Con todo el peso de mi cuerpo me mandé adentro de un golpe, gritó, contestaba sus quejidos con entradas más profundas. Estaba enterrado en ella, en el fondo, mínimo movimiento, suficiente para hacerle sentir el grosor de la pija, traspasarla, lavar con el dolor la ofensa de negarme a mí lo que le regaló al boludo del primo.
Presioné para pasar a través de ella, la mordí en el cuello y le grité cuando llegó el momento de la eyaculación, intensa, feroz, solo sexo, sin placer, solo venganza hecha semen para castigarla.
Me salí de su culo, de un golpe, sin cuidado, sin pudor, quedó refunfuñando su bronca, ser violada, y por el culo. Los gemidos ahogados, enjugaban el dolor anal.
- Este polvo es por puta infiel. ¡Por eso te rompí el culo!
Herida en el honor y en el ano, no me importó un carajo, me fui sin decir más nada.
No volví nunca más a verla, con la tía Silvia, seguimos un tiempo, cuando tenía ganas, me acercaba por las noches para pasarlas con ella. Ahora esto de novio con una muchacha de otro barrio, tenemos buena cama, y estamos pensando que esta relación da para más, veremos.
Historias como esta deben suceder con más frecuencia que uno cree, supongo que no fui ni seré el único traicionado por la novia, pero no se la llevó de arriba, bueno se la llevó por atrás, por el culo, no?
Nazareno Cruz
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