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Ten cuidado con lo que deseas: Afrodisíacos

La vida de Pedro era perfecta junto con su esposa e hijo de 18 años en un pequeño departamento en la ciudad. Desde afuera parecían una familia normal, pero Pedro pensaba que su esposa era frígida al ver al coito como un acto plenamente reproductivo.

Beatriz es una mujer proporcionada 42 años, tez clara, estatura pequeña, culo redondo con tetas grandes. Aunque de vestimenta recatada.

Le comentó la frigidez a su madre, quien le consiguió de la selva amazónica unas bebidas llamadas puzanga y yombina con instrucciones precisas de darle dosis exactas. Sin embargo, Arturo al creer que su esposa es tan fría le dio el doble de la dosis. La ayuda se la dio con la promesa de darle otro nieto.

Antes de acostarse le echó ambos brebajes a su gaseosa, espero hasta que se haga efecto. Alrededor de 20 minutos más tarde, Beatriz toma la iniciativa pidiéndole que la coja.

Generalmente, era algo rutinario, ella se abría de piernas y se dejaba hacer sin gemir, ni hacer movimientos. Pero en este caso, sintió su cuerpo caliente, un calor interno que fue creciendo quemándole la concha y pensamientos obscenos en contra de su recata educación.

Se empezó a sobar la concha, sobándose para estimularse fue hacia su esposo como una gata en celo empezando a sobarle el pecho. Le quitó el calzoncillo y empezó a cabalgar salvajemente. Se la metió hasta los huevos mientras ella jadeaba y gemía, Pedro estaba como en un sueño, tanto tiempo deseándolo y por fin ella tomaba la iniciativa y estaba gozando con su polla.

—Toma polla, toma polla —decía Pedro— te estoy follando, puta, te follo...

No duró mucho y se corrió. Por los muslos de Beatriz caía leche en abundancia, tratando de recogerla y ponerla nuevamente en su coño.

Pero no era suficiente, Beatriz quería más. Se abrió de piernas y clavaba sus uñas en la espalda y nalgas de su esposo para tratar de atraerla hacía sí. Tuvo dos corridas más y Pedro ya no podía, pero su esposa aún no estaba satisfecha.

—¡No me puedes dejar así! —gritó Beatriz

Al oír los gritos y jadeos su hijo llegó corriendo. Sorprendido al ver la escena de la espalda y culo blanco de su madre, totalmente desnuda, con el cuarto con olor a sexo y sudor. Su padre tirado a un lado y respirando trabajosamente.

Su madre le pedía ser follada, mostrando su coño peludo y su vagina rosada abierta y chorreante de jugos y semen, con su cabello suelto y muy largo tapando parte de una de sus tetas y cayendo hasta la altura de su coño peludo, de donde estaba el chico no podía diferenciar entre el cabello negro y los vellos púbicos de su panocha. El chico estaba hipnotizado ante tal espectáculo. No se pudo resistir y se desprendió de todas las prendas que tenía. Aún en trance se acercó en cuatro patas viendo y oliendo de cerca su coño, limpiando el sudor de su madre con su lengua, sintiendo los pelos de su coño haciéndole cosquilla en la lengua. Empezó a masajear su concha con sus dedos, quitando el semen de su padre. Al sobar su clítoris su madre se volvió loca. Jugando con los vellos. Ella gemía, pero no decía nada solo gemía. Se veía su pecho levantarse por el aire que trataba de respirar como si se estuviera ahogando. Inhala profundamente y llena tu cuerpo de excitación a través de esta esencia

El chico también cayó en éxtasis y se dispuso a chupar toda la raja de su madre con su lengua: de arriba abajo y a los lados. Empezó a lamer, meter la lengua por su gruta, trazar círculos en su clítoris. Su madre se retorcía de placer. Sus huevos le dolían y no se pudo resistir más y empezó a follarla, su vagina es estrecha, caliente y chorreante. No podía tomar aire un momento que ya le miraba con cara de "estoy-por acabar-sigue-¡YA!". Beatriz pasó de ser un ser pensante para convertirse en una ninfómana.

Entró otra vez y castigó su vagina y clítoris sin piedad, gritando, convulsionándose, haciendo temblar la cama. Acabó, la mujer gritó mientras acababa su hijo, arrojando más líquidos de las sábanas podían contener, goteando al piso.

Estaba exhausta de tanto acabar. Su hijo se acercó a besarla, le dolía la lengua de tanto chupar, y aún con su adolorida boca le pasó sus propios jugos que probó y trago sin decir una sola palabra. Ella pensó por un momento que el show había acabado cuando le dio su mano para que se parara.

La arrojó nuevamente sobre la cama, apuntó y empezó a meterla despacio. De un golpe fuerte se la enterró toda.

—¡¡¡AAAAAHHHHH!!! —Gritó.

Un inmenso gusto en su polla le daba la vagina húmeda y caliente de su madre, su hembra en ese momento. Paró del mete saca para evitar correrme enseguida por segunda vez y su sorpresa fue oír a su madre pedir más.

Con sus 18 años de vida estaba en la plenitud sexual, al igual que su madre en su punto antes de la menopausia. Para su hijo era su primera experiencia sexual, así que no lo dejaría fácilmente. Mientras que su padre se había sentado en una silla embobado viendo como su propio hijo se folla a su esposa.

Fue cuando su hijo la puso en cuatro patas que Pedro se acercó para que se la chupara mientras Beatriz era enculada en un rico sándwich corriéndose en su boca a los pocos minutos, mientras que su hijo continuaba enculándola.

—¡Ahhhahhhhahhhhhaa! —gemía de placer Beatriz— ¡vamos!… ¡dame más!

Sus piernas no aguantaron más su peso y cayó desfallecida chorreando jugos por sus agujeros. A la mañana siguiente se le había pasado el efecto de los afrodisiacos. Despertó desnuda con la boca sabor a semen y vio a su hijo a su lado. Por un momento estuvo desorientada, pero vio a su hijo desnudo a su lado y pudo recordar la gran sensación durante la orgia, era una sensación maravillosa y sonrió. Besó la frente de su hijo y se dispuso a bañar tarareando una canción.

A partir de ese día disfrutaría del sexo con su esposo. Llegaba del trabajo y se colocaba un vestido escotado y corto sin ninguna prenda debajo para ser follada a gusto por su esposo e hijo.

Sin decírselo a Pedro, prefería a su hijo: su pene es más grande y se tomaba el tiempo de explorarla y encontrar sus zonas erógenas. Descubrió que sus punto G son las orejas.

Al llegar de la universidad, Beatriz se paró y le sonrió pícaramente, entonces su hijo le dijo que tenía un culo fantástico.

—¿en serio lo crees cariño? —Dijo, Sonrojándose.

— Definitivamente —dijo él — estás buenísima. Mama, ábrete, te necesito, no sé si está bien pero te deseo con ansia, mamá, necesito metértela.

La inclinó un poco y empujó su polla dentro del chocho de su madre, estaba empapada, entraba de maravilla

—¡aaaaaaaaaahhhh!!! —gimió —¡por Dios, qué grande, hijo!

Se la clavó hasta los huevos mientras ella jadeaba y gemía, ambos estaban como en un sueño y gozando con su polla. Le gustaba que su hijo se la estuviera tirando, en la vagina húmeda y caliente de su madre, su hembra desde el día anterior. Detuvo el mete-saca para evitar correrse enseguida:

—¡Noooo!, ¡no pares, no pares, hijo!, ¡no pares ahora!, ¡dame más!... ¡ummmmm! ¡más, más!... ¡estoy casi a punto! —Ella misma movía sus caderas para joderse con su polla. Su hijo entró en éxtasis bombeándola fuerte, con ganas.

— ¡Toma polla, mamá, toma polla! ¡Te estoy follando, mamá, te follo!

—¡AAAAAAAhhhh! —gritó, se estaba corriendo. Su madre se estaba corriendo. Le gustaba ser follada

Su hijo también se corrió, como un animal, descargando su leche dentro del coño de su madre, con la polla hasta los huevos.

Cuando ambos se recuperaron un poco ella le dijo que iba al lavabo a limpiarse y que la acompañara.

A los pocos meses Beatriz quedó embarazada, desconociendo cuál de sus dos hombres de la familia era el padre.

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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