Cada vez que te miro, te huelo, oigo el sonido de tu voz, veo tu manera de caminar, de sonreír y cada vez que tu aroma delicioso a mujer llega hacia mi yo experimento un inmenso placer, mi corazón se acelera, mi imaginación despliega su manto lleno de lujuria y mi sangre comienza a arder en deseos por ti, mi mujer sensual. Bajo mi ropa voy notando como mi masculinidad va poniéndose rígida, firme, cálida y gruesa deseando tu cuerpo, tu profundidad, tu entrepierna húmeda, abierta, cálida, anhelante de mi presencia. Cuando te voy penetrando y te voy haciendo mía, nuestros mundos se unen para formar solo uno y nuestros orgasmos al unísono son olas deliciosas desplazándose en un océano.