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Acudí a la cita sintiendo la emoción en mi pecho. Cuando estuvo frente a mí, me alegré muchísimo. Por su rostro, se veía que era un hombre bonachón. Sus ojos se abrieron sorprendidos. Mis labios perfectamente pintados de rojo carmesí se abrieron para decir ‘hola’. Extendió su mano para recibir la mía, las estrechamos y luego sus brazos rodearon mi espalda. Nos abrazamos como viejos amigos. Yo me levanté en las puntas de los pies para darle un beso en la mejilla, cambié ligeramente la dirección de mis labios y besé su comisura labial. Víctor se sonrojó.
—¿No has cambiado tu decisión? –me preguntó serio.
—¡No! –respondí sin dudar.
—Vayamos entonces –dijo.
Tomamos el taxi con dirección al hotel donde se hospedaba. En el trayecto, nos hicimos preguntas cortas y dimos respuestas breves sobre el viaje, la ciudad nueva para él, y cosas por el estilo. Me acerqué a su oído, para evitar ser escuchados por el conductor del taxi, hablándole en voz muy baja:
—Sabes, estoy que ardo de caliente.
—¿Desde cuándo no te toca tu marido? –me preguntó muy quedito.
—Ya son como cuatro meses.
—Debes necesitarla con ansias –me dijo con sus labios pegados a su oreja.
—¡Sí! –le respondí excitada– ¡no te imaginas cuanto!
Nos dimos un beso en la boca, nuestras lenguas se saborearon mutuamente, así confirmamos nuestra disposición a gozar nuestro encuentro.
Llegamos a la habitación del hotel. Inmediatamente marqué desde mi celular.
—¡Hola corazón! ¡Ya estamos en el hotel! El Ramada, en South Harbor Boulevard, segundo piso, cuarto 239 –le dije a Tony.
Víctor cerró la puerta, lo detuve.
—No pongas el seguro a la puerta –le dije– más tarde llegará Tony.
—¿A qué hora estará aquí?
—Ya viene en camino, no debe tardar y más le vale que se apure –le contesté.
—¿Lo esperamos? –me preguntó.
No le respondí, yo ya estaba desesperada por ser cogida. Lo jalé de la mano pasando al cuarto. Me paré entre la cama y la cómoda. Me quité la gabardina, preguntando:
—¿Qué te parece?
—¡Estas sensacional güerita! –me respondió emocionado.
—Mira todo lo que te vas a comer –le dije recorriendo mis manos, de arriba hacia abajo, a los lados de mi cuerpo.
Sonriendo, levanté los brazos, modelando, girando mi cuerpo lentamente. Vestía una blusa negra de tela transparente, con sostén de media copa que permitía la vista completa de mis grandes senos. En la falda roja, corta muy pegada al cuerpo, se dibujaban los tirantes del liguero. Las medias y zapatillas negras combinaban muy bien con mi atuendo.
—Tienes un cuerpo sensacional ¡que trasero! –me dijo emocionado.
—¿Tú crees?
Se acercó por mi espalda, poniendo sus manos sobre mis pechos.
—¡Estas riquísima, Mary! ¡Qué tetas tan grandes! –me dijo en el oído, besándome el cuello, detrás de la oreja.
Mi piel se puso de gallina, coloqué mis manos sobre las suyas, balanceando mi cuerpo, pegando mis nalgas a su pubis. Víctor siguió besándome y lamiendo el cuello, haciendo que me retorciera con sus caricias. Me volteó y volvimos a iniciar el beso que quedó inconcluso en el taxi. Nos besamos una y otra y otra vez. Perdimos la noción del tiempo. Yo correspondí a sus besos y caricias, mordiendo suavemente su lengua y labios. Él me tenía rodeada de la cintura, yo de su cuello. Fue un momento que esperé por mucho tiempo. Víctor comenzó a remover mi blusa, lo detuve.
—¡No! ¡Así no corazón! –Le dije separándose un poco de él– tal como acordamos, te voy a hacer el striptease. Ponte cómodo.
—Lo que tú digas mami –dijo con voz temblorosa.
Se sentó en la orilla de la cama. Solté mi pelo, moviendo mi cuerpo sensualmente desabotoné los puños de la blusa, seguí con los botones del frente. Mis movimientos lentos contrastaban con los latidos de mi corazón que eran muy rápidos. Su cara tenía una expresión de excitación que se transmitió a mi cuerpo. También pude sentir en mi concha el efecto de su mirada llena de deseo. Claramente sentí como se mojó mi vagina. Lentamente removí la blusa, la aventé sobre su cara.
—¿Y tú? ¿No te vas a ir preparando? –le pregunté con voz sugestiva.
Comenzó a quitarse los zapatos y camisa. Yo seguí contorneado mi cuerpo, acerqué mis tetas a su cara. Víctor clavó su rostro entre mis grandes senos, aspirando muy fuerte con su nariz.
—¡Que rico huelen tus pechos Mary! –me dijo, continuando oliéndolos.
Con mis manos presioné su cabeza ligeramente contra mi pecho. Mientras él lo olía y daba pequeños besos a mi busto, sus manos fueron hacia atrás de mi brassier para desengancharlo. Cuando intentó quitar el brassier, me separé de él, continuando mis movimientos eróticos.
—¡Quítate el brassier Mary! –me pidió.
—No comas ansias –le dije– tenemos toda la tarde.
Quería lograr en él, lo mismo que sentía yo: un deseo desesperado por tener sexo. Me volteé de espaldas a él, indicándole bajar el cierre de mi falda. Tan pronto lo hizo, me separé nuevamente. Me volteé de frente a él, con un brazo sostuve mi brassier para que no cayera, mientras con la otra mano bajaba poco a poco mi falda. Víctor continuaba quitándose la ropa. Se detuvo cuando mi falda cayó y notó que yo no tenía panty, rápidamente mi mano cubrió mi pubis. Así quedé: con mis zapatillas de tacón alto, las medias sujetas con el ligero, mi mano cubriendo el pubis y mi brazo deteniendo el brassier. Víctor tragó saliva.
—¡Mary! –Dijo evidentemente entusiasmado– estás fenomenal.
—¿Te parece?
—¡Claro güerita! ¡Déjame verte por completo!
Lentamente comencé a girar mi cuerpo, cuando estuve de espaldas a Víctor, abrí un poco mis piernas, cubrí mi sexo y mi ano con mi mano. Agaché mi torso hacia delante, sin descubrir mis partes íntimas.
—¡Puta madre! –Dijo Víctor– estas buenísima mamacita.
—¿Te gusta mi cuerpo?
—¡Mucho! Voltea para que lo sepas. –me respondió.
Di la vuelta, él estaba con su pantalón y trusa en los pies, lo demás desnudo, casi acostado en la cama, con el pene muy erecto. Ahora la que trago saliva fui yo, no había duda que yo logré esa excitación. Su miembro se veía hermoso, con las venas llenas en su cuerpo y la cabeza brillosa, con los testículos colgando. Por instinto me apreté una teta y acaricié mi clítoris. Dije a mi misma: “¡todo eso me van a meter! ¡Cielos!” solo de verlo así, mi conchita comenzó a contraerse. Retiré la mano de mi pubis, el brassier cayó al piso. Con mis manos acaricié mis pezones, luego puse las manos debajo de mis tetas, se las ofrecí a Víctor.
—¿Te gustan? –pregunté muy cachonda.
—¡Claro! Son muy grandes, tal como las imaginé –me dijo, al momento que se sacó su trusa y pantalón, subiendo por completo a la cama.
—Ven –me llamó– esta lista…
—Acuéstate –le dije– primero me vas a comer la concha, tal como acordamos…
Víctor obedeció. Se tendió a lo largo de la cama, colocando su cabeza sobre la almohada, sin dejar de observarme. Me paré sobre la cama, con mis pies a los lados de su cintura. Él clavó su mirada en mi concha. Con ambas manos separé mis labios vaginales para que viera todo mi sexo. Llevó su mano a su miembro y lo empezó a masturbar lentamente.
—¡Que sexo tan sabroso tienes Mary! –me dijo tratando de penetrarme con su vista.
—¿Te gusta? –lo abrí lo más que pude, ofreciéndoselo.
—¡Mucho Mary! ¡Está muy jugoso!
En efecto, mi vagina estaba muy mojada. Con mis dedos embarré alrededor de mi sexo mis jugos. Cuando toqué mi clítoris, pegué un pequeño grito. Que rico sentí tocar mi sexo. Acaricié mi clítoris y me metí un dedo en la vagina lo más profundo que pude. Jugué con mi dedo dentro de mi conchita. Con la otra mano separé mi muslo para que Víctor no perdiera detalle de mi dedeada. Su mano se movía muy rápido masturbando su miembro. Caminé para situarme exactamente arriba de su cara. Las manos de Víctor recorrieron mis piernas, desde mis tobillos hasta mis nalgas. Yo puse mis manos sobre la cabecera de la cama para detenerme. Él separó mis glúteos para observar mejor mi sexo. Sentí la punta de su dedo en la entradita de mi vagina.
—¿Lo puedo meter? –me preguntó.
Mi respuesta fue abrir más las piernas, cerrar los ojos y concentrarme en sentir su dedo dentro de mí. Con suavidad Víctor lo introdujo poco a poco. Lo metía y sacaba con mucho cuidado.
—¿Así te masturbas, cuándo no tienes quien te coja? –me preguntó.
—¡Sííííí! ¡Asíííííí! –le respondí sintiendo la llegada eminente de mi orgasmo.
Ya no pude más, mi orgasmo llegó tremendo, la primera ola de placer ocurrió mientras dejaba caer mis nalgas sobre el pecho de Víctor. El retiró su dedo para tomar con sus manos mis nalgas. Abrí mis rodillas y acerqué mi sexo a su boca. La segunda ola de mi orgasmo coincidió con su lengua lamiendo mi clítoris. Esto aumentó mi placer, tuve el orgasmo más fuerte que jamás haya tenido. Estiré mis brazos sobre la cabecera de la cama para apoyarme y empujar con fuerza mi concha sobre la boca de Víctor. Él también estaba gozando comerme la concha. Me chupaba con fuerza y metía su lengua en mi vagina con muchas ganas. Restregué mi concha en su cara hasta que mi orgasmo terminó. Hice mi vista hacia abajo para verlo, tenía toda la nariz y mejillas mojadas con mis jugos. Así me quedé, con mi sexo muy cerca de su boca.
—¡Que rica sabes! –me dijo.
No contesté, solo le acerqué un poco más mi sexo. “¡Cuánto tiempo sin que me comieran la concha!”. Yo quería seguir gozando de esa manera. Sin dejar de tener contacto con nuestros ojos, sentí su lengua recorrer mis labios vaginales, varias veces, hasta que la introdujo en mi vagina. ¡Uuuyyy! Mi excitación nuevamente llegó al máximo. Con sus labios tomó uno de mis labios vaginales, lo estiró y metió dentro de su boca, lo chupó muy fuerte como si se lo quisiera tragar. ¡Uuuyyy! Yo sentí riquísimo. Nunca me habían hecho algo parecido. Moví mi cadera tratando de meter toda mi vulva en su boca. Hizo lo mismo con mi otro labio vaginal.
—¡Sigue, Sigue mi rey! –le dije– ¡No pares!
Su respuesta fue tomar mi clítoris entre sus labios y succionarlo. Toda el área alrededor de mi clítoris estaba dentro de su boca. Al mismo tiempo que succionaba su lengua hacia círculos acariciando mi clítoris. ¡Ooohhh! Mi orgasmo llegó igual de fuerte que el primero. Yo solté la cabecera de la cama y puse mis manos atrás de la cabeza de Víctor jalándola contra mi sexo. ¡Que rico sentía! No quería que él dejara de comer mi concha como lo estaba haciendo. Mi orgasmo no parecía terminar, ola tras ola de placer llegaba en mi interior. Nunca me había puesto en ese estado. ¡Y era apenas el comienzo de mi cita con él y Tony! Tuve unas ganas irresistibles de tener su miembro en mi boca mientras él me comía mi conchita. Sin hablar ni explicar nada, separé mi vulva de su boca y me volteé para hacer un 69. Puse mis manos a los lados de sus muslos, mi boca buscó su pene y metí lo más que pude dentro de ella. Casi cupo todo su pene. Lo comencé a mamar moviendo mi boca alternadamente con mi cadera. Víctor separó mis nalgas y usó su lengua por todo mi sexo. Tal como lo imaginé, sentía divino mamarle su palo y él mi concha. No puedo decir que llegó otro orgasmo, pues parecía que nunca había dejado de tenerlo. Me lamió toda, incluyendo mi culito. ¡Uuuyyy! ¡Qué delicioso comía mi concha! ¡Esas si son mamadas! –Pensé– no las que me da el pendejo de mi marido. Yo trataba ahora su verga con ternura, le besé la cabeza y chupé sus testículos con mucha suavidad. Llegué a meterme un huevo dentro de mi boca.
—Métetela –me dijo Víctor. Yo obedecí tratando de comerme toda su verga.
—En tu concha –me corrigió– te quiero coger Mary.
Sí –pensé– cógeme, la necesito dentro. Levanté mi cuerpo y Víctor deslizó el suyo hacia arriba, para dejar su espalda recargada sobre la cabecera de la cama. Yo me senté en cuclillas de espalda a él. Coloqué su pene en mi entradita y deje caer mis caderas sobre su miembro. Entró todito sin ninguna dificultad. Comencé a mover mi cadera hacia arriba y abajo, dándome de sentones sobre su verga. Él cogió mis tetas con sus manos, amasándomelas y diciendo lo mucho que estaba disfrutando esa cogida. Sus dientes me daban pequeñas mordidas en mi espalda. Giré un poco mi torso para ofrecerle una teta en su boca. Con mucha suavidad comenzó a besarme y mamarme el pezón. La forma como me lamía mi teta obligó a disminuir la velocidad de mis sentones.
—¡Así, despacio! –me dijo él mientras sus manos, tomando mi cintura, guiaban el ritmo de la cogida. Fue acertado, era mejor sentir como me la metía despacio y como su lengua alborotaba mi pezón. Cerré mis ojos para disfrutar esa cogida. Los abrí sorprendida cuando Víctor habló:
—¡Hola! Soy Víctor ¿Tony, verdad?
—Sí, ¡Que tal!
—¡Hola corazón! –Alcancé a decir. Enfrente de nosotros estaba Tony.
—¡Disculpa que nos adelantamos… –dijo Víctor.
—No se preocupen síganle, ahorita me uno a ustedes…
Yo le sonreí, mostrándole lo contenta que estaba por tenerlo ahí también. Mientras Tony se desvestía, continuamos cogiendo. Tony veía con detalle como el palo de Víctor se clavaba todo en mi vagina. Yo puse mis manos sobre mis rodillas abriéndolas al máximo moviendo hacia arriba y abajo mi cadera, cayendo pesadamente sobre el pene. Las manos de Víctor se pusieron sobre mi liguero, jalándome para que me la metiera hasta el fondo.
Tony acercó sus labios a mis tetas, chupándolas mientras que Víctor me cogía. ¡Eso era lo que yo quería esa tarde! Sentirme deseada por dos hombres. Que los dos me dieran una cogida que tanta falta me hace. Ya que mi marido casi no me toca. Yo estiré mi brazo para tomar el pene de Tony con mi mano. A las pocas masturbadas que le di, su miembro se puso durísimo.
—¡Dámelo en la boca! –le dije a Tony. Él se subió a cama parándose frente a mí. Dirigió su miembro a mi boca, pero con las sentadas que me daba sobre el pene de Víctor, se me dificultó mamárselo a gusto. Lo que hice fue masturbarlo con mi mano.
—¡Que dura verga tienes papacito –le dije a Tony!
La apreté durísimo, le puse más saliva sobre su miembro y lo masturbé al ritmo de mis sentones. A ratos me la acercaba a la boca y le chupaba su cabezota o le daba de besos. Víctor sujetó mi cadera para mantenerla quieta, metiendo y sacando su miembro de mi vagina muy rápido. Yo aproveché para meter la cabeza del pene de Tony en mi boca, sin dejar de masturbarlo, mientras mi otra mano le acariciaba sus huevotes. Ya se imaginaran lo que yo sentía. ¡Qué delicioso era tener a los dos hombres disfrutándome y dándoles placer! Sentí muy caliente dentro de mi vagina, era la eyaculación de Víctor. Moví nuevamente mi cadera con desesperación, aumentando el placer de él, quien con exclamaciones me demostró como gozó su venida.
Su miembro se puso flácido, pero yo quería seguir siendo cogida. Me detuve un momento y le dije a Tony: —¡cógeme tú! Tony dio unos pasos para atrás, yo me puse en cuatro sobre mis rodillas. Con mis manos abrí mis nalgas esperando la penetración de Tony. Él agarró mi cintura para detenerse y despacio deslizó su pene en mi vagina, entró todo. Mientras me cogía, Tony me preguntó:
—¿Me lo vas a dar hoy?
—¡Lo que quieras corazón! ¡Te doy lo que quieras! –respondí.
Terminé de contestarle y sentí caer un chorro de saliva sobre mi ano. Inmediatamente pensé en las veces que mi marido y Tony me habían pedido cogerme por ahí. Siempre me negué, pero esa tarde era especial, yo estaba dispuesta a darle todo lo que me pidieran esos cabrones. Poco a poco Tony comenzó a meter un dedo en mi agujerito. ¡Uuyyy! Me gusto mucho sentirlo hurgándome la colita. En eso, Víctor levantó mi cara acercándome su verga semierecta a mi boca. Sin pensarlo abrí mi boca para que la metiera. Se la mamé con calma, quería sentirla otra vez completamente parada. No me costó mucho trabajo lograrlo. Puse mis manos deteniéndome de sus muslos mientras se la mamaba. Tony ya me metía dos dedos en mi trasero. Era la primera vez que tenía ocupados mis tres cavidades. Mi mente se ofuscó, no escuche ni vi nada. Solo quería que este gozo no se acabara nunca. Así estuvimos un rato hasta que Tony me dijo:
—Ya estas lista Mary… lo que me prometiste…
—Acuéstate por favor –le dije a Víctor– Tony quiere hacer un sándwich.
Inmediatamente obedeció, él sabía que ese era también mi deseo. Por fin sentiría dos miembros dentro de mí. No saben cuántas noches estuve imaginándome en medio de dos hombres. Por fin haría realidad mi fantasía.
Cabalgué a Víctor, introduciendo su miembro en mi vagina. Sin pérdida de tiempo comenzó a cogerme lentamente. Mientras me la metía, me chupaba mis tetas igual de despacio. ¡Qué bonito fue que me estuviera cogiendo así! Le puso especial atención a mis pezones, los mordía levemente cuidando de no lastimarme. Yo esperaba con ansia la penetración de Tony, sin embargo, apareció frente de mí, con un condón en su mano.
—Pónmelo con tu boca –me indicó.
Eso hice, le puse el condón hasta donde mi boca alcanzó. Él terminó de proteger su pene y le embarró saliva. Se movió atrás de mí. Víctor, al ver a Tony listo a penetrarme, separó mis nalgas con sus manos, dejando mi agujerito a la disposición de Tony. Su pene entró con cierta dificultad, el dolor que sentí fue compensado con la emoción de saberme cogida por ellos dos. Poco a poco fueron sincronizando sus movimientos hasta el punto de sacarlas y meterlas juntos. ¡Uuuffff! ¡Que gozo! Fue mucho mejor de lo que me imaginé. Víctor me abrazó de la cintura, para darme unas metidas muy fuertes. Tony, quien estaba de pie, puso sus manos sobre mis tetas, apoyándose en ellas, mientras me hundía todo su miembro en mi culito. Mi mente fue cayendo en un vació al mismo ritmo que ellos aumentaron la velocidad y fuerza con que me cogían. La oleada de mi orgasmo me llego infinidad de veces. ¡Grite y grite! Pidiéndoles que no pararan. Yo quería más y más.
—¡Que chingón! –Dijo Tony– estas muy apretada mamacita. ¿Te gusta?
—Síííí, mucho ¡Métemela toda! –le respondí.
Tony le puso más fuerza. En una de esas, la verga de Víctor quedó fuera de mi vagina. Yo protesté de inmediato.
—No me la saques Víctor –le dije– ¡métela! ¡Métela por favor!
—Párense tantito –nos pidió.
Tony se salió de mí un momento. Sin pérdida de tiempo hice mi mano hacia atrás para tomar el miembro de Víctor y volverlo a meter en mi conchita.
—Ya está –les dije.
Víctor se acomodó, tomando mi cintura firmemente. Tony volvió a penetrarme la colita. ¡Ayy! ¡Que rico sentí al tenerlos de nuevo dentro de mí! En un suspiro, ya tenía esas dos vergas otra vez saliendo y entrando por completo en mí. Sus cuerpos chocaban contra el mío, pronto ellos también comenzaron a gemir y exclamar. Tony hablaba mucho diciendo como disfrutaba la enculada que me daba. El orgasmo que me llegó me hizo gritar, esto excitó más a los dos, porque comenzaron a mover sus caderas con desesperación. Mi orgasmo nubló por completo mi mente, parecía que perdería la conciencia, en serio, estuve a punto de desmayarme por la venidota que me produjo la cogida que me dieron esos cabrones. Yo aflojé mi cuerpo, dejando que ellos me cogieran como quisieran, cerré mis ojos y disfruté mi orgasmo como nunca lo había hecho. A los pocos instantes, escuché decir a Tony:
—¡Ahí te van! ¡Ahí te van!
Su semen caliente cayó sobre mi espalda, también los sentí caer sobre mi culito. Más cayeron sobre mi espalda. Volteé mi cara para verlo, Tony estaba masturbando su miembro y seguía escupiendo espermas sobre mí. Tony se movió enfrente de mí, dándome su verga en la boca. Pocos espermas quedaron en mis labios. Yo abrí la boca para mamarla, apenas y me cupo la cabeza, la succioné tratando de sacarle toda su leche. Tony depositó su último chorro en mi boca, los trague, pero quería más. Seguí chupando con fuerza hasta que Tony me detuvo.
—¡Espérate Mary –me dijo– que me lastimas.
—¡Me vengo! ¡Me vengo! –gritó Víctor.
—¡En mi cara! Mi rey –le pedí– échamelos en la cara!
Tony se hizo a un lado para que Víctor se parara frente a mí. Mientras Víctor se incorporaba, arrojó el primer chisguete de semen que rebotó en mis pechos. Después una gran cantidad de leche cubrió mi frente, resbalando hacia mis ojos y nariz. Inmediatamente dirigí mi boca a su verga, pues quería probar su semen. Todavía alcancé a beber una buena cantidad de sus espermas. Me supieron agridulces, muy sabrosos. Seguí chupando su pene hasta que no salió nada. Le di un último beso a la cabeza de ese miembro que me había hecho gozar tanto.
Nos acostamos los tres, yo en medio de ellos. Después de un descanso y platicar un poco, comenzaron a cogerme nuevamente. Me hicieron ponerme en muchas posiciones, se intercambiaron mis agujeros muchas veces. Nos terminamos tres paquetes de condones. Yo terminé toda llena de sus espermas. ¡Que tarde de sexo puro tuvimos ese día! Así estuvimos hasta que me di cuenta que era hora de regresar a casa. Llegué solo cinco minutos antes que mi marido. Creo que mi hermana, quien cuidó a mi hija esa tarde, sospechó algo al verme llegar recién bañada. Mi esposo salió, como es su costumbre, a ver a sus amigos después de cenar. Lo despedí gustosa, estaba cansada de tanto coger. No me arrepiento de ser infiel a mi marido, él no me toca como yo quisiera. No sabe de lo que se pierde el pendejo. Espero que pronto sea cogida de esa manera otra vez.
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