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Estaban empapados cuando llegaron a casa. Habían salido a dar un paseo aprovechando la magnífica tarde de primavera que había estado haciendo. Pero del mismo modo, la caprichosa primavera hizo que, al cabo de una hora de paseo, empezase a diluviar.
Tras llegar a casa, fueron corriendo al cuarto de baño para coger sendas toallas y secarse un poco todo el agua que les había caído encima. Aprovecharon de paso que estaban en el baño para quitarse la ropa empapada y, jugueteando, empezaron a quitarse la ropa el uno al otro. Pero lo que empezó como un inocente juego de pareja, pronto se convirtió en algo más.
Él le quitó a ella la camisa, y fue entonces cuando vio, a través del sujetador, cómo los pezones se le habían endurecido debido al agua y al frío. No fue gran cosa, pero fue lo suficiente para despertar algo en el interior del chico.
Lo siguiente que le quitó fueron los pantalones, aunque esta vez, y al contrario que con la camisa, lo hizo muy lentamente y acariciando juguetonamente el culo de la chica, al tiempo que le besaba inocentemente en un hombro. Aunque se sorprendió un poco al principio, la chica le contestó quitándole a su vez los pantalones al chico, dedicándole aquella sonrisa pícara que tanto le gustaba y le excitaba a él al ver el bulto de su polla, que empezaba a endurecerse debajo de los calzoncillos.
Tras quitarle los pantalones, el chico comenzó a acariciar los muslos de la chica con las manos, pasando por sus caderas y su cintura en dirección al sujetador. La chica notaba cómo se le iban poniendo los pelos de punta conforme las manos del chico recorrían su cuerpo suave y lentamente, y le rozaba juguetonamente la curvatura de las tetas.
Con la excusa de llegar mejor al broche del sujetador, el chico abrazó a la chica, rozándole el coño con la polla, aun separados por la tela del calzoncillo y de las bragas. Al juntar su pecho con el de ella, pudo notar cómo el pulso y la respiración de la chica se iban acelerando, y cómo se le escapó un ligero suspiro al darle un mordisquito en el hombro. Con un movimiento de sus manos, el chico le abrió el broche del sujetador a la chica y se lo quitó lentamente, separándose lo justo para acariciarle las tetas sin dejar de frotarle el coño con la polla. La chica también quería sentir la dureza de la polla del chico contra su coño, así que lo abrazó por la cintura con firmeza.
El chico, tras dejar el sujetador distraídamente junto al resto de sus ropas, volvió a cogerle las tetas a la chica y empezó a acariciárselas, jugando con los pezones de ella entre sus dedos, notando su dureza mientras miraba fijamente a la chica a los ojos. La respiración de ambos se iba acelerando poco a poco, y la chica notaba cómo la polla del chico se iba poniendo cada vez más dura y se hacía más grande, por lo que empezó a mover las caderas para rozarla más aun contra su coño, el cual empezaba a estar empapado por otra humedad distinta a la del agua.
Ella empezó entonces a bajar sus manos en dirección al calzoncillo del chico, comenzando a bajarlo muy poco a poco. Al principio, este se resistió un poco en ser retirado, ya que la polla del chico estaba tan dura que no dejaba que el calzoncillo bajara, pero al final acabó cediendo dando un pequeño bote. Ella empezó entonces a acariciarle la polla a él, aunque dejó de hacerlo para cogerle las manos al chico cuando él intentó hacerle lo mismo. Ella volvió a regalarle aquella sonrisa tan pícara que a él tanto le gustaba y se dio la vuelta para abrir el grifo de la ducha. El chico aprovechó entonces para quitarle las bragas a la chica y frotarle el culo con su polla mientras le cogía las tetas por detrás.
La chica soltó un gemido debido a la sorpresa y comenzó a suspirar con cada embestida del chico. Él se cogió la polla y, directamente, la metió entre las nalgas de la chica. El chico la empujó suavemente hacia adelante, haciendo que la chica se apoyara en la pared con las manos, con lo que pudo entonces llegar con la punta de su polla hasta los húmedos labios de la chica, y empezó a frotárselos para sentir la humedad de la chica en su polla.
Ella notaba cómo empezaban a temblarle las piernas, por lo que se dio la vuelta y, cogiendo al chico de la mano, lo metió con ella en la ducha. El agua tibia caía sobre las tetas de ella y la polla de él. Ella empezó a acariciarle la polla al chico, y al rato empezó a masturbarle. Él, a su vez, seguía sobándole las tetas a la chica y jugueteando con sus pezones.
Entonces ella lo atrajo hacia sí, y poniendo la polla del chico entre sus piernas, abrazó con fuerza al chico para poder sentirla rozando sus labios empapados y su clítoris. Él, a su vez, la abrazaba también, mientras le cogía el culo con las manos para atraer a la chica aun más hacia él, mientras le regalaba mil besos y mordisquitos a lo largo de su cuello y de sus hombros.
Al poco rato, el chico hizo que la chica levantara una pierna y la apoyara en el borde de la ducha para poder juguetear aun más, y poder rozar con la punta de su polla el clítoris y abrirle los labios, hasta llegar a ponerle la punta justo en la entrada a la vagina de la chica. Ella se abrazaba a él, esperando que en cualquier momento le metiese la polla. Lo quería y lo necesitaba. Necesitaba sentir la polla del chico, dura y caliente, en el interior de su coño. Necesitaba sentir cómo su polla recorría todo su coño, desde la entrada hasta el fondo, y cómo lo repetía una y otra vez.
Pero en lugar de eso, el chico se puso de rodillas en la ducha y, abriéndole los muslos a la chica, comenzó a lamerle los labios y el clítoris. Su lengua recorría el interior de los muslos de la chica y sus labios, para ir siempre a parar al clítoris, el cual cogía entre los labios y succionaba como si se tratase de uno de los pezones de la chica. Acompañando a los labios, el chico comenzó a pasarle tambien un dedo por encima de los labios de ella, hasta que lo tuvo tan empapado por los flujos de su coño, que se lo metió entero hasta el fondo.
La chica gemía y suspiraba mientras la lengua y el dedo del chico no paraban de masturbarla. El agua no paraba de caer sobre la cara del chico, pero eso no le impedía lamerle el coño a la chica cada vez con más fuerza, hasta que llegó un momento en el que la chica le pidió parar. El chico estaba haciendo que ella estuviese a punto de correrse, y ella necesitaba algo más que eso... necesitaba la polla del chico en su coño.
Cogiéndole la cabeza, hizo que el chico se levantara y, en esta ocasión, fue ella la que se agachó y comenzó a jugar con la polla del chico. Primero dándole besos en la punta, luego lamiéndola desde la base, y finalmente, metiéndosela entera en la boca. Empezó entonces a succionarle la polla, mientras se la metía y sacaba de la boca y lo masturbaba con una mano, mientras que con la otra le acariciaba los huevos. Era tan grande el placer que sentía el chico, que pronto tuvo que decirle a la chica que parase. Él también estaba a punto de correrse, y también necesitaba sentir cómo el coño de la chica le envolvía la polla y se la dejaba completamente empapada.
Cogiendo a la chica de la mano, el chico salió de la ducha y se sentó en la tapa de la taza del váter, masturbándose suavemente delante de la chica, como invitándola a sustituir a su mano en la tarea que estaba realizando. La chica se acercó a él y, tras ponerse con las piernas abiertas encima del chico, le cogió la polla y empezó a rozar la punta por todos los flujos de su coño, jugueteando traviesamente con la punta en la entrada de su coño, hasta que la chica no pudo más y se sentó encima, metiéndose la polla hasta el fondo.
El chico le cogió entonces a la chica del culo y se la acomodó encima, haciendo que la chica quedara con los pies en el aire, metiéndole la polla aun más adentro. Ambos gimieron y suspiraron cuando sintieron el calor del otro. Él, notando cómo el calor de ella le envolvía la polla; ella, notando cómo el calor de él la penetraba profundamente. Se quedaron así durante un rato, quietos los dos, para poder disfrutar de aquella sensación tan placentera.
Al poco rato, el chico, con el culo de la chica cogido firmemente con sus manos, comenzó a moverla arriba y abajo, muy lentamente y pasando su polla a lo largo de todo su coño, sintiendo su calor y su humedad. Ella no paraba de gemir de placer, y él no paraba de suspirar por el mismo motivo. Ella se abrazó a él del cuello y él aprovecho para lamerle los pezones a la chica mientras la follaba. Él aceleró el ritmo de las embestidas y los dos comenzaron a gemir y a gritar de placer, hasta que llegó un momento que creía que no podría aguantar más.
El chico paró entonces un momento, e hizo que la chica se pusiera de pie. Se levantó de donde estaba y, con un gesto de la mano, le dijo a la chica que lo siguiera, llevándola hasta el salón. El chico entonces se sentó en el sofá que daba a la ventana, y le indicó a la chica que volviera a montarlo, pero esta vez dándole la espalda. Ella obedeció y volvió a ponerse con las piernas abiertas sobre el chico. Y al igual que antes, volvió a ponerse la polla en la entrada del coño. Pero esta vez estaba demasiado cachonda como para juguetear con ella y se la metió de golpe hasta el fondo del coño. Estaba tan empapada que no le costó ni el más mínimo esfuerzo.
El chico comenzó a moverle el culo adelante y atrás con una mano, mientras que con la otra le acariciaba las tetas. Mientras follaban, podían ver cómo en el exterior seguía diluviando hasta que, sin darse cuenta, empezaron a follar al ritmo del golpeteo de las gotas en el cristal de la ventana. El chico seguía penetrando a la chica mientras le sobaba las tetas, y ella a su vez le acariciaba los huevos al tiempo que se acariciaba el clítoris. El chico notaba cómo cada vez la chica tenía el coño más caliente y más empapado, hasta el punto en que empezó a notar cómo el flujo comenzaba a empaparle no sólo la polla, sino también los huevos. Ella, a su vez, notaba la polla del chico cada vez más gorda y caliente en su interior, y cómo le frotaba por todo el interior con cada embestida.
Pero el chico no quería que la cosa terminase ahí, así que, y muy a pesar de la chica, volvió a parar y a hacer que se pusiera de pie. Aunque esta vez no se fueron demasiado lejos, ya que lo que hizo el chico fue hacer que la chica se sentase en la mesa para poder follarla de pie. Cogiéndole el culo con las dos manos, el chico penetró de nuevo a la chica hasta golpearle el culo con los huevos. Ella volvió a gemir de placer al sentir la polla del chico recorrer todo su coño, tan empapado a estas alturas, que incluso empezaba a mojar la mesa.
El chico comenzó a penetrar entonces a la chica con fuerza, golpeándole el culo con los huevos con cada embestida. Al mismo tiempo, ella comenzó a frotarse violentamente el clítoris al ritmo de las embestidas del chico. Los dos gritaban y suspiraban, gemían y jadeaban, y creían que iban a morirse de tantísimo placer. El chico cada vez estaba más cerca de correrse, y la chica comenzó a sentir espasmos, indicando que también estaba a punto de eyacular.
Entonces, y totalmente de improviso, el chico sacó la polla del coño de la chica y se corrió en el abdomen de la chica. La primera oleada de semen fue tan fuerte que a la chica le llegó incluso hasta las tetas. El resto del semen fue a parar a los labios del coño de ella, la cual también había empezado a correrse al sentir el calor del semen sobre su cuerpo. El chico comenzó entonces a frotar la punta de su polla por los labios de la chica, extendiendo todo el semen sobre los labios de ella, lo que la hizo estremecerse de placer entre espasmo y espasmo.
Cuando se hubieron calmado un poco, los dos fueron a sentarse al sofá, abrazándose el uno al otro, y dándose tiernos besos entre suspiros y jadeos. Ambos veían en los ojos del otro lo mucho que se amaban, y eso hacía aun más intenso el placer del orgasmo que acababan de tener.
A partir de ese día, siempre que veían que llovía en la calle, recordaban aquella tarde que llegaron empapados a casa y acabaron follando por casi toda la casa. Y siempre que lo recordaban, se ponían tan cachondos que acababan follando de nuevo, cada vez en un sitio diferente de la casa.
Y es que una casa tiene un sin fin de posibilidades...
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