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Después de todo, ser distraído puede llegar a ser un pecado.
Lo digo porque a veces queremos buscar algo fuera, teniéndolo junto a nosotros.
Y lo digo porque esto fue lo que paso conmigo.
Comencemos.
Soy adicto a la lencería erótica, llámese corseletes, portaligas, hilos dentales, brasieres, medias de seda, baby dolls, etc., adicción que desde el inicio de mi matrimonio encontró eco en mi esposa, ella es una hermosa mujer de 1,68 metros, 49 kilos de peso y con unos espectaculares 90-60-95, que resultan casi perfectos para cualquier clase de lencería.
Ella siempre aceptó lucir todo lo que yo le compraba, aunque solo en la intimidad, pues de uso diario solía usar los mas recatados e insípidos conjuntos de ropa interior.
Pienso que nada se debe hacer a la fuerza, por lo que aceptaba su decisión. Pero eso sí, a partir de las 7:30 PM, en la tranquilidad del trabajo terminado, su cuerpo se adornaba de la manera más provocativa posible, ella misma escogía su indumentaria de la noche, demostrando muy buen gusto.
La más de las veces ella me acompañaba a tiendas especializadas y grandes almacenes para la elección y compra de nuevos modelos, convirtiendo el acto de probarse en un verdadero show erótico, varias veces terminábamos teniendo sexo en los probadores, con el silencio cómplice de las vendedoras, a las que premiaba con generosas propinas.
Otras veces iba yo solo, sirviéndome esto para lograr que algunas de las vendedoras, claro que solo las más lanzadas, modelasen los artículos a comprar, logrando apreciar sus hermosos cuerpos sin ningún problema.
Esto último que les cuento me ha dado una idea para un negocio que tal vez en un futuro no muy lejano instale: "Tienda de Lencería Fina con Maniquíes en vivo".
Bueno retomando el relato, después de casi dos años de convivir con esta afición, Mariana me dice que ha "decidido dejar de usar cualquier clase de lencería que no sea utilitaria" y "que es una decisión definitiva y no negociable".
Es de esta simple manera, que de un día a otro me encontré con tres cajas de la más fina lencería relegadas al olvido, con una frustración enorme y en la más completa confusión, opte por guardarlas en lo más profundo del desván, en espera de mejores momentos. Dicen que "la esperanza es lo último que se pierde".
Les contaré que desde el principio de nuestro matrimonio nos acompaña como asistenta una joven mujer, Viviana, de unos 25 años, ojos verdes, tez canela, pelo corto y azabache, 55 kilos, 1,75 mts, adornados con unas fabulosas medidas corporales: 98-60-98, que siempre ha tratado de ocultar con gruesas y holgadas ropas, a la que en verdad no había prestado mucha atención, pero tendría un papel muy importante en mi vida personal y matrimonial, asumiendo en su momento tareas adicionales, que llegado el momento les contaré.
Pero sigamos con el relato.
A los pocos meses de saber la decisión de mi esposa y por cosas del trabajo llego más temprano que de costumbre a casa, mi esposa todavía no llegaba de su trabajo y queriendo jugarle una broma a Viviana, entro silenciosamente a casa y la recorro sin encontrarla en la cocina, lavandería ni sala, intrigado subo al segundo piso dirigiéndome a los dormitorios, cuando escucho ruidos en el desván, para investigar subo y asomo sigilosamente la cabeza, quedando impresionado con la visión mas increíble que podría imaginar.
Viviana estaba al centro del desván totalmente desnuda, mis ojos recorren su escultural cuerpo que brilla con la tenue luz que entraba por los vitrales del techo, a sus pies estaban abiertas las tres cajas de lencería y en sus manos tenia un par de medias negras con blondas de encaje, lentamente a empezando a ponerse una de ellas, con parsimonia levanta una de sus largas y torneadas piernas y le que empieza a colocar muy despacio el delicado tejido de seda, recorre todo la longitud de su pierna, terminando sobre su precioso muslo, al cual se adhiere suavemente la silicona de la blonda. Satisfecha con lo echo. Continua con la otra pierna, procediendo de la misma manera, una vez terminada se para frente al espejo de cuerpo entero y les da una revisión final, ahora es cuando gozo con la visión directa de su culo redondeado y perfecto, así como de su depilado coño reflejado en el espejo.
Las medias le quedan perfectas, despedían reflejos dorados por los rayos del sol al caer sobre ellas.
Se agacha y toma en sus manos un delicado corselete negro, que procede a colocar alrededor de su breve cintura, el entalle es perfecto. Sus senos son sostenidos a duras penas por las medias copas y levantados por acción del push-up incorporado, regula los tirantes para un ajuste perfecto y procede a sujetar las medias con ayuda de las ligas, adaptándolas a lo largo de sus piernas.
Se vuelve a agachar y toma un minúsculo hilo dental de encaje negro, poniéndoselo muy lentamente, es hermoso ver como la delgada tira posterior se pierde entre las dos masas de carne que definen el culo más hermoso que nunca he visto. Presenta unas delgadas líneas más blancas, que coinciden perfectamente con las tiras del hilo dental, signo claro de sus preferencias sobre ropas de baño.
Su breve cintura es abrazada por las tiras laterales del hilo dental, el que completa el conjunto divinamente.
Quedo embelesado por la visión, cuanto tiempo he tenido cerca a este monumento de mujer y yo sin darme cuenta. Lo que me admira aun más es el gusto que manifiesta por la lencería que esta luciendo, pues sus manos no dejan de acariciar una y otra vez, todas las prendas que tiene puesta. Se mira por delante y por detrás, se acomoda coquetamente la delgada tira que se pierde entre sus firmes nalgas, se acuclilla para ver como queda sobre su depilada vulva. Se acomoda los senos dentro de las copas, dejando casi fuera sus erectos pezones, es un espectáculo que hace buen tiempo no gozaba.
Mi verga ha reaccionado, esta erecta con una dureza de acero, hace ya buen tiempo que no se me ponía tan dura de la excitación.
No sé que hacer, deseo acercarme a ella, tocarle, besarle todo el cuerpo, recorrerlo una y mil veces con mis dedos y terminar por hacerle el amor, comerme ese lindo coño, colocar sus hermosas piernas sobre mis hombros e introducirle mi verga hasta lo más profundo de su vagina, pero cuando ya armado de valor me dispongo a salir de mi escondite, oigo llegar el auto de mi esposa, que por lo que parece también ha adelantado su regreso, Viviana se sobresalta por el ruido que ha escuchado y con un gesto de sorpresa se da vuelta en mi dirección y es así como nuestras sorprendidas miradas se encuentran, pero la de ella está acompañada de algo de vergüenza y enojo, pero no le dejo decir nada porque con un gesto de mi mano le indico que guarde silencio y que me lo deje a mí.
Bajo y voy al encuentro de mi esposa, a la que ayudo a bajar las cosas que trae, le hago la conversación y la llevo a la parte posterior, distrayéndole lo suficiente dé tal manera que Viviana puede cambiarse y retomar sus tareas.
Al regresar a la casa, la encontramos en plena faena de terminar de cocinar el almuerzo, sus ojos traviesos rehuyen los míos, pero su trato sigue siendo el mismo.
Pasan los días y no hay oportunidad de conversar, pero el siguiente sábado mi esposa tiene que viajar temprano a una reunión de trabajo y me avisa que estará llegando posiblemente el domingo en la mañana, depende de cómo se desarrolle el trabajo. Le pido que no se apure y que si se alarga mucho la reunión, se quede a dormir en la casa de su hermana y que viaje más tranquila el domingo temprano. Ella está de acuerdo y me asegura que me avisará por lo que decidiese.
El sábado muy temprano despido a Mariana y apenas se pierde de vista empiezo a desarrollar mi plan.
Después de bañarme y ya sentado en la mesa de la cocina, Viviana me sirve el desayuno de siempre, solo que esta vez lo hace vestida con su salida de cama, nos hemos saludado como todos los días, pero esta vez la invito a que me acompañe en la mesa, ella no quiere al principio, pero insisto y acepta.
Tomamos desayuno comentando las noticias que se ven por la TV, yo estoy con un ojo en la pantalla y otro en su cuerpo, pues lo tenue de su bata no deja nada a la imaginación.
Me doy cuenta fácilmente que usa como pijama solo un diminuto hilo dental, sus erectos senos, desnudos bajo la bata, se definen claramente. Sus duros pezones se muestran erectos, rodeados por sus aureolas marrones. Cuando ha estado de pie he podido apreciar lo breve de su hilo dental, por detrás es solo una tirita, que se convierte delante en un minúsculo triangulo, que cubre lo mínimo de su depilado monte de venus.
Conversando de naderías terminamos el desayuno y le ayudo a levantar la mesa, estoy en eso cuando la veo de espaldas a mí, no me puedo contener más y me sitúo detrás de ella, tomo sus manos y las mantengo sobre la mesa, separadas y pegando mi boca a su oído le digo con dulzura:
- Vivi, que hermosa estas, siente el efecto que tienes sobre mí. - mientras digo esto le coloco mi erecto pene entre las nalgas, a la vez que recorro con mis labios su desnudo cuello.
Noto un poco de resistencia, que se disipa rápidamente, se relaja y se deja llevar por las sensaciones, ahora ella se pega aun más a mi verga, colocando su hermoso culo en pompa.
Esta es la señal que estaba esperando.
Le despojo suavemente de la bata, que cae a sus pies, mientras tanto recorro con mis labios su delicada espalda y deleito mi vista con su cuerpo armonioso solo interrumpido por las finas tiras del hilo dental, que ahora que lo miro más cerca, me parece conocido.
- Yo conozco este hilo dental - le susurro al oído.
- Lo tomé de una de las cajas, me da mucha pena el desperdicio - susurra con un tono de pena.
- Opino igual que tú. Además tu lo luces mucho mejor. En tu culo se ve fabuloso - digo esto mientras acaricio con la yema de mis dedos sus redondos glúteos.
- Gracias. Pero deja de hablar y sigue con lo que estabas haciendo.
Vuelvo a pegar mi pene contra sus nalgas y mis manos empiezan a recorrer su cuerpo.
Acaricio suavemente su espalda con mis dedos, presionando delicadamente, voy dándole un suave masaje, ella se deleita con las sensaciones y con sabios movimientos de cadera acomoda mi erecta y desnuda verga entre sus nalgas, donde se pierde de vista.
Mis dedos, que no han dejado de recorrer su deliciosa espalda, descienden hasta llegar al punto donde nace su increíble culo.
Presiono con mayor fuerza sobre el cóccix, y siguiendo la línea de las caderas hago que se venga ella en su primer orgasmo, el que acompaña con gritos de placer.
Terminado este, le doy vuelta y le retiro con sumo cariño el breve hilo dental.
La hago que se siente sobre la mesa y me deleito con la visión de su hermoso coño perfectamente depilado, su clítoris está erecto, y desafiante presenta su pequeña cabeza en alto, llamándome para besarlo y jugar un rato con él.
No me hago de rogar y empiezo por recorrer con mis labios su plano vientre, juego con mi lengua en su diminuto ombligo, jugueteo con sus mínimos vellos púbicos y finalmente desciendo sobre su sabroso clítoris.
Me deleito con su sabor y gozo de su inusual aroma a manzanas, está erecto y es fácil tomarlo entre mis labios y succionarlo delicadamente. Mi lengua recorre suavemente toda su longitud, presionando y succionando solo lo necesario, sus suspiros de placer me indican que estoy haciendo lo correcto y continuo.
Mis manos recorren sus suaves muslos y los coloco sobre mis hombros, para mayor comodidad de ella. Mi mano izquierda, mientras tanto ha encontrado la entrada a su vagina y dos de mis dedos ya están explorando dentro de ella en busca de su punto G.
Lo encuentro y empiezo estimularlo, casi inmediatamente su cuerpo se convulsiona en un segundo y tercer orgasmos seguidos, ella echada en la mesa se abandona totalmente y me deja actuar a mi total voluntad.
Aprovechando la pequeña muerte que acompaña a todo orgasmo, el dedo medio de mi mano derecha se sitúa sobre la entrada a su apretado ano, el cual al sentir la ligera presión que hago, se relaja y deja entrar la primera falange del mismo.
Lo retiro y lubrico con abundante saliva y regresa a donde estaba, ahora si entra hasta el nudillo y lo dejo ahí por un momento, pero no pasa mucho tiempo cuando ella empieza a estrujarlo rítmicamente con su esfínter, invitando a tomar acciones más activas.
Sin esperar más invitación, empiezo a hacerle el amor con mi dedo, al que pronto sumo dos más. Ahora que tiene los tres dentro de ella, sus movimientos se han convertido en verdaderos estertores de placer, encoge sus piernas contra su pecho y mirándome a los ojos con profundo deseo me pide que la penetre por el ano, en una toma frente a frente.
No me hago de rogar y dirijo mi dura verga a su dilatado ano, lo emboco y sin mucho miramiento se lo introduzco hasta la raíz, le estoy viendo su rostro crisparse por la tremenda pieza que recibe hasta lo más profundo de su ano, pero pronto el gesto de dolor se convierte en gusto y después de placer al sentir mi vaivén en su interior.
La tengo ensartada por el culo por varios minutos, ella se masturba furiosamente con sus manos libres, mientras yo estrujo salvajemente sus turgentes senos, ella va por su quinto orgasmo y yo logro contener mi descarga hasta lograr darle el sexto. No puedo contenerme más y descargo mi semen en lo más profundo de su ser. Con los últimos gramos de fuerzas la levanto de la mesa y la llevo hasta la sala, donde me recuesto en el sofá, manteniendo mi verga en lo más profundo de su ser. Nos quedamos así echados por un tiempo gozando de la sensación que viene después de un tener buen sexo.
Desde ese día aprovechamos las frecuentes ausencias de mi esposa para recuperar del olvido la lencería que ha despreciado mi esposa.
Viviana ha resultado una perfecta maniquí, su cuerpo se presta para portar todo tipo de lencería, desde el más simple hilo dental hasta el más adornado de los corseletes o enterizos.
Hemos empezado a ir de compras, recorriendo mi antigua ruta de probadores, repitiendo las experiencias vividas anteriormente con Mariana.
Resulta una experiencia estremecedora comprarle algo de lencería, cada pieza para ella, resulta una nueva experiencia, que siempre termina en una encamada frenética.
He empezado comprándole primero lencería barata, no de tan buena calidad como las que eran de Mariana, pero ella está más que conforme con lo que recibe, con tal que después le permita modelarla delante de mí y termine empalándola por el culo, boca o vagina, o bien decore sus tetas con mis chorros de caliente semen.
Ella ha sugerido usar lencería erótica exclusivamente durante sus días de trabajo en casa, pues prefiere dejarlas aquí durante su día de descanso, hasta su retorno al día siguiente. Esto para evitar cualquier malentendido en su casa. Aprovecho esto para gozar del aroma de mujer en celo que deja impregnado en cada una de sus prendas, muchas veces me he masturbado sobre sus tangas, brasieres y corseletes, acabando sobre ellos y una vez decorados con mi semen, hacérselos vestir al día siguiente, ella nota los adornos, pero nunca se ha quejado, creo que goza aún más el ponerse las prendas con mis secreciones.
Esta ayudanta me ha salido de maravillas.
Y pensar que estaba pensando buscar una amante fuera. Sin saber la joyita que tenia cerca de mí.
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