" No te imaginas hasta que punto puede llegar
alguien cuando le pones entre la espada y la
pared".
Llevaba 3 años con el mismo chico, él era de Zaragoza y yo de Madrid, la rutina me aburría, ya no podía soportar más aquella situación, tan sólo oír su nombre me producía malestar, no quería que viniese a verme porque me recordaba lo insípida que era mi vida con él, cuando hablabamos por teléfono aprovechaba cualquier excusa para enfadarme y colgar, hasta que un día se me ocurrió una idea. Hablé con él por teléfono, me dijo que vendría el fin de semana y yo le comenté brevemente mi plan para salir de nuestras aburridas vidas, al principio se extrañó jamás le había pedido semejantes cosas y su pequeña mente no podía asimilarlo, pero como era yo quien se lo pedía accedió.
Recuerdo la excitación que sentí cuando fui a buscarle a la estación, no sabía que me esperaba, tan sólo con pensar en que me haría me volvía loca, deseaba que llegara el tren y llevarle a mi casa y que hiciera conmigo todo lo que quisiera.
Cuando le vi salir del tren, se me encogió el corazón, era el mismo chico de siempre aburrido, torpe, malo en la cama, ...., pero algo me decía que al menos ese día iva a cambiar. De camino a mi casa ninguno de los dos mencionó nada, pero yo podía sentir como el morbo me comía por dentro, tenía las mejillas coloradas, ojos de viciosa y estaba empezando a excitarme sobremanera, ya sentía como me humedecía y necesitaba llenar ese hueco.
Él no se percató de nada, pero yo ya estaba en otro lugar, si me besaba gemía como una loca, si me acariciaba el pecho me estremecía, él no entendía nada y sólo dijo:
- ¡como estás hoy!
Ni se lo podía imaginar, aunque no era porque él me excitara sino porque mi propia mente calenturienta me estaba poniendo a mil.
Al llegar a mi casa no estábamos solos, mi familia estaba allí, para verle y saludarle, duante el rato que estuvieron juntos yo sólo pensaba en una cosa, en sentir como explotaba, como me excitaba poco a poco pensando en mil y una maneras de que me follara, de que me rompiera en dos.
Cuando al fin nos dejaron solos, sin decirme ni una palabra, me cogió de la muñeca violentamente y me llevó a la habitación.
- ¿Pero qué haces? - le dije.
No recibí contestación, pero si una bofetada que hizo que se me saltaran las lágrimas.
- A partir de ahora, sólo hablarás cuando te pregunte ¿lo has entendido?
- Sí - contesté rápidamente.
- ¿Si qué más? - yo no entendía nada y volví a ganarme otra bofetada - sí, mi amo debes decir.
- Si, mi amo - respondí y me soltó un puñetazo en la barriga - Ahora no te he preguntado nada, cállate.
La verdad es que la situación se estaba poniendo muy violenta y eso me gustaba, estaba tan mojada que tenía los muslos chorreando, él se percató de ello y dijo:
- Te estás poniendo cachonda, la verdad es que no me imaginara que fueras tan perra.
Se paseaba alrededor mío, sin decirme ni una sola palabra y cuando le miré a la cara me escupió:
- Cuando esté aquí deberás mirar al suelo, no eres más que una puta perra no mereces nada ni siquiera que pierda el tiempo aquí contigo.
Bajé la cabeza.
- ¡Muy bien! siéntate en el suelo, ..., y ahora me voy a ver la tele quedate aquí, ni te muevas o te juro que te azotaré hasta que sangres.
Me senté y vi como se iba de la habitación, oía desde allí la televisión, había puesto una pelicula porno, me moría de curiosidad por ver que estaría haciendo, aunque me lo imaginaba, me acerqué sigilosa hasta el salón, asomé un poquito la cabeza y vi como se estaba masturbando en el sofá, aquella visión me excito mucho más hasta tal punto que dejé escapar un gemido mientras yo también me masturbaba.
- ¿Qué te dije? - y me abofeteo - ¿qué te he dicho, estúpida? Ahora vas a ver .... vamos - gritó, pero de la impresión me quedé inmóvil - Eres imbécil te he dicho que vamos, no me hagas repetirlo y levantó la mano.
- Sí ahora mismo, mi amo - dije mientras me ponía el vestido.
- Ahora vas a ver quien soy yo, ¿qué te pensabas que harías lo que quisieras conmigo? ¿qué te iba a dejar salir sin un rasguño? tú no me conones.
Y en ese momento pensé que era verdad jamás había visto esa faceta suya, ya no le conocía, pero de esta manera me excitaba mucho más que de cualquier otra.
Me empujó, me quitó la ropa y me puso enfrente suyo.
- Chúpate un dedo
- Sí, mi amo - la verdad es que estaba muy cachonda y lo único que deseaba en aquel momento era que me cogiera y me follara brutalmente.
- ¿Te gusta, eh? - me dijo
- Sí, mi amo
- Métetelo
- ¿Por dónde? - pregunté, levantó la mirada de mis pechos, hizo un gesto de asco, me pellizco un pezón tan fuerte que grité.
- ¿Pero tú estás idiota o qué? - fue lo último que dije mientras me retorcía de dolor.
- ¿Qué te he dicho? que hables cuando te pregunte y que hagas todo lo que te digo, métetelo quieras que ya te diré yo si está bien o no.
Con lágrimas en los ojos, un pezón dolorido y le orgullo por lo suelos, cogí mi dedo lo chupé lentamente mientras miraba el´suelo aunque al subir un poco la vista vi que él se estaba excitando aún más que yo y al ver aquella polla tan dura, tan brillante y yo tan cachonda sólo pensé en una cosa e introcude el dedo en mi coño ardiente, esbozó una sonrisa y dijo:
- Pero que zorra estás hecha, ¿estás muy cachonda? ¿estás deseando que te la meta hasta dentro? EH ZORRA - gritó, me asusté, me dio un bofetón y me metió un dedo por el culo, él tenía esa obsesión de darme por el culo y aunque a mí me llamaba la atenión tenía miedo de que me hiciese daño, pero estaba tan mojada que me daba igual que me hiciese de todo.
- ¿Te gusta? - sacó el dedo y me lo metió en la boca - ¿A qué sabe? - preguntó de manera muy violenta.
- A mí, mi amo - dije, se levantó y cogió una cosa de su maleta - Date la vuelta - dijo y volvió a repetir - ¿A qué sabe?
- A mí, mi amo - sentí un dolor increíble en las nalgas, hice un amago de girarme, pero me sujetó fuertemente de los pechos y me dijo al oído:
- Estate quieta que te va a gustar - estaba azotándome mientras me preguntaba - ¿a qué sabe? ¿a qué sabe? ...., yo sólo podía contestar "a mí , mi amo", pero la respuesta era erronea.
- Sabe a tu culo puta estúpida - dijo cogiéndome del pelo, tirando muy fuerte, yo lloraba sin poder remediarlo y pensando que me lo merecía por haberle puesto a prueba y pensar que no sería capaz de hacerlo, pero pese a todo eso, estaba excitadísima, me daba igual todo sólo deseaba meterme una polla en la boca y chuparla hasta que ya no tuviera color.
Me estaba zotando con un latigo trenzado de látex, de color negro y muy brillante, cada vez que lo chasquedaba contra mi culo me gustaba más, me excitaba más, gemía más y chorreaba más estaba empezando a manchar el suelo de la habitación.
- ¿Qué te pasa? - preguntó
Con la voz entrecortada, medio gimiendo y sin poder articular bien las palabras le dije:
- Estoy deseando que me folles como jamás lo has hecho, además estoy tan perra que quiero que me lo hagas por todos lados.
Abrió los ojos, me tiró en la cama boca abajo y dijo:
- Separa las piernas, cierra los ojos y cállate.
Le obecedí como una fiel perra, menos mal que me tumbó en la cama porque casi no me tenia en pie, me cogió de las muñecas y las ató, hizo lo mismo con los pies, luego me dio la vuelta y me vendó los ojos.
Le sentía tan cerca y a la vez tan lejos, deseba que me besara, que me mordiera los pechos, que se perdiera en mi coño que para esas alturas parecía un mar, pero lo único que sentí fue calor, mucho calor en los muslos, me quitó la venda y dijo:
- ¿Lo quieres? un sólo movimiento de mi cabeza le dio a entender que sí que lo quería y vi como se derramaba la cera ardiendo sobre mi coño, ni tan siquiera grité sólo gemí.
- ¿Te gusta?
- Sí no pares, por favor.
Esta vez al oír mi voz suplicante no me pegó, se sentó a mi lado en la cama mientras me acariciaba los pechos, me mordió tan fuerte los pezones que me corrí como nunca antes lo había hecho, entones me cogió de la cintura me puso a 4 patas y me penetró fuerte, muy fuerte, tanto que creí que iba a reventar ...., me encantaba que me follara rápido y fuerte, cada vez estaba más mojada, chorreba muslos abajo hacia la cama, él no paraba de follarme mientras me decía al oído lo perra que era y lo que disfrutaba, yo sólo podía decirle que sí, que no paraba, que me follara toda la noche, ...
Entonces paró, me desató y me dijo que me tumbara boca arriba, me separó las piernas y de un golpe certero se puso a comerme el coño que estaba rojo a punto de estallar otra vez, me lamió con tal impetú que me corrí de nuevo en su boca, y me dijo lo bien que sabía.
Me abrió aún más las piernas y me folló violentamente como queriendo partirme en dos y como así lo sentía me acercaba a su oído todo el rato y le decía que sí que sí que me rompiera en dos, que se corriera dentro de mi, hasta el fondo, que me reventara el útero.
hola me llamo andrea y soy sumisa masoquista me encanto tu relato me hubiera encantado ser tu amiga gracias por ponerme felis leyendote