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Categoría: Dominación

Sumisa en la calle: Posesión

Los Primeros días, se sentía incomoda, observada y a veces ridícula. La sensación de ir llena y pinzada por la calle no le resultaba agradable, al menos mentalmente. Físicamente, después de un tiempo tuvo que reconocer que si le gustaba sentir esos objetos.



La presión en los pezones, aunque ligeramente dolorosa y la sensación de estar constantemente abierta, la mantenían excitada todo el día.



Cuando llegaba a casa y se quitaba todo, sentía alivio, pero la excitación seguía. No podía masturbarse, lo sabía y estaba dispuesta a obedecer, pero eso hacía que se estuviese obsesionando con el tema. Lo necesitaba como pocas veces había necesitado algo y aunque había estado tentada a desobedecer, la imagen del Amo en su cabeza hacía que rápidamente se olvidase de la idea.



Deseaba que el Amo la llamase y decidiese terminar por fin con aquella tortura. Pero él parecía hacerse desear.



Pasaron diez días antes de que la llamada llegara. Y en ese tiempo, mil veces creyó ella que todo se lo había imaginado, que había sido un sueño y que nunca vería a aquel hombre que ella misma debía haber inventado.



Pero cuando por fin el teléfono sonó, no pensó en todas aquellas dudas. Su corazón volvió a latir desaforadamente y su voz tembló al responder con el consabido " ¿Si, mi Amo?".



El no dijo mucho, sólo una dirección a las afueras de la ciudad y una hora. Debía ir al sábado siguiente. Tras eso colgó.



Los días que transcurrieron hasta la cita fueron un calvario para ella. Deseos, dudas, anhelos, alegría, vergüenza y lo peor las palpitaciones de su entrepierna que crecían cada vez que pensaba que se iban a ver de nuevo.



Ella tenía miedo de que él no quisiera poseerla, que se tratara sólo de otra prueba más. Le deseaba, no soportaría seguir sin ser completamente de él. Cada noche soñaba con que la piel del amo rozaba la suya y que su carne llenaba la suya por todos los agujeros de su cuerpo.



Días que parecieron eternos, pero al final todo llega...



Esa noche apenas durmió. Se preocupó más bien en que cada detalle de su cuerpo estuviese hermoso y sugerente. A hora muy temprana empezó a maquillarse, peinarse y repasar su depilado con unas pinzas. No sabía cómo vestirse, él no le había dado indicación al respecto. Al final se decidió por una falda a media pantorrilla de color negro y una camisa del mismo tono dejando los dos primeros botones abiertos.



No se puso tanga ni sujetador y por supuesto se colocó las pinzas y el plug.



Puesto que iba a las afueras, decidió llevar el coche. Además, el tener que concentrarse en conducir le ayudaría a evitar pensar en otras cosas.



Llegó a la dirección indicada unos cinco minutos antes. Decidió no adelantarse y esperar un par de minutos antes de ir hacia el portón.



En esta ocasión se trataba de un chalet, parecía grande y con un buen terreno, pero un alto muro de piedra lo rodeaba de forma que solo alcanzaba a ver la mitad del segundo piso y el tejado.



Por fin se dirigió hacia la puerta y llamó al timbre. No tuvo que decir nada, pues directamente el portón se abrió mientras la voz del Amo le decía que metiese el coche y lo llevara a la parte trasera de la casa en la cual había un garaje.



Así lo hizo. Tras ella el portón se cerró y ante ella se presentó un precioso chalet que tal y como había supuesto tenía un gran terreno. Pudo ver una piscina rodeada por tumbonas, mesas sillas y sombrillas a la derecha del camino. Al lado izquierdo había una barbacoa y varias mesas redondas.



Todo estaba lleno de plantas y flores de diversos tipos y había un único árbol situado a la derecha de las mesas. Tenía un tronco mediano y gran cantidad de ramas que sujetaban la copa.



No supo por qué, pero ver aquel árbol hizo que le recorriese un escalofrío...



Llevó el coche al lugar indicado. La puerta de garaje estaba abierta y en él había otros dos coches más, deportivos y un par de motos de alta cilindrada. Definitivamente, aquel hombre debía tener mucho dinero.



Tras bajarse del coche y salir fuera, no supo que hacer. No había recibido orden de entrar a la casa, ¿pero qué otra cosa podía hacer? Así que se dirigió a la entrada principal y llamó al timbre.



Fue el Amo el que le abrió la puerta. Pero ni siquiera la saludó. Sólo le dijo...



-Entrarás en esta casa sin ropa ni calzado y andarás por ella siempre a cuatro patas a no ser que yo te diga lo contrario...



Por un momento, como siempre que recibía una orden, la duda se apoderó de ella, pero cada vez ese momento era más corto.



-Sí, mi amo...Contestó mientras empezaba a desabrochar la camisa.



El Amo iba cogiendo la ropa que ella se quitaba y sonrió al ver las pinzas de los pezones. Tiró ligeramente de la cadenita, solo por ver la cara que ella ponía. Ella hizo un ligero gesto de molestia, pero no se quejó.



Tras esto y después de decirle que le devolvería la ropa cuando se fuese, le dijo que pasara.



El no tuvo que repetirle como debía entrar. Antes de franquear la puerta, ella se puso a cuatro patas y la pasó gateando a pesar de sentirse totalmente avergonzada.



-Cuando camines así abre más las piernas, quiero poder bien tus agujeros, o el plug y el coño como ahora...



Ella las abrió inmediatamente.



Aunque la visión de ella a cuatro patas era muy atractiva, el Amo se situó delante de ella para poder guiarla.



La llevó hasta el salón. La indicó como colocarse. Debía permanecer de rodillas con las nalgas apoyadas en los talones y la espalda recta. Las manos abiertas sobre los muslos y la mirada gacha.



Ella permaneció así obediente mientras él se dirigía al mueble bar.



-Tendrás sed ¿No zorra?



-Un poco si, Amo.



-¿Tomas alcohol ?



-No suelo hacerlo.



El Amo cogió una botella de agua mineral y llenó un cuenco, tras lo cual lo puso delante de ella. Después se sirvió dos dedos de güisqui en un vaso de cristal y un hielo.



Se sentó en el sofá delante de ella y se la quedó mirando, mientras ella miraba el cuenco y después a él.



-¿Qué pasa esclava? ¿No tenías sed?



-Si Amo.



-¿Pues a qué esperas?



No merecía la pena preguntar si la intención de él era que bebiese del cuenco como si fuese una perra. Estaba claro que sí.



Con la cara roja como la grana, apoyó las manos en el suelo, se inclinó y comenzó a lamer el agua.



Se le escapó una lágrima que resbaló por su mejilla, al pensar en cómo había llegado a aquello. Nada de lo que había vivido antes le había parecido tan humillante como aquel simple acto.



El Amo debió suponer que para ella aquello debía haber sido duro. Una mujer digna llevada al extremo de beber como si fuese un animal... Así que decidió recompensarla ligeramente. Le ordenó acercarse a él cosa que ella hizo gateando. Entonces él tomó su cabeza entre las manos y la besó dulce y largamente. Después, separó sus labios de los de ella, aunque mantuvo las manos sujetando su cabeza.



Por una vez quiero que me mires a los ojos...



Ella lo hizo tímidamente.



-¿Confías en mi perrita?



-Creo que sí... Amo



No me vale con que lo creas, necesito tu confianza, que no te asustes y que sepas que no te va a pasar nada...



-¿Por qué me dices eso Amo ? ¿Qué va a pasar?



Él puso dos dedos sobre sus labios indicándole silencio.



No preguntes. Lo único que quiero es que no temas, que te sientas segura. Quiero que hagas algo para mí. Pero no quiero que sepas lo que es hasta que llegue el momento. Me gustaría saber si confías en mi lo suficiente como para hacer cualquier cosa que te pida sin saber lo que es...



Él hablaba con voz firme, pero dulce y estaba tan cerca de ella. Además, la había besado haciendo que se deshiciese. Imposible negarse...



-Si mi Amo, haré lo que quieras, sea lo que sea...



Él sonrió y volvió a besarla, pera esta vez con pasión, llenando la boca de ella con la suya...



Entonces el Amo se levantó y le dijo que esperara allí. Ella volvió a adoptar la postura de espera mientras el salía del salón.



Tardó unos cinco minutos en volver, durante los cuales ella hizo lo posible por no pensar en qué se le podía venir encima...



Le oyó volver a entrar, pero cuando fue a volver la cabeza para mirarle él se la sujetó manteniéndola al frente. Ella comprendió que no debía moverse.



De pronto notó una tela sedosa sobre sus ojos. Se los estaba vendando. El Amo ató un fuerte nudo, aunque no lo suficiente como para hacerle daño.



-Abre la boca...



Tras hacerlo, ella sintió que le metían algo que parecía una bola de plástico. Llevaba una goma, como las caretas, la cual el Amo pasó tras la cabeza por debajo del pelo.



Se sentía rara e indefensa habiendo sido cegada y amordazada, pero aún quedaba algo más.



-Bueno perrita, a partir de este momento, además de no poder ver y hablar tampoco vas a poder oír. Y cuando te ate, estarás completamente a mi merced...



Entonces notó algo que era introducido en su oreja izquierda, seguramente un tapón de cera. Cuando el otro estuvo también colocado y el silencio se hizo para ella, necesitó hacer grandes esfuerzos para mantener la tranquilidad. Pero la mano de él acariciando su hombro, aunque al principio la sobresaltó, la ayudó a calmarse...



De pronto él la cogió por las axilas y la levantó. Lo siguiente que sintió fue algo que rodeaba su cuello. ¿un collar? Supo que si cuando el Amo tiró de la correa para hacerla andar. El no hizo nada para indicarle que se pusiera a cuatro patas para caminar así que lo hizo erguida.



No veía, no oía y no podía hablar, así que tuvo que confiar en la guía de él Amo tirando de la correa para andar.



De repente notó que el suelo de parqué se convertía en el cemento de las escaleras, ante las cuales el Amo la hizo parar y le doblo las rodillas con las manos para indicarle que debía bajar. Después el cementó pasó a ser hierba y tierra, caminaba por el jardín...



La correa perdió presión y sintió una mano en su vientre. Pensó que era una indicación de que debía parar.



El Amo la empujó por los hombros haciéndola retroceder unos pasos, entonces su espalda topo con algo ancho, duro y con una textura muy rugosa y agrietada. En seguida comprendió que era el árbol que había visto cuando entró.



Dos manos rodearon su cintura y la elevaron un poco del suelo. Sintió que la sentaban sobre algo de madera que estaba en el propio árbol, no era una rama, pues era plano y su anchura no le permitía acomodar las nalgas. Esas mismas manos le hicieron abrir las piernas quedando apoyada solo por la entrepierna en el peculiar asiento. Alcanzaba a ponerse de puntillas para que aquello no se le clavase en el coño.



El Amo cogió su mano derecha y algo que le pareció una cuerda, aunque muy suave, rodeó su muñeca. Tiró del brazo hacia atrás y tras un par de segundos su otra muñeca era también atada con el otro extremo de la cuerda de forma que quedaba bien amarrada al tronco y al tener los brazos y los hombros hacia atrás, era consciente de que su pecho sobresalía quedando totalmente expuesto.



El Amo realizó la misma operación con sus tobillos, de forma que sus piernas quedaron atadas hacia atrás al árbol. Para hacerlo él había doblado sus rodillas, de forma que ella ya no tenía ningún punto de apoyo excepto el delgado asiento que se le iba clavando en la entrepierna.



Ella intentaba guardar el equilibrio, pero pensó que no tardaría mucho en moverse para evitar la tortura de su coño y se caería hacia un lado.



Pero él ya lo había previsto. Cogió otra cuerda y la pasó por detrás del tronco, la deslizó por lo hombros de ella y la cruzó entre sus pechos. Dio un fuerte apretón para pegar su espalda al árbol, después pasó los dos cabos por la entrepierna de ella, uno por cada ingle, así la vulva de ella quedaba muy marcada. Volvió a pasar la cuerda tras el tronco y allí dio un fuerte nudo. La había atado con la cuerda en cruz de forma que ya apenas podría moverse. Con ello evitaba que se cayese y que escapara de la presión del asiento.



Este empezaba a hacer su efecto. A ella le parecía que aquello era cada vez más duro y que cada vez se la clavaba más.



Durante un rato, la presencia de su Amo pareció desaparecer...



Intentó pensar en otras cosas para no recordar donde estaba, donde la habían colgado y sobre todo la incomodidad y dolor que la producía la postura en que estaba.



Se sentía completamente indefensa y comenzó a tener miedo al ver que los minutos se sucedían y no pasaba nada. En realidad, no supo cuánto tiempo había pasado cuando el contacto de una mano la sobresaltó.



La mano estaba sobre su pecho y lo acariciaba casi con timidez. Era suave y pequeña. Las del Amo eran grandes. Entendió rápidamente que era mujer la que la tocaba.



Movió su cuerpo intentando zafarse, pero apenas llegó a agitarse en sus ataduras. Intentó protestar, pero sólo un ahogado gemido salió de su boca a través de bola que la amordazaba.



Otra mano cogió su otro pecho, casi con rudeza. esta era grande y callosa, un hombre...



A los pocos segundos llegó a contar unas diez manos moviéndose por su cuerpo.



Sus intentos de escapar eran en vano, estaba totalmente inmovilizado y las personas que la acariciaban, pellizcaban y magreaban se encargaban de que estuviese más quieta aún.



¿Quiénes eran aquellas personas? Y porqué su Amo permitían que la tocaran.



De repente se percató de algo que le extrañó y al tiempo agradeció. Le tocaban por todo el cuerpo, incluso alguno azotó la cara interna de sus muslos y la hicieron cosquillas en los pies. Pero nadie penetró sus agujeros con los dedos. Es cierto que era difícil acceder a ellos, pero hubiesen podido hacerlo si quisieran...



Cuando menos lo esperaba, todas las manos desaparecieron de su cuerpo. Fue como si alguien hubiese apretado un botón que las hubiese hecho moverse.



De nuevo apareció la soledad y el aislamiento total, sólo sentía el áspero tacto de la madera, las cuerdas atenazando su cuerpo y aquel maldito apoyadero entre sus piernas que se estaba haciendo insoportable.



A medida que fue pasando el tiempo, comenzaron a venirle el olor, primero del humo y después de la carne a la brasa. Estaban haciendo una barbacoa. Aquello hizo que su estómago reclamara comida y su boca se llenara de saliva ante el delicioso olor. Pero al llevar la bola apenas podía tragarla con lo que comenzó a deslizarse por la comisura de sus labios.



Nadie volvió a tocarla. Nadie le llevó comida. Nadie le limpió la saliva que resbalaba por su barbilla. Parecía como si se hubiesen olvidado de ella...



Pasó mucho tiempo, aunque ella era incapaz de saber cuánto...



Debió quedarse a pesar de las torturas, profundamente dormida en algún momento pues de repente sintió que ya no había nada entre sus piernas y que las cuerdas ya no la amarraban.



Estaba sentada sobre la hierba y un dolor intenso le sobrevino en todo el cuerpo, debido a la postura en la que había estado durante aquel tiempo.



Unas manos, que reconoció como las de su Amo masajeaban ligeramente sus músculos.



De pronto se dio cuenta de que podía oír y también mover la boca, pero hacer esto le producía cierto dolor. De todas formas, prefirió no decir nada; deseaba formular cientos de preguntas, pero no se sentía con fuerzas.



El pañuelo seguía sobre sus ojos y el collar en su cuello. Estos no le fueron quitados.



El Amo la cogió en brazos y la llevó dentro, aunque no la habló en ningún momento...



Tras entrar a la casa, Él la llevó directamente al cuarto de baño. Supuso que después del tiempo pasado ella tendría ganas de orinar y así era.



Mientras ella lo hacía, él lleno, la bañera de agua, en la cual la metió tras quitarle la venda de los ojos.



Una vez en el agua ella miró a su Amo a los ojos, cosa que sabía que no debía hacer, pero no pudo resistirse.



-¿Que ha pasado Amo? ¿Quiénes eran?



Él puso un dedo en sus labios a modo de silencio...



-Eran otros Amos y Amas, amigos míos. Cuando acogemos a un nuevo esclavo, le presentamos ante los demás. Pero no quería que lo supieses. Quería saber si eras capaz de obedecer sin condición...te has portado muy bien zorrita....



La besó suavemente en los labios.



Pasaron muchas más preguntas por la mente de ella, pero decidió no hacerlas por el momento, él dijo que sólo debía saber eso. No quería que se enfadara por su curiosidad.



Él la bañó, pasando la esponja por cada centímetro de su piel sin dejarse un sólo recoveco. Incluso la hizo ponerse a cuatro patas para poder llegar a sitios que sentada eran inaccesibles.



Después la sacó de la bañera, la envolvió en una gran toalla y la secó bien.



Volvió a cogerla en brazos y la llevó hasta su dormitorio. Allí la tumbó en su cama.



-Descansa un rato, mientras me ducho yo...



Él tardó un rato en volver, pero ella no se durmió. No pensaba en lo que había pasado en el jardín. Sólo pensaba que ahora estaba en la cama de su Amo y aunque se sentía casada su excitación no había remitido un ápice, es más había aumentado mientras él pasaba la esponja suavemente por su dolorido coño o por sus pezones...



Le deseaba más que nunca y quería que la tomara en aquel momento.



El Amo volvió completamente desnudo. Se quedó a los pies de la cama mirándola detenidamente durante un instante. Después se tumbó junto a ella y la besó casi con furia mientras las manos recorrían su cuerpo, centrándose sobre todo en sus pechos, amasándolos, en sus pezones pellizcándolos...



Ella intentó acariciarle, pero él la cogió por las muñecas y apretó sus manos contra el colchón...aun no deseaba que ella le tocase.



Recorrió con la lengua las partes más sensibles de su cuerpo. Sus pezones mordisqueándolos ligeramente, trazó una línea de saliva desde si pecho izquierdo hasta el ombligo y siguió bajando hasta las ingles, para después meter la lengua entre los pliegues de su coño y alcanzar con ella el clítoris.



Ella se arqueó ante esta sensación. pensó que explotaría, pero el Amo no mantuvo mucho tiempo esta caricia.



Se metió entre sus piernas y las abrió bien. Subió las piernas de ella dejándolas apoyadas contra sus hombros. Acercó su polla a ella pasándola por el coño de arriba a abajo haciéndola desear la penetración, hasta que por min lo hizo. se la metió de una sólo embestida hasta el final. Ella estaba tan lubricada que no sintió molestia alguna, al contrario; por fin se sintió llena y sentir aquella polla taladrando su ser fue como liberar una carga física y mental.



Él empezó a embestirla al principio casi con delicadeza, pero pronto pasó a hacerlo de forma casi feroz. Ella intentaba acoplarse a sus movimientos para sentir cada penetración más fuerte y más adentro.



-Cuando empiece a correrme yo, zorra, lo harás tú también...



dijo él con voz sofocada a lo que ella consiguió contestar débilmente



-Si...Amo...



No tardaron en llegar las primeras convulsiones del orgasmo. Ella notó que él iba a correrse, no hizo falta más para que ella comenzase a tener un orgasmo largo y fuerte como nunca lo había tenido. Los días de excitación frustrada acumulados hacían su efecto...



Ambos gemían desaforadamente y el choque del cuerpo del uno contra el otro parecía que los iba a romper o a fundir en uno sólo.



El Amo cayó sobre ella, rendido tras haberse corrido sobre su vientre, con lo que el caliente semen quedó entre los dos...



En la habitación sólo se oía la agitada respiración de ambos mientras trataban relajarse.



En la cabeza de la mujer sólo había dos palabras ¡Por fin!



Cuando tras unos minutos él volvió a besarla le dijo...



-Ve cogiendo fuerzas, no hemos hecho más que empezar, aun quiero hacerte muchas cosas, no creerás que te he dilatado para nada...



Ella ya no sintió miedo a nada, ni a él, ni a lo que pudiese hacerle, ni al dolor, ni a la vergüenza...



Sólo quería ser suya, obedecerle... ¿Para siempre...?



--------FIN------


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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