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Categoría: Dominación

Sumisa en la calle: Experiencias

No le costó mucho encontrar un taxi. Dijo la dirección escrita en el papel al conductor y se acomodó en el asiento.



Intentó no pensar demasiado en lo que había pasado. Había sido una experiencia incomoda, pero había descubierto que era capaz de disfrutar con lo que le hiciese una mujer. Su entrepierna aún latía por el placer recibido, pero no consumado. Aunque ahora ya sabía por qué la había rasurado y dejado caliente; la habían dejado preparada para su Amo.



La calle indicada estaba apenas a cinco minutos en coche. Cuando llegaron, ella pagó la carrera y se bajó del vehículo.



Localizó el portal y vio que en el lado derecho del mismo había algunas placas indicando negocios, despachos, consultas y.… ¡Un sex shop!



Le temblaron las piernas cuando comprobó que el piso y letra que ponía en el papel era el mismo que el de la placa que anunciaba el sex shop.



Se negaba a entrar en ese sitio. Cualquiera podría verla y su buena reputación quedaría bastante dañada.



Cuando estaba a punto de irse de allí, algo vibró en su bolso y después empezó a sonar. Era el timbre del teléfono que le había regalado el Amo.



Abrió el bolso, cogió el móvil y contestó.



-Si Amo...



-¿A qué demonios esperas para subir zorra?



-Pero Amo, eso es un sex...



-Ya se lo que es y te quiero ver moviendo el culo para arriba.



-¿Cómo sabes dónde estoy? ¿Me estás viendo?



-Calla y sube de una vez...



El Amo colgó.



Toda su capacidad de decisión, desapareció con una simple llamada de él. Su voz era como un interruptor en ella que anulaba su voluntad.



En vez de irse, entró en el portal y llamó al ascensor. Al llegar a la planta, abrió la puerta del ascensor y miró por el rellano para cerciorarse de que no hubiese nadie. Tras comprobarlo, se dirigió a la puerta abierta sobre la cual había un discreto letrero (ella se había imaginado que se luminoso y estridente) anunciando que había allí dentro.



Se quedó en el marco de la puerta mirando hacia dentro. Pudo ver una primera sección de paredes y suelo blanco en donde había cuatro lineales llenos de cintas de video cuyo contenido era evidente. Mirando y rebuscando por ellos estaban dos hombres de unos 40 años, que ni siquiera la prestaron atención. Al fondo, tras los lineales vio un mostrador en el que estaba apoyado un hombre joven que debía ser el dependiente. Era un chico de lo más normal, no muy alto y delgado, de cabello rubio.



En la pared de detrás del mostrador había varias baldas horizontales llenas de cajas y objetos que, aunque desde donde estaba ella no se apreciaban muy bien, pudo adivinar a groso modo cual sería el contenido. Poco antes del mostrador, la pared torcía en otro pasillo, pero desde donde estaba no podía ver lo que había allí.



De repente sintió una presencia tras ella y antes de que pudiese darse la vuelta, dos fuertes manos atenazaron su cintura por ambos costados y la impidieron moverse. Un susurro sonó en su oreja al tiempo que unos labios la rozaban...



-Hola perrita mía...



Por un momento pareció que las piernas iban a fallarle y que su desbocado corazón se le iba a salir por la boca. No consiguió articular palabra.



-¿Me has echado de menos?



-Si mi Amo... Consiguió balbucear.



-Entremos...



Ella se resistió ligeramente, pero las manos del hombre la empujaron firmemente. Pasaron los lineales y fueron directos al mostrador.



El dependiente y el Amo se saludaron como si ya se conociesen de otras veces, por lo que ella dedujo que debía ser allí donde él compraba los juguetes para sus sumisas, cosa que confirmó por la conversación que ellos dos tuvieron.



-Esta es nueva ¿No? Nunca la había visto...



-Sí, la estoy preparando, creo que tiene buenas posibilidades...



-¿Es totalmente nueva?



-Sí, así que ya sabes... Empezaremos por algo ligero. Mientras decía esto el Amo guiñó el ojo con picardía.



-¿En qué habías pensado ?



-Pues quizá algo para los pechos, discreto, que pueda llevarlo bajo la ropa. Y algo para abrirla...



Ella les miraba con una cara que era mitad sorpresa y mitad terror, no tenía ni idea de que pensaban hacer con ella. ¿Qué tenía que llevar bajo la ropa? ¿Y qué era lo que querían abrirle?



Miró hacia donde estaban los otros dos hombres mirando las cintas de video y no parecía que hubiesen oído nada. Después se fijó en el pasillo que antes no pudo ver. En él había cuatro puertas. Pensó que debían ser las cabinas donde la gente podía ver películas porno.



Volvió a concentrarse en su Amo y el joven. Este estaba sacando una especie de cono de color azul semitransparente acabado en una punta redonda y con una base plana. Era como una copa cerrada por arriba. Debía medir unos doce centímetros de largo y unos tres o cuatro de ancho por la parte más grande. No parecía exactamente un consolador, pero pensó que debía ser algo parecido.



El Amo lo cogió y lo palpó y estrujó. Parecía de un material muy blando, aunque consistente. Más tarde ella averiguaría que aquello era un cono de jelly.



Él pareció dar su aprobación a aquel instrumento y pasó a examinar dos pequeños objetos de metal. Serían como la mitad de la última falange del dedo meñique. Se abrían y cerraban por un sistema de pinzamiento que tenían en la parte de arriba. El Amo también dio su aprobación a estos.



-Bueno, creo que lo mejor es que salga de aquí con todo esto puesto ¿Me echas una mano? Le dijo el Amo al joven.



-Si claro. Ya sabes que estas cosas las hago encantado...



Los dos hombres rieron, mientras a ella le temblaba todo el cuerpo. No habían contado con ella para nada, ni siquiera la habían mirado. Era como si ella fuese un mero objeto más.



De repente ella sintió una palmada en su trasero.



-Vamos niña, mueve el culo...



El Amo siguió al dependiente hasta la puerta más alejada, una de las que ella había pensado que era una cabina.



Tras unos segundos de indecisión ella les siguió. Jugó con la idea de salir corriendo. Pero aquel hombre que se había hecho su dueño era como un imán y al atraía de forma irremediable, aunque su razón le dijese que se fuera y olvidara todo aquello, que era una locura y que debía seguir con su vida normal.



Entró en la pequeña habitación. En otro tiempo debía haber sido una cabina, pero ahora sólo había una especie de mesa alargada.



-Desnúdate completamente.



Ella se encogió ante la orden. No le hubiese importado hacerlo ante su Amo, pero hacerlo ante otro hombre más la intimidaba.



Pero en ese momento el joven salió, aunque no cerró la puerta.



-¿ A qué esperas ?



Ella tomó aire y comenzó a desnudarse.



Cuando sólo le quedaban los zapatos puestos, el dependiente volvió a entrar. Llevaba algo en la mano, aunque no pudo ver que era. Ella rápidamente con un brazo cubrió sus pechos y con una mano su rasurado sexo.



Un sonoro azote se estrelló contra sus nalgas desnudas...



-No te cubras. Eres mi puta y si quiero que estés desnuda ante alguien lo harás. Jamás vuelvas a cubrirte.



Ella tímidamente dejó caer los brazos a los lados, aunque permaneció con el cuerpo encogido.



Sintió otro azote más fuerte ante el cual emitió un ligero quejido.



-Y permanece erguida, quiero que siempre muestres tus encantos...



El otro chico rio mientras decía...



-Me encantan estas zorritas cuando aún son novatas con su cándida timidez...



El chico acercó una mano a su pezón con toda libertad y lo retorció.



-No te preocupes, en muy poco tiempo no te importará quién te vea desnuda...



Ella gimió, pero más por la vergüenza y la humillación que la estaban haciendo pasar que por el pellizco.



Entonces el Amo ordenó que se subiera sobre la mesa y que permaneciera a cuatro patas.



Ella, aunque se puso roja como la grana solo de pensar en estar subida a una mesa y en esa posición expuesta ante los dos hombres. Pero obedeció. Era eso o huir y perder a su Amo.



Una vez en la mesa, notó dos manos acariciando sus nalgas. Miró hacia atrás y vio que los dos hombres la estaban tocando.



Recibió otro azote.



-No mires hacia atrás permanece con la cabeza hacia delante y agachada. Y abre más las piernas...



Ella lo hizo. Se notó muy abierta y fue consciente de que sus agujeros quedaban perfectamente a la vista de ellos.



Una mano comenzó a palpar su coño el cual estaba húmedo, debido al trabajito que le había hecho la chica de la tienda y la excitación provocada por aquella nueva situación. Era curioso que a pesar del temor y de la vergüenza, pudiese encontrarse totalmente empapada.



De pronto sintió algo muy frio y pringoso en su ano. Entendió rápidamente lo que era aquello. Eso era lo que el chico traía cuando entró por segunda vez. Era un lubricante. Tras saber eso, no le costó deducir cual iba a ser la utilidad del cono de jelly.



El terror se apoderó de ella por completo, aunque consiguió permanecer quieta. Su única experiencia anal había sido hacía una media hora cuando la chica la había penetrado con el dedo. Pero jamás le habían metido otra cosa. Y aunque cuando vio el cono por primera vez le pareció que no era muy grande, ahora sabiendo donde iba a entrar, se le hizo enorme...



Un dedo esparcía la crema por su agujero haciendo círculos y presionando, intentando penetrarla, pero debido a lo nerviosa que ella estaba, no había forma de atravesar los anillos de su ano.



Sintió una mano en su cara, levantándosela y frente a ella vio a su Amo.



-Relájate o no habrá forma. Si estas tranquila no te dolerá. Confía en mí.



Se lo dijo muy dulcemente y aunque al ver a su Amo frente a ella comprendió que el dedo que intentaba entrar en ella era el del chico, oír la voz de él hablándole como si fuese una niña, la calmó.



Entonces notó que algo la traspasaba por detrás. El dedo había entrado. Al sentirlo, volvió a cerrar los músculos del ano, pero enseguida volvió a abrirlo, con lo que el joven pudo moverlo en su interior mientras el Amo le acariciaba tiernamente la cara y los hombros, como si fuera un cachorro al que había que calmar.



Algunas lágrimas resbalaron por sus mejillas cuando el segundo dedo entro en ella y un pequeño gemido de angustia cuando la penetró el tercero, pero consiguió aguantar. Ya no pensaba en escapar de aquello, sino sólo en complacer a aquel hombre que estaba frente a ella tratando de relajarla.



El chico consiguió follarla con sus dedos haciendo que estos se deslizaran es interior sin dificultad, pero el proceso requiso de unos treinta minutos. En algún momento a ella se le ocurrió que no había nadie en el mostrador cuidando del local, pero en seguida se olvidó de ello.



Cuando menos lo esperaba, notó que los dedos salían completamente y la dejaban vacía.



Su culo estaba abierto y latía debido a la presión que había recibido.



Sitió de nuevo la crema fría. Se lo estaban embadurnando con más cantidad. Aunque aquello calmaba el ligero resquemor que sentía, sabía que era el preludio de que le iban a meter el cono.



-Está preparada. Oyó decir al dependiente.



Entonces su Amo, dejo de acariciarla y se fue para ponerse tras ella. Iba a ser él el que le introdujese el objeto.



La punta blanda fue colocada en su agujero y entró sin dificultad. Pero poco a poco notó como el cono que la estaban metiendo iba llegando a su punto de máximo grosor. Cuando esto sucedió, pensó que la iban a romper, que aquello no entraría. La presión era demasiada. Pero la sensación pasó y le pareció como si su ano lo hubiese succionado. Había entrado por completo puesto que notaba la base contra sus nalgas.



Por dentro estaba a reventar. Cada pequeño movimiento le hacía sentir cada milímetro del cono rozándola.



-Quédate quieta, hasta que tu cuerpo se acostumbre y se amolde a él.



A pesar de la orden. Le era difícil no mover al menos los brazos y las piernas los cuales tenía agarrotados debido al tiempo que había pasado en aquella postura.



El Amo se dio cuenta y entre él y el chico la ayudaron a quedar tumbada bocabajo, de forma que sus extremidades descansaran.



El chico se fue sin decir nada y el Amo se quedó con ella. Estuvo acariciando su espalda y sus nalgas durante un rato muy suavemente, apenas rozándola con las yemas de los dedos.



Pasado un rato, el intentó moverla y ella no se quejó. Parecía que su ano ya había dilatado lo suficiente como para albergar el cono sin dolor.



La ayudó delicadamente a sentarse sobre el borde de la mesa. Y entonces la besó en los labios, ante lo cual ella se estremeció.



-Lo has hecho muy bien. Vas a ser una buena perrita. No me equivoqué contigo.



-Gracias mi Amo.



-Bueno, ya sólo queda una cosa y después no iremos...



Ella vio como él cogía los pequeños objetos punzantes metálicos. Cogió uno de sus pezones y colocó uno de ellos. Dolía, pero no mucho. Podría aguantarlo. Después repitió la misma operación con el otro pezón.



Eran de la forma y tamaño casi exactos de sus pezones. Entonces comprendió lo de llevarlo bajo la ropa. Aunque ahora sólo ejercían una ligera presión, ella se dio cuenta que al ir pasando el tiempo aquella presión se convertiría en dolor. Pero no dijo nada. Fuese como fuese intentaría soportarlo.



Fue el Amo el que la vistió. Al ponerle el sujetador y la camisa, el roce en sus pezones aumentó. Los objetos de metal abultaban bajo la tela, pero no eran exagerados, sólo parecía que tenía los pezones erizados. Le daba vergüenza pensar que la gente se fijaría en sus pechos, pero tampoco dijo nada.



El Amo no le puso el tanga, sino que se lo guardó en el bolsillo. Ella pensó que qué pasaría si el cono se le salía en mitad de la calle.



Él pareció leerle el pensamiento...



-No te preocupes zorrita, no te hacen falta bragas ni tangas, el cono no se sale a no ser que tires de él...



El hombre no pagó, simplemente firmó un papel, se despidió del dependiente y salieron de allí, no sin que antes el chico le diera una palmada entre las dos nalgas, lo cual hizo que pareciese que el cono se clavaba un poco más.



Una vez en la calle, ella tenía la impresión de que todo el mundo la miraba y sabía que un trozo de plástico llenaba su culo y que unas pinzas torturaban sus pezones...



-Bueno mi pequeña perra, por hoy nos despedimos...



Ella se sintió decepcionada, pensaba que ese día por fin su Amo la haría suya, pero no se atrevió a replicar



Cuando llegues a casa puedes quitarte todo lo que llevas puesto, pero cada vez que salgas a la calle, para ir a donde sea, te lo volverás a poner. Nunca volverás a salir de casa sin ellos, porque ese cono y esas pinzas te recordarán continuamente que me perteneces. Y ni se te ocurra masturbarte ¿Entendido puta?



-Si mi Amo... Ella afirma, pero no lograba imaginarse yendo a trabajar o saliendo con sus amigos con aquellas cosas metálicas atenazando sus pezones y menos aún con su culo lleno.



Pero casi lo peor era no poder masturbarse, se volvería loca si seguía notando aquellas palpitaciones en su coño...



Él rozó los labios de ella levemente, tras cual dio medio vuelta y se marchó, volviendo a dejarla sola e insatisfecha...


Datos del Relato
  • Categoría: Dominación
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