Hacía frio y llovía. No le gustaba la lluvia en la cara,le hacía sentirse incómodo. Era una de esas mañanas oscuras de Diciembre en Madrid y como casi siempre ni siquiera sabía porque estaba allí. Pasó por delante del Hotel Palace y giró a la derecha hacia la cafeteria donde solían quedar hace tiempo. No era un gran amante de las ciudades grandes pero el Madrid de los Austrias le gustaba, con sus calles estrechas y llenas de historia.
Entró en la cafetería y se sacudió el agua del pelo maldiciendo. Como de costumbre, se sentó en la barra y pidió lo de siempre: café con leche corto de café y un zumo de naranja natural. A ella le gustaba el zumo pero el nunca lo bebía. Siempre lo dejaba allí sin tocarlo, lo pedía para ella, aunque ella nunca volvería. La había perdido hacía tiempo y lo sabía pero aún así volvia a aquel sitio esperando encontrarla alli sentada como tantas veces.
Como siempre le costó unos minutos mirar hacia las mesas donde solían sentarse.
Y entonces la vió. De espaldas a la puerta, con el abrigo y el bolso colgados de la silla. Me estoy volviendo loco, pensó. Se acercó y encendió el mechero justo cuando ella puso un ducados en su boca. Volvieron a abrazarse después de tanto tiempo y a el le faltó poco para echarse a llorar allí mismo.
¿Qué haces aqui? le preguntó. No lo se, contestó ella. Acabo de llegar a Madrid y he cogido una habitación en la pensión de este edificio.
No necesitaban mas palabras en ese momento. La miró a los ojos aún sabiendo que se perdería en ellos. Eran de un azul que hacía daño. Se acercó despacio y la besó en la boca. Fue un beso suave, casi con miedo, pero ella sonrió, tímida. A él le encantaba ese punto de timidez en una mujer que había vivido tanto. La amaba y los dos lo sabían. También sabían que ella no le amaba a él, pero en ese momento no importó en absoluto.
Subieron a la pensión abrazados como colegiales. Como si todo lo que nunca debería ocurrir fuera a escaparse si no lo hacían rápido.
Al cerrar la puerta ella le beso con pasión.
Te quiero Eva, dijo él. No digas nada Jaime, por favor, sólo bésame. Y eso hizo.
Besó sus labios, su cuello, las arrugas de su piel alrededor de sus ojos. La desnudó despacio, sin prisas. Quería disfrutar cada segundo de ese momento. Ella fué quitandole la ropa a él sin dejar de mirarle, sabía que eso le volvía loco.
Desnudos, al fin. Juntos, al fin. Ella lamió la piel de cuello y fué bajando hasta su pecho, rodeando sus pezones con la lengua. Los mordió despacio mientras el gemía de placer. Besó sus muslos, rozando su pene con las mejillas. Empezó a acariciar su sexo con la lengua, mirándole siempre a los ojos. El cogió su cabeza con las dos manos, su pelo negro y corto se enredó en sus dedos. Sentía como su polla se llenaba y se endurecía de placer. Movió la cabeza de ella a un ritmo suave, gimiendo mientras oía su respiración entrecortada. Y ella cerró los ojos y sintió como una oleada de calor líquido llenaba su boca cuando él llegó a un orgasmo largo y pleno.
Bebió de él, sin dejar de mirarle y sonreir, mientras él acariciaba su pelo de nuevo. Mmmmm, ronroneó ella. Necesitaba esto, dijo.
La tumbó en la cama y se puso a su lado, levanto sus brazos hasta el cabecero de la cama y empezó a acariciarlos despacio. Las manos, los codos, las axilas. Sus manos recorrieron su cara, su boca, su cuello. Acarició sus pechos que tantas veces había soñado y llevo su boca a ellos, lamiendolos en circulo alrededor de los pezones. Estaban duros y erectos, llenos de pasión por él. Su lengua, sus dientes, su boca fueron dueños de aquellos pechos excitados y ella gimió suavemente, como una gatita que pidiera leche caliente.
Su lengua siguió bajando hasta llegar a su coño. Caliente, húmedo, sensual. A él le volvía loco su olor, su calor. Lamió su clítoris mientras ella se retorcía tumbada en la cama. Se llenó la boca de ella, lamiendo, chupando. Dame mas cariño, susurró ella. La lengua de Jaime entro en su coño despacio, la intodujo todo lo que pudo, follandola con ella. Dentro y fuera, dentro y fuera, dentro y fuera. Ella no pudo mas y gritó. Ahhhh!!! me corro cariño, sigue comiendomeee....
Creía que se iba a desmayar con la cara llena de ella y los gritos de placer de Eva pero no quería perderse ni un momento de aquella historia.
Estaba excitado como nunca lo estuvo, como ninguna mujer consigió que lo estuviera. Se tumbó boca arriba el cama tomando aire. Pero ella no le dejo respirar. Tapó su boca con un beso y una lengua salvaje. Se sentó encima de él sonriendole. Quiero que seas mío, le dijo. Lo soy lo sabes, dijo él. Eva cogió su polla sin dejar de sonreir y la puso justo en su coño, acariciandose con ella, masturbandose con ella. Disfrutaban los dos como habían esperado siempre. Ella se reclinó hacia él y justo cuando le besaba introdujo la polla despacio en su coño.
Y entonces él se perdió en el tiempo.
Nunca supo cuanto tiempo estuvieron follandose como salvajes, como locos, como animales. Recordó a veces orgasmos brutales, gritos de placer, mordiscos, piel sudando y jadeos.
Se vació en ella y ella en él varias veces, sin pensar, sólo sintiendo.
Hasta que el sueño les venció, juntos y desnudos.
Y en sueños él tuvo miedo de despertar y que ella no estuviera a su lado. Como siempre.
un relato bastante bien planteado, con una situaciòn en la que muchos nos hemos visto envueltos, me gustaria ver otros relatos, y talves una segunda parte del presente, podria pensar en darle un final