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~~Ella
despertó con un sobresalto y volvió a la realidad, hacia
calor. Había vuelto a soñar. ¿Desde cuánto
hacía, mientras dormía, que fantaseaba de esa manera?
Mercedes elevó su escultórico tronco, sin levantarse
de su cálido lecho, aún con sus hermosas piernas cubiertas
por una delgada sábana. Estiró bien alto y con fuerza
sus brazos, bostezó levemente, acarició despacio su
largo cabello castaño con su mano izquierda y sonrió. ,
recordó que todo había iniciado desde la primera vez
que le vio, una tarde de verano en un día como tantos sin nada
de particular. Valle Escondido era un pueblo pequeño, insertado
en el bosque tropical húmedo del Parque Nacional Corcovado,
muy cerca del Golfo Dulce. Todos los pocos residentes del lugar se
conocían muy bien y sus humildes casas, construidas cada una
en su correspondiente latifundio, distaban una de la otra aproximadamente
entre 300 a 600 metros. Donde Mercedes residía con sus padres
y dos hermanos menores era diferente. Era una gran casa de campo,
asentada en una colina bordeada de un relieve quebrado, desde donde
se apreciaba el mar y la abundante arboleda; específicamente
era una hostería, que funcionaba como tal desde que ella nació
hacía 19 años. Ahí llegaban a pernoctar o quedarse
una temporada turistas nacionales y extranjeros, que venían
a disfrutar de la aventura y las bellezas naturales, porque ahí
había una exquisita y variada flora y fauna que ya era conocida
hasta en diferentes países de Europa. Esa tarde, hizo unos
7 meses atrás, él apareció con una enorme motocicleta
montañera, que para ella era totalmente diferente a otras,
lo mismo le pareció su conductor. El sol que estaba próximo
a ocultarse, reflejaba en el aquel de por sí paradisíaco
lugar un espléndido celaje, así como levemente su sombra
a la vereda de la carretera. A partir de ese momento inolvidable algo
la marcaría para siempre, e hizo que los subsiguientes días
ya no le parecieran iguales. Desde que notó su presencia, no
dejó de mirarlo, cada vez más minuciosamente y le pareció
como si el tiempo se hubiese detenido. Insólitamente empezó
a sentir como mariposas en su estomago y se acrecentaron cuando él
desmontó su vehículo y le ofreció una mirada
inusual. Con su amplia sonrisa y penetrante mirada azul ella sintió
que la recorrían completamente, . era como si la desnudara.
Se sintió extraña, solo atinó a sonreírle
tímidamente y como su voz de seguro le temblaría, le
hizo un gesto para que ingresara. Sintiéndose extraña
se preguntó a si misma que qué le pasaba y sin dejar
de sonreírle concluyó que este hombre era muy hermoso,
con esa varonil y penetrante mirada. Permaneció inmóvil,
viendo como su figura se aproximaba. Él también confirmó
que ella era una mujer hermosa. Era alta, morena, dientes blancos
y perfectos y unos ojos. , negros y penetrantes, pero lo que más
le atrajo fueron, como a todo hombre de una fémina, sus prietos
pero no tan grandes pechos que se trasparentaban bajo una delgada
blusa que dejaba al descubierto su fina cintura y divino vientre.
Ni que decir de su gran y precioso trasero que aprisionaba su jeans
desteñido y ocultaba sus largas y bronceadas piernas. A él
le pareció que era mucho más divina que la Diosa de
Juno y que indudablemente tendría unos 20 a 21 años.
Buenas tardes maja! ¿Me podéis decir si esta es la casa
del señor Vargas?, preguntó él apenas estuvo
a escasos centímetros frente a ella.
Sí señor, bienvenido!, contestó ella tratando
de no aparentar nerviosidad.
Bella joven, busco en donde pasar la noche. Me han contao que justo
en este lugar pueden brindarme hospedaje. ¿Es así?
Así es. Pase adelante, está como en su casa!, contestó
ella con voz calma, tratando de ocultar su nerviosismo. Le gustó
sobremanera su voz con acento español, era de las más
hermosas que sus oídos hubiesen escuchado antes. Ojalá
pudiera quedarse una gran temporada, pensó.
Ingresaron, lo llevó a donde su padre. Una vez el señor
Vargas le dio nuevamente la bienvenida y le presentó a toda
su familia, se enteró que se llamaba Sergio. Su madre le mostró
luego el dormitorio y le invitó también a cenar a las
6:30 p.m.
Mercedes estaba feliz, decidió arreglarse para la comida. Fue
a su habitación, seleccionó lo que vestiría,
tomó una toalla y se fue a duchar. Se desnudó despacio
frente al espejo y mientras lo hacía, con sus bellos ojos negros
embelesada miraba el reflejo de su preciosa figura. De su mente empezaron
a aflorar libidinosos pensamientos, el turista español era
el culpable: ¿Qué se sentiría al hacer el amor?
Con él sería hermoso experimentarlo por vez primera,
porque tener sexo de seguro es muy diferente a hacer el amor. ?!
Volviendo a la realidad se dio cuenta que estaba excitada y ya sabía
como aplacar todas estas sensaciones desde hacia un año atrás.
Abrió la llave y empezó a mojar su cuerpo, le sentaba
bien el líquido porque en esta época el calor era fuerte,
pero más intenso era el ardor que todo su ser experimentaba
y sabía que aún ni el agua a temperatura natural le
menguarían esa embriagadora excitación. Era arrebatadora
porque ese entusiasmo no era como los anteriores, apenas empezó
a enjabonar su lindo cuerpo acrecentaron más sus alucinaciones
de cómo sería hacerle el amor a ese extraño y
bien parecido visitante.
Cerró la llave y continuó enjabonando cada centímetro
de su ardiente piel, de más está describir lo que pasaba
por su mente, y a cada roce del producto limpiador, junto con la sensación
de la espuma y el contacto de sus delicados dedos, acrecentaban su
extraña embriaguez, sobre todo cuando tocaba sus principales
zonas erógenas. Tomó sus turgentes pechos con ambas
manos, sus pezones color canela estaban turgentes e hipersensibles,
los apretó y acarició en demasía. empezó
a sentirse húmeda, sobre todo por donde tendría dentro
de poco que empezar a calmar su arrebato. Cerró sus ensoñadores
ojos. Despacio fue bajando sus manos por su vientre, metió
un dedo en su ombligo y su mente se aguzó aún más.
Siguió bajando y sintió el contacto de su triangular
monte de Venus, sus vellos castaños cortos y rizados; con ellos
jugueteó unos segundos. Sentía como su vulva era un
manantial, por lo que bajó un poco más una mano, hundió
una de sus prolongaciones y con los otros dedos acarició cada
centímetro de su intimidad, su cuerpo se estremeció.
Con la otra mano abrió la llave y tomó la manguera,
que manaba siempre un exquisito chorrito de agua y la aproximó
bien cerca de su abertura y sintió que todo su cuerpo dio un
respingo. Abrió más sus rosados bordes carnosos y dirigió
el hilito de agua a presión, en donde se alojaba su botoncito
de placer. Quería prolongar esas sensaciones, así que
alternaba las caricias de su clítoris con sus dedos y el chorro.
Para alargar más su frenesí, decidió mojar nuevamente
todo su cuerpo, para quitar la espuma y disfrutar cada de gota de
agua que acariciaba su piel. Enjuagó libidinosamente sus redonditas
y dura nalgas y de forma frugal el agujerito que entre ellas se escondía.
En su mente continuaba la efigie completa del nuevo visitante, era
tan perfecto que se tomó el permiso de imaginarse que era él
quien la poseía, no con su falo que debía de ser grande
y magnífico como su dueño, sino con su lengua y sus
enérgicas manos. Mientras deliraba con él, sintiendo
como mimaba su fuente de placer de una manera inigualable. Era diferente
a las sensaciones anteriores de autosatisfacción y no había
duda que era él mismo quien en ese momento la gozaba, y en
el instante más sublime sintió como su vagina era taladrada
tiernamente por su lengua y experimentó el más arrebatador
éxtasis de su vida. Le hubiese gustado gemir, gritar en ese
momento, más no podía, podrían escucharla, solo
a él permitiría que la escuchase.
Terminó de ducharse y con una tierna parsimonia se vistió,
más se dio cuenta que aún estaba ebria: de amor y de
lujuria. El riquísimo y reciente manoseo, al contrario de aniquilar,
había acrecentado su excitación. Llegada la cena se
acercó a la mesa y él aún no había llegado;
su corazón se sobresaltó. y sino llegara?! Se percató
que estaba ansiosa por volverle a mirar y sobre todo a que la mirase
como la primera vez.
Si llegó a cenar. No dejaron de mirarse furtivamente y en cada
mirada más locamente enamorada se sentía, era inevitable.
Su pasión carnal y sentimental empezó a agrandarse.
Ella intuyó en sus ojos que también él de seguro
sentía lo mismo. Esa noche no intercambiaron casi palabras,
tan solo el obligado buenas noches, aunque ansiaba más palabras
tan solo entre ellos. No había tardado ella en alcanzar su
recámara cuando, cosa inusual porque con uno siempre le bastaba,
se desnudo completamente, se metió en su cama y empezó
a soñar que esta vez él la desfloraba. Tuvo otro orgasmo,
sino igual, más exquisito que en la regadera. Un poco más
sosegada pero sin dejar de soñar, así desnuda y húmeda,
se dejó llevar en brazos de Morfeo, su Morfeo.
El salió al día siguiente muy temprano, mientras ella
aún dormía. Lo mismo sucedió en lo otros dos
siguientes días que con ellos se hospedó. Solo se miraban
cada vez con más lujuria a la hora de la cena. El viernes al
finalizar la cena, antes de ir su cama, una vez les agradeció
por todo y canceló los servicios, comunicó que el domingo
11 de julio, a las 11:00 a.m., tomaría el vuelo de regreso
a Madrid, de tal manera que el sábado estaría regresando
a San José. Indudablemente notó la tristeza en los bellos
ojos de Mercedes, él también lo estaba.
Al retirarse a dormir ella le siguió, aunque no tenía
caso porque no hay quien pueda cambiar el destino. , pero si tan
solo pudiera sentirse unos instantes entre sus brazos y quizás
hasta besarlo o. , que la besasen.
Sergio.
El se giró antes de abrir la puerta del recinto tipo bungalow.
La miró tan bella a la luz de la luna en la que se reflejaba
su rostro moreno y angelical, así le pareció. A lo lejos
se escuchaba el canto de un búho y el perenne cantar melancólico
de los grillos.
¿En
que puedo serviros Mercedes?
Solo quería. , dudó un momento. Regresarás. ?
La empatía no necesitaba definición en ese instante.
Ambos experimentaban igual sentimiento, se necesitaban. El abrió
sus brazos, la atrajo hacia su cuerpo y la abrazó. Ella lloraba.
El la besaba. Ella se sintió completa, feliz, asustada. un
amasijo de sensaciones, pero de seguro más satisfactorias que
sus manoseos.
Levántate
temprano, os llevaré a un paseo antes de partir. y la besó
con ardorosa pasión. Temblando y de prisa, sin ser descubierta
por sus padres, se dirigió a su dormitorio y obviamente esa
noche no durmió. Con ansias anhelaba la llegada del amanecer,
como un preso su libertad. Lo vio salir, con el temor aún a
flor de piel sabía que el destino sigue su marcha y ella no
podía retarlo, éste ya estaba echado. Resueltamente
le siguió, estaba dispuesta a pasar con él un día
excepcional. Silenciosamente subió a la motocicleta, ya él
estaba listo para partir. Se asió con fuerza a su cintura,
estaba feliz abrazando de esa forma a su hombre. El rugir del motor
anunció la salida. Esa mañana fue diferente, hasta el
amanecer le pareció que era en otro planeta. El sol les sorprendió
llegando al mar de La Palma, ahí se refugiaron en una playa
reservada, que estaba con sus blancas arenas exquisitamente esperándoles.
A esas horas los pocos habitantes estaban en sus casas y la arboleda
ocultaba a los amantes. No es necesario detallar lo que hicieron en
las primeras dos horas en ese edén marítimo. Se amaron
con caricias, palabras y besos, platicaron de sus sueños y
finalmente se metieron, sin ningún morbo, desnudos al mar,
pero ese paseo antes de finalizar lo disfrutaron al máximo.
Salieron del agua y ahí vio por vez primera su largo y grueso
pene, listo para la acción. Era un mástil erecto y duro
como el hierro de una espada con el que con unas ansias locas deseaba
ser traspasada, auque lo admitía: sentía miedo. El la
tomó entre sus brazos tan fácilmente, le besó
con ternura y se la llevó a unos árboles que estaban
al borde de la playa. Hicieron un petate con hojas de hileconia en
el que se tendieron completamente desnudos. Siguieron besándose
al estilo misionero, su palpitante pene también besaba su pubis
de forma tal que su tallo cavernoso poco después quedó
húmedo con los besuqueos de la virginal cuevita. El le besaba
el cuello, le susurraba palabras tiernas al oído, mientras
que con sus manos se recorrían hasta donde alcanzasen. El se
incorporó un poco, nomás para lamer sus dulces pechos
y acariciarlos; en ese instante su miembro rozó una de sus
piernas y sintió sus propios jugos y unas gotas de líquido
cristalino que se escurrieron de la punta de la vergota de Sergio.
Su cuerpo cada vez se estremecía más, no era igual alucinar
a experimentarlo. El siguió lamiendo sus pechos, recreándose
en sus duros y deliciosos pezones. Se reincorporó y empezó
a bajar despacio, deleitándose con su lengua de esa morena
piel, recorriendo su vientre, su ombligo, su vello púbico y.
sí, de ese jugoso coño. Mientras le chupaba, lamía,
mordisqueaba enterita ahí abajo, ella acariciaba con los dedos
de sus pies el vergajo de su adorado amante. Cuando él en determinado
momento se avocó con esmero en su clítoris, experimentó
su primer y explosivo orgasmo. indescriptible. Lloró de felicidad!
Le tocaba a ella el turno, lo hizo recostarse y se colocó encima
de él. Lo besó con ardorosa pasión y le dijo
cuanto lo amaba. Trató de copiarle el mismo recorrido, pero
en vez de besarle el cuello lo mordió, sus pezones si los besó,
pero igual mordió delicadamente su vientre, sorbió con
sus labios sus rubios vellos, y volvió delicadamente a mordisquear
cada una de sus pelotas que en ese instante locamente se le antojaba
devorar. Se sentó a su lado y mirándole, tomó
entre sus delicadas manos su palpitante miembro. Notó que con
una mano no lograba cubrirlo, así que se dobló y el
sobrante lo metió en su inexperta boca. El gimió! Mientras
sorbía más abajo del glande, con la mano aprisionadora
lo masturbaba y con la otra acariciaba sus velludas esferas. El también
alucinaba y antes de lanzar su descarga, la atrajo hacia sus brazos
y le dijo:
Mi amor te voy a hacer mi mujer! Lo anhelo desde el día que
te conocí! Ella tan solo le sonrió y se besaron. El
rápidamente se giró y la prensó contra si y las
hojas, su lecho de amor. Siguieron casi comiéndose a besos
con sus labios, dientes y lengua. Ahí estaba dispuesta a todo,
ya sin miedo a experimentar lo que era que le hicieran el amor, donde
como únicos testigos solo tenían los grandes árboles
que les cubría, algunos yigüirros, gorriones y aves multicolores,
que de seguro les cantaban, para hacer de ese instante el mejor del
universo y quedase inalterable en su memoria por siempre.
El tomó su miembro y lo acercó, ella lo abrazaba con
fuerzas. Levantó sus piernas abriéndolas más
y atrayéndolo por su trasero. quería sentirlo todo
dentro. El solo le acariciaba la vulva con su glande, ella sentía
que la torturaban, pero llegó el momento que soltó su
verga y ella lo atrapó fuerte con sus brazos y piernas y sintió
como se la enterraba completa. Sintió un leve dolor, pero estaba
tan excitada que cuando el empezó su movimiento de caderas,
ella lo siguió acompasadamente y se sintió como en la
gloria. Empezó a experimentar otro orgasmo y percibiendo sus
espasmódicas convulsiones, sintió que la riata de él
también convulsionaba fuerte en lo profundo y le escurría
sus calientes semillas. Se sintió llena, completa. era ya
una mujer.
Ese día que despertó, tristemente reconoció que
tan solo había sido otro sueño, pero sonrió porque
algo latía en su vientre.
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