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Categoría: Fantasías

(Sucedió en…) una multinacional de distribución de entretenimiento

Elisa es, desde la niñez –y de eso ya han pasado más de 30 años–, una devoradora de libros. Comenzó a escribir relatos lésbicos que solo ella leía, acumulándolos año tras año en distintos computadores que había adquirido en la misma empresa para la que trabajaba. Cobraba en la caja nº11 de la librería de una multinacional especializada en la venta de artículos electrónicos, ordenadores, libros, música y vídeo. Y como ocurre en cualquier multinacional, tenía otras muchas tareas que la llevaban desde reponer existencias y organizar escaparates, hasta dar consejos a los clientes o atender incidencias.

Pasaban los días, meses, años, ahorraba como una hormiguita para consumar su gran sueño –lanzar su propia editorial–, apartándose del sexo y soterrando su libido a niveles preocupantes. Sus ex-novias me llamaban alarmadas: no da señales de vida, solo sale de casa para ir al trabajo, ni siquiera habla de lo que está escribiendo, etc. La constante rotación laboral con la que funcionan estas empresas puso a Berta en la caja nº12, desde la que ahora resaltaban unos enormes senos ceñidos a la camisa corporativa, de la que sus botones no querían sino saltar para liberar aquella magnificencia. Como ya te imaginas, Elisa fue designada para enseñar a Berta el resto de tareas, aparte del cobro en caja: los escaparates se colocan así, los libros infantiles asá, tienes que decirle tal a este o a aquel cliente… Así, hasta llegar al almacén donde tenían las obras en stock y demás existencias debidamente ordenadas. Según cuenta, el training comenzó cuando Berta llevaba dos semanas en la empresa, y se extendió otras dos. El almacén, también llamado “polvera” entre los empleados, en realidad, se encontraba bastante limpio y organizado…

Elisa sabía exactamente dónde se encontraban cada uno de los artículos, y la forma de clasificarlos, y tenía por misión enseñar a la advenediza, Berta. Y claro, pon esta escalerita ahí, alza el brazo y coge aquella obra… Allí están los de música, allá los de física, y aquí… ¡huy, esta es una de tus enormes tetas!… Al parecer, su mano había tomado vida propia posándose, agarrando y palpando su seno izquierdo, como si fuese la última manzana del Edén. Berta se quedó paralizada por unos segundos, quizás minutos, porque Elisa también seguía en shock amasando –sin noción del tiempo– aquel pecho, y de forma inconsciente también le agarraba fuertemente de la cadera. Y empezaron los besos y siguieron morreos, y sus lenguas comenzaron a adoptar inimaginables contorsiones. Y, en un abrir y cerrar de ojos, sus faldas quedaban por encima de las cinturas y sus manos jugaban empapadas bajo las braguitas. Y sonaron tres golpes en la puerta, que eran el aviso para una reunión en el despacho del supervisor, tras la que despedirían ese mismo día a ambas. Además, Berta tuvo sufrimiento doble cuando –una semana después– confesó a su novio el motivo de su expulsión…

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