~~Lorena era una criatura casi celestial. Rubia, cabello lacio y largo que sobrepasaba sus hombros, anchos, suaves, de una exquisita piel dorada por el sol. Ojazos verdes, como el mar, pómulos marcados, naricita naturalmente respingona, labios gruesos, sensuales, mentón prominente en su justa medida, y una voz dulce y grave que derretía al más pintado, y cuando sonreía, lo que ocurría a menudo, se le formaban unos deliciosos hoyuelos. Tenía toda ella un aire angelical y de inocencia.
No usaba maquillaje nunca, no lo necesitaba. Sus pechos juveniles eran casi perfectos, paraditos, firmes, redondos, con unas areolas rosadas, no muy grandes que remataban en sendos pezones cual fresas maduras, que al solo roce de mis labios se endurecían como roca.
Como practicaba la natación, tenía el tórax muy desarrollado lo cual resaltaba aun más sus hermosos senos.
Abdomen plano, ligeramente redondeado, su ombligo era perfectamente redondo, poco profundo, y destacaba por debajo de su top.
Amplias caderas, con nalgas redondas de suave curvatura, y respingonas, que se continuaban con unas piernas interminables, excelentemente torneadas. Muslos firmes y fuertes y pantorrillas propias de una nadadora, que terminaban en unos pies perfectos, con sus deditos que tentaban a lamerlos suavemente.
En resumen, una diosa en la tierra, pero de todo esto, el día que la conocí solo pude apreciar su carita ya que estaba sentada en la barra de aquél pub, londinense tomando una coca cola..
Yo me encontraba allí pasando unos días de merecido descanso, y ella era una estudiante española de intercambio, de esos que van un par de meses para aprender el idioma. En cuanto ingresé al pub, la vi (era imposible no verla pese a la semioscuridad del lugar), ya que destacaba con su rubia cabellera. Me ubiqué en la barra junto a ella y pedí una Guiness, cerveza negra inglesa, casi sin espuma, que me chifla. Observé en su cara una cierta mezcla de tristeza y melancolía, estaba como aislada del resto del mundo que la rodeaba. Cuando intentó decirle algo al barman , noté que lo hacía con dificultad ya que no dominaba el inglés (pensé que tal vez ese aislamiento comunicacional era la causa de su estado), e intercedí como traductor, cosa que me agradeció con su primera sonrisa, que pareció iluminar el lugar. La invité a sentarnos a una mesa, con nuestras bebidas, y pedir algo de comer, ya que eran las 19.30 de la tarde. Allí me contó que era una estudiante de intercambio, que hacía solo una semana que estaba en Londres, en una casa con una familia inglesa, que eran gente muy seca, y no hablaban nada de español. Total que estaba deprimida porque extrañaba a su familia, y amigos, y había salido a ventilarse un poco, y fumar un cigarrillo ya que en la casa no la dejaban.
Charlamos bastante de su vida, la mía, su familia, etc., hasta que dieron las once de la noche y ella debía volver a su casa. Le dejé mi Nº de móvil para que me llamara si se encontraba deprimida de nuevo y de paso para quedar otro día para tomar algo y charlar.
La acompañé hasta la casa, y nos despedimos con un casto beso en la mejilla, que aproveché para embriagarme con su perfume. Me fui caminando hasta mi hotel contento del buen rato pasado, pero seguro de que no volvería a ver a esa floreciente belleza española.
Contra todos los pronósticos me llamó dos días después para decirme que tenía toda la tarde del sábado libre, coincidiendo con mi último día en Londres. Y quedamos para vernos. Pasé a buscarla por la casa y esta vez sí pude apreciar sus hermosas e increíblemente largas y bien torneadas piernas ya que usaba una mini de infarto y continuaba luciendo su perfecto ombligo ya que llevaba un top súper corto, en el que resaltaban sus pezones. Yo ya me empecé a poner cachondo con solo verla.
Hola Lorena, hoy estás realmente hermosa. Gracias, me contestó toda sonrojada y desviando su mirada al suelo.
Fuimos a caminar, ya que hacía una tarde preciosa, poco común en esa ciudad, oficié de guía turístico y nos reímos mucho. Terminamos sentados sobre la hierba en uno de esos parques londinenses enormes y bien cuidados, mirando el atardecer. Al rato de estar allí, rocé accidentalmente con mi mano sus pechos, cuando la bajaba después de despejarle la frente que había quedado cubierta con su cabello por un ráfaga de viento.
Ella pegó un respingo y yo me disculpé, pero enseguida reaccionó quitándole importancia al asunto y tomando mi mano me dio un beso muy dulce en la palma, y acto seguido clavó sus ojos en los míos invitándome en silencio a besarla, cosa que hice tomando su barbilla y plantándole un suave beso en sus sensuales labios. Siguió mirándome y volvió a pegar sus labios en los míos, abriendo esta vez la boca y juntando nuestras lenguas en un interminable y delicioso beso que me supo a gloria. No sabes cuanto lo deseaba, me dijo. Desde el otro día cuando te conocí que espero este momento, y ha merecido la pena, porque nunca me habían besado así, ni había sentido por nadie lo que siento por ti aunque apenas nos acabamos de conocer. Dicho esto volví a besarla y ahora además la estreché en mis brazos sintiendo que se derretía como mantequilla. Continuamos un rato así, hasta que se puso muy oscuro, se hizo de noche, y estábamos los dos muy calientes. Nos levantamos y volví a estrecharla en mis brazos notando yo su agitación y ella mi empalmadura (erección) mientras nos besábamos con pasión, despertando las miradas de algunos transeúntes. Con cierto temor le propuse ir a mi hotel, ella sonrojada tartamudeó: no sé, es que, que, yo nunca hice esto con alguien a quien apenas conozco, además es que, que, que yo nunca lo he hecho. Sí, ya lo has dicho, pero también has dicho que nunca has sentido por nadie lo que sientes por mí ni nunca te habían besado así, etc.. No me entiendes, lo que quiero decir es que yo, esteee, nunca he estado con un hombre. Bueno pero habrás tenido novios o eso. No que va, nunca, con nadie, vamos, que soy virgen. Y nunca nadie te ha tocado, o lo has tocado?. No, jamás. Y me da mucho miedo. Pero vamos a ver, tu te sientes bien conmigo?, tienes confianza en mí?. Bueno sí, dentro de lo razonable, recién te conozco, aunque debo reconocer que hasta ahora has sido todo un caballero y yo he tomado la iniciativa hace un rato, y no tú.
Pues entonces déjate de vueltas y vayamos a estar tranquilos en mi hotel, te prometo que no haremos nada que no estés dispuesta a hacer.
Solo quiero seguir besándote y acariciarte y darte todo el placer posible, porque no sé si volveremos a vernos. Pues vale, Esteban, vamos, oh dios te deseo tanto!!!! Pero vayamos despacio, recuerda tu promesa.
Y allá nos fuimos para mi suite del rochester, al entrar pedí champagne y fresas.
Una vez que nos lo trajeron, nos abrazamos, y besamos apasionadamente, sentado yo en un tresillo y ella sobre mis rodillas lateralmente, lo cual aproveché para deslizar mi mano derecha por sus muslos hasta debajo de su minifalda, acariciando sus aductores y acercándome lentamente a su entrepierna, que note caliente y húmeda. Al contacto de mi mano con su braguita, ella se sobresaltó pero no dijo nada, solo siguió besándome más intensamente y separó sus piernas facilitando mis caricias. Continué las mismas, mientras lamía su oreja derecha y besaba su cuello, y dejando de lado el elástico de la braga acaricié sus pelillos notando su calor e intensa humedad. Ella suspiró y mirándome a los ojos con una mirada lujuriosa, me dijo, con delicadeza por favor, no me hagas daño. Esto me sonó a una invitación a llegar hasta el final. Me incorporé y dejándola de pie a mi lado, le subí los brazos y quité su top, bajo el cual no llevaba sujetador, quedándome helado con la visión de esos hermosos pechos, que inmediatamente me dediqué a sobar con mis manos y besar con mis labios para finalmente chuparlos con fruición introduciendo sus pezones en mi boca al tiempo que jugueteaba con ellos con mi lengua, y les daba pequeños y suaves mordiscos, que la hicieron suspirar y gemir. Cuando me detuve ella me desprendió la camisa acariciando los vellos de mi tórax.
Bajé la cremallera de su faldita dejándola caer al suelo. Siendo su primera vez se sonrojó mucho mientras me decía: eres la primera persona aparte de mi madre que me ve así, sin ropa y dándose la vuelta se agachó y quitó sus braguitas. La abracé desde atrás sintiendo todo el calor de sus nalgas mientras apretaba mi bulto contra ellas y acariciaba sus pechos con mis manos, besando al mismo tiempo su cuello. Bajé con mis manos acariciando su abdomen hasta llegar a su pubis; jugué un ratito con sus vellos púbicos y finalmente acaricié su rajita, introduciendo un dedo entre sus labios mayores empapados de su flujo. pellizqué suavemente su clítoris provocándole un intenso orgasmo, el primero de su vida, que le hizo flaquear sus piernas. La llevé hasta la cama y la deposité suavemente sentada en el borde de la misma. En esa posición mi paquete que hacía una buena carpa sobra mi pantalón, quedaba a la altura de su cara. Lo miró, me miró a los ojos y con una sonrisa lasciva, apoyó su mano sobre el mismo sobándolo con firmeza y suavidad. Que duro Esteban, tu estás tan caliente como yo verdad? Creo que más mi amor. Porque no lo sacas y lo ves en directo?
Es que me da vergüenza, no sé, tenme paciencia porfa. Si cielito, tranquila, baja con cuidado la cremallera, y luego me bajas el pantalón. Tranquila que todavía queda el slip por debajo.
Riendo picaramente, bajo temblorosa mi cremallera, y tiro del pantalón hacia abajo hasta que estuvo en el suelo. Levanté los pies y lo saqué del todo. Ahora mi erección se hacía más evidente tras la delgada tela del slip.
Lorena volvió a sobarlo por sobre el mismo y se asombró al ver aparecer el glande por encima del elástico de la cintura del slip. Dios, es muy grande, no?, lo normal. pero bajame el slip y lo verás entero. Y eso hizo, me lo bajó hasta los pies y al agacharse, cuando se levantó lo rozó con la punta de la nariz. (debo decir que me incliné hacia delante con esa intención, jeje). Medio se asustó, pero luego le causó gracia. Se quedó mirándolo asombrada, era la primera vez que veía una polla en toda su magnitud, ante sus ojos. le parecía inmensa, miraba con avidez su tronco, las venas hinchadas, el glande. tenía la boca abierta como quien descubre la torre Eiffel por primera vez. Se mordía los labios en forma intermitente. Se la notaba nerviosa y curiosa a la vez. Mi verga apuntaba directamente a su boca, finalmente se animó y la cogió con su mano para mirar por debajo e investigar mis cojones. Notaba la suavidad y calor de la piel del tronco, le fascinaba su dureza, el color algo morado del glande, el agujero en el centro del mismo. Ahora se relamía mientras lo acariciaba y me miraba a los ojos y con la otra mano acariciaba mis cojones maravillada de la suavidad de los vellos en esa zona. Se acercó a olerlo y finalmente me dio un beso en la punta. Esteban nunca me imaginé que fuera algo tan hermoso, tan suave, quisiera sentirlo dentro mío pero me da mucho miedo, es tan grande que me harás daño, mi puchita es muy pequeña. Mira me dijo mientras se echaba para atrás con las piernas abiertas exponiendo toda la belleza de esa gruta inexplorada jamás por hombre alguno. No tengas miedo chiquita, iremos despacio y si no te animas lo dejaremos para más adelante. Estás seguro, no te enfadarás conmigo?. No tesoro como se te ocurre algo así. Yo no podía más de la calentura, pero no quería forzar las cosas.
La empujé con delicadeza hacia atrás y tomando sus pies lamí suavemente cada dedito, para luego subir por sus piernas y muslos hasta llegar al cofre del tesoro, que olía de maravilla. Esa mezcla de olor virginal y de hembra caliente que me vuelve loco. En un intento de prolongar ese placer hasta lo infinito, volví sobre mis pasos y continué lamiendo la piel de la cara interna de sus muslos, mordisqueando con dulzura los aductores hasta llegar de nuevo a sus ingles, que hervían, las que lamí varias veces para finalmente enterrar mi nariz en su alfombra pubiana y luego entre sus labios llenando mis sentidos de su aroma. Separé los labios mayores y lamí intensamente el surco entre estos y los menores, para luego profundizar con la lengua hasta donde llegara en su vagina virgen, pero húmeda y caliente, que además notaba palpitante. Ella gemía y se retorcía de placer apretando con sus rodillas mi cabeza y tirando suavemente de mis cabellos. Cuando finalmente tomé su clítoris con mis labios se corrió en un orgasmo intenso, casi convulsivo, e interminable, gritando como una posesa. Seguí succionando esa obra de arte de la naturaleza que me sabía delicioso, y notaba como se hinchaba al compás de mis succión, logrando que se corra otras dos veces en un breve lapso de tiempo. Me recosté sobre ella esperando que su respiración se tranquilizara, para después voltearla y repetir la operación esta vez recorriendo su espalda musculosa (por la natación) y suave, salteé sus glúteos y empecé subiendo desde sus pies, lamiendo sus pantorrillas tan firmes y ricas, bese dulcemente ese punto tan sensitivo detrás de las rodillas. Seguí por sus muslos hasta llegar a sus nalgas que recorrí una y mil veces con mis labios y lengua, para finalmente internarme por la raja entre sus nalgas desde la cintura hasta su agujerito posterior, dándole un profundo beso negro que provocó otro convulsivo orgasmo en mi chiquilla todavía virgen. Quedó desinflada sobre la cama, solo suspiraba. Yo ya no aguantaba más todavía no me había corrido ni una vez y mi polla estaba que explotaba, incluso me dolía de la calentura que llevaba.
Luego de un rato ella se giró y me miró a la cara con una inmensa sonrisa de placer y paz, luego bajo los ojos hacia mi polla, abriéndolos desmesuradamente al ver la tremenda erección que portaba y el glande inmenso y morado. Llevó sus manos hacia la verga y la sobó lentamente durante un ratito luego me miró a los ojos de nuevo y vio en mi mirada la necesidad , con lo cual tomó coraje y agachándose empezó a besarla y lamerla. Nunca había visto una verga de cerca ni mucho menos tocado alguna, pero su instinto le dictó lo que debía hacer a continuación. Pasó su lengua recorriendo todo el tronco y al llegar al glande abrió la boca con esfuerzo para lograr introducir en ella el glande, que degustó con fruición, jugando al mismo tiempo con su lengua sobre el meato uretral. Acto seguido comenzó a meter y sacar mi polla de su boca casi pajeándome con sus labios que se apretaban a su contorno, dándome un exquisito placer. Mientras me acariciaba los cojones con sus manos. Cuidado cielo alcancé a decirle que me estoy por correr, si quieres sácala de tu boca porque te la llenaré de semen. Sin sacarla de la boca me dijo con los ojos que no importaba y siguió su faena, hasta que no aguanté más y me corrí llenando su boca con oleadas de semen, que ella tragó cuanto pudo pero que se le escurría por sus labios bañando su mentón u mi pubis. Continuó succionando hasta que notó que no salía más y recién entonces la sacó de su boca sin soltarla de sus manos y lamiendo, recogió todo el semen de entre mis pelitos, y finalmente se relamió los labios y con sus dedos recogió lo que quedaba en su cara y se lo llevó a la boca. Que delicia papi, nunca lo hubiera imaginado. Sabes algo, las pocas veces que vi alguna peli porno con mis amigos, me daba mucho asco ver como chupaban las pollas y se tragaban el jugo, jaja, quien me hubiera dicho que yo lo haría y lo disfrutaría de esta manera. Es una exquisitez. Y luego me dijo: me dejarás hacerlo muchas veces más, mi amor?. En cuanto oí esto, yo que todavía estaba caliente porque no me alcanzaba un solo orgasmo para evacuar toda mi calentura, me giré y la acosté encima mío en posición de 69, chupando su culo y su coño mientras introducía un dedo en su agujero posterior y ella se dedicaba a disfrutar de mi nabo, entre gemidos hasta que llegamos casi juntos a un nuevo orgasmo fabuloso. Nos quedamos dormidos unos diez minutos. Cuando me levanté a tomar una copa de champagne, me di cuenta de que eran la diez de la noche. La hice poner en cuatro con su espalda algo levantada y vertí champagne sobre la columna para que escurriera hacia sus nalgas mientras yo esperaba con mis labios sobre su agujero bebiendo de allí el champagne. Luego cubrí su cuerp0 con las fresas y me las fui comiendo mientras lamía toda su piel, para finalmente depositar la última sobre su clítoris y al comerla succioné hasta que se corrió de nuevo.
Estaba agotada, pero feliz, nos levantamos, nos duchamos juntos, enjabonándonos uno al otro y finalmente ella se arrodilló y bajo la ducha que caía sobre su cara me la chupó hasta que me corrí. Esta vez no derramó ni una gota.
Nos vestimos y nos fuimos sin haberla desvirgado, pero sabía que la próxima sería mía. La dejé en la puerta de su casa de Londres no sin antes darnos los teléfonos en España para volver a encontrarnos y terminar lo que empezamos.
Un mes después nos encontramos en España. . . . . . . . . . . Pero eso irá en el