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De una depresión al entusiasmo de comenzar la timba con mi tía y primo de visita
Pasé de ser un zombi a una momia que ni siquiera salía de su cama. Me pasé el tiempo llorando, durmiendo y soportando la indiferencia de mi hermana. Para complicarme el estado anímico, mi período menstrual comenzó. De todas formas esto me sirvió como excusa para quedarme en mi cuarto todo el tiempo durante los días que siguieron. No quería ver a nadie de mi familia y ya casi me estaba acostumbrando a la sombra que era mi hermana cuando ésta estaba en el cuarto. Para muchos hubiera resultado gracioso vernos pasar horas las dos juntas allí dentro sin que nos dirigiéramos la palabra o sin siquiera mirarnos. Tres veces tuve que soportar que se masturbara estando yo presente. Las dos primeras veces lo hizo con cierto disimulo, debajo de sus sábanas, pero a la tercera ya no tuvo reparo alguno en desnudarse por completo, abrir las piernas y comenzar a toquetearse la capucha de su clítoris. Hice mi mayor esfuerzo por no mirarla siquiera. El estar con mi período activo y la tremenda depresión que me invadía, me impedían excitarme, pero esa tercera vez que Mayra se masturbó, sentí un revoltijo agradable en la boca de mi estómago. La chica gemía de una forma muy sensual, casi como queriendo decirme que podía gozar de un buen momento a pesar que yo estaba allí o a pesar que yo hubiera arruinado las cosas entre ella y mi tío. Sospeché que a él tampoco le dirigía la palabra. Si de guerra silenciosa se trataba, Mayra era imbatible. Aún recordaba aquella vez en la que se había peleado con mi madre porque no la dejó asistir a un concierto de rock. Estuvo casi tres semanas sin saludarla siquiera. A mi madre casi le da un ataque de desesperación.
Uno de esos tortuosos días que pasé encerrada con Mayra y mi período cometí un gran error. Le había anunciado a mi madre que comería en mi cuarto porque no me sentía muy bien. Busqué un plato de comida y serví uno para Mayra. Regresé a mi cuarto y le dije que le había traído algo para comer. Ella se encontraba ensimismada en los apuntes de la facultad y ni siquiera levantó la mirada. Supe que me había oído y con un nudo en la garganta tuve que aceptar la derrota. Dejé el plato que había traído para ella sobre la mesita de luz que separaba nuestras camas pero mi hermanita ni siquiera lo miró. Luego de unos quince minutos escuché a mi madre llamando a Unai a los gritos para que fuera a comer “de una puta vez”. Allí Mayra se puso de pie y salió del cuarto, supe que se uniría a la mesa con el resto de mi familia, dejándome sola con más alimento del que yo podía consumir. Cuando ella volvió, casi media hora más tarde, salí del cuarto para guardar en el frigorífico toda la comida que me había sobrado, por la angustia casi no toqué mi plato, a pesar que el menú era raviolis con salsa y estofado, uno de mis platos predilectos. En la cocina me crucé con mi madre quien se me acercó con una amplia sonrisa. -Te tengo buenas noticias… -¿Cuáles?– pregunté sin mucho entusiasmo. -Estaba esperando que pasara tu período para hacerlo… -¿Hacer qué? -El juego de póker, Nadia –me había olvidado por completo de eso -¿no te pone contenta? –No pude responder- mañana mismo lo hacemos. -¿Mañana es sábado? No tenía idea de qué día de la semana era. -Sí… y voy a necesitar de tu ayuda para organizar todo. Espero que ya te sientas mejor. Bueno, me voy a dormir porque ya es tarde y mañana quiero estar lúcida, me dio un beso en la mejilla, -hasta mañana. -Hasta mañana, le respondí de forma automática. Permanecí de pie en la cocina con la mirada perdida, no tenía ni el más mínimo entusiasmo por jugar a esa partida de póker, no ahora, que la mitad de mi familia me detestaba. No sabía cómo iban a reaccionar conmigo al verse forzados a jugar ese juego tan peligroso. Rogué que algo sucediera pronto, cualquier cosa, siempre y cuando impidiera que juguemos.
Al parecer mis plegarias fueron oídas y hasta llegué a sentirme un poco mal por mi madre, quien se había pasado toda la tarde haciendo compras para el gran juego de la noche. Su entusiasmo era tal que había adquirido un nuevo paño de póker con fichas y bajas nuevas. Compró un gran surtido de bebidas alcohólicas que pudieran satisfacer los gustos de todos y algunos snacks por si alguno llegaba a tener apetito mientras jugábamos. Hasta recordé que la pobre había planeado nuevas reglas de juego, para hacerlo más difícil y entretenido. Para su desgracia y mi fortuna, todos estos planes se vieron alterados por una visita inesperada. Analía, la hermana de papá, decidió hacer acto de presencia justo esa misma noche, para colmo trajo con ella al imbécil de su hijo, es decir, mi primo. Un chico un tanto egocéntrico que solía sacarnos de nuestros cabales a mi madre y a mí, hasta la pequeña Mayra sentía un rechazo hacia él. Como si esto fuera poco, mi efusiva tía se auto invitó a cenar, con lo que supimos que no se iría hasta muy tarde en la noche. A papá siempre le molestó mucho esa actitud de su hermana, de llegar a la casa sin previo aviso y apoderarse de ella como si fuera la dueña. En general nadie hacía mucho caso a sus pedidos, de hacerlo nosotros seríamos sus súbditos y ella nuestra reina y señora, dejando a mi primo Ariel como nuestro príncipe. El pedante muchacho se llevaba bastante bien con mi hermano, esto no era de extrañar ya que ambos tenían el cerebro particularmente simple, no más del necesario para pasar el día. Apenas estábamos sirviendo la cena y el imbécil de Ariel ya se jactaba de ser el único de piel morena natural de la familia, esto se debía a que su padre lo era, a pesar que el hombre nunca se hizo cargo de él ni de su madre, él agradecía haber heredado su color de cabello y piel y no el de su madre, quien era rubia, como papá e incluso mi madre. Normalmente termino discutiendo con él cuando comienza con estos comentarios racistas, pero esta noche no tenía ganas de llamar la atención, sabía que con sólo tener que tolerarlos, ellos me salvarían de tener que jugar al póker con mi familia. Tras cenar mi madre fue hasta la cocina a buscar un rico postre que ella misma había preparado, me levanté con ella para ayudarla y cuando estuvimos solas noté una angustia en su rostro que me conmovió.
La pobre estaba realmente ilusionada, como si fuera una niña ante la promesa de recibir una inmensa casa de muñecas para ella sola y de repente esa promesa se disolvía en el aire. Todo y cuando había hecho durante ese día estaba destinado a pasar un gran momento durante la noche, un momento un tanto perverso y tal vez hasta enfermo, pero un momento en familia al fin. -Es una pena que la tía haya venido otra vez sin avisar, le dije mientras la ayudaba a servir el postre. -Qué se le va a hacer… es la hermana de tu padre, no puedo echarla. -Como poder, podrías. Como aquella vez que echaste a los amigotes del tío Rosendo. -Eso fue muy distinto, ni siquiera conocía a esos tipos y estaban borrachos… me bastó escuchar que uno hacía un comentario aludiendo al culo de Mayra para que los rajara a la calle a escobazos. -De haberlo escuchado el tío, él mismo los hubiera echado –aseguré- no le gusta que nadie se meta con su querida Mayra –mi madre notó el doble sentido de mis palabras pero no dijo nada al respecto. -Espero que sepan jugar al póker, parpadeé dos o tres veces y miré fijamente a mi madre para asegurarme de haber oído bien lo que dijo. -¿Piensas seguir adelante con el jueguecito? -¿Por qué no? Esa mujer no parecía mi madre, quien siempre empleaba la lógica, me di cuenta que algo ardía en su interior, no podía culparla ya que yo había sentido lo mismo, estaba cegada por la sed de morbo y placer. -Porque es una locura… mamá, ese jueguecito que hicimos no es muy normal que digamos. -¿Te crees que no lo sé? Sin embargo todos lo disfrutamos. Hay dos opciones, o tu tía se rehúsa a jugar y se va, o decide participar en el juego. -O llama a la policía y nos denuncia a todos… POR INCESTO. -Ella no haría semejante cosa. -¿Cómo sabes eso? Esa mujer es una arpía cuando se lo propone. -No es tan mala. Hasta puede ser divertida si la situación lo requiere. Le gusta la fiesta. -¿La fiesta? -Bueno… no me refiero a “ese” tipo de fiesta. Habló de las fiestas normales, con amigos, tragos, música…. -Pero mamá, pon los pies en la tierra, ya suficientes problemas trajo el haber jugado entre nosotros. -¿Problemas? ¿Qué problemas? Allí sonrió maliciosamente y me miró a los ojos… -Nadia, yo me entero de todo lo que pasa en esta casa. No soy tan ingenua como tú piensas y si te digo que podemos jugar es porque podemos hacerlo, pero para conseguirlo necesito tu ayuda. -Me parece una locura. -Tu tía se va a ir. Estoy prácticamente segura de eso. -Pero mamá, tú la conoces. No es una mujer a la que le guste irse temprano a su casa, menos en un fin de semana. -Y si no se va temprano, se va a ir más tarde. Lo importante es que los demás quieran jugar. -No van a querer, agaché la cabeza -Si sabes todo lo que pasó entonces ya te habrás dado cuenta que… me odian. -Nadie te odia, hijita. Ven, vamos a llevar el postre. ¿Confías en mí? Me limité a mirarla… -respóndeme Nadia, ¿confías en mí? -Sí. -¿Me vas a ayudar? -Sí.
Tomamos los platitos en los que habíamos servido el rico tiramisú que había preparado mamá y regresamos a la sala de estar, el pecho me latía casi con la misma fuerza que solía hacerlo cuando me follaban duro uno de mis familiares. Este vértigo que me producía el riesgo me estaba despertando de mi letargo poco a poco. A Vicky se le ocurrió acompañar el postre con una copita de coñac, lo cual me dio a entender que ya estaba planeando embriagar a más de uno, esa copita sería la primera de muchas más. De hecho esto la inspiró para una nueva idea, la cual me contó mientras lavábamos los platos luego de la cena. El primer paso era el más sencillo, permitir que las horas pasaran, tal vez mi tía decidiera poner fin a su visita y se marcharía. Aproveché el rato que pasaba mi familia charlando de forma natural en la sala, para darme un baño. Una de las quejas de mi madre fue debido a mi atuendo, que era triste, aburrido, viejo y gastado. Parecía salida de un hospital psiquiátrico. Me dijo que si quería dejar atrás la depresión, debía arreglarme un poco ya que esa vestimenta no tenía nada propio de mí. Bajo la ducha pude despejarme un poco, dejé que el agua recorriera a gusto las curvas de mi cuerpo, acaricié mis senos con enorme delicadeza y permití que mis dedos juguetearan con cada rincón de mi anatomía dejando la mente lo más blanca posible, si debía pensar intentaba traer a mi mente recuerdos agradables, hasta eróticos y poco a poco me fui dando cuenta que ya no quería sentirme tan agobiada, mi vida era mía y yo podía hacer con ella lo que quisiera, si a los demás le molestaba, era problema suyo, aunque se tratara de gente de mi propia familia.
Salí desnuda del baño llevando una toalla en mi mano y dejando que el agua goteara por todo el piso, en el corto trayecto hasta mi cuarto nadie pudo verme, pero ya sentía un leve cosquilleo revigorizante, producto de haberme permitido semejante proeza, ya que en mi mente imaginaba que me cruzaría con mi primo, me hubiera encantado ver la expresión de su rostro al descubrir que su pequeña e insoportable primita, ya era toda una mujer. Debo agradecer este nuevo cambio en mi actitud a las palabras de mi querida madre, justo antes que yo fuera a bañarme me dijo “Si piensas que todos te odian, al estar depresiva sólo les das la oportunidad de detestarte más, porque te ven débil. Demuéstrales lo feliz que puedes ser a pesar de todo y los vas a ver trastabillar”. Un pequeño tanga de encaje rojo y un sujetador haciendo juego conformaron mi apretada ropa interior. Busqué en lo más profundo de mi armario hasta que di con lo que buscaba, una falda blanca que había usado tan sólo dos veces en mi vida y fue dejada de lado debido a lo indiscreta que me veía con eso puesto. La elástica tela se adhería a mi anatomía como si se tratase de una capa de pintura, aquellas pocas veces que la utilicé, lo hice con algo que cubriera mi voluminoso trasero, pero ésta vez hice todo lo contrario. La frutilla de este postre llamado Nadia era el top blanco y negro que utilicé para cubrir mis grandes pechos. Decir “cubrir” es un mero formalismo ya que el top era tan pequeño que dejaba a la vista todo mi abdomen, levantaba mis tetas aún más que sólo usando el sujetador y los transformaba en dos globos redondos que sobresalían por el escote.
Sacudí mi húmedo cabello haciéndolo flotar por el aire y dejé que éste colgara y se secara de forma natura, sabía muy bien qué efecto produciría esto, me dejaría con una melena de cabello castaño similar a la de mi madre. Admiré mi creación al espejo y tuve un pequeño desliz narcisista, pero a la vez objetivo. Esa chica que estaba de pie frente a mí parecía una bomba sexual. Para aumentar este efecto deslicé la ajustada falda hacia abajo un par de centímetros, esto permitía que se viera el contorno de mi cadera y justo en el centro de ella, mi pubis dibujaba un suave tobogán que llevaba hasta aquel pequeño rincón oculto bajo mi tanga. Me había depilado recientemente y no había línea que dividiera mi cintura de la parte baja de mi anatomía, este efecto jugaba un papel morboso ya que aquel que analizara detenidamente las proporciones de mi cuerpo, se darían cuenta que podían ver perfecta y nítidamente parte de mi pubis, aquella que debería estar cubierta de pelitos. Procuré que mi vagina no mordiera la tela de la falda, no quería dar esta imagen… no todavía. No me molesté en maquillarme ya que quería aparentar cierta normalidad morbosa, como si tan sólo me hubiera puesto un atuendo cómodo después del baño nocturno. Para no salir descalza de mi cuarto me calcé un par de chanclas y regresé a sala. El efecto fue inmediato. Desde un sillón, en el punto más alejado de mí, los ojos de mi hermano se clavaron en mi cuerpo. Al notar esta reacción, mi primo, quien estaba sentado frente a mi hermano, casi se disloca el cuello al girar su cabeza para mirarme, caminé hacia el sofá, en el cual estaban sentados mis padres y me senté junto a mamá. La única que continuaba hablando sin cesar era mi tía Analía, al parecer estaba narrando el pequeño viaje a Italia que hizo en sus últimas vacaciones, nadie le prestaba atención. Mi padre me miraba de reojo cada cinco segundos y mi tío Rosendo se estiró en su asiento para admirarme cómodamente, él tenía el mejor ángulo ya que podía verme directamente de frente. A mi derecha, sentada en una silla, que había sido llevada hasta allí, estaba mi hermanita, quien tuvo la reacción más inesperada. -Me voy a bañar, dijo con severidad al mismo tiempo en que se ponía de pie. Noté cierto disimulo de sonrisa en el rostro de mi madre, al parecer a ella no le sorprendía para nada la actitud de Mayra. Un par de minutos más tarde mi tía se dio cuenta que nadie prestaba atención a su monólogo y decidió ponerle fin de forma sutil.
-Por cierto, que rico estaba ese tiramisú, ¿se podrá probar un poquito más? -Yo te traigo, tía, me ofrecí sólo para poder ponerme de pie. Antes de dirigirme a la cocina les obsequié una buena visión de mi parte trasera, ya que todos quedaron a mis espaldas. Busqué el postre en el frigorífico y en cuanto me di vuelta me sobresalté al ver a Unai. -¿Qué quieres? –le pregunté con poca simpatía, él sonreía con su mejor cara de bobo. -Te vine a ayudar con el postre. -No es tan difícil servirlo en un platito, Unai, se me dificultaba mucho hablar con él tras haberme confesado su amor, pero había decido mejorar mi actitud, por lo que dejé de estar tan tensa.
-Ya sé, pero cuando tú te fuiste Ariel pidió más… y papá y el tío también. -Bueno, está bien. Alcánzame los platos. Dejé la bandeja con el postre sobre la isla del centro de la cocina y poco después Unai se acercó desde atrás y uno a uno fue depositando los platos junto al tiramisú, al hacer esto aprovechó para pegarse a mi cuerpo de forma indiscreta, no sabía qué tenía este chico en la verga, parecía ser un interruptor que la endurecía en cuestión de un segundo, la cuestión es que pude sentir la punta de su rígido garrote clavándose entre mis nalgas. Recordé que debía ayudar a mi madre y sabía que si el muchacho estaba excitado, colaboraría conmigo, por lo que presioné hacia atrás con mi cadera indicándole que me gustaba lo que estaba haciendo. Lentamente fui sirviendo el postre en cada uno de los platos levantando la mirada a cada segundo, en cuanto viera a alguien aparecer por la puerta de la cocina le daría un codazo a mi hermano para que se apartara, pero de momento estábamos completamente solos. Las inquietas manos de Unai no tardaron en caer sobre mi tenso abdomen, al mismo tiempo apoyó su barbilla en mi hombro derecho y yo meneé el culo como una perrita feliz, casi podía hacerme creer a mí misma que eso se sentía bien. De hecho su polla estaba rozando una parte muy sensible de mi cuerpo y resultaba imposible no reaccionar favorablemente.
Sus ásperos dedos prácticamente rascaron mi vientre al deslizarse hacia abajo. Me incliné un poco y solté un leve suspiro cuando tocó la zona púbica que estaba al descubierto. No podía criticar su “interruptor” para poner dura la verga, al parecer yo tenía uno similar, para calentar y mojar mi vagina. Él palpó toda mi entrepierna ejerciendo presión con sus dedos y con la palma de su mano obligándome a separar las piernas un poco. Comenzó a besar mi cuello con una delicadeza impropia de él, como si quisiera demostrarme que sus intenciones iban más allá de lo sexual. Necesitaba cortar esta pasión de alguna forma, transformarla en algo pura y netamente sexual.
-¡Chúpame el coñito nene! Le susurré. Él se apresuró tanto que casi me hace tirar un plato al piso, se agachó detrás de mí y me bajó de un tirón la falda y el tanga hasta la mitad de los muslos. Su boca se acercó a mi vagina como ésta fuera un imán atrayendo metal. Lo primero que sentí fue el choque de sus labios contra los míos seguido de su lengua, que desde el primer momento intentó colarse por el agujerito. Continué sirviendo el postre muy lentamente simulando que nada pasaba, esto era más arriesgado, si bien la persona que entrara a la cocina, sea mi primo o mi tía, no podría ver a mi hermano ya que la isla lo ocultaba, sería muy difícil mantenerlo de esa forma y deberíamos dar muchas explicaciones sobre qué hacía el ahí abajo y por qué yo estaba medio desnuda. La temeridad del momento me hizo excitar mucho más. Separé las piernas tanto como pude y me dejé hacer todo lo que él quiso hacerme con su boca. Chupaba de una forma apasionada, como si realmente hubiera extrañado mi conejito. Este entretenimiento le duró apenas unos segundos, volvió a ponerse de pie y sin darme tiempo a nada, ni siquiera a pensar en lo que iba a hacer, me clavó. El desgraciado había sacado su verga mientras me chupaba la vagina y en tan solo un intento la introdujo por mi chochito anhelante y húmedo.
De un solo sablazo partió la raja en dos hasta que sus huevos impidieron que fuera más adentro. Proferí un bufido y casi tiro al piso todo lo que tenía delante de mí, tuve que apoyar mis manos contra el borde de la mesa central. Lo peor no fue sentir mi vagina dilatándose vertiginosamente, ni sentir la rigidez de ese trozo de carne en lo más hondo de mi anatomía, lo peor de todo fue lo mucho que me gustó. Tal vez se debía a mi corto período de abstinencia sexual pero allí, de pronto, como si hubiera despertado de un sueño, recordé lo bien que se sentía ser atravesada y más si llegaba por parte de alguien tan cercano a mí, como mi propio hermano, a esto debo sumarle la sorpresa. Debía felicitarlo, el que me haya tomado tan desprevenida fue un gran acierto de su parte. Cuando recibí una segunda y luego una tercera embestida no aguanté más, debía decirle algo que demostrara el placer que estaba sintiendo. - ¡Ay por dios, cómo me gusta! Esta exclamación lo hizo acelerar el ritmo. - ¿Te gusta, hermanita? Él seguía siendo un poco estúpido, acababa de decirle lo mucho que me gustaba y me lo estaba preguntando otra vez, pero no quería discutir con él. -Me gusta muchísimo, pero tenemos que parar. Nos pueden ver, el traqueteo constante contra mi chochito me impedía hablar y pensar con claridad. -No quiero parar. -Ni yo quiero que pares… pero hay que hacerlo. -Sólo si me prometes una cosa, aprovechó para seguir dándome, me incliné más hacia atrás para que las inserciones fueran más profundas… -Después lo vamos a seguir en mi cuarto. -Lo seguimos, suspiré, jadeé y gemí como una perra… - lo seguimos donde tú quieras. Te lo prometo. –Perfecto, se apartó y su verga se deslizó con un sonido viscoso hacia afuera, mi rajita quedó goteando jugos. Tuve que tomar una servilleta de papel para limpiarme la entrepierna ya que tenía miedo que mi abundancia de flujo vaginal traspasara la delgada tela de mi tanga. Pensé rápido, yo debía irme de la cocina lo más rápido posible antes que alguien sospechara, pero mi hermano tenía una terrible erección, la cual no podría disimular.
-Unai, le dije mientras acomodaba mi falda. Yo llevo los platos con el postre, tu espera a que eso se te baje, miré su tiesa verga y me mordí el labio inferior lamentando no poder comérmela en ese preciso instante. En el frigo hay algunas botellas de vino, destapa un par y después llévalas, con algunas copas… no rompas nada. -A ti te voy a romper, se acercó repentinamente y me dio un cortito beso en la boca. No recuerdo que nunca me besara en la boca, era la primera vez y ello rubricaba que aceptaba su amor por mí, algo así como una pedida de novia. -Eso lo vamos a ver después, dije dibujando una mueca libidinosa en mi rostro. -Ahora haz lo que te digo. Colocando los platos entre mis manos y mis brazos, como si fuera el camarero de algún bar, salí de la cocina mirando muy bien por donde caminaba rogando que las chancletas no me hicieran tropezar. Cuando regresé a la sala lo hice de frente a mi primo, él no me quitó la vista de encima ni por un segundo. Sus ojos parecían un radar equipado con rayos X que le permitían ver a través de la ropa, seguramente se estaba imaginando cada centímetro de mi cuerpo. El primer plato se lo alcancé con una sonrisa a mi tía, inclinándome hacia adelante, al hacer esto mi culo quedó prácticamente contra la cara de mi padre y por el rabillo del ojo pude ver como a mi primo le saltaban los ojos hacia afuera, luego giré y le di otro plato a él, las bolas de sus ojos cayeron dentro de mi escote y se perdieron allí. Simulé no notar esto y una vez repartido el último plato, me senté a la derecha de mi madre. Ella seguía con su sonrisa intacta y yo sentía que mi energía libidinosa se revigorizaba cada vez más. Mientras mi padre y mi tío mantenían una conversación sobre algún partido de fútbol que solamente ellos dos habían visto, Mayra regresó.
La pequeña estaba impecable, con su cabello húmedo cayendo sobre uno de los lados de su cara, lo que extrañamente intensificaba el efecto hipnótico que poseían sus grandes ojos. Tenía una pequeña blusa verde claro sin mangas que permitía adivinar la sutil loma de sus pequeños pechos y una minifalda de jean algo vieja y gastada, pero sumamente cortita. En cuanto se sentó en su silla, miré con disimulo a Ariel, él podía verla directamente de frente y si yo podía notar las bragas blancas que se asomaba entre las piernas de ella, seguramente mi primo también podía verlas. No me extrañaría en absoluto si el pobre llegaba a tener una erección en cualquier momento, hasta me pareció notar que mi tío Rosendo cruzaba sus piernas para disimular un bulto que crecía lentamente dentro de sus pantalones. Casi al mismo instante Unai regresó cargando dos botellas de vino, había tenido la brillante idea de traer una de vino blanco y la otra de tinto. Las colocó, sobre la mesa pequeña que estaba en el centro, rodeada por los sillones, y preguntó cuántos querían tomar. Todos dijeron que sí por lo que tuvo que volver a buscar ocho copas. Yo había imaginado que él intentaría traer todo en un solo viaje y que posiblemente destruyera algunas copas o incluso alguna de las botellas, pero me demostró que no siempre era un completo idiota. El vino fue un arma de doble filo, por un lado hizo entender a mi tía que la reunión familiar iba a durar mucho más tiempo, por lo que supe que no se iba a ir, y por otro lado comenzó a menguar la cordura de varios de los presentes. Mi tío Rosendo hizo uno de sus típicos chistes picantes, pero éste fue un tanto más fuerte de lo habitual. Cuando me paré y luego me incliné hacia la pequeña mesita para volver a llenar algunas de las copas con vinos, le regalé a varios una amplia vista de mi trasero enfundado en la tela blanca de la falda. Hermana, deberías controlar más a tu hija, comenzó diciendo Rosendo- ese culo no lo hizo sentada en una silla. Ahí debe haber varios metros de trabajo forzado. Los primeros en reírse fueron mi hermano y mi primo, para mi sorpresa mi tía Analía también encontró graciosa la broma. Estaba segura que a mi tío le cachondeaba decir eso porque él había sido uno de los que trabajó forzosamente contra mis nalgas. -Hey, lo que yo haga con mi culo no le importa a nadie, mi miedo era que papá se enfureciera al recordar lo ocurrido con su empleado, pero al levantar la vista pude ver que tenía los brazos cruzados delante de su pecho, pero sonreía agradablemente.
-Confiesa Nadia, seguramente ya le diste un buen uso, la voz vino desde detrás de mí, aunque sabía de quién era giré para mirarla…, mi hermana sonreía con una simpatía tan natural que me fue imposible determinar si lo dijo con malicia y mala leche o si realmente se estaba sumando a la diversión familiar. -¡Epa! Exclamó Ariel. No te tenía en esas andanzas, primita, volví a sentarme, estaba un tanto disgustada pero me mantuve lo más animada posible. -Bueno, sí, dije sin dejar de sonreír. -Se podría decir que le encontré una utilidad que resultó ser bastante… entretenida. Sabía que este comentario dispararía el morbo de más de uno de los presentes. -¡Ay che! Hoy en día hacen cada cosa, exclamó mi tía ruborizada. -En mi época se disfrutaba mucho sin necesidad de usar lo de atrás. -En tu época eras peor que las chicas de hoy en día, dijo papá riéndose de su hermana. Yo perdí la cuenta de los novios que tuviste. -No era mi culpa ser tan… solicitada, noté cierto tono de orgullo en sus palabras. Mi tía no es una mujer fea en absoluto, cada rasgo de su cuerpo y de su rostro son señal que años atrás fue una mujer muy bonita, aún lo seguía siendo sólo que ya tenía la cara un tanto ajada, pero hasta las pocas arrugas que podían verse realzaban sus bonitas facciones. Otro detalle que podía jugar a favor o en contra, depende del gusto del que lo viera, es que ahora estaba un tanto entrada en carnes, no era mucho, pero sí tenía las piernas y la cadera más anchas de lo que yo recordaba haber visto varios años atrás. -Eso es cierto, eras la morenaza más guapa del barrio, agregó papá. -Y lo sigo siendo.
-Mentira, intervino Ariel. La mejor de todas es Magali, esa cabrona sí que está buena. Está para entrar a vivir y no salir durante todo un mes. -Che, que Magali es mi amiga, me quejé. -¿Y eso qué tiene que ver? No quita que esté buena… y que esté para follarla. -¡Ariel! Lo retó su madre. Más respeto che, así no se habla de una dama. -¿Dama? Pero si debe ser más puta que las gallinas, todos los tíos del barrio se la quieren follar si no lo han hecho ya. -Para tu información, comencé diciendo. Ella no le da coba a la gran mayoría de esos tíos, ha tenido un par de novios, sí, pero no anda con cualquiera… esa mala fama que le dais es porque asumen que al ser guapa ya debe ser puta. -Doy fe de eso, dijo mi hermano. Yo lo intenté como diez veces con ella. -¿Intentaste levantarte a Magali? Preguntó Ariel sorprendido. -Sí, varias veces, pero no me dio ni la hora. -Todo muy bonito, ya sabemos que la tipa no es puta y que Nadia entrega el culo, dijo mi tío con su gran vozarrón. Pero ¿cuándo empieza la timba? Obviamente se refería a la partida de póker, me sobresaltó un poco que el tema saliera a la luz de una forma tan directa.
-Si queréis busco ahora mismo las cartas, mi madre estaba entusiasmada por empezar a jugar lo antes posible. - ¿A qué vais a jugar? Preguntó mi tía. -Al póker, le respondió mi hermana. ¿Sabes jugar? -¡Claro que sé! Y soy muy buena, mi primo había heredado la soberbia de su madre y ella lo estaba demostrando. ¿Juagáis por dinero? Sino no tiene gracia. -Hay algo que tiene más gracia que el dinero, dijo mi hermano, tuve que reprimir el impulso de arrojarle una botella por la cabeza, me aterraba qué pudiera pensar mi tía de nuestro morboso jueguecito. -¿Qué cosa? -Por ropa, miré a Unai con unas frías ganas de asesinarlo.
-¿Ropa? Mi tía dudo y miró para todos lados. No es mala idea… espero que nadie tenga los calzones agujereados y viejos porque os voy a dejar en cueros. Comenzó a reírse de su propias palabras, me sorprendía su reacción favorable, pero me di cuenta que ella creía que sólo llegaríamos a quedar en ropa interior, lo cual no era tan malo para una familia, uno siempre ve a algún pariente en calzoncillos deambulando por la casa y no se escandaliza, pero este caso era diferente, nosotros pretendíamos llegar mucho más lejos.
-Me gusta el juego, yo me sumo, dijo Ariel con algarabía mientras miraba a su alrededor, estaba casi segura que ya podía imaginarnos a mi hermana a mi madre y a mí en ropa interior. Nos llevó varios minutos organizar todo en nuestra querida mesa de vidrio hexagonal, pero esta vez, al ser ocho, tuvimos que sentarnos mucho más apretados. A mi izquierda se instaló Ariel, antes que alguno se le anticipara y el asiento a mi derecha lo ocupó mi hermana, supuse que lo hizo para impedirle a Rosendo sentarse allí, él ocupó el sitio a la derecha de Mayra. Mientras distribuían el nuevo paño y preparaban el nuevo mazo de cartas mi madre nos explicó las nuevas reglas que tendría el juego, las cuales consistían en una fusión de dos estilos de póker y hacían el juego mucho más entretenido y agresivo. Para comenzar, quitó del mazo toda carta que fuera menor a un ocho, a excepción de los Ases, lo cual dejaba una variante de juegos mucho menor. Cada uno recibiría dos cartas en la mano, las cuales debían estar incluidas si o si en cualquier juego que se desee armar, y se pondrían otras cinco boca abajo sobre la mesa. Aquel que no confiara en sus cartas podía retirarse ni bien las recibía, luego se darían vuelta tres cartas, allí debíamos decidir si seguir o no en el juego, ya que era la última oportunidad para retirarse. Luego llegaba el momento más interesante. Se daban vuelta las últimas dos cartas, habría un ganador y tantos perdedores como participantes que hayan decidido seguir jugando y allí es cuando este nuevo reglamento aumentaba la importancia de ganar o perder, ya que el ganador decidiría que prenda de vestir deberían sacarse los que hayan perdido. La parte de la habilidad para mentir entraba en la última fase del juego, tras las cinco cartas de la mesa estuvieran boca arriba, allí un jugador podía levantar la apuesta a dos prendas asegurando que tenía mejores cartas que los demás, al hacer esto concedía una nueva chance de retirarse a los demás jugadores, pero él debería quedarse hasta el final. Si todos se retiraban ante esta amenaza, entonces el ganador podía volver a ponerse una prenda que ya se hubiera quitado. Al parecer mi madre se había pasado un buen rato pensando el nuevo reglamento y este esfuerzo valió la pena, ya que todos quedaron encantados con la nueva modalidad de juego. Para equiparar el juego tuve que sumar ropa a mi atuendo, me puse una chaquetilla de mangas cortas sobre mi pequeño top y una gorra con visera que le robé a mi hermano y no pensaba devolverle nunca más ya que me quedaba muy bonita.
Para igualdad de condiciones todos debían tener algo en la cabeza y la misma cantidad de prendas de vestir. La partida inició y todos estaban muy entusiasmados, hasta ese momento mi tía ni siquiera sospechaba nuestras perversas intenciones. El alcohol no se hizo extrañar, mi madre nos mostró el abundante surtido que había comprado, yo decidí probar un vino espumante con sabor a fruta que resultó ser delicioso. Lo primero que volaron fueron los sombreros y el calzado, ya que los ganadores fueron bastante piadosos, pero cuando llegó el momento en que mi tío Rosendo se levantó triunfal humillando con sus cartas a mi hermana, a Unai y a mi padre, decidió ser un poco más agresivo con la sentencia y los obligó a despojarse de sus pantalones y minifalda, en el caso de Mayra. No hace falta que aclare que el centro de atención fueron las redondas y blancas nalgas de mi hermanita que quedaron apenas protegidas por una tierna braguita blanca con detalles en color rosa. El juego siguió su curso con música de fondo y vasos que se llenaban y vaciaban a velocidades vertiginosas. Llegué a quedar tan sólo en ropa interior, mi primo casi sufre desprendimiento de retina al intentar adivinar lo que había debajo de mi pequeña ropa interior semitransparente. En su defensa debo decir que no era el único que aprovechaba cualquier oportunidad para clavar su mirada en mí, además mi madre ya estaba en sujetador y sus pechos también eran bastante llamativos. Mi tía conservaba casi toda su ropa ya que solía abandonar en casi todas las rondas, evitando así perder. Llegaron buenas cartas a mi mano y mientras jugaba miraba a mi primo y a mi hermano, los cuales ya estaban en bóxer y se les notaba un leve bulto creciendo en el interior de los mismos, desconocía que tan bien equipado estaba mi primo, pero por lo poco que podía ver, no sería nada despreciable. Cuando llegó el momento de dar vuelta las últimas dos cartas me di cuenta que estaba en un mano a mano contra Ariel, ya nadie quería perder más prendas de vestir por lo que abandonaban apenas veían que sus cartas eran malas.
-Doblo la apuesta, dijo mirándome de reojo con arrogancia, era la primera vez que alguien hacía eso, miré una vez más mis cartas y las de la mesa, tenía un full, lo cual me parecía realmente bueno. -Acepto, dije al mismo tiempo en que ponía mis cartas boca arriba. El muy desgraciado destrozó mi juego con un póker de reyes, por apurada no había notado que sobre la mesa había dos reyes y él podría tener los otros dos en mano. Había perdido -¿Con qué va a pagar Nadia? Preguntó mi tía con cierta ingenuidad. -Con ropa, ¿con qué más? afirmó mi primo relamiéndose. -Pero si no tiene más ropa. -¿Cómo qué no? Le quedan justo dos prendas. -Pero es la ropa interior. -Que se joda, por apostar de más. -No Ariel, no te excedas, la madre del muchacho parecía preocupada. Que pague con dinero. -Yo no quiero dinero, aseguró el moreno. Quiero que muestre el chochito. -¡Ariel por favor…, es tu prima! -Sigue siendo una mujer… una que se arriesgó demasiado. Que muestre, todos en la mesa me miraron fijamente. -Si es el precio que hay que pagar… dije poniéndome de pie, los ojos de mi primo me acompañaron todo el tiempo. -¿Hasta dónde de lejos pretendéis llegar con esto? Analía estaba espantada. -Estoy dispuesta a llegar tan lejos como haya que hacerlo. Tras decir esto llevé las manos a mi espalda y desprendí mi sujetador, mis grandes tetas dieron un leve saltito y volvieron a su posición original, mis duros pezones apuntaban hacia arriba, producto de la excitación. Di media vuelta, dándole la espalda a todos y lentamente fui bajando mi tanguita roja, agachándome poco a poco mientras lo hacía y regalándoles una impactante vista de mis abultados labios vaginales que seguramente estarían brillando por el líquido que manaba de ellos. Una vez desnuda por completo, volví a mirarlos de frente, lo primero que noté fue la brusca erección que había tenido Ariel, su verga parecía estar a punto de agujerear la tela de su bóxer, mi tío y mi hermano estaban en circunstancias similares, el único que pudo contenerse fue mi padre. Miré a mi tía y pude ver el terror ilustrado en sus ojos negros. Ella no tenía idea que esto era sólo el comienzo.
CONTINÚA...
Este es mi correo... trovo_decimo@hotmail.com por si deseas contactar conmigo, sugerirme o contarme alguna de tus fantasias que leeré encantado. ¡Muchas gracias!
invitado-Jonas 26-02-2019 17:05:49
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Guau me explota la verga mientras leo y me imagino la situacion