Analía también tiene un secreto con su hijo

Ariel me miraba boquiabierto. Todo su juego de “macho dominante” se había desmoronado en un segundo, al verlo allí, estático frente a mí, me di cuenta que no era más que un muchacho asustado, como un pequeño cachorro abandonado en una noche lluviosa. No sabía si debía dejarlo sufrir un poco más o ser piadosa con él e intentar consolarlo. Como ya había tenido mi follada con él me di cuenta que mi cuota especial de mimos ya había sido entregada, podía dejarlo sufrir un poco. No me moví ni dije una sola palabra durante algunos tensos segundos… la historia que me había contado mi tía me volvía a la mente y me dejaba cierta amargura. Él tenía suerte que ella no lo hubiera asesinado. Analía había hecho su mayor esfuerzo por suavizar lo ocurrido, al menos esa fue la impresión que me dio, pero estaba segura que había obrado de esa forma porque estaba hablando de su propio hijo, si otra persona se hubiera tomado semejante atrevimiento con ella, hubiera sido cruel y despiadada. A mí me costaba ser cruel, por lo que finalmente tuve que hablar con Ariel, ya que él estaba con la mirada perdida en algún punto aleatorio y su mandíbula parecía estar a punto de desencajarse. –Va a ser mejor que hablemos con tu madre, le dije dándole un par de palmaditas en su mano. –No quiero hablar con ella –me contestó después de un par de segundos de silencio. –Vas a tener que hacerlo, Ariel. Hablé con tu madre y después vine a verte a ti con la promesa que los ayudaría a resolver el problema. – ¿Por qué? Tú no tienes nada que ver con todo esto, noté que fruncía su ceño. – Vosotros sois parte de mi familia y lo que yo busco es una familia unida. No me gustan estas peleas que tienden a separar y a arruinar todo. – ¿Me estás diciendo que yo arruiné todo? –Te estoy diciendo que vayamos a hablar con tu madre, le devolví una mirada fría. – No me hagas enojar, Ariel. Creo que ya dejé muy en claro que no estoy en tu contra, no me trates como si tuvieras que defenderte de mí, esta vez se quedó mudo mirándome una vez más con sus ojos de cachorro mojado. – Vamos, tu madre nos está esperando y debe estar preguntándose... – ¿Por qué habéis tardado tanto? –preguntó mi tía en cuanto nos vio entrar, totalmente desnudos, a la habitación. –Estaba poniendo a Ariel al tanto de la situación. Analía se mordió los labios, nerviosa. Escudriño con su mirada a su hijo y, si vio lo mismo que yo veía, habrá notado la fragilidad y el espanto que se habían apoderado de Ariel. Su miembro viril, que minutos antes se había mostrado rígido e imponente, ahora se balanceaba como un gusano malherido y agonizante. Por mi parte, y agradecí que mi tía no pudiera percatarse de eso, tenía un poco de dolor en el culo, mi primo había sido muy duro conmigo.

Si bien me encantó lo que hizo, ya estaba sufriendo las consecuencias… paradójicamente su leche fue a parar a mi boca y a mi coño, ni una sola gota a mi sufrido ojete. Me senté en la cama de mis padres, procurando apoyarme sobre una de mis nalgas. ¡Dios, qué puta me sentía! Sabía que debía hablar de un tema serio con mi tía y mi primo, pero al mismo tiempo podía sentir mi coñito empapado, por el mero recuerdo de la increíble noche de sexo que estaba teniendo. Había algo malo en mí, eso era evidente, pero estaba aprendiendo a convivir con ello y ya no me pesaba tanto, simplemente lo dejaba ser. Volví a serenarme e intenté tomar una actitud seria ante los acontecimientos. Ariel se sentó del otro lado de la cama, frente a mí. Analía quedó acostada en el medio, se había cubierto, de la cintura para abajo, con la sábana, sólo podíamos ver sus grandes y morenas tetas. Nos rodeó un incómodo silencio, era como si las palabras se hubieran perdido para siempre. Ninguno era capaz de mantener contacto visual con el otro. Me di cuenta que no era lo mismo ofrecerme para ayudar, que hacerlo realmente. Vi que mi tía se mordía el labio inferior y se miraba las manos, las cuales mantenía juntas, con los dedos entrelazados, casi como si quisiera formar un escudo protector con ellas. Por su parte, Ariel, tenía la cabeza ladeada hacia atrás, como si estuviera observando a una persona imaginaria sentada a los pies de la cama. –Va a ser mejor que empiecen a hablar de algo, porque no me voy de aquí hasta que solucionéis el problema, sentencié. 

Ambos me miraron al unísono, como si mis palabras hubieran sido un golpe sorpresivo y directo para ellos. Con un gesto de la mano les indiqué que ellos tenían la palabra. Mi primo miró a su madre y ésta se aclaró la garganta, sin embargo no comenzó a hablar. El silencio se extendió por unos segundos más hasta que mi tía tomó coraje. No sé cómo decirte esto, Ariel, pero…, Analía me miró y como notó mi acusador ceño fruncido, volvió la vista hacia su hijo. – Esto es algo que tendríamos que haber hablado hace bastante tiempo, él la observaba sin ninguna expresión en el rostro, nunca lo había visto así. –Lo que tu madre debería decirte, intervine. – Es que no está enojada contigo. –Eso es –mi tía asintió con la cabeza repetidas veces. – No estoy enojada contigo –posó su mano sobre la rodilla del muchacho. – Soy consciente que yo tengo gran parte de la culpa de lo que pasó, porque jamás te puse un freno, ni siquiera una simple queja... nada. En ese momento pasó algo totalmente inesperado… Ariel comenzó a llorar. Fue un llanto silencioso, pero las lágrimas brotaron a montones de sus ojos, me quedé boquiabierta, él parecía un muchacho tan duro, tan seguro de sí mismo que viéndolo tan vulnerable y frágil hacía pensar que no era la misma persona. – No llores, mi vida, su madre se acercó a él y lo abrazó con fuerza, noté que Analía también tenía lágrimas agolpándose en sus ojos. – Todo va a estar bien... 

–Nunca quise... nunca quise lastimarte, dijo él con el llanto ahogado en la garganta. –Y no lo hiciste... no lo hiciste, dijo ella rompiendo a llorar espasmódicamente. Él también la rodeó con sus brazos, la escena era tan triste que yo también estuve a punto de unirme al llanto, pero me quedé quietecita, con mi nudo en la garganta y los ojos nublados por lágrimas que luchaban por salir. –Lo único que te pido, continuó mi tía, una vez que se tranquilizaron un poco. – Es que me ayudes a comprender.

Los ojos de Ariel titilaban, parecía estar a punto comenzar a llorar espasmódicamente otra vez. Pensé que él no sería capaz de hablar con coherencia, pero demostró tener un gran control sobre sus emociones. –No es algo sencillo de explicar, comenzó diciendo. – tal vez no puedas verlo de la misma manera que yo lo vi; pero eso no quiere decir que mis intenciones hayan sido malas. Te pido perdón por lo que pasó, nunca en la vida había escuchado a mi primo pedir perdón por algo. –Te perdono, hijo. Claro que te perdono.

–Sin embargo tienen que hablar de lo que pasó, para que puedan dejarlo atrás, me metí en la conversación, ya que, aunque no me gustara demasiado, tenía que cumplir con mi rol de mediadora. –Nadia tiene razón, dijo mi tía. – Al menos tenemos que hablarlo y tal vez luego podamos dejarlo en el pasado. Cuéntame todo lo que tengas que contarme, te prometo escuchar atentamente, viniendo de mi tía, esa era una gran promesa. Ariel asintió con la cabeza y limpió sus lágrimas con el dorso de la mano. Analía se acomodó contra el respaldo de la cama y yo me senté a su lado. Hicimos un breve silencio, que nos ayudó a aclimatarnos bastante y nos dispusimos a escuchar la historia de mi primo. –No sé por dónde empezar..., nos observó en silencio, mi tía y yo nos limitamos a aguardar. – Mamá, tú siempre fuiste una mujer que me ha llamado mucho la atención, su voz sonaba muy diferente a la que estaba acostumbrada a oír, en esta ocasión denotaba fragilidad, era como escuchar a un niño hablando. – Siempre tuviste la costumbre de andar con poca ropa en casa, no lo hacías con mucha frecuencia…, pero, hace un par de años, cuando yo empecé a llevar a mis amigos a casa, esa costumbre se modificó un poco, mi tía parecía avergonzada por lo que su hijo contaba, de todas formas continuó escuchando, en silencio. – Me acuerdo de una vez, que estaba con tres de mis amigos, tomando unos refrescos en casa y tú apareciste de la nada con una camiseta sin mangas, creo que era negra... no me acuerdo. »Lo que sí recuerdo perfectamente era el escote que tenía, se te veían todas las tetas, un poco más y nos mostrabas los pezones también. Mis amigos se quedaron enloquecidos contigo, durante semanas tuve que aguantar sus burlas, todos me hacían chistes diciéndome que te querían follar o simplemente recordándome lo buena que estaba mi madre y lo fácil que sería clavártela. Después de verte así, mis amigos, comenzaron a buscar excusas para reunirnos en casa estando tú en ella, no dejaste pasar la ocasión. Aparecías en cada oportunidad con grandes escotes, mostrando las tetas, con minifaldas o pantalones ajustados, mostrándoles el culo ¡Creo que lo hacías a posta! Sabía que mis amigos se mataban a pajas pensando en ti y tú les alimentabas la fantasía constantemente. Con el tiempo esto dejó de molestarme.»

Eso pasó cuando uno de mis amigos me hizo ver que yo podía verte cada vez que quisiera y que ellos tenían que conformarse con verte cada tanto y además yo tenía la oportunidad de tocarte mucho más que todos ellos juntos. Él lo dijo en broma pero supe que tenía razón, yo vivía contigo y... no te voy a mentir, siempre me atrajo la voluptuosidad de tu cuerpo y más de una paja caía por semana y a veces diariamente. Al saberme en una posición privilegiada, empecé a disfrutar cuando andabas por la casa con poca ropa, especialmente cuando andabas en ropa interior, eso mis amigos no podían verlo, al menos no en aquel entonces. A veces te ponías tangas tan ajustadas que se te marcaba toda la raja del coño, era prácticamente como si estuvieses desnuda… yo me limitaba a mirar y después me encerraba en mi cuarto o el aseo para hacerme una paja monumental si no eran dos.  »Todo iba bien hasta que comencé a notar una actitud un tanto más provocativa de ti hacia mis amigos, ya no te limitabas a andar delante de ellos con poca ropa, sino que te les acercabas cada vez más con intención de rozarte… los acariciabas, les apoyabas las tetas en la espalda y, a veces, hasta te sentabas arriba de ellos. Hacías que todo parezca casual, pero si yo noté como a los imbéciles se les empalmaba la polla, seguramente tú también lo notaste... y estoy seguro que eso te gustaba. A mí... no me gustaba tanto porque me ponía celoso, pero el fondo me gustaba. »

» Me excitaba mucho. Luego ocurrió algo que me dejó muy sorprendido. Te vi… y no vas a poder negármelo, porque te vi con mis propios ojos, haciéndole una mamada a Santi, uno de mis amigos. No te das una idea de lo que fue para mí ver eso. Yo estaba buscando a Santi por toda la casa y no me podía imaginar que lo encontraría dentro de tu cuarto, con los pantalones por las rodillas mientras tú le chupabas la verga como una golosa, te recreaba en su cipote de una manera sorprendente rozando el puterío. ¡Y es que para colmo se lo hacías con una pasión, con una devoción... parecías una puta… joder! »Santi nunca me contó eso, él podría haberme hecho miles de bromas diciéndome que mi madre le chupaba la verga. Es el sueño de cualquier chico de diecisiete años. Esas bromas son constantes pero casi siempre carecen de fundamento lógico, pero él tenía algo real… a él sí se la había chupado mi propia madre. Creí que tendría que aguantar sus comentarios durante años y me sorprendió que no me dijera nada. Entonces me di cuenta que continuabais teniendo relaciones… en principio chupándosela... o tal vez también te lo follabas a escondidas, pero habías tomado la precaución de decirle que no debía contar nada a nadie. Supuse que lo habías amenazado con terminar la aventura si él contaba algo. ¡Claro nadie cuenta algo así cuando se está beneficiando a una madura tan maciza como tú! »Después de esto hubo una noche en la que te encontré durmiendo, sola, con la puerta del cuarto abierta. Entré a la habitación y vi que estabas en tetas. No recordaba haberlas visto… completas. Me acerqué y me quedé mirándolas imaginando si Santi ya las había visto. También te miré la boca y no podía dejar de imaginar cómo sería si me la chuparas a mí. Nunca dejaba de verte como mi madre… eso no se me olvidaba, y me... calentaba más llenándome de morbo. »Esa noche no hice más que mirar, pero unos días después volví a entrar a tu cuarto mientras dormías y vi que las sábanas no te tapaban y tenías puesto solamente unas bragas negras muy ajustadas. Con mucho cuidado me acerqué a ti y te acaricié las piernas, te miré la vulva y me animé a mover un poquito las bragas, pero te moviste y me fui de ahí, corriendo. »Me quedé muy nervioso porque pensé que me la armarías, pero nunca viniste a decirme nada. Por eso seguí. Entraba en tu dormitorio cada vez que podía e intentaba ver cada vez más. Una noche te encontré durmiendo boca arriba, con las piernas medio separadas. Esa noche metí la mano por la parte de arriba de las bragas y te acaricié los pelitos del coño. Para mí fue algo increíble, nunca había tocado a una mujer… de forma tan íntima. Necesitaba sentir el calor de una mujer... el calor del coñito. Mi gran error fue confiarme demasiado, creer que tú no te dabas cuenta. Por lo general soy muy seguro de mí mismo y eso me lleva a cometer errores de este tipo. »

»Aquella noche, en la que llegué a tocar los vellos de tu pubis también conseguí apartar las bragas y verte toda la gran vulva de labios vaginales carnosos. Me volví loco… loco e imprudente. Te acaricié los labios y el clítoris... tu olor me mataba… era muy intensamente dulce a hembra. Intenté meter un dedo por el agujerito de tu vagina, pero estaba seco. Creí que si me mojaba el dedo con saliva y después te tocaba, te ibas a despertar. El riesgo era muy grande, pero de todas formas lo hice... y te metí el dedo. Tú ni te moviste, te quedaste rígida como una momia. Nunca os vais a poder imaginar lo que sentí en ese momento, nunca había imaginado que una vagina se sintiera así por dentro… tan caliente y húmeda. En ese momento todo el riesgo valió la pena. »Una cosa llevó a la otra, cada vez me animaba a más y tú parecías tener el sueño más pesado del mundo. A veces me emocionaba mucho tocando y metía hasta tres dedos, los movía para todos lados y tú nunca te despertabas, seguías durmiendo tan tranquila como siempre. Una... una vez hasta llegué a pensar en metértela… en clavarte mi polla dura… pero no me animé a tanto, follarte era cruzar una línea roja. Me estaba volviendo loco, quería follar con alguien… pero justo conocí a una chica en una discoteca, se llamaba Lidia, tenía unos treinta años y estaba bastante experimentada en cuestiones sexuales… debía haberse metido todo tipo de pollas. Comencé a salir con ella y me enseñó mucho. Cada vez que nos veíamos follábamos todo el día. Ella me enseñó muchas cosas sobre dominación y así fui olvidándome, en parte de ti mamá. Te juro que si hubiera conocido a Lidia antes, no hubiera hecho lo que hice… para mí que me dominaron las hormonas antes que el raciocinio. Cuando Ariel terminó de narrar su historia me quedé en silencio esperando a que mi tía dijera algo. Todo quedo en un silencio tenso, ella sólo miraba a su hijo, espantada, estrujándose las manos. De pronto parecía que la que había regresado a su infancia era ella, la mujer peleadora, fuere e irascible que tanto conocía, se había esfumado para dejar sentada sobre esa cama a una madre preocupada y atemorizada. »

– ¿No tienes nada para decirle a tu hijo? Le pregunté, ella giró bruscamente la cabeza para mirarme, como si hubiera olvidado que yo estaba allí. – Él ha hecho un gran esfuerzo para sincerarse contigo, creo que corresponde que tú hagas lo mismo, continuó en su estado semi-catatónico. – Vamos, tía, no me tomes por idiota…, tal vez tu hijo lo sea, pero yo sé como mujer, que allí hubo mucho más que lo que él contó. Debería tratarte de hipócrita por quejarte tanto de lo que hicimos al jugar al Póker, pero no lo voy a hacer... siempre y cuando nos cuentes tu versión de los hechos. –Yo… te dije que me enojé porque me dio miedo. Me dio miedo que, con sus jueguecitos, hicieran confesar eso a Ariel, no quería que lo juzgarais, miró una vez más a su hijo y le agarró las manos. – No soy mala, hijo, solamente te estaba protegiendo… me desesperé, no sabía qué hacer. Tú eres lo único que tengo en la vida... –Eso no es cierto, tía, la interrumpí. – También tienes a tu hermano, quien te quiere mucho, y a toda tu familia. Tú siempre fuiste un tanto reacia con nosotros, ahora entiendo que eso se debe a las diferencias que tuviste con mamá, pero me gustaría que eso quedara en el pasado y que te acercaras más a nosotros. 

–Nadia tiene razón, mamá, intervino Ariel. – Ellos son una familia muy unida, que se quieren mucho... eso se les nota. Incluso la tía Vicky me contó lo mucho que quiere a su familia y eso también te incluye a ti. Analía frunció el ceño. – Ella no te odia mamá, es una buena mujer…, pero tu personalidad y la de ella son muy diferentes y chocan constantemente. Tú eres peleadora y desafiante por naturaleza, ella es orgullosa y competitiva. No le gusta que la desprestigien. Después de follar con ella me dijo… «Ahora respétame mamón, porque si no me vas a conocer enojada en serio... y eso no te va a gustar ¡Que os folléis a las mujeres no os da derecho alguno sobre ellas!». –Porque te está dejando claro que lo que hace contigo no es más que un juego, Ariel, dijo mi tía. – No te quiere en serio. –Sé que es un juego, mamá. No soy tan tonto. Todo esto fue un juego, la única que no lo entendió fuiste tú. –Otra vez estamos con lo mismo, se quejó. – La mala de la película soy yo.

–Y… la buena no eres, le dije. – Pero aquí todos hemos hecho cosas malas, todos fallamos en algún momento y nos ha costado mucho asumir esos errores. Cuenta lo que pasó con Ariel, sé sincera. Sé que nunca le dijiste esto a nadie, porque de lo contrario no estarías tan reacia a hacerlo. Nosotros vamos a intentar comprenderte, sin juzgarte. Ariel contó algo bastante difícil de digerir, pero se animó a ser honesto y yo le valoro eso. Me gustaría que tú hicieras lo mismo y estoy segura que él también te lo valoraría. Sácate un poquito ese orgullo que no es más que una barrera de aislamiento que te arma para no afrontar los problemas. –Es cierto, mamá. A veces me molesta que seas tan orgullosa y no me cuentes nada de lo que te pasa. Me jode no saber en qué piensas… hoy me enteré de más cosas de tu vida de lo que supe en toda mi vida. Sabía que eras algo… promiscua, pero no sabía que te habías quedado embarazada de mí teniendo follando a saco con varios hombres al mismo tiempo… pero eso no me molesta, no te juzgo... es tu forma de disfrutar del sexo aunque sea en una orgía. A mí me gusta la dominación y a Nadia... bueno creo que a Nadia la gusta la polla y punto, asentí con la cabeza. – pero también le provoca hacerlo con su familia. ¿Tú puedes juzgarla por eso? –No, no puedo, confesó agachando la cabeza. – Está bien, os lo voy a contar…, pero para que me comprendáis mejor tengo que contaros algunas cosas sobre cuando yo tenía la edad de vosotros, más o menos... tú Nadia ya estás un poco más al tanto por lo que hablamos hace unas horas, pero no te conté todo, guardó silencio y nos miró detenidamente una vez más… comenzó a hablar justo cuando yo estaba por incitarla a hacerlo. – A veces parezco tonta, pero no lo soy. Tal vez no sea brillante, como tu madre Nadia…, pero soy consciente de lo que provoco a mi alrededor, lo fui siempre. Sé que más de una vez tu padre me ha mirado con otros ojos y puede que yo también lo haya visto a él de la misma forma; sin embargo nunca me olvidé que somos hermanos. –Pero más de una vez os visteis al otro follando, le dije. –A eso voy, no te me adelantes, me dio dos suaves palmaditas en la pierna….

– Buscamos, sin hablarlo siquiera, una forma en la que pudiéramos compartir el sexo... bueno, la que más buscó eso fui yo, quería llamar su atención dentro de un plano más sexual, no me preguntes por qué, simplemente me nació hacerlo, era joven y bastante calentona. Primero intenté hablar con él, contarle lo que hacía... contarle de mis andanzas con los hombres y de cómo disfrutaba fornicando con ellos; pero Pepe nunca fue un tipo muy conversador y contarle era prácticamente un monólogo sin sentido, porque él ni siquiera demostraba interés... tal vez lo tenía, pero no lo aparentaba. –Mi padre es así, es difícil saber en qué piensa… a mí me llevó mucho tiempo darme cuenta de ciertas cosas, y hay muchas otras que no las entiendo, pensé en las libertades que le daba a mi madre al acostarse con Ariel, por ejemplo. –Claro, él es así. A mí me costó mucho acercarme, para colmo tu madre se metió en el camino… no lo digo como algo malo, sé que él fue, y sigue siendo, muy feliz con ella…, sin embargo en aquel entonces yo quería a Pepe solo para mí. –Eso quiere decir que tú también tenías inclinaciones por el sexo entre parientes, acotó Ariel, su madre lo miró e inmediatamente bajó la cabeza. –Nunca dije que no las tuviera, simplemente dije que me parecía que estaba mal… porque entiendo lo fuerte que puede ser esa sensación y los problemas que puede traer quedarte preñada de tu hermano. Como ya imaginaréis, la tensión sexual con mi hermano siempre existió, pero me di cuenta que estaba provocando actitudes en él que me incomodaban mucho, cuando se me acercaba no quería que se rompiera ese vínculo de hermanos. No sé cómo explicarlo…

–Cuando lo tenías lejos, lo querías cerca... y cuando lo tenías cerca, lo querías lejos –sugerí. –Sí, algo así... para que entiendas, Ariel, algo muy parecido me pasó contigo… y te pido perdón por eso. Me siento una pésima persona pero admito que he llegado al punto de mirarme en el espejo y buscar algún atuendo muy provocativo, donde se me marcara bien mi coño, o se me asomaran un poco las tetas al límite de los pezones… en fin, cualquier cosa que pudiera provocar una imagen sexual en quien me viera... y quien tenía que verme eras tú. Tengo un enorme defecto: me gusta sentirme deseada, es algo que me fascina, me vuelve loca saber que estoy calentando a un hombre y llegué a cometer la enorme imprudencia de jugar a ese jueguecito erótico con mi hermano y luego con mi hijo. –Y te salió muy bien, interrumpió Ariel. – A mí me calentaba muchísimo verte con algún  tanguita medio apretada o con las tetas al aire. –Lo sé, siempre lo supe… también sabía que te masturbabas pensando en mí... me llenabas las sábanas y los calzoncillos de lefa una barbaridad, era difícil no darse cuenta cuando lavaba tu ropa… pero yo también lo hacía pajeándome a menudo. – ¿Pensando en mí? Preguntó su hijo sorprendido.

–No exactamente, lo hacía pensando en el contexto general, en lo que había logrado. Como ya sabes también empecé a hacer ese jueguecito con algunos de tus amigos. Tanto ellos como tú aprovecharon para toquetearme cuando tenían la oportunidad. Tu amigo Santiago me arrimó un montón de veces y llegó a acariciarme la vagina sobre las bragas en más de una ocasión. La gran diferencia entre Santiago y tú, era que con él no tenía la limitación del incesto y sí me lo podía follar. Estoy segura que esa vez que me viste haciéndole una felación no fue la primera vez que se lo hice, ni la última. – ¿Te follaste a otro de mis amigos? Analía esquivó la mirada de Ariel. – No te lo digo como reproche, mamá. Si lo disfrutaste, entonces me alegra que lo hayas hecho. Si vamos al caso yo me tiré a la tía y a Nadia, lo hice sabiendo que podía estar mal, pero lo disfruté y lo volvería hacer. Si tú te tiraste a todos mis amigos, entonces bien por ti.

–No me follé a todos, solamente a dos. –Bueno, eso me sorprende, pensé que iban a ser más. ¿A quiénes?

–A Santiago y a Leonardo. – ¿Leonardo? Pero si el Leo es puto… le gustan los hombres. –Eso no es cierto, Analía frunció el ceño. – No me gusta que digan eso del chico, es un buen tipo y vosotros lo atacáis. Él sufre mucho con eso porque os quiere un montón… como amigos. – ¿Y tú cómo sabes tanto? –Porque hablé con él. Me contó todo lo que le pasaba... vosotros os burláis de él porque es medio amanerado y tiene la voz finita, pero él es heterosexual. Cuando me contó todo le dije «Tú vas a follar conmigo y si quieres cuéntaselo a todos tus amigos». La primera parte la hicimos, me demostró que no es nada maricón, me dio con ganas y tiene la verga bastante grande, lo pasé muy bien. La segunda parte no la hizo, porque él es un buen chico y no necesita estar haciendo alardes de su vida sexual, además él pensaba que tú te podrías tomar a mal si te enterabas que se había follado a tu madre. – Lo voy a matar… dijo con el ceño fruncido, apretando los puños. – ¿No era que no te importaba? –Pero… pero… es puto…. –Qué pajero que eres, Ariel, intervine. – ¿Así tratas tú a tus amigos? ¿Tanto te jode reconocer que el chico no es gay? O tal vez te jode más saber que un “puto” se folló a tu mami. –Yo creo que a él lo que más le molesta es saber que sus amigos llegaron a donde él quería llegar, dijo Analía acariciándole una pierna. - Te conozco muy bien, Ariel… sé que no fuiste del todo sincero al decir que no te importa si yo me acostaba con ellos. No te gusta quedar segundo, ni tercero... no te gusta para nada que te dejen fuera. Tú te me acercaste muchas veces, me tocaste, me arrimaste cebolleta en cantidad ocasiones siempre que tenías oportunidad... pero ellos fueron más allá, ellos me abrieron las piernas y me la metieron toda… ellos llegaron antes a la meta del coño, me follaron y me lo alimentaron con su leche.

El corazón me dio un vuelco al ver que la mano de mi tía iba subiendo lentamente por la pierna de su hijo, los pezones se me pusieron duros al instante y creo que dejé de respirar mientras observaba la escena. – Tú te calentabas con el olor de mi chochito de hembra en celo impregnado en mis bragas, pero ellos me escucharon de mi boca pedirles chupársela…, la mano de mi tía se cerró alrededor de la verga de Ariel, él la miró mudo, anonadado, como si le hubieran dado un cachetazo sin razón alguna. – Yo me puse a cuatro patas como una perra para ellos… y dejé que me montasen como a una yegua por su semental. Me follaron a pelo y me llenaron a base de bien. La polla de Ariel se ponía dura rápidamente, su madre seguía estrangulando su masculinidad con firmeza. – No te culpo por eso, hijo, yo también soy celosa de la gente que quiero. ¿Tú qué piensas, Nadia, hay algo de malo en que un chico se caliente con su madre… puede haber algo que dé más morbo y te ponga cachonda…? Por su tono de voz supuse que buscaba en mí una confirmación a algo que ya le había dicho antes, por lo que no podía titubear. Mi tía se encontraba acorralada en un callejón sin salida, a espaldas su deseo de puta calenturienta y de frente su hijo mostrándose en toda su verdad con ella en medio, franqueada por su línea roja del incesto, así que empujada por la lujuria de su cachondez tiró para adelante destrozando la barrera que le impedía gozar del hombre que más amaba y a partir de ahora más desearía en toda su vida. –No creo que tenga nada de malo, siempre y cuando a la madre no le moleste. –Entonces le puedo decir a Ariel que a mí no me molesta. Es más… podría decir que me gusta, sonrió. – Sí, me gusta. No hay nada de malo en eso ¿cierto? –Al menos yo puedo decir que no, dije con seguridad. – Pero eso depende de cada persona… y de cada familia. – ¡¿En nuestra familia eso no estaría mal?! Sus preguntas sonaban a peticiones retóricas, era como si estuviera pidiéndome permiso para seguir adelante.

–En nuestra familia ya hemos pasado ese nivel de morbo, pasaron estas cosas a actos cotidianos ampliamente aceptables, nadie los juzgaría, Ariel nos miraba boquiabierto, su verga quedó completamente empalmada y dura entre los dedos de su madre. La mano de Analía comenzó a subir y bajar lentamente el prepucio cubriendo y despejando su gordo glande. Mi primo y yo nos quedamos en silencio, a la expectativa. Me dio la impresión que mi tía estaba librando una gran lucha interna, dejó de mirar a su hijo a los ojos y miró directamente la punta oronda de su miembro viril. – ¿A ti te gustaría sentir lo que sintieron tus amigos con mamá…? Preguntó, rompiendo el silencio. Ariel no contestó y ella no esperó respuesta, bajó la cabeza tanto como pudo y le dio una lenta lamida a la cabeza del magnífico falo filial, luego se quedó quieta, mirándolo fijamente, su respiración se agitó. Dio una nueva lamida contorneando su capullo, y volvió a quedarse estática, su hijo miraba boquiabierto sin emitir sonido alguno. Me pareció ver que mi tía dudaba, por lo que me apresuré a acostarme boca abajo en la cama y me puse a su lado, sin pedir permiso le pasé la lengua a la verga, como si se tratase de un helado, cuando llegué a la punta, le di un chupón, emitiendo un chasquido, luego me aparté. Analía comprendió que mi intención era darle coraje, se puso en la misma posición que yo, a lo largo de la cama, y ya sin ninguna duda, comenzó a mamar la verga de su hijo con una maestría que sólo podía tener una mujer que había chupado muchas pollas a lo largo de su vida. La mamó con tanta intensidad que Ariel comenzó a jadear y a contorsionarse, dobló su espalda hacia atrás y con una mano apretó suavemente la cabeza de su madre acompañándola en el vaivén. No quería interrumpir tan precioso momento entre madre e hijo, pero yo también estaba muy caliente, y quería mi parte de esa verga, por lo que me puse a lamerle los huevos y la parte baja llamada perineo, al mismo tiempo que me masturbaba, pasando un deditos entre los labios de mi rajita.

No podía leer la mente de Ariel, pero estaba segura que él hubiera permitido que todos sus amigos se follaran a su madre al mismo tiempo, si con eso consiguiera que ella le chupara la verga. Todo su sufrimiento había valido la pena y yo estaba ahí para compartir ese gran momento con él y con mi tía. Analía me permitió hundir toda la tranca en mi boca, mientras ella cambiaba de posición. Estuve mamando plácidamente durante unos cuantos segundos y cuando me di la vuelta vi su inmenso culo a pocos centímetros de mi cara, con un jugoso conejo de gruesos labios esperando a ser penetrada. Se había puesto a cuatro patas, en una entrega total hacia su hijo. Por comprendió que se pueden conseguir grandes hitos con tan solo romper finas barreras mentales impuestas por la moral judeo-cristiana anquilosada. Ariel se apresuró a ponerse de rodillas y justo cuando la tomó por la cintura ella le dijo… – ¡¡Quítate las ganas, mi amor…FÓLLATE a tu mami…!! Ariel se abalanzó contra ella con una ferocidad tremenda, enfiló con rapidez pasmosa y en nada le hundió toda la verga hasta los huevos, de un solo empujón y ni bien esperó un segundo a que su vagina se acomodara la metió completa, la sacó, sólo para volver a hundirla más hondo si fuese posible. Mi tía aguantó estoicamente sin gritar emitiendo un sordo gemido, yo lo hubiera hecho de puro dolor, pero ella estaba mucho más acostumbrada que yo a recibir vergas en su almejita, demostraba que poseía un buen coño tragón y pese a los 18 cm de Ariel con 4 de grosor no era polla despreciable… ¡Aquel conejo tenía demasiada hambre atrasada para desperdiciar tan suculento nabo! No entendía de dónde sacaba tanta energía mi primo, esa misma noche se había follado con furia el culo de mi madre, me había dado a mí, con mucha fuerza y con su madre no se quedaba atrás ¡Era un portento sexual… un semental con todas la letras! Aferrada a ella sacudía su cadera de atrás hacia adelante, hincándole la verga una y otra vez, mientras ella parecía gozar plenamente con los ojos cerrados y la boca abierta.

¿Sería totalmente consciente que esa verga no era cualquiera, sino la de su propio hijo? ¿Sería consciente que su hijo se la estaba jodiendo como si fuera una puta cualquiera? Me di cuenta que eso causaba mucho morbo en mi primo, su irrespetuosidad hacia las mujeres al momento de follarlas…. Para él una vez clavadas no eran más que hembras a las inseminar otorgándose el placer de hacerlo. En el fondo me gustaba ese sexo salvaje, al que mi hermano recurría por torpeza y mi padre por experiencia. Mientras veía cómo fornicaban como animales salvajes, desbocando toda su ansia contenida durante años, se me ocurrió una gran idea, algo que haría que el incesto quedara grabado de forma permanente en mi familia. Salí del cuarto en busca de mi padre, fui hasta el último sitio en el que lo había visto, junto a la cocina, pero no vi ni rastros de él o cualquiera de mis hermanos. Supuse que tal vez ya se habían ido a dormir, por lo que me dirigí hacia el dormitorio de Unai, pero allí estaba mi madre, durmiendo sola y desnuda. Cerré la puerta sin hacer ruido… no quería despertarla. Mi cuarto estaba tal y como lo había dejado al salir de allí con Ariel. No me quedaba otro sitio dónde buscar que en el cuarto de Rosendo.  Estuve a punto de golpear la puerta cuando escuché unos agudos y agitados gemidos femeninos que provenían de dentro. No tuve que forzar mucho mi imaginación para vislumbrar lo que debía estar ocurriendo allí. Abrí la puerta de par en par y me encontré con Unai de rodillas en la cama, delante de él, acostada bocarriba y con las piernas muy abiertas, estaba Mayra despatarrada, recibiendo toda la hombría de su hermano dentro de su apretada vaginita. Unai se sacudía con fuerza, dándole violentos topetazos, ella gemía cada vez que le metían la polla hasta el fondo tocando el estómago de los pollazos que le arremetía. Temía que él, con su gran miembro, la partiera a la mitad, pero la pequeña vagina de mi hermana parecía tener una enorme elasticidad, se estiraba y se contraía de forma increíble cada vez que el mostrenco entraba y salía. La escena no finalizaba allí, cada una de las manos de Mayra estaba agarrando una verga dura y bien erecta, como si fueran dos grandes manijas de las que podía sostenerse.

Cuando no gemía se llevaba una a la boca y la chupaba o hacía girar su lengua alrededor del glande. Tanto mi padre como mi tío Rosendo observaban a la pequeña con una cálida sonrisa en los labios. Tuve que hacer ruido, aclarando mi garganta, para que se fijaran en mí. Todos quedaron paralizados al instante, Unai giró su cabeza para verme y Mayra, que tenía el coño cubierto de flujos y la cara salpicada de saliva y, posiblemente, algo de semen también, me miró como si yo fuera un policía que la descubrió con las manos en la masa, en medio de la escena de un atroz crimen. – ¡Qué bonito! Exclamé con tono autoritario, como si los estuviera retando. –Fueron ellos, se apresuró a decir Mayra. – Ellos me forzaron... yo soy una inocente niñita y ellos se aprovecharon de mí. –Tú eres inocente cuando te conviene, le dije con una sonrisa pícara. – Por mentirosa te mereces que te jodan toda la noche por turnos sin parar, un par de veces cada uno lo menos…. –Puedo con eso... ¿Quieres venir? Aquí hay hombría para dos hembras… Me invitó. –No, pero... ¿me prestas a uno? 

– ¡Uf! Bueno, llévate a Unai. – ¡Hey! ¿A mí por qué? Todos empezaron a reírse cuando mi hermano se quejó. 

–Porque ya has acabado corriéndote dentro de mi coñito… ¡Ya no me sirves para nada nene!  Dijo Mayra. Para demostrarlo se hizo un poco hacia atrás, la verga abandonó su apretado estuche…y de la misma empezó a chorrear el blanco esperma filial en gran cantidad, era una escena maravillosa, me dieron ganas de chupársela y beberme esa cascada de leche caliente recién ordeñada, pero me aguanté. –Lamento decirte que quiero llevarme a papá, tengo que mostrarle una cosita. – ¿Qué cosita? Si ya te ha visto todo… puta, se quejó la pequeña pensando que ordeñaría la leche de los tres sementales. – ¡Va! Llévate esos huevazos de papá y no jodas. – ¡Che! Estoy aquí, Se quejó Unai una vez más, pero lo ignoramos completamente. – ¿Qué tienes que mostrarme? Preguntó papá bajando de la cama.–Es una sorpresa, acompáñame, él asintió con la cabeza y comenzó a caminar hacia mí. –Pero yo quiero que me folljmpffff.... Mayra no pudo pronunciar la última palabra porque mi tío Rosendo le clavó la verga en la boca y la sujetó por la cabeza. –Ir tranquilos, dijo mi tío riéndose. – De esta putita me encargo yo, no le van a quedar ganas de quejarse. Mayra, sin chistar, se puso a chupar la verga con mucho ímpetu mientras se frotaba el clítoris con uno de sus pequeños deditos.

Me hubiera gustado quedarme un rato más, para ver cómo mi tío se follaba a Mayra, pero tenía algo mejor en mente. Salí contoneando mis caderas, esperaba que mi culito estuviera respingón y que pareciera una jugosa manzana, para que mi padre me siguiera preso en un trance hipnótico. No debió ser muy diferente a lo que yo imaginaba, ya que llegamos hasta su cuarto sin que dijera una palabra. Giré y le dediqué una lujuriosa sonrisa, luego abrí la puerta para mostrarle la maravillosa escena. Su querida y puta hermanita estaba montándose a su propio hijo como si fuera un jinete de rodeo. Sus grandes y elásticas tetas saltaban para todos lados, ella tenía la cabeza echada hacia atrás y mantenía los ojos cerrados mientras gemía y chillaba como cerda en el matadero empalándose el mástil hasta los huevos una y otra vez. Pepe me miró boquiabierto, no había notado esa mirada en él desde la primera vez que le chupé la verga. Ariel sostenía los muslos de su madre y ocasionalmente arqueaba su cuerpo para hundirle la verga hasta el fondo cuando ella subía. Esto la hacía gemir con más fuerza. Antes que mi padre pudiera reaccionar, le agarré la dura verga con una mano y comencé a masturbarlo muy lentamente, con tiernas las caricias…de una hija devota hacia su padre. Con un gesto de la cabeza le indiqué que se acercara a la cama, nos quedamos quietos junto a la pareja que jodía sobre ella. Mi tía podría haberle explicado a mi padre lo mucho que fantaseó con su pollón durante años, podría haberle explicado lo mucho que deseaba darle una probadita y hasta podría haberle pedido permiso, pero Analía no era así, simplemente se inclinó hacia su derecha, agarró la gruesa y venosa verga de Pepe y se la llevó a la boca, prácticamente atragantándose con ella.

La dejé disfrutar de esto e hice mi parte, me agaché y hundí la cabeza entre sus piernas y el cuerpo de mi primo. El olor a sexo me invadió, me provocó mucho. Abrí la boca, saqué la lengua y comencé a lamer todo lo que tuviera delante, ya sea el chumino de mi tía o la verga de Ariel, no me importaba, las dos cosas me gustaban. Ella abrió un poco más las piernas, permitiéndome llegar a su clítoris, lo lamí con la punta de mi lengua mientras escuchaba sus gemidos ahogados por el cipote de papá, el cual no podía calar más de lo que suponía el glande y la parte rosada hasta un poco más del prepucio, lo que suponía casi 15 cm de esa bestia parda personificada en su gran tranca.  Pocos segundos después sentí dos de los gruesos dedos de mi padre, penetrando mi vagina. A pesar de la fuerza que lo caracteriza, los dedos se hundieron en mí con gran suavidad, dándome el tiempo necesario para que se me dilatara la vaginita y así poder disfrutar del gran placer de tenerlos dentro de mí. Me sorprendió la naturalidad que mostró mi padre para unirse a la orgía, sin decir ni una palabra, como era característico de él ¡Ese hombre continuaba siendo un gran enigma para mí, uno que quería resolver! Me fascinaba poder ver en primer plano la polla de Ariel perdiéndose dentro del coño de su madre, Analía la tenía muy dilatada, por lo que le entraba toda con enorme facilidad, dejándola llena de flujos los cuales yo recolectaba con mi lengua, tras los labios vaginales de la madura que se hallaban posados por el rabo venoso como unas tiras de cortina al pasar por la entrada de su coño. En un momento ella se levantó y la verga salió en su totalidad, me apresuré a engullirla toda y empezar a mamarla. Me interrumpió la voz de mi tía cuando dijo… – ¡Dame por el culo, Pepe! Levanté la cabeza y miré a papá, él tenía una sonrisa amistosa en sus labios, desde ese ángulo lo veía como un guerrero mítico, con su pecho hinchado, su mandíbula cuadrada perfectamente afeitada y el color ocre de su piel, a todo esto había que sumar su imponente verga, la cual estaba erecta en toda su longitud. Antes que decidiera meterla en el culo de su hermana, me acerqué y se la mamé durante unos segundos ¡Umm!

Nadie se sorprendió a esas alturas… le chupé los huevos y miré todo el tiempo hacia sus ojos, me sentía su hembra, quería que me hiciera suya ¡Creo que estaba enamorada de mi padre más que nunca! Pero la demostración de mi amor debía esperar, lo primero era recuperar el tiempo perdido con Analía. Lo liberé y escuché que le decía con voz grave, a su hermana, que se pusiera de rodillas, ella se puso a cuatro patas como la perra que era, dejando la verga de Ariel ante su boca, estiró la lengua y elevó la polla de Ariel con su nariz para comenzar a comerse los huevos de su hijo. –Yo también quiero un culito, dijo Ariel. Le respondí con una sonrisa libidinosa. Me coloqué encima de él, dándole la espalda. Abrí las piernas como una rana y bajé mientras él se agarraba la verga con fuerza. La sensación fue hermosa, no tuve que hacer otra cosa que seguir bajando para que ese largo pedazo de carne se introdujera en mi culito. Cuando lo tuve todo dentro comencé a gemir diciendo que me parecía una delicia. A todo esto, mi padre humedecía con saliva el culo de su hermana y ella miraba fijamente mi coñito. Adiviné lo que cruzaba por su mente y le ofrecí una pequeña vista, mientras subía y bajaba, deleitando mi culito con la verga de mi primo, abrí los labios de mi coño con dos dedos. Mi tía me miró a los ojos y le dije una sola palabra… “Dale”. Ella comprendió, sin dudarlo abrió un poco la boca y sacó la lengua, al segundo siguiente sentí cómo ésta jugaba con mi clítoris. El placer llenaba mi cuerpo. Poco a poco ella se fue animando a más y ya no se limitó a utilizar sólo la punta de su lengua, sino que comenzó a chuparme los labios y a sorber todos mis jugos.

Analía soltó un bufido y apretó los dientes, levanté la vista hacia mi padre y vi cómo él la tomaba con fuerza con sus grandes manos, por la cintura. Supe que la verga estaba entrando por ese culo que tanto se había negado, imaginé lo mucho que le dolería al principio, debido al tamaño del miembro, pero ella no se quejó ni una sola vez. Por el contrario, mi culo parecía estar volviéndose cada vez más elástico, la verga de mi primo entraba y salía rápidamente, produciéndome solamente placer. Cuando supe que a mi tía ya le estaban dando duro y parejo por el culo, decidí cambiar de posición. Con un poco de trabajo y a riesgo de incomodar a todos, me coloqué debajo de ella, en sentido inverso. Mi cara quedó justo debajo de su vagina, de la cual colgaban hilitos de flujo. La lamí sin dejar de ver cómo el grueso tronco de mi padre se perdía dentro de ese culo y sobre todo como sus enormes cojones colganderos, a modo de bolas de derribo se balanceaban acercándose a mi cara en cada inserción aporreándome la frente o la nariz. Mi primo me levantó las piernas y volvió a clavarme… ahora por el coño, mientras mi tía retomaba su tarea de chuparme el clítoris y la parte superior de la verga de su propio hijo, que lamía limpiando mis flujos blanquecinos extraídos entre las rugosidades de sus inflamadas venas. Imaginaba que, a pesar de toda su experiencia en el sexo, ésta sería una noche más que memorable, no sólo porque se había follado a su hijo y a su hermano, sino también porque, por primera vez gozaba a rienda suelta del sexo anal y por primera vez probaba un coño húmedo… Estaba tan excitada y feliz por lo que estaba ocurriendo que cerré los ojos, me agarré las tetas y comencé a emitir fuertes gemidos de placer…, esto pareció incentivar a mi tía, que empezó a chupármela con más fuerza y a colarme un dedito en el ano. Podía escuchar cómo sus gemidos se ahogaban, mi padre debía estar dándole bastante fuerte por el culo. Todos nos movíamos sobre esa cama que chirriaba de pasión y pronto podría ceder, si es que yo no cedía antes.

Convulsiones de placer nacían en el interior de mi cuerpo, los gemidos no bastaban para expresar todo mi goce y sabía que pronto estallaría. Esa verga entrando y saliendo de mi coño era mi perdición, me producía una sensación muy extraña en la boca del estómago y podía notar cómo mi coñito cedía completamente ante su irrupción. Quiero las dos...  Escuché la jadeante voz de mi tía, cortándome la inspiración. – ¿Las dos? Pregunté sin dejar de moverme. –Sí, quiero que me den entre los dos... –En un rato –le dije luego de expulsar otro gemido. 

–No, ahora... las quiero ahora. –Pero... pero...–Dale, Nadia, insistió. – ¡Eres muy egoísta conmigo! –exclamé. Me hubiera quedado a insistirle, pero me había molestado tanto su actitud que me levanté y me puse de pie.  – ¡Ahí tienes las dos! Gruñí. Miré a mi padre y él sólo se limitó a levantar las palmas de las manos en gesto de impotencia. Con el ceño fruncido di media vuelta y me alejé. No podía creer que esa mujer fuera tan desagradecida, después de todo el esfuerzo que yo había hecho para que llegue a tener sexo con su hijo y con papá. Prácticamente me estaba echando… ya entendía por qué mi madre no la soportaba. Hecha una furia salí del cuarto y me dirigí directamente hacia el baño. Estaba lavándome la cara cuando la puerta del baño se abrió. A través del espejo vi el amplio pecho de mi hermano Unai, me di la vuelta y me encontré con su sonrisa, al parecer le agradaba verme reclinada sobre el lavamanos. Inmediatamente miré su verga, supuse que la encontraría firme y erecta, pero ésta colgaba lánguidamente. Sin decirme nada se me acercó y me tomó por la cintura, su flácida banana se posó contra los labios de mi húmeda vagina. – ¿Tú crees que se te va a volver a poner tiesa…? dama Le pregunté. Ya sabes que una polla flácida es inservible para una dama… Podría haberme hecho la difícil, pero la verdad era que estaba muy demasiado avivada con las hormonas alborotadas necesitadas de sexo como una perra en celo…, quería el último orgasmo de la noche antes de irme a dormir.  ¡¿Desde cuándo mi hermanita se ha convertido de PUTA en una Dama…?! Me echó mano a mi coño y metió su dedo índice en lo más hondo hasta el nudillo. - Por supuesto, a mí siempre se me empalma contigo. –Sí, sé que eres un “polla-dura”, pero ya te has corrido muchas veces en lo que va de la noche, dudo que aún te quede leche en tus cojones para poner la verga en marcha ¡Hasta los muy machos como tú tienen un límite! –Vas a ver que sí, me apretó las tetas con su otra pesada y torpe mano desocupada. – ¡Joder nene Me haces daño, no son pelotas de fútbol.

–Pero parecen. Me gusta apretarlas, estás muy buena, hermanita. – Gracias, sonreí. – Si quieres, puedes darme por el culito, lo tengo bien abierto. No podía enojarme con él por ser torpe, sólo buscaba lo mismo que yo, follar. Comencé a frotarme contra su bulto, esperando a que se le pusiera duro. – ¿Qué hace Mayra? Le pregunté mientras aguardaba. –Sigue con el tío Rosendo. –Es lógico, ese tipo habrá fantaseado un millón de veces con follarla, no la va a soltar tan fácil ahora que la tiene solita para él. –No sabía que Mayra era tan puta. –Ella dijo que vosotros la provocasteis, ¿qué esperabas? –No, eso era mentira, ella fue la que empezó. Cuando estábamos hablando en el patio interno ella dijo… “¿Por qué no me lleváis a una habitación y me folláis entre los tres?”. – ¿De verdad? Eso sí me sorprende. Pero dudo que le haya costado convencerlos. –La verdad que no... Papá dijo que no veía nada de malo en eso y fuimos a la habitación del tío Rosendo. Lo primero que hizo fue empezar a chupármela y le pidió a papá que se la metiera por el coño. – ¿Y papá lo hizo? Pregunté a pesar que ya imaginaba la respuesta. –Sí, no sé cómo le entró en una vaginita tan estrecha. –Te sorprenderías de la elasticidad que puede tener una vagina... hablando de eso, ¿cuándo me vas a abrir la mía? Todavía no se te ha puesto dura. –Ya va... No voy a estar toda la noche esperando a que se te ponga dura, Unai. Tuve que cambiar de estrategia, me puse de rodillas ante él y me metí su flácida verga en la boca. La engullí toda y la chupé con ganas, se sentía raro chupar algo tan blandito, que parecía bailar dentro de mi boca, pero era agradable. Esperaba que con esto se le endureciera, pero no hubo caso, por más que acaricié sus huevos y lo masturbé durante un buen rato, ya no se le empalmó. 

–Lamento decirte, hermanito, que se te murió el amiguito... y no lo vas a poder enterrar en ningún lado. –No, ya se me va a poner dura, noté que tenía el orgullo herido. –Unai, no te preocupes, en serio, ya debes estar cansado. ¿Cuántas veces te has corrido esta noche? Es lógico que ya no puedas más. Mejor anda a dormir y mañana lo hacemos. Tu hermanita estará aquí todos los días para que la llenes de lefa hasta el galillo, por la boca o por el coño… y se te portas bien por el culo, que me encanta. – ¿Lo prometes? –Sí, lo prometo nene, palabra de PUTA. Lo dejé solo en el baño y me fui con toda mi calentura a otra parte. Podría haber vuelto al cuarto de mis padres e incluso podría haber entrado al de mi tío Rosendo y unirme a él y Mayra, pero necesitaba acostarme en una cama y cerrar los ojos durante un rato ya que me dolía mucho la cabeza. Una vez que me acosté sentí un enorme alivio físico y mental, estaba agotada. El estar en total oscuridad también me ayudaba mucho, la cabeza me daba vueltas… pero seguía muy excitada. Decidí hacerme una rica paja y una vez que acabara me iría a dormir. Acaricié mis partes íntimas con suavidad, pero luego me dije a mí misma que necesitaba emplear algo más intenso, por eso me colé dos de los dedos de una mano y con la otra me froté el clítoris. Mantuve los ojos cerrados e imaginé la hermosa follada que me habría dado mi padre esa misma noche, a pesar del incidente con Analía, estaba feliz, había logrado establecer un vínculo sexual con mi padre y esperaba que tener la oportunidad de pasar al menos una noche a solas con él con el permiso consentido de su esposa. Estuve un largo rato masturbándome, con bastante celeridad.  El ruido de las bisagras me puso en alerta, abrí los ojos y miré atentamente, la puerta de mi cuarto se abrió repentinamente, sobresaltándome. Levanté la cabeza y vi solamente su silueta dibujándose bajo el marco de la puerta.

–Ah Unai, eres tú. Me has asustado, tonto ¿Ya se te ha empalmado? Entra... Él ingresó silencioso y cerró la puerta de tras de sí, el cuarto volvió a quedar completamente a oscuras pero supe que se me estaba acercando cuando lo sentí posarse dubitativo sobre mi cama. Continué pajeándome lentamente, esperándolo con las piernas bien abiertas y el conejo cachondamente mojado. De repente llegó a mí el delicioso aroma de un perfume, olía a hombre y me encantó… pero no recordaba que mi hermano utilizara esa clase de perfumes. En cuanto estuve por preguntárselo, una pesada mano, tan dura como una piedra, cubrió mi boca. –Así te quería agarrar, putita, me dijo una profunda y extraña voz. Comencé a sacudirme intensamente, presa del pánico, no sabía qué estaba ocurriendo ni quién era ese tipo que me aferraba con tanta fuerza. Quise gritar, pero ningún sonido lograba salir de mi boca.

CONTINÚA...