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Categoría: Confesiones

Speddy Gonzalez en la Cama

Con Lorena pasamos unas aventuras increíbles en esa época, pero hubo una muy tragicómica que nunca he olvidado. Ella me pidió que la acompañara a visitar a su reciente pololito que era subteniente de la Armada a Talcahuano. Ella viajaba cada vez que podía, y en esa oportunidad me invito para que yo aprovechara de conocer esa zona.



Ellos me presentaron un amigo, otro subteniente, muy buenmozo aunque un tanto fantoche, salimos a pasear y por la noche fuimos a bailar. Obviamente estaba clero que íbamos a alojar en el departamento de Elias, que era el pololo de mi amiga.



Cuando regresamos de la disco, tomamos otros tragos más y obviamente reiniciamos la agarrada que habíamos comenzado con Julio estando en la discoteca. Era bastante obvio que dentro de los planes de todos, estaba la idea de que yo me acostara con él.



Mi amiga y su pololo se dirigieron a una de las piezas y yo me fui con Julio a la otra. Aunque el tipo no era del todo de mi gusto, yo estaba dispuesta a cumplir con mi parte con "dama de compañía" y a pegarme un rico polvo con él.



Apenas entramos al dormitorio, comenzamos a pegarnos un delicioso atraque. Me besó ardientemente, su lengua entraba y salía de mi boca con desesperación. Un intenso cosquilleo recorría mis piernas, desde las rodillas hasta mi vulva. En ese momento sentí algo tibio sobre mis nalgas. El me estaba acariciando maliciosamente el culo, pasando suavemente la mano por encima de mi trasero. Podía escuchar su agitada respiración y sentía su aliento caliente sobre mi cuello.



Sentí un asfixiante deleite cuando mi falda se escurrió hasta mis nalgas. Capte como sus ojos se quedaban anonadados, contemplando el canal formado entre mis dos glúteos musculosos. Mi trasero firme y de respetable belleza, ondulaba el ritmo de mis movimientos. El calzón diminuto y transparente era la antesala de mi vulva, que ya palpitaba como si tuviera un pequeño corazón, y había terminado por empapar toda esa zona con un liquido algo espeso y caliente.



Sus manos decididas y fuertes resbalaban sobre mis prominentes y firmes nalgas, en aquel momento sus dedos comenzaron a deslizarse por mis glúteos lentamente, casi como torturándome de ansiedad. De pronto comenzó a introducir sus dedos por entre mis glúteos, hasta acariciar la ardiente abertura de mi culo



El me levanto entre sus brazos como a una chiquilla y me acostó sobre la cama. Su pene grueso y arqueado acarició mi vientre y cintura. Enseguida deslizó una de sus manos por mis muslos, y separando mis piernas, acaricio mi entrepierna. Sentí un fuerte estremecimiento que recorría todo mi cuerpo.



Sin darme el tiempo suficiente para quitarme toda la ropa, él se saco los pantalones y exhibió a la vista un miembro tremendamente erecto, con una cabeza muy gruesa, pero de un tamaño normal.



A mí siempre me han gustado los hombres atractivos, incansables en la cama y en lo posible que posean un miembro de grandes dimensiones, especialmente en cuanto al grosor y él cumplía con estos requisitos notablemente.



Yo estaba sentada en la cama a medio desvestir, cuando él se me acercó y puso su miembro frente a mi rostro, era bastante obvio lo que quería, así que sin esperar mayores instrucciones, acerque mi boca a su pene, apenas me lo introduje en la boca, y le di mis primeras chupadas, y seguramente debido a la calentura que se había estado aguantando.



Al más leve contacto de su órgano masculino con los húmedos labios de mi boca, se sintió inundado por la tremenda excitación que lo consumía, y se corrió casi inmediatamente, no alcance ni a disfrutarla en la boca, cuando René entre bramidos dejó escapar incesantes chorros de esperma caliente, bañando mi cara desde mi frente hasta mi cuello.



Por supuesto que yo estaba totalmente sorprendida y defrauda, pero trate de no incomodarlo, y me aguante la bañada de moco sin decir nada. Lo que más me llamo la atención, fue que él ni siquiera intentó una excusa y quedo muy fresco, como si nada hubiera pasado.



Terminamos de desvestirnos y nos metimos en la cama. Al poco rato, él volvió al ataque y después de unos pocos manoseos y besos, él quiso metérmela en la vagina, yo estaba tan caliente que pensé que por fin me daría el gusto, como correspondía.



Se acomodo encima mío y desesperadamente trataba me insertármelo. Yo misma me abría la vagina con los dedos y él con su mano agarraba el inmenso embolo, insertándome la dura cabeza entre mis pliegues vaginales, me la metió hasta que su verga desapareció entre los pelos de mi pubis. Al sentir sus estocadas, mecánicamente comencé a gemir agitadamente, tomándome por la cintura, lo ayude a enterrarme con más fuerza su durisima erección.



Escasamente alcanzo a moverse un poco y casi inmediatamente él dio una profunda estocada, enterrándomelo hasta el fondo, y acompañando su envión con un gutural quejido; soltó sucesivos chorros de semen dentro mío, yo continúe moviéndome tratando de conseguir mi orgasmo, pero rápidamente su tremendo miembro fue perdiendo consistencia, dejándome nuevamente con todas las ganas.



A pesar de todo el fiasco, él me preguntó con aire triunfal si me había gustado. Me dieron ganas de reírme en su cara, pero mi buena educación me lo impidió. Pasados largos minutos él se puso tierno otra vez, y comenzó a buscarme acariciando mi entrepierna. Yo ya estaba muy molesta con la situación, así que me decidí a masturbarlo, para que me dejara de "guevear".



Notaba en mi mano, como su miembro se le endurecía cada vez más producto de mis manoseos, así que comencé a frotársela aceleradamente, su largo y duro miembro engrosaba y se inflamaba de nuevo. Mi mano estaba en completa posesión de su instrumento sexual hinchado y rígido, la cabeza relucía a causa de la presión de la sangre y el endurecimiento de los músculos. No dejo de impresionarme, la consistencia que alcanzaba su pene después de haberse corrido dos veces, con anterioridad.



Esta vez aguanto un poco más, pero igual se corrió rápidamente. Expelió sus chorros de liquido espeso sobre mi mano. Ansiosa de extraerle todo su semen, seguí frotándosela hasta conseguir que soltara todo lo que tenia acumulado, pensando que así por fin me dejaría tranquila.



Al otro día cuando él quiso más guerra. Pretexte que me había llegado la regla, y le corrí la paja un par de veces, antes de levantarnos, pero igual que las veces anteriores él se corrió muy rápido. No me quedo ninguna duda, de que él sufría de eyaculación precoz, sin saberlo. Y pense que realmente era un desperdicio, ya que cada vez que se había corrido, lo había hecho de manera muy abundante, a pesar de lo seguido de sus descargas.


Datos del Relato
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