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Categoría: Incestos

Soy la puta de mi yerno africano

"(…) Por lo tanto les informo de que he decidido casarme con Severo, sé que no les sentará bien, sobre todo a mamá, pero créanme si les digo que he encontrado el amor de mi vida y estoy dispuesta a llegar hasta el final con él.



Un beso,



Sara"



Terminé de leer el correo electrónico que mi hija me había enviado esa misma mañana y miré a las caras del resto de los miembros de la familia a los que había reunido para darles la noticia. Mi cuñada tamborileaba nerviosa con los dedos en la mesa y mi marido hacía bolitas con una miga de pan mientras miraba el mantel.



-¿Y bien? ¿No tienes nada que decir?



-Bueno, Karina, la verdad es que es un notición que tu hija se case, no sé si tenemos que darte la enhorabuena o no... -se atrevió a murmurar mi cuñada.



-¿Y cómo conoció a ese chico? -preguntó mi suegra.



-Pues en Guinea, donde va a ser -dije yo.



-Pero entonces es...



-Sí, me temo que es negro.



Hubo un rápido cruce de miradas entre varios miembros de la familia. Ante su pusilanimidad tuve que tomar la palabra.



-Como saben mi hija Sara se fue a Guinea Ecuatorial hace seis meses para colaborar en tareas de caridad junto a algunas monjas de la parroquia del barrio. Desde hace unas semanas en vez de mandarnos un e mail cada tres días como solía hacer nos los mandó cada semana, nosotros pensamos que se debió a que estaba en un poblado en la selva sin Internet pero ahora sabemos la razón. Parece ser que algún negro desaprensivo se aprovechó de que solo tiene 18 años para conquistarla e intentar casarse con ella, obteniendo así la nacionalidad y escapando de su mísero país. Creo que todos coincidimos en que hay que evitar que mi hija sea engañada por ese sinvergüenza, no podemos aceptar que a su joven edad sea víctima de un matrimonio solo para obtener los papeles y aprovecharse de nuestra desahogada posición económica. Les he reunido aquí porque creo que tenemos que iniciar una campaña para evitarlo a toda costa, les pido que la llamen y que le escriban correos disuadiéndola de sus absurdas intenciones. No podemos soportar ni el escándalo ni la vergüenza que supondría ver a nuestra hija casarse a los 18 años y encima con una persona... negra, hablando claramente.



-¿Pero dónde se va a casar? Dudo mucho que don Benito (el cura de nuestro barrio) se preste a ese circo.



-No sé dónde será, es seguro que no será en la iglesia del barrio porque ya he hablado con el padre, que conoce a mi hija desde que la bautizó y está escandalizado.



-Pero Karina, ¿y si tu hija está enamorada?



Una mirada bastó para fulminar a la imbécil de mi cuñada.



-¿Y tú no tienes nada que decir? -pregunté a mi marido.



-Yo te apoyo en todo lo que hagas cariño.



Siempre había sido un cagado.



Para acabar con la reunión les di la dirección de hotmail de mi hija y su teléfono en Guinea Ecuatorial para que contactaran con ella. Me levanté de la silla y fui a despedirles. No puedo decir que estuviera muy satisfecha de su reacción pero no podía esperar otra cosa de mi pusilánime familia.



Si algo tenía claro en ese momento es que tenía que abortar esa boda como fuera. En realidad lo que más me importaba no era la juventud de mi hija, sino que se casara con un negro, ¿qué iban a decir mis amigas, los compañeros de partido político de mi marido? ¿Qué iba a decir el "Hola"? No, era sencillamente imposible que mi hija se casara con un negro salido de la selva. Sé que suena racista, pero mi familia todavía tiene principios, me encargué personalmente de que creciera basada en unos sólidos principios cristianos y conservadores y hasta ahora lo había conseguido. Mi marido tenía un puesto muy importante en uno de los principales partidos políticos de Chile y mis otros dos hijos, los dos mayores que Sara, tenían una prometedora carrera por delante. Uno era uno de los abogados más prestigiosos de Chile y la otra empezaba a despuntar en el partido político donde también milita mi marido. Ni me quería imaginar las bromas y chanzas de los políticos y los medios de comunicación del otro partido cuando se produjera la boda, sus comentarios sobre una de las familias más conservadoras del país teniendo a un negro en su seno. Es cierto que siempre he sido una madre estricta y exigente y que mi propia imagen, me daba un aire autoritario, pero hasta ahora había conseguido encarrilar la vida de mis hijos. A mis 49 años podía estar orgullosa de ello.



Sólo mi hija había salido una bala perdida ahora, porque hasta que fue a ese dichoso viaje a Guinea Ecuatorial era una chica seria y formal. Es cierto que era una jovencita realmente atractiva, con un cuerpo precioso, pero estaba segura que a sus 18 años y antes de comenzar la universidad permanecía virgen. Sólo con pensar en que un sucio negro la podría haber hecho perder la inocencia me ponía de loca de ira. Se supone que ese viaje era algo en lo que pasar el verano antes de empezar la carrera, irse a un país del Tercer Mundo a poner tiritas a negritos, la verdad es que no le había dado mucha importancia hasta ahora.



Esa misma noche me llegó otro correo de mi hija, me decía que llegaría en dos días a Santiago y que ese mismo fin de semana se casaría, aunque la dirección de la iglesia me la daría cuando llegara a Chile. Hay que reconocer que mi hija se movió rápido. Intenté llamar a su teléfono en Malabo pero no contestaba, tampoco lo hizo con mis emails. Muy bien, si ella jugaba fuerte yo también.



Pasaron los dos días y mi hija se dignó a llamar desde el aeropuerto de Malabo, su vuelo estaba a punto de salir y estaba junto a Severo (maldita la gracia que tenía el nombre). Tuvo suerte de que fuera mi marido quien cogiera el teléfono, nos dio la hora de llegada a Santiago. El imbécil de mi esposo parecía alegre a pesar de que sería el que más bromas tendría que soportar.



A las siete horas mi marido salió al aeropuerto para recogerles, yo, por supuesto, me quedé en casa. Cuando oí el coche de mi marido de vuelta salí al porche de mi casa.



Paró justo enfrente de mí y vi a mi hija con la cara llorosa y angustiada. Ni me moví de mi posición y esperé a que fuera ella la que me buscara, ofrecí mi mejilla para que la besara aunque ni la miré a los ojos.



Después vi a su futuro marido saliendo del coche. La verdad es que me quedé sorprendida pues era un gigante de dos metros de altura con un cuerpo muy fuerte seguramente por horas de trabajo bajo el sol, sus hombros eran amplísimos y sus brazos musculados agarraron las maletas de mi hija como si no pesaran nada. Intenté ocultar mi asombro y por supuesto ni me digné a hablarle. Vi como mi hija miraba a su padre con cara de desesperación y él puso cara de resignación. Si el idiota de mi marido se había resignado a que su hija se casara con un asqueroso negro yo no iba a hacerlo.



Esa noche mi marido y yo tuvimos una discusión a gritos en nuestra habitación ya que él había dado su brazo a torcer y me dijo que había hablado con el guineano y le había parecido una persona seria. Le mandé a dormir al sofá aunque yo no pude conciliar el sueño. Serían las tres de la madrugada cuando me levanté para beber un poco de agua. Pasé por el salón y oí los ronquidos de mi marido. Llegué a la cocina y me tomé un tranquilizante cuando oí algo parecido a un lamento o a un quejido al fondo del pasillo, donde la habitación de mi hija. Los quejidos o lo que demonios fueran se hicieron más intensos y largos. Dejé el vaso de agua y me dirigí hacia el cuarto de Sara, en esos momentos ni se me pasaba por la cabeza lo que podía ser pero conforme me acercaba me di cuenta de lo que era, se había convertido en una sinfonía de gemidos de placer por parte de mi hija a los que ahora se habían unido los del negro. Los crujidos de la cama eran escandalosos solo deseé que las criadas no se despertaran ante semejante escándalo.



Me situé en el umbral de la puerta y asomé un poco la cabeza. La estampa que me encontré era propia de una película porno, con mi hija a cuatro patas sobre la cama siendo follada a una velocidad y con una dureza terribles por parte del sucio guineano, que la agarraba con fuerza del pelo, lo que más me llamó la atención fue la cara de mi hija, estaba desencajada por el placer, era una cara de auténtica zorra que encajaba las embestidas de ese toro y pedía más y más. Me quedé sorprendida al ver el cuerpo del negro pues era lo más parecido a un cuerpo escultural que había visto en mi vida, ¡qué músculos! ¡qué abdominales! la verdad es que me asombré de todas las sensaciones que pasaron por mi mente en esos segundos, hacía más de 10 años que no practicaba sexo con mi marido que casi ni me acordaba de lo que era tener un rabo dentro de mí, me quedé mirando la escena durante unos segundos intentado ver el miembro del semental guineano que se estaba follando a mi antiguamente inocente hija con tanta violencia, pero tristemente la metía y la sacaba muy rápidamente por lo que sólo pude ver sus enormes testículos. Casi sin darme cuenta mis dedos se deslizaron por debajo de mi camisón y me sorprendí tocando mi oxidado coño, sabía que era una locura pero los gritos que daba mi hija indicaban muy claramente que se estaba corriendo como una loca y yo también a mi pesar quería disfrutar de ese macho negro. Mi atrevimiento fue tal que saqué un poco de mi cuerpo en la habitación de mi hija para tener una mejor vista. Tuve mala suerte porque justo cuando estaba a punto de rozar el orgasmo el negro giró la cabeza y me vio. No exagero si digo que estuvo a punto de darme un infarto pero a él no pareció importarle sino que me sonrió y comenzó a follar a mi hija más rápidamente, yo muerta de vergüenza me retiré a mi habitación pero estaba tan caliente que me metí en el baño a masturbarme, no tardé ni diez segundos en tener un orgasmo tremendo y dejar lleno de mis flujos el suelo del baño. Y pensar que mi hija había llegado virgen a África. Me tumbé en la cama y dormí como una bendita el resto de la noche.



A la mañana siguiente me daba vergüenza levantarme y mirarle a la cara a ese negro que había pillado, pillado a su conservadora suegra masturbándose con él. Sólo cuando oí que mi hija y él se marchaban me atreví a salir a desayunar. Mi marido me dijo que la boda iba a celebrarse en dos días en una iglesia de un barrio modesto donde el cura no hacía muchas preguntas a los novios. A la hora de comer llegaron cargados con bolsas para la boda yo no sabía dónde meterme cuando vi que el guineano no paraba de mirarme. Durante la comida mi marido intentó iniciar temas de conversación para romper el hielo:



-Bueno no van a contarnos donde se conocieron.



-Claro papá, Severo trabaja en la ONG, se dedica a proyectos para llevar agua potable y de riego a poblados en zonas aisladas de la selva.



-Vaya Severo y exactamente ¿qué es lo que haces?



-Sobre todo me gusta llevar agua para que los agricultores puedan cultivar -giró la cabeza y me miró a los ojos- especialmente me gusta irrigar zonas estériles o que llevan mucho tiempo sin recibir ningún líquido, me gusta ver como consigo que los líquidos se abran paso en zonas abandonadas, que llevan mucho tiempo sin recibir ningún tipo de fluido y lo reciben como agua de mayo.



No daba crédito, estaba haciendo un símil entre mi coño y su trabajo de irrigar zonas estériles. Estuve tentada de coger el cuchillo y clavárselo, pero teniendo en cuenta lo de la noche anterior él estaba en una posición de fuerza. Durante el resto de la comida no levanté la mirada del plato mientras que Severo se destapó como una persona muy habladora y con mucha labia que hizo buenas migas con mi marido, pronto estuvieron los tres riendo mientras yo no paraba de quitarme de la cabeza su imagen dándole fuerte a mi hija. Retiré los platos y pude ver en un espejo como el guineano no me quitaba ojo de encima, se fijaba especialmente en mis tetas y en mi culo con un descaro increíble que ni mi hija ni mi esposo parecían advertirlo. Cuando llegó la hora de los cafés caí de nuevo en su trampa:



-¿Alguien quiere café?



-Yo sí mamá, un café sólo.



-A mi uno con leche, Karina, con mucha leche, quiero que la leche se desborde por la taza.



Me puse roja de vergüenza ante esa grosera insinuación que al parecer sólo había advertido yo y fui a la cocina, nuevamente vi su cara burlona reflejada en el espejo que me desnudaba con la mirada.



Después de la comida se fueron a dormir la siesta, estuve tentada de ir a ver si follaban de nuevo pero me contuve, lo que no pude evitar fue ir al baño a masturbarme de nuevo, estaba tan caliente como cuando era adolescente.



Por la noche salieron y me quedé más tranquila al saber que no tendría que soportar una cena de insinuaciones soeces por parte de ese negro que me provocaba tanta atracción y repulsión al mismo tiempo. De hecho esa noche no pude dormir mientras me veía en los brazos de Severo que me follaba con fuerza, sobre las tres de la madrugada oí como abrían la puerta y escuché las voces de mi hija y su prometido. Me levanté y les espié, mi hija iba muy borracha pero Severo iba bastante sobrio. Se metieron en su habitación y la casa se sumió en el silencio. Yo volví a mi cuarto pero seguía sin poder conciliar el sueño, sobre todo lo que me interesaba era ver el rabo de ese sucio negro, saber si todos los tópicos sobre la gente negra eran ciertos. Me levanté y fui a la cocina, me engañé a mi misma pensando que era porque tenía sed pero de lo que tenía ganas era de otra cosa, quería verga negra y la quería ya.



Estuve un rato en la cocina esperando, caliente como una chimenea, hasta que oí como se abría la puerta de la habitación donde dormían mi hija y su novio. Escuché los pasos por el pasillo con el corazón desbocado hasta que le vi aparecer por la puerta. Iba medio desnudo, sólo llevaba un calzoncillo que estaba a punto de reventar. No hizo falta decir nada pues los dos sabíamos perfectamente lo que iba a pasar.



-Vaya vaya suegrita así que a usted le gusta espiar lo que hace su hija en la intimidad.



Se acercó a mí hasta que lo tuve a escasos centímetros. Me quedé impresionada ante su imponente figura de dos metros de alto llena de músculos. Sin mediar palabra le bajé los calzoncillos hasta que quedó a mi vista la mayor verga que había visto hasta entonces. No estaba erecta pero ya doblaba a la de mi marido, era muy gruesa y acaricié su glande, quería ver hasta dónde podía llegar aquello así que empecé a pajearlo, él no opuso resistencia ni mucho menos y eso fue creciendo como un cohete, yo estaba tan excitada que me puse de rodillas y comencé a mamarlo con mucha dedicación, sintiendo como ganaba tamaño dentro de mi boca hasta que creció tanto que no me cupo y me tuve que sacar una parte, logré que alcanzara su máximo esplendor y creo que no me equivoco si digo que alcanzaba los 25 cm. de longitud.



Mi respiración se aceleró y por mi mente pasaron mil pensamientos por un lado ponerle los cuernos a mi marido y la traición a mi hija pero por otra la necesidad de sentir aquella barra de carne dentro de mí. La balanza se decantó cuando él me sujetó la cabeza con fuerza y puso su pene en mis labios.



Sin dudarlo abrí mi boca, puse mi mano derecha en sus cojones y comencé a mamársela con dedicación aunque con serios problemas ya que su enorme tamaño me asfixiaba y me impedía metérmela del todo en la boca, él no dudó en agarrarme del pelo y comenzar a follarme la boca, en realidad era él el que me metía su miembro en la boca. Yo nunca había hecho una mamada, ni siquiera a mi marido, por lo que al principio no pude evitar morderle un poco aunque al final mi boca se amoldó a ese enorme aparato. Permanecimos así varios minutos, chupándole la polla a mi futuro yerno en la cocina de mi propia casa a unos días de la boda, él demostró tener mucho aguante pero noté como su polla se inflaba dentro de mi boca y estaba a punto de estallar, yo intenté sacármela de la boca pero él me tenía agarrada por la cabeza y no pude zafarme, tras dar un rugido que pudo haber despertado a toda la casa se corrió echando cantidades ingentes de semen en mi pobre boca que apenas pudo engullirlos con la suficiente rapidez como para no ahogarme allí mismo. Por primera vez probé el salado sabor del semen. Cuando terminó de eyacular sacó su miembro de mi dolorida boca y un poco de su esperma cayó en mis rodillas y en el suelo de la cocina.



-Que puta es usted suegrita se lo tragó todo y no dejó ni gota -dijo mientras se masturbaba para que su pene volviera a estar erecto.



Yo me limpié la boca como pude y escupí los restos de lefa que no había podido tragar. Aún quedaba lo mejor de la noche y no estaba dispuesta a dejarlo pasar, ya que le había hecho una mamada, ¿qué me importaba ya follármelo?



-Deja de hablar y fóllame ya ¿o es que te has quedado sin fuerzas?



-Su hija es igual que usted, muy modosita y cristiana al principio pero en cuanto probó mi verga me pedía más y más todas las noches.



Fuimos a una de las habitaciones de invitados, me tumbé la cama y vi como su miembro ya había alcanzado todo su esplendor, dudé de que semejante aparato me entrara pero estaba tan lubricada y cachonda que sólo pensaba en sentir eso dentro de mí.



Me abrí totalmente de piernas para enseñarle el camino ¡si tan solo me pudiera ver mi marido con el que hacía años que no tenía sexo! El negro me agarró las piernas, las puso en sus hombros y de un golpe me la metió. No pude evitar un grito de dolor al sentirme desgarrada por ese mástil teniendo en cuenta que hacía mucho tiempo que no era penetrada pero a Severo no pareció importarle pues me empezó a follar con fuerza, la sensación de dolor fue pasando a una de auténtico placer y lujuria al sentirme perforada por ese rabo y pronto empecé a gemir hasta que noté un cosquilleo en mi coño que acabó derivando en un magnífico orgasmo, de hecho fue el mejor orgasmo de mi vida ya que los que había tenido con mi marido no le llegaban ni a la suela de los zapatos. Estuvimos follando un buen rato en esa postura, yo con mis manos me regodeaba en sus magníficos pectorales mientras él me follaba con fuerza, no paraba de encadenar orgasmos mientras él no daba muestras de eyacular, se tumbó encima de mí para hacer más profunda la penetración, yo le rodeé con mis piernas y mis manos se perdían en su ancha espalda y en su duro culo, creo que estuvimos por lo menos tres cuartos de hora follando, sudando, gritando, deseándonos hasta que él empezó a bufar y a hacer verdaderos esfuerzos para no correrse.



-No te corras dentro de mí por favor.



-Claro que me voy a correr en tu coñito, quien te has creído que eres, si eres tú la que has decidido follar conmigo, ahora carga con las consecuencias, putita.



Su lenguaje soez y grosero sólo lograban calentarme más, tuve un último orgasmo antes de que él me embistiera con violencia incrustando su rabo en lo más profundo de mi coño y se corriera echando cinco, seis o que se yo chorros de semen que me llenaron por completo y acabaron saliendo y empapando todas las sábanas.



Estaba rendida por esa tremenda sesión de sexo, con el cuerpo dolorido por el aparato de ese semental.



Él no se daba por vencido, de hecho su miembro seguía bien erecto y brillante por mis jugos. Mientras tomaba aire vi como agarraba dos almohadas, me levantaba y me las ponía en la tripa.



-¿Qué vas a hacer?



-Ya te dije que yo no me doy por vencido fácilmente, has venido en busca de sexo y lo vas a recibir, con todas sus consecuencias, ¿te ha partido el culo el cornudo de tu esposo?



Casi me da un ataque de pánico al comprender que quería penetrar mi virgen culito, pero mi calentura era mayor y me tenía a sus pies.



-No, nuca me ha dado por culo, pero para todo hay una primera vez.



-Igualita que su hija, igualita.



Llevó sus gruesos labios a mi ano y comenzó a comérmelo suavemente y moviendo muy diestramente su larga lengua, yo nunca había probado eso pero me encantó, era una zona muy sensible de mi cuerpo y me hizo correrme en pocos segundos.



-Ya estás lista putona, ahora viene lo mejor de la noche, ramera.



Noté algo duro intentándose abrir paso en mi culo, que a pesar de estar algo dilatado por el beso negro no podía engullir lo que se le venía encima. Parecía que no acababa nunca, no paraba de entrar nunca y el dolor se hizo tan insoportable que quise zafarme, aunque él me sujetó bien fuerte.



-Quieta yegua, quieta.



Notaba como mi culo ardía cada vez que uno de sus 25 cm. de polla entraba en él, sudaba y tuve que morder las sábanas para no dar un alarido de dolor. Por fin clavó todo su miembro dentro de mí y lo pude sentir en su totalidad. Entonces comenzó con el mete-saca a un ritmo endiablado, mi sensación inicial de desgarro se fue transformando en una de placer, un placer diferente y nuevo para mí que me hizo correrme enseguida, él se apoyó en mi espalda y me besaba la boca con lujuria mientras me sodomizaba y me susurraba frases soeces al oído. Yo estaba a punto de mandarlo todo a la mierda y aullar de placer aunque despertara a mi marido, a mi hija y a las criadas con tal de expresar el placer y los orgasmos que me provocaba mi yerno. Logré contenerme al contrario que Severo que bufaba y no se cortaba nada, fue después de 15 minutos de enculada cuando noté su pene vibrar dentro de mi recto y expulsar su leche dentro de él. Mantuvo su miembro dentro de mí un rato más y luego lo sacó, noté como su semen salía a borbotones de mi culo.



Sin la menor consideración me dio un cachete en el culo a modo de despedida y volvió a su habitación dejándome destrozada. Si alguien me hubiera visto a mis 38 años tirada en la cama, recién sodomizada y cubierta de semen y sudor…



Como pude me incorporé y salí al pasillo, apenas podía andar entre mi dolorido culo y tuve que apoyarme en la pared. Notaba como su semen seguía manando de mi coño y mi ano y tuve que entrar al baño a lavarme. Me metí en la cama y, agotada, me quedé dormida en menos de un minuto.



Al día siguiente tuvo lugar la boda, la verdad es que cuando me desperté ni me acordé pues no me quitaba de la cabeza lo de la noche anterior. Me vestí y partí con mi marido a la iglesia. Como es lógico nos pusimos en primera fila y esperamos a que llegaran los novios. Al contrario de lo que suele suceder llegó antes la novia y a los 10 minutos hizo aparición mi yerno enfundado en un elegante traje negro. Nada más entrar en la iglesia lo primero que hizo fue mirarme de una manera pervertida y con una sonrisa lasciva, desde ese momento supe que tarde o temprano volvería a probar su verga.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
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1 comentarios. Página 1 de 1
juan lobo
invitado-juan lobo 28-05-2018 18:28:51

muy bueno soy de caracas tengo 43 años soltero 04241943070

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