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Soy el mejor “degustador de coños” del mundo
Parte primera
Aunque no existen concursos oficiales de “comedores de coños” con el que se pueda demostrar quien el es número uno de la especialidad; yo me auto proclamo el mejor. ¿Y porqué así lo creo? Lo creo, porque las portadoras de todos los chochos que me he “comido” en mi vida, y han sido cientos, (por no decir miles) han dicho con admiración:
-¡Nadie, ningún hombre ni ninguna mujer, me han comido el coño como tú!
Una mujer puede fingir un orgasmo cuando es penetrada, porque la polla es ciega, sorda y muda; y en su locura, cuando esta “envaginada”, sólo piensa en desembocar ese torrente de semen que circula por su uretra y le hace perder el sentido de la realidad. En el momento del orgasmo masculino, es imposible pensar en otra cosa que no sea dar salida inmediata a esa cascada de placer.
Sin embargo, la lengua es sibilina e esotérica; su placer consiste en satisfacer a otros, por lo tanto, está siempre pendiente de que sus lametones lleguen a lo más profundo de las delicias; su única preocupación es esa: dar delectación.
Por motivos que no hacen falta detallar, quedé impotente a los cincuenta y cinco años, hace ahora diez años. No sería terrible la falta de erecciones para poder penetrar un coñito o un culito, sino se sintiera ese enorme deseo de penetrarlos. La Naturaleza fue injusta conmigo, me quitó la fuerza, pero me confirió más apetitos de follar.
Anduve al borde de la desesperación durante unos años, porque gracias a la liberación sexual de la mujer en España, y también (porqué no decirlo) a mi aspecto de galán maduro, y a mi piquito de oro, era el rey de los chats. Camelaba a las “titis” de una forma genial, y ¡juro! que más de cuatro me perseguían por la Red de Internet buscando mis favores.
Un día.. ¡Bendito día! Una gran amiga, viuda, y muy atractiva. y que a pesar de conocernos en un chat, llegamos a tener una gran amistad separada del sexo, y que perdura hasta hoy, me dijo en una de nuestras sesiones de Messenger.
-Arturo. Me tienes confundida, hablamos y hablamos de sexo virtual, pero rehuyes el sexo real conmigo. ¿Por algún motivo?
De pronto supe que sería el momento de decirle la verdad. Me armé de valor y le dije de una forma un tanto atropellada:
-No Laura, no. Es que... dudé unos instantes...
-Es que, ¡qué. Me dijo un tanto intrigada.
-Que soy impotente. Me salió seguido, como un torrente.
Debo aclarar, que durante ese tiempo, no había estado con mujer alguna, ya que el pensar que no podría penetrarla me angustiaba de tal forma, que me paralizaba todo mi ser. Pero el deseo era cada vez más fuerte. ¡Horrible...horrible...!
Un inciso en la narración. Alguien pensará al leer hasta aquí, o que estoy soltero o viudo. No estoy casado con una mujer maravillosa, pero que detesta el sexo. Por lo tanto, vamos a dejar a mi mujer al margen.
Laura calló un momento, pero dijo un segundo después dijo:
-Arturo. ¿Pero tú crees que para las mujeres la penetración es lo más importante? - y siguió diciendo: La mujer no es como el hombre, que sólo piensa en meter y meter. A nosotras nos place más el varón delicado con tú, capaz de elevar nuestro espíritu con sus palabras a paraísos desconocidos. Una flor, una beso, una caricia, una mirada dedicadas con pasión son capaces de darnos el placer más exquisito.
-Si pero... Respondí algo confuso – Pero un orgasmo, no creo que vosotras lo consigáis con palabritas, ¡Digo yo!
-Que equivocado estás. Acepta la invitación de pasar un fin de semana conmigo, que te llevo haciendo desde hace meses, y verás como no hace falta un orgasmo para que los dos nos sentamos como en la Gloria. ¿Y sabes porqué?
-Por qué.
-Porque hay como una especie de halo, que nos sentimos muy a gusto hablando, y que el sexo entre los dos (si algún día lo hay), será algo más que por puro materialismo.
Quedé convencido, ya que... ¿Porqué me sentía tan a gusto hablando con ella, si sabía que no podría follarla?
Parte segunda
Quedé con Laura un fin de semana. Di en casa una excusa banal pero que mi mujer creyó, porque está acostumbrada a mis continuos viajes de negocios.
Salí de Madrid a las nueve de la mañana, y llegué a Zaragoza sobre las dos de la tarde. Debo decir, que Laura y yo, nos conocíamos físicamente a través de la webcam; ella me enseñaba sus “teticas” y su coñito, y un servidor hacía lo que podía detrás de la pantalla con mi triste pene. Y digo sin mentir, que es una dama de una clase exquisita y un físico para su edad, muy excitante.
Me recibió de una forma tan efusiva y natural, así, a las primeras de cambio, que me hizo sentir seguro, y despejó todas mis dudas sobre su reacción a la realidad. Quizás mi metro ochenta y cinco; mi frondosa cabellara ondulada y morena plateada en sienes, y mis andares de torero, fueron clave para ella me recibiera tan cordialmente. La verdad, el que vio a un buen mozo.
Ella no me defraudó, la webcam no le hacía justicia. Es una señora, más de lo que suponía, su clase y señorío me impresionaron, hasta el punto de que sólo pensar que me sería imposible penetrar en lo más profundo de sus entrañas, me desesperaba. Para el hombre es vital la penetración; sentir la sedosidad de una vagina impregnada en sus efluvios naturales, ese calor que te trasmite hasta el cerebro; el “caminar” del pene por esa cueva de misteriosas sensaciones... Y el asirte a sus nalgadas apretando más y más, como queriendo penetrar hasta lo más hondo.. me angustiaba la idea de no poder realizar tan maravilloso sueño.
Me tomó del brazo y andamos unos metros hasta su domicilio, sito en la Plaza de los Sitios. ¡Maravilloso lugar!
-Te gusta mi casa, Arturo. –Me dijo nada más entrar en el recibidor.
-Más me gustas tú. –Le dije a la vez que la tomaba por el talle, y le besaba sus labios.
Ella acariciaba mis cabellos a la vez que me ofrecía su lengua para que libara de ella. El beso fue interminable, y el preludio de algo maravilloso que iba a suceder.
Mi corazón latía vertiginosamente, pero mi miembro estaba impasible, ausente, irresponsable del acontecimiento. Ella, mujer sensible pero muy suspicaz, me dijo al oído.
-Aunque tu miembro no responda a mi caricias, tus labios y tu corazón se estremecen. No te preocupes por eso Arturo. Verás como gozaremos intensamente. No nos hace falta “eso...! dijo en tono despectivo, para deleitarnos en el arte del amor.
Podría relatar y no parar nunca, porque aquella noche pasará a los anales del amor. Fue la primera vez que “bebía de las fuentes de una mujer”. Debo aclarar, que, nunca me había “comido un coño”. No sé, pero es una caricia sexual que no entraba en mis parámetros amorosos.
Pero la sensación de tener la vulva de Laura en mi boca, fue sublime. Sublime porque ella es de labios llamados de oreja de elefante, de los que sobresalen de una manera bastante fuera de la vulva; y de clítoris prominente, más o menos del tamaño de una almendra.
-No te importa que tenga un coño tan feo. –Me dijo, no sé si en broma o en serio, pero bien abierta de piernas para que mi cuello y cabeza pudieran maniobrar bien en aquella caverna.
-¡Feo! Pero si tienes un coño precioso. –Sólo se me ocurrió decir.
Laura abrazaba mi cabeza y atusaba mis cabellos mientras notaba por sus espasmos que la caricia bucogenital era de su total agrado. Una mujer podrá fingir orgasmos con gritos, pero con suspiros no. Y los suspiros de Laura eran profundos y desgarradores, parecía que se le marchaba el alma en cada unos de ellos.
Laura tuvo varios orgasmos, no tenía la menor duda que había gozado a tope. Hileras de flujo vaginal recorrían sus muslos que llegaban hasta sus rodillas; como arroyuelos de agua pura y clara.
-Es la mejor “comida de coño” que me han hecho en mi vida. – Dijo Laura con palabras que denotaban sinceridad. Y añadió: -Se nota que eres un experto “en la materia”.
-Te juro Laura, que es el primer coño que me “como”. –Le dije muy serio y convincente.
-No me mientas Arturo, que no me importa que lo hayas hecho mil veces y con mil mujeres.
-Pues es la pura verdad, creas o no lo creas, Laura. Le dije algo molesto por su desconfianza
-Te creo Arturo, te creo. Pero has puesto tanta alma. que parece realizado por un ángel.
-Es que a lo mejor soy el dios Cuniñingüos. –Dije con cierta ironía.
Epílogo
He mandado a hacer puñetas a mi polla. ¡Sólo la empleo para orinar! Mi lengua es tan poderosa y tan sublime, que no hay dama de coño ardiente que pueda sustraerse a sus elucubraciones. Es incansable, puede estar un siglo recreándose en una vulva, hasta dejarla exhausta, extenuada, rendida y postrada ante ella.
Y lo mejor: me produce tanto placer el ver como gozan las damas que tiene el privilegio de que mis labios se pose en sus vulvas, que mis orgasmos son cósmicos al verles tan felices y contentas. Ya no necesito orgasmos materiales.
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