Mi Cris, sabes que soy adicto a tus pezones.
Adoro percibir esa manera que tienen de responder desafiantes al roce de mis dedos, esa dureza que va en aumento cuando los aprieto con fuerza, y como la aureola se eriza al compás de tus suspiros.
Y sé que estás mirando y disfrutando de ser el motivo de mi apasionada adicción. Sé que te enciendes mientras arqueas tu espalda entregada a sentirte vibrar. Sé que te excita saberte hembra deseada. Noto cómo golosamente me los ofreces para que mi boca los acoja uno a uno, haciéndote temblar cuando la punta de mi húmeda lengua dibuja círculos de saliva alrededor de ellos.
Oigo tus jadeos, y como el latir de tu corazón se acelera al mordisquearlos lujuriosamente.
Dudo si soy yo el adicto a ellos, o eres tú la adicta a mi perverso vicio de devorarte. Más cuando tus inyectados ojos se clavan en los míos dejando claro que ahora vas a tomar tú el mando, y que no son sólo tus pezones los que reclaman mi atención, al ver como tus piernas poco a poco se van abriendo reclamando que mi lengua entre en el delicioso infierno de fuego y jugos con los que premiarás mi deseada lujuria por satisfacer la tuya. Y me entrego al placer de hacer mía tu apetecida concha, hasta que pierdas los sentidos…