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Sonrisa catalisadora de fantasías

~~En el capítulo dos les conté que tenía mis dudas si la sonrisa de Víctor era postiza o eran dientes naturales. Hoy comimos juntos, me invitó a un restaurante sencillo cerca al trabajo y me fijé mucho en sus dientes, son naturales. Tengo que decir que sólo estar con él caminando por la calle, conversando de cualquier cosa y viéndolo sonreír me trae muy excitada, por eso desesperadamente sigo con mis historias, para esconderme en mi pasado de los deseos de mi presente. Hoy les voy a contar mi experiencia con el segundo hombre cuando tenía 24 años.
 CAPÍTULO CINCO. EN LA UNIVERSIDAD.
 Roberto es un tipo Zambo. Zambo es la mezcla entre indio y negro. Un tipo grandote, de piel café oscura sin alcanzar a ser negro, cabello liso, piernas delgadas y un pirulí negrito y grandísimo. Me daba clase de Geometría Vectorial en la Universidad. Tenía ese aire de yo no fui, de bicho solitario y depresivo que tanto me atrae. Nos dictaba una clase de 4 horas los sábados en la mañana; para acabar de ajustar mi atracción, era muy buen profesor, aunque se vestía como un pobre diablo.
 En los descansos para tomar café, yo le hablaba de lejos y él se reía ay qué risita pícara e invitadora Le hice aprender mi nombre y yo empecé a fingir no entender nada de la materia y a necesitar tiempo extra para que me explicara. Nos veíamos después de clases en la semana, en la cafetería semi desierta yo seguía teniendo la dicha de mirar esos dientes perfectos y su risita picarona, con los ojazos negros mirándome el trasero disimuladamente, que para eso lo tengo bien grande y sostenido y se lo meneaba cuando sabía que me estaba viendo.
 Al estar saliendo con él empecé a vestirme de manera más provocativa, vestidos largos y ajustados, según la moda del momento, y también pantalones apretados.
 Me puse muy triste de saber que estaba casado y tenía dos hijos de 8 y 4 años respectivamente. De todos modos, no pude dejar de pensar en él. Además, tenía problemas muy graves en su matrimonio y yo estaba feliz de consolarlo en su tristeza y escuchar todas sus quejas.
 Un día recién oscurecido, le entregué una cartita romanticota donde conjugaba su sueño de envejecer junto al mar y el mío de estar con él y él me dio un beso en la barbilla. Quedé un poco decepcionada pero sabía que nos gustábamos muchísimo y que lo mejor estaba por venir. Al día siguiente, en la estación del Metro se acercó mucho, me dijo acércate y empezó uno de los besos más espectaculares de mi vida, porque lo había deseado mucho y porque supo hacerlo progresivo, atrapándome, succionándome el corazón lentamente a medida que me chupaba la boca, apenas rozándome con la lengua, prometiendo sin palabras que habría un después.
 Un día lo invité a mi casa, dizque a ver una película. Esa era nuestra primera cita oficial fuera de la Universidad pues él fue a buscarme a la estación del Metro más cercana al trabajo. Yo compré unas flores que llevaba en la mano y una buena dotación de condones y espermicidas que llevaba escondidos en el bolso.
 El tenía un vaso plástico vacío en la mano, llena de mil arrugas que le había hecho nerviosamente. No sé qué estoy haciendo aquí me dijo. Yo ignoré el comentario y le sonreí. Nos fuimos a mi casa. Era mi primer apartamento de soltera así que no tenía muebles sino apenas una alfombra y muchos cojines de espuma. Nos sentamos, le ofrecí un refresco y puse en la casetera la película Scream y fingí ponerle atención pero tenía algo más interesante rondándome: Roberto me estaba besando las mejillas húmedamente e intentando quitarme la blusa, desesperadamente. Cuando llegó con su lengua a mi cuello me di cuenta de que era un poquito salvaje, distinto a Ferney, mi primera pareja que siempre era un poco frío hasta en el sexo. Roberto sorbía mi cuello a alta velocidad y no sé qué hizo con mi blusa. Llévame para tu cama me decía, apaga ese televisor . Yo obedecí y me dejé llevar. Nos pusimos de pie y me paré encima de sus pies y el caminó sin dejar de abrazarme. Pasamos por la habitación de mi compañera de piso que no estaba en ese momento y me dijo, ve aquí hay una cama y me levantó en el aire y me tiró a la cama que afortunadamente estaba blanda. Se me abalanzó encima y siguió besándome la boca, el rostro, el cuello, el pecho, sin llegar a mis senos. Yo estaba prácticamente inmóvil con semejante tipo tan grande encima mío revolcándose como poseso y no sé en qué momento empecé a gemir, sorprendida porque me salían naturales y no tenía que fabricarlos como con mi primer amante.
 Siguió quitándome la ropa de esa forma tan brusca y deliciosa, tirándola en cualquier parte y dedicado completamente a descubrirme, hablaba de lo hermosa de mi cintura, de lo loco que se volvía con mi cola, de la suavidad de mi piel, del color de mi cuerpo, del olor que yo despedía por los poros y también el olor de mi flujo que empezaba a inundar la habitación y era delicioso y diferente al flujo femenino de otras circunstancias.
 Me miró con cara de huérfano hambriento y me dijo dame un plástico, no seas mala . Yo miré divertida su rostro, su temblor y su expresión ansiosa, se estaba muriendo de las ganas por mí y eso me encantaba. Yo salí desnuda enredándome en la ropa que estaba tirada por todos lados, sin saber dónde había dejado mi bolso donde tenía los preservativos que él llamaba plásticos, encontré uno y él me lo arrancó de las manos, yo me metí al baño, extremadamente exitada y sin querer pensar que lo que estaba haciendo no estaba bien y le estaba poniendo los cuernos a Ferney. Cuando salí del baño, lo que vi me hizo soltar una sonora carcajada: Mi profe de matemáticas tan sabio y serio estaba en el corredor de mi casa, vestido únicamente con camiseta (o remera) y un condón que intentaba cubrirle esa cosa grandísima que apuntaba al techo Volvió a alzarme y a tirarme a la cama, mientras me seguía dando besos y diciéndome mil frases bonitas sobre mi cuerpo y mi persona, me abrió las piernas con brusquedad y puso su enorme aparato a la entrada. Yo estaba acostumbrada a que las penetraciones me dolían e intenté decirle con cuidad pero ya estaba impulsándose adentro de mi con una fuerza que me dejó sin aire y la verdad no me dolió tanto como yo creía. Yo estaba esperando el rítmico mete y saca al que me había acostumbrado mi primer amante y lo que viví con Roberto me dejó sorprendida: Se quedó quieto con su pene dentro de mí, mirándome y diciéndome bonita, hermosa, mi amor, te quiero y dando empujones de vez en cuando que me subían corrientazos por el esófago, el esternón, la nariz, hasta el último pelo de la cabeza se me erizaba, perdí control sobre mi cuerpo, mis gestos, mi voz y fui solo un cuerpo obedeciendo a lo que aquel tipo hacía de mí. Cambiaba de intensidad, a veces lento, a veces rápido, a veces quieto. Me movía de un lado a otro de la cama y jugaba con mis piernas, arriba, abajo, a los lados, cerradas, abiertas, todo era nuevo para mí. Yo era su títere y él mi titiritero. De pronto, empezó a entrar y salir de mí rítmico y lento, emitió un quejido bastante lastimero y con alto volumen y se desplomó sobre mí. Entendí que había eyaculado. Los encuentros se siguieron durante varios meses, yo me encapriché con él y por primera vez en la vida pensé que sería delicioso casarme si tenía un tipo así, inteligente, depresivo y con un pipi tan inmenso y bien usado. Cuando sus problemas en el matrimonio se arreglaron, me dejó sin explicaciones, sólo con mis recuerdos y lecciones. Tener el segundo hombre entre las piernas fue una crisis para mí. Yo había pensado casarme virgen, pero hice una excepción con Ferney porque tenía la esperanza de casarme con él. Pero ahora que había tenido otro tipo y que me había gustado, supe dentro de mí que no era mejor que todas mis amigas y familiares que siempre critiqué por cambiar de novio y amante como de ropa. Ya sabía yo que tenía dentro esa misma puta en potencia y me decepcioné de mí, prometiéndome que no volvería a acostarme con ningún tipo hasta que me casara. No cumplí la promesa, y ahora llevo tal colección que hasta puedo escribir una serie para esta página de relatos eróticos.
 Mi profe era muy bueno en la cama, aunque era machista, porque nunca se preocupó de preguntar si yo tenía un orgasmo, ni me dejó intentar con él el sexo oral pues decía que eso era para las prostitutas, tampoco me permitía ponerme encima de él.
 Volviendo al presente, espero que si alguna vez me acuesto con Víctor, él me permita hacer compartir todo tipo de experiencias, incluso las que me faltan por vivir, sin preguntarse por el origen de mi talento, sino solamente disfrutándome y perfeccionando mis artes amorosas. Quisiera ver su sonrisa espléndida atravesando la penumbra de un cuarto que huela a excitación y travesura y con su gran amabilidad, guiándome por abismos y montañas de puro placer.
 Gracias por sus comentarios.

Datos del Relato
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