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Categoría: Lésbicos

Soñando mis recuerdos

No exite gran relato sin gran musa, no existe gran huella sin gran pasión y por supuesto, no existe gran amor sin gran dolor...

La historia que ustedes van a leer a continuación no es real, es por completo un sueño, desde su gran principio hasta su gran fin.

Insisto y recalco la gran magnitud de todos los sentimientos y momentos que se van a relatar, porque nunca jamás se concibió un mejor sueño que se convirtiera en realidad...

Quién de ustedes no ha soñado que encontraba una persona perfecta e ideal, con la que, en tan sólo un segundo, alcanzaban la máxima felicidad, escondida en sus pupilas...Algo tan inmenso como eterno, tan grandioso, que podría llegar a ser el único recuerdo que una persona guardara fielmente en lo más hondo de su pensamiento, completamente inextirpable y protegido.

He de confesarles que yo misma la soñaba a diario.

Todos los días pensaba en ella y me alimentaba la esperanza de convertirla real...Hasta que al fin, de tanto soñarla, se hizo realidad en este sueño que les voy a contar.

Me voy a esforzar en contarles todo lo que soy capaz de recordar, sobre lo único que mi pensamiento no ha borrado de mi mente, el mejor sueño que he tenido:

Bip, Bip, Bip...

Cuando te vi por primera vez, sentí tantas cosas en un instante...sentimientos que se entrecruzaron revolviendo mis esquemas, desordenando todo mi interior, de pies a cabeza.

Tu estabas en la barra del bar tomando algo y yo me quedé absorta observándote a través de la ventana de la cocina que comunicaba con la barra.

Estaba segura de que no eras de la ciudad, de haberte visto antes, lo recordaría seguro, pensé.

Creo que fue uno de los momentos de mi vida en los que desee con todas mis fuerzas haber sido camarera y no cocinera...

Ocurrió que tu mirada y la mía se cruzaron un instante.

Instante en el que el tiempo se paró y yo me perdí flotando en tus ojos.

Acto seguido las dos apartamos la mirada, pero habia sucedido, aquel momento, había ocurrido.

Me dormí pensando en aquella chica, pensando que era posible que volviera a verla y el corazón se me aceleraba sin más.

Esperé incontables horas a que apareciera de nuevo, y al girar la vista... allí se alzaba su figura...había vuelto al bar.

Podía ser por innumerables motivos, claro está, pero yo quería pensar que estaba allí de nuevo porque quería volver a verme, igual que yo a ella.

Y lo cierto es, que Vanesa, había regresado a aquel bar, porque el cruce de miradas que había experimentado, era lo único que sentía que podía consolarla en aquel momento. Un momento de su vida en el que todo se tambaleaba dentro de aquella ciudad, y por más que deseara que todo fuera diferente, nada volvería a ser como antes.

Su estancia se limitaba, ajustándose al tiempo que fuese capaz de soportar la tortura de saber que ya no volverían...

Una gran pérdida familiar requería su presencia allí. Pero sabía perfectamente que no aguantaría mucho tiempo.

Se sentó y pidió un café.

Yo estaba nerviosa de pensar que a tan solo unos metros, tan cerca, se encontraba la mujer de mis sueños.....

La veía tan absorta en sus pensamientos, que me deleité mirándola, segura de que no se daba cuenta.

Imaginaos unas manos que invitan a ser acariciadas, jugueteando con su pelo descubriendo un cuello irresistible, unos labios que piden estar llenos de besos, una mirada...

Vanesa se sonrojó al darse cuenta de que, aquella chica que se acababa de esconder, estaba mirándola.

Estaba claro que ambas sentían al menos curiosidad.

Pasaron unos días en los que el ritual del café en aquel bar, se convirtió en algo sagrado para las dos.

No ocurría nada más, sólo aquellos cruces de miradas.

Me gustaba la sensación de cosquilleo que me producía verla entrar cada tarde; es más, iba al trabajo más contenta, con ilusión por verla allí sentada de nuevo, fiel a nuestros encuentros sin palabras.

Coqueteaba con la idea de atreverme a intercambiar alguna palabra con ella, pero soy demasiado tímida como para hacer algo así.

Por eso ideé un plan para establecer contacto.

Hablé con Nacho, mi compañero de trabajo y cómplice para la ocasión, le conté los pasos que tenía que seguir.

No dudé en ningún momento que a lo largo de la tarde ella aparecería de nuevo en busca de su café, y entonces, Nacho, disimuladamente colocaría la pequeña nota que yo le habia confiado bajo el vaso y se alejaría con naturalidad.

Era un plan perfecto. Lo más difícil fue decidir el contenido de la nota.

No todo ocurrió según lo previsto.

Al coger el vaso de café, Vanesa vio la nota. No la abrió. La guardó en su bolsillo, tomó el sobrecito de azúcar y lo vació dentro del vaso, removió lentamente y se encendió un cigarrillo. Se tomó el café con tranquilidad, abonó su consumición y se marchó.

Mi corazón luchaba por salirse de mi pecho, me moría por saber qué pasaría.

Cuando abrió la nota, una gran sonrisa invadió su cara, no esperaba que el contenido fuera de otra persona y leyó atentamente mientras se sentaba en un banco de la calle.

"Si no vienes solamente por el café... estaré en La Sirena a la 01.30...

por si te apetece tomarte la cerveza más fresquita del mundo...

Saludos desde la ventanita de la cocina..."

No preguntéis porqué, pero Vanesa estuvo a punto de no aparecer; Supongo que al final pensó que no tenía nada de malo conocer a aquella chica, pero en el fondo sabía que algo grande flotaba en el ambiente, desde que sus miradas se cruzaron hacía no más de una semana y sintió aquel choque de ondas en su cerebro.

Cuando la ví acercarse, me quedé completamente en blanco. Contenta porque no me había dado plantón y desorientada porque no sabía qué decir en una situación como aquella. Lo que yo nunca imaginé, era que no nos iban a hacer falta las palabras para entendernos perfectamente.

Pidió dos cervezas en la barra y nos pusimos cómodas.

Le ofrecí un cigarrillo y comenzamos a charlar.

- Vas dejando notas a la gente normalmente...? Me preguntó ella, sabiendo que me dejaría en evidencia.

- Es la primera vez que se me ocurre hacer algo así, si te digo la verdad, pero es que no sabía cómo hacerlo...

Mi timidez me dominaba en aquellos momentos, se me notaba muy nerviosa y lo cierto es que ella también estaba bastante impactada por toda la situación.

Pero después de un par de cervezas, aquella sensación desapareció por completo, para dar paso a una confianza inexplicable.

Uno tras otro, fuimos recorriendo todos los lugares que yo solía frecuentar, disfrutando la noche, charlando sin parar, olvidándonos del resto del mundo.

Aparecimos en uno de los últimos lugares que permanecía abierto, bastante entrada la madrugada, algo bebidas, pero sin ganas de que aquella noche terminara.

Era como si hubiesemos encontrado la una en la otra, una persona perfecta para compartir cualquier tipo de momento.

Mientras hablaba con ella sentía que por primera vez alguien me estaba entendiendo. No nos conocíamos prácticamente de nada pero era como si ya lo supieramos todo la una sobre la otra, así sin más, sólo con mirarnos.

Recuerdo que estabamos bailando descontroladamente; el lugar era prácticamente oscuro, con luces de colores que centelleaban como flashes, haciéndonos percibir la realidad a saltos, momentos que se iluminaban, momentos que se apagaban.

Noté cómo nos ibamos acercando cada vez más. Me dí la vuelta y te di la espalda mientras continuaba con mi baile personal, tú me seguiste el juego rodeándome con tus brazos mientras yo me dejaba aprisionar por tí.

Mi cuerpo se electrizó al sentirte tan cerca.

Cogí tus manos y las levanté hacia arriba mientras notaba como el calor de tus labios se acercaba a mi nuca, besándola.

Me derretía el momento, pero saqué valor para darme la vuelta y buscar tu mirada, tus labios. El tiempo se paró justo entonces. Sólo había luces parpadeantes, tu corazón, el mío, latidos compitiendo, labios que se acercan, labios que se tantean, labios que se vuelven a unir...

Salimos de aquel lugar un tanto desorientadas, comenzamos a andar y encontramos un parque donde sentarnos a fumar un cigarrillo y despejarnos un poco.

-Quiero que sepas algo.

-Cuéntame lo que quieras, le contesté.

-No voy a quedarme mucho tiempo en Sevilla, quiero que lo sepas porque en este rato que llevo contigo, las dos hemos sentido muchas cosas y no quiero que te aferres a algo que no va a permanecer. Podría desaparecer sin más un día, tú no volverías a verme y no sabrías el porqué de mi desaparición, pero no sería justo para tí y yo no me perdonaría hacerte ese daño.

-...(mi corazón y mi mente funcionaban a ritmos distintos)

-Podemos terminar la historia ahora mismo, que sólo nos hemos conocido unas horas... o podemos aceptar que es algo que sólo podemos disfrutar durante poco tiempo pero solamente si no nos hacemos daño...que es un poco complicado. Creo que estás en tu derecho de no querer verme nunca más...pero no me gustaría no volver a verte...

Después de oir esto, intenté pensar con claridad, ver las cosas objetivamente. Le pregunté todo lo que necesitaba saber sobre su corta estancia. Odié el mundo. Traté de comprenderla. Me sentí egoista por no querer que se apartara de mi lado. Comprendí sus circunstancias y acepté que se marcharía.

Tras la larga conversación, el frío de la calle traspasó nuestros huesos.

Tu cuerpo y el mío se buscaron instintivamente, abrazándose para fundirse.

-Ven a mi casa.

Nunca jamás estas palabras sonaron tan bien en los oidos de Vanesa.

-Estás segura que quieres que vaya? me contestó.

-De lo que estoy segura es de que ahora mismo estamos juntas, en este preciso momento; mañana, nadie sabe qué será de nosotras, asi que creo, que tenemos que aprovechar lo que tenemos ahora.

Quizá fuera una locura, no se podía sentir ese amor explotándote dentro de tí en tan poco tiempo, pero por primera vez estaba tan segura de algo, que no me cuestioné los efectos secundarios.

Acabamos en mi casa y casi estaba amaneciendo pero eso no nos importó para volver a revivir la noche.

Al cerrar la puerta, simplemente nos abrazamos. El tiempo se volvió a parar.

Cómo explicar esa sensación de calma, de paz interior, de felicidad, de alivio entre tus brazos...

Era un sueño tan real, que tu aroma me invadía llenándome de ése algo que me había faltado hasta aquel preciso momento en el que me encontraba.

Nuestras bocas se besaron tiernamente y nuestros cuerpos se excitaban sin querer evitarlo.

Nos dirigimos a la habitación, continuando allí nuestro eterno momento.

La ropa se nos caía. Tuve que vestirte con mis besos, abrigarte con mis manos...

Tu cuerpo se hizo mi cuerpo.

En cada caricia, nos amábamos con tanta ternura, con tanta fragilidad, llenando cada gesto de sutileza, haciendo que cada beso fuera sublime.

Fui dejando besos por todo tu cuerpo, como quien deja mijitas de pan, para luego volver a recogerlas, con la misma dedicación y entrega; pasé por tu cuello y me topé con un trocito de paraiso. Bajé hasta tu pecho para recorrerlo con mi lengua, dejando pequeños surcos de saliva que confluían en tu ombligo.

Me sentía pequeña e incapaz de adorar aquel cuerpo de la forma que se merecía. Entre tus piernas me perdí (( y ya nunca me volvieron a encontrar....)) el calor de mis mejillas abrasaba tus muslos, te sentía palpitar, tu respiración agitada, manjar digno de Dioses otorgado a una mortal...

Mi lengua serpenteó por tu tanga, indagando curiosa, llegaron refuerzos, esta vez eran diez, los dedos que luchaban por arrancártelo....

No hubo resistencia alguna, misión cumplida.

Tu entrepierna se vio invadida por mis más delicados ejércitos de besos, mi lengua conquistaba tu terreno más íntimo, haciéndote jadear levemente, te sentía ardiente; no te quería dejar explotar, aún no.

Mis dedos entraban al contraataque. Delicadas caricias estratégicamente repartidas por todo el territorio, deslizándose, abriendo camino entre las dunas, resbaladizas.

Tu cuerpo se agitaba sin remedio, estallidos eléctricos en millones de puntos de tu cuerpo.

Y se hizo el silencio.

Tu respiración cesa. Oigo tu corazón con mi oreja pegada a tu pecho. Luego nos abrazamos fuerte.

El sol hace rato que asoma por la ventana.

Pequeños rayos de luz se encuentran con tu pelo y te dan un aire celestial, mientras que tus manos, sedientas de pecado, se pierden por mi cuerpo.

Pierdo el control y me entrego a ese mundo de placeres dominado por tus labios, tu lengua en mis pezones, tu piel en mi piel.

Sabes cómo volverme loca...sabrás luego volverme cuerda?

Me haces desearte hasta perder el sentido, si sigues así no me aguanto y... Exploté!

Dormimos hasta bien entrada la mañana.

Al despertarme, aún estabas abrazada a mí. Me sentí importante.

Fui hasta la cocina y preparé café para nuestro desayuno. Verte sonreir con tu café en las manos... ése fue uno de los momentos más bonitos...

Durante algo más de una semana, estuvimos viéndonos cada vez que nos era posible. Mis recuerdos son difusos, pero lo poco que me viene a la mente está lleno de alegría.

No podía evitar sentirme completamente hechizada por tí, sin que me doliera saber que pronto te irias. La idea de separarnos me aterrorizaba.

Aquel día, fuiste a recogerme al salir del trabajo.

Teníamos planeado ir al cine. Era una de las cosas que aún no habíamos hecho juntas. El plan se presentaba prometedor.

La verdad, al entrar en la sala, todo a oscuras, y comprobar que no había nadie más allí para ver aquella película...fue una grata sorpresa, que le añadió un gran punto morboso a la situación, si no lo era ya de por sí.

Escogimos asiento. Nos dispusimos a ver la película.

No podía concentrarme teniéndote tan cerca, mi mano buscó tu pierna.

-Crees que entrará alguien más a ver esta película?

-Espero que no... me contestaste, para luego, darme un beso de esos que sabes que me hacían perder el control.

Me avalancé sobre tu cuello. Te merecías que te castigara con pequeñisimos bocaditos repartidos muy despacio. Volví a mi asiento.

Te acercaste a mi oido y me susurraste tentaciones.

Claro que me atrevía...si entraba alguien y nos pillaba...

Te deslizaste por tu asiento, sigilosa y sugerente. Te colocaste entre mis piernas, de rodillas,

mientras me clavabas tu mirada en mi mirada, llena de deseo, lasciva y ostentosa, esa que tanto me provoca.

Tus manos se perdieron por debajo de mi ropa. Mis pechos te recibieron con cordialidad mientras tus besos se derramaban por mi abdomen.

Desabrochaste mi pantalón con sonrisa pícara, te deshiciste de mi ropa, que te estorbaba... y si entraba alguien...Ufffff

Sentía tus labios, calientes sobre mi piel, tu lengua merodeando por mi entrepierna, el tiempo se vuelve a parar.

Mi excitación te excita; te encanta saber que me estas haciendo disfrutar hasta volverme loca y me haces desearte con más fuerza, mientras juegas con la punta de tu lengua a rebosar mi deseo, de mi boca se escapa un gemido que le devuelve signos de vida a la estancia.

Me tienes en tu boca...me rindo.

Al salir del cine estaba por completo desorientada. Mi cuerpo aún se sentía entre algodones.

Caminamos hasta mi casa.

Hacía mucho frío y era muy tarde. Nos metimos en la cama para disfrutar de nuestra mutua compañía y dormir plácidamente.

Te acurrucaste amoldándote perfectametne conmigo, como hacías siempre. Buscando cariño y calor bajo mi brazo, volviéndome a hacer sentir importante.

Te miré y nos besamos. No podía dejar de abrazarte. En cada beso, en cada abrazo, se sentía un te quiero que se ahogaba en el aire.

Cuando desperté ya no estabas.

Te busqué entre mis sábanas, sabiendo que ya no te encontraría.

Preparé tu café, sabiendo que ya no te lo beberías...

Recordé tus palabras y traté de consolarme. Era un momento que sabía que llegaría tarde o temprano, sabía que te marcharías, sabía que no era un adiós, pero el no poder controlar las circunstancias que hasta allí nos habían llevado...el no poder controlar las circunstancias que nos habían separado, me mataba por dentro, y me hacían sentirme incompleta, y vacía por dentro, extirpada de ilusiones.

Sabía que la mejor solución era desconectar por completo y volcarme en mi trabajo para no pensar en nada. Sabía que tú harías lo mismo...

Pero no pude evitar llorarte. Y lloré con el corazón encogido, lloré de rabia, lloré por sentirme tan sola, lloré porque te echaba muchisimo de menos, lloré por no poder tenerte a mi lado cada día, y así hasta que me dormí pensando que quizás algún día todo sería diferente.

Nos habíamos intercambiado los números de teléfono, aunque yo sabía que no te atreverías a llamar y que a mi también me costaría mucho llamarte.

Así pasaron un día, dos, tres, cuatro...en los que me contenía el deseo de llamarte, porque la simple idea de escuchar tu voz sin poder tocarte, sentirte tan lejos, me atormentaba y me volvía a derrumbar.

Pasaron tantos días en los que mi cuerpo solo era un simple medio de transporte hasta el trabajo. Estaba ausente, mi mente no me dejaba pensar nada más. Me sentía muerta en vida sin poder reaccionar. Sabía que el mundo continuaría su curso, pero me costaba pensar que sería sin tí.

Lo último que recuerdo de mi sueño, es que estaba caminando hacía mi casa, cansada de trabajar, pensando en tí, era capaz de recordar tu olor en mi piel, tus besos por todo mi cuerpo, tu mirada con la mía...y recordaba también un momento en el que te robaba una pulsera negra de cuero y la colocaba en mi mano izquierda.

- me encanta cómo te queda nena, me dijiste.

Después todo es blanco...un blanco infinito...blanco que deslumbra...

Como cada día, se dirigía hacía el Hospital, y a pesar de que ya habían transcurrido cuatro años, aún mantenía viva la esperanza de que su hija despertaran del coma.

Recordaba perfectamente la llamada de teléfono, con una voz lánguida y fría al otro lado, que le comunicaba que su hija había sufrido un accidente y se encontraba ingresada de gravedad a causa de un atropello, mientras se dirigía a casa después de trabajar.

Las lesiones habían desaparecido, pero la bella durmiente no despertaba.

Los médicos no desechaban la posibilidad de que volviera en sí, pero los días pasaban unos tras otros minando sus esperanzas lentamente.

Al entrar en la habitación, la vio como siempre, tan plácidamente dormida.

Era curioso verla sonreir mientras dormía porque daba la sensación de que estaba soñando con algo maravilloso.

Repitió su rutina y se sentó en la butaca, al lado de la cama, a leer un libro para distraer su tiempo.

Al abrir los ojos todo era blanco.

No podía moverme, me sentía oxidada, pasaron unos segundos y de repente un aluvión de imágenes azotaron mi mente.

Sentí una gran felicidad al saber que no se me había olvidado nada de lo que acababa de estar soñando.

Tuve la completa certeza de que todo había sido un auténtico sueño mientras dormía y justo entonces, recordé la pulsera en mi mano izquierda.

Lo recordé con tal nitidez, que para asegurarme que realmente había sido un sueño, tuve que mirar mi brazo, por supuesto con la sensación de que vería mi brazo desnudo.

La pulsera estaba en mi mano.

De repente, el silencio de la habitación, se vio interrumpido por mi despertar, y mi voz, alta y clara dijo:

- Vanesa!

Datos del Relato
  • Categoría: Lésbicos
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