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A veces las apariencias engañan, y si no me creen, lean como conocí a mi actual esposa.
Fue hace seis, no, siete años. Yo trabajaba en una empresa de autopartes, en la administración y programación de actividades, recién había cumplido los treinta y cinco cuando me la presentaron, una nueva compañera de oficina, Zulema, una joven algunos años menor que yo, ella se encargaría de unos nuevos programas de software, programación y todas esas cosas referidas a sistemas.
La acomodaron en un rincón, en diagonal a mi puesto de trabajo, a unos cuatro, tal vez cinco metros de distancia.
Zulema era una mujer de mediana estatura, tirando a petisa, de castaños cabellos, lacios y a media espalda, de cara un tanto chupada y bastante trompuda, de ojos negros que ocultaba tras unos vidrios en sus lentes de aumento.
De su físico no podíamos opinar mucho, seguramente al estar en un ambiente laboral con mayoría masculina trataba de pasar desapercibida, siempre lucía amplias camisas y holgados pantalones, a la vista, era lo más anti sexual que alguien pudiera imaginar.
Su carácter no decía mucho más, siempre arrinconada, concentrada en su trabajo con una voz apenas perceptible, parecía parca y no se unía con facilidad al grupo.
En el siguiente año nos fuimos conociendo, solo compañeros de trabajo, con una percepción general para el común de la gente y otra diferente para mí.
Para mis compañeros era una frígida, una minita histérica, aunque estaba casada con un tipo mayor, muchos aventuraban que era solo una pantalla para ocultar su homosexualidad, solían bromear a sus espaldas tratándola de ´tortillera’, ó ‘torta’ denominación vulgar y despectiva con la que por estos lados se llama a las mujeres que se relacionan con otras mujeres.
Pero fui distinto al resto y lentamente supe ganarme su confianza, creo que en principio ella me vio como amigo, la verdad es que en esos días estaba terminando con mi matrimonio y lo que menos quería era enredarme en una nueva aventura, pasaba esos días típicos en que aborrecía a las mujeres, estaba terminando con mis problemas y no quería comenzar con otros.
Así supe que Zulema era una mujer con sentimientos, y su manera de ser y actuar solo era la forma de mantener a los hombres alejados, quería diferenciar el trabajo del placer, así aprendí de su vida y ella de la mía, compartimos secretos, problemas, pensamientos, ideas, casi sin darme cuenta dejé de ser su amigo, me estaba enamorando de esa joven que a la vista de todos parecía un hielo, veía en ella lo que otros no podían ver.
Entre palabras a ella se le escapó que su marido no la atendía bien, que siempre estaba ocupado con sus negocios y que le faltaba afecto, yo era lo suficientemente inteligente para entender sus indirectas, por lo que me hacía el tonto y buscaba la manera de escapar.
Zulema era una mujer directa, no andaba con vueltas, esa mañana cada uno estaba encerrado en sus respectivos trabajos, el chat se abrió ante mis ojos, era ella, busqué su mirada hacia la derecha, donde ella se sentaba, pero ella solo miraba fijo a su monitor, entonces me dijo:
No me mires, no despertemos sospechas…
De acuerdo, en que puedo ayudarte?
Esta noche mi marido no estará en casa…
Es una invitación?
Si Anselmo, quiero que vengas y me COJAS TODA! te deseo…
Aunque me había pedido que no la mirara, no pude evitar hacerlo, como una reacción inconsciente, pero ella no me devolvía la mirada, solo notaba como se le dibujaba una sonrisa.
Seguimos charlando unos minutos, por instinto mi pija se había endurecido bajo el escritorio, mientras ella me siguió provocando hasta enloquecerme.
Esa noche conocería a la otra Zulema, lejos de esa niña inhibida y sumisa, llegué pasada la media noche, y una nueva mujer se presentaría ante mí, con el cabello mojado, los ojos pintados y los labios ardientes, respiraba deseo, un corsé de cuero negro clavado en su cuerpo, apretaba sus dos enormes tetas que se elevaban amenazantes, me recordaba a esas películas de época feudal, en su cintura se afinaba de tal manera que parecía cortarle la circulación, abajo terminaba en porta ligas, los cuales estaban libres ya que los elásticos de la medias bucaneras no ameritaban su uso, un pequeño culote de látex negro completaba el cuadro, dibujando sus anchas caderas, con un generoso trasero en el cual se perdía la pequeñez de la prenda, ella fue directa al grano:
Empezamos? No perdamos tiempo….
Y sin darme opción a nada introdujo su lengua en mi boca, la movió con destreza buscando cada rincón, la tomé por la cintura y la apreté con fuerza, pegué su cuerpo al mío, nos abrazamos, pronto sus jadeos evidenciaron el aumento de la temperatura y mi verga se iba endureciendo contra su vientre.
Tomó mis manos que estaban en su cintura y las bajó hasta sus nalgas, haciéndome sentir la dureza de sus carnes y la curvatura de su trasero, luego se colgó de mí, abrazándome por los hombros y rodeando con sus piernas mi cuerpo, como si se tratara de una mona, apenas pude sostenerla tomándola con firmeza por su culo, seguía besándome sin parar, como poseída.
Me recosté contra la puerta de entrada, no podía con su peso, ella lo percibió por lo que bajó para girar sobre sí misma, ahora me apretaba con su trasero, bien fuerte, bien profundo, mi pija se pegaba a él, pasé mis manos bajo sus brazos y apreté sus tetas, generosas, firmes, excitantes, las liberé del corsé que las aprisionaba, sus pezones estaban duros, los acaricié en círculos, los apreté con ternura primero, con fuerza después.
Zulema se apartó de mi lado y me invitó a que la siguiera, en el camino mis ojos se perdieron en su perfecto trasero, que distante que estaba de esa chica introvertida de oficina, llegamos al cuarto matrimonial, me pidió que me desnudara, sus ojos se posaron deseosos en mi verga, me hizo recostar y me pidió que dejara la luz del velador encendida, quería que la observara, abrió un poco mis piernas para colarse entre ellas, me moría en deseo, por sentirla, por ver que tan buena era.
Entonces tomo mi verga con su mano, la mantuvo erguida apuntando al techo, la peló por completo llevando sus dedos contra la base y encerrando en su palma mis testículos, acercó sus labios a ella en forma de pico y la besó, una y otra vez, sentía la humedad de su respiración excitada sobre ella, abrió su boca y ante mis ojos su lengua comenzó a recorrerla, en tirabuzón, hacia abajo, hacia arriba, ella jugaba conmigo y a mí me encantaba que jugara, la cabeza de mi verga parecía estallar, la vi perderse en su boca, fue bajando comiéndola milímetro a milímetro hasta llegar a la mitad del tronco, solo se divertía, bajó a besar mis bolas, estuvo un buen rato en ellas, volvió a al miembro, dejaba correr su saliva a lo largo, lubricándolo todo, de punta a punta.
Subió apenas un poco, acomodó sus tetas sobre él y lo masturbó entre ellas, mi verga se perdió de mi vista, ella me miraba fijamente adivinando cuando me gustaba, la suavidad de sus senos rozando mi glande mojado y desnudo me estaba enloqueciendo, entrecerraba los ojos porque el placer me cautivaba, ella me pedía que no apartara mis ojos de los suyos, cada tanto volvía a lamerla y otra vez entre sus enormes tetas, acariciaba sus pezones con mi punta, le dije que se detuviera, que era demasiado pero ella seguía y seguía.
Me sentí acabar entre sus tetas, mi leche caliente comenzó a invadirlas, ella aceleró exprimiéndome, me contraje mientras sus pechos se blanqueaban con semen y se dibujaba una sonrisa en sus labios.
Cuando no salió más, con mi pija aún dura entre sus manos, la usó como si fuera un pincel, para llevar esperma a cada parte de sus tetas, jugando principalmente en sus pezones, entonces me recriminó con dulzura:
Ya está? Eso es todo?
Aún no salía de mi orgasmo y no podía articular respuesta, volvió a tomar la iniciativa y me pidió que ahora la observara a ella, que me regalaría una postal, se sacó el pequeño culote y se colocó de costado en la cama, al fin veía su jugosa concha, quería cogerla pero mi pene dormía plácidamente. Ella sacó un pote con lubricante, metió la mano en él, levantó la pierna, pasó la mano por atrás, y haciendo punta comenzó a jugar en su culo, la perra no dejaba de mirarme y probar mi reacción, fueron solo segundos el tiempo que le llevó, empujaba más y más adentro hasta pasar su puño, hasta la muñeca, la perra hacía de esto un juego sádico y perverso, metiendo y sacando, dándome un primer plano de su esfínter abierto y en esos momentos recordaba a mi ex esposa y todas sus quejas al respecto…
Zulema gemía jugando en su dilatado culo, sus tetas aún lucían mi semen que se iba secando lentamente, mi verga comenzaba a recuperarse para otra vuelta cuando su celular comenzó a sonar, se lo alcancé y ella contestó, la muy turra hablaba con naturalidad con su esposo mientras seguía con el puño enterrado en su trasero, le decía cosas como ‘mi amor’, ‘mi cielo’, y esto me enloquecía, cuanta perversidad, mi pija se elevó de golpe, fui sobre su concha y se la enterré profundo, mientras la cogía ella hablaba con su marido, era demasiado, cortó y me apartó de golpe de su lado, entonces empezaría la segunda parte de la historia
Pará! pará! mi marido está llegando, subiendo por el ascensor!
Me desesperé, no supe que hacer, que decir, hipnotizado, ella tomó el control de la situación y me dijo:
Si me haces caso, todo va a salir bien, metete bajo la cama!
Parecía un tonto principiante y ella una experta, en segundos me escondió y pateó toda mi ropa bajo la cama, acomodó las sábanas de forma que llegaran al piso, me quería morir.
La sentí lavarse, acomodarse y disimular la situación perfumando el lugar, pronto escuche la voz de sus esposo, había tenido un problema y por eso cambió de planes, los escuche discutir, era obvio, que hacía ella vestida así?. Zulema le recriminó lo poco que la cogía por lo cual daba riendas sueltas a su imaginación, y palabra va, palabra viene minutos después estaban ambos cogiendo sobre el colchón.
Nunca había pasado por una situación similar, el tipo cornudo estaba a centímetros de donde yo estaba, tenía terror y transpiraba sudor frío, pero por el otro la excitación me enloquecía, el colchón se hamacaba hacia arriba y hacia abajo, ella gemía, él le decía palabras sucias, adiviné como se la daba por la concha, como se la daba por el culo, sentí algún juguete vibrando, y lo sentí disfrutar acabándole en la boca, pidiéndole que tragara hasta la última gota, y yo muriéndome con mi verga dura.
Tiempo después reinó el silencio, se apagaron las luces, pensé que debería pasar ahí toda la noche, pero pronto el tipo comenzó a roncar, entonces ella me tocó y me hizo salir, como pude, en la oscuridad, tratando de llevar toda la ropa sin hacer ruido, me faltaba el calzoncillo y las medias, Zulema me susurró al oído que después de una buena cogida ni un terremoto despertaría a ese hombre.
En puntas de pie fuimos a la cocina, me cambié como pude y entre sonrisas cómplices nos despedimos, ella me tomó del brazo y me dio un terrible y último beso en la boca, lengua contra lengua, en ese momento intuí que era otra de sus perradas puesto que yo sabía que minutos antes había tomado toda la leche de su marido.
El tiempo pasó, cada vez estuvimos más cerca, ella, cada vez más distanciada de su marido, se divorciaron y tiempo después ocupé su lugar.
Hoy llevamos una hermosa vida de pareja, Zulema es una puta en la cama y me hace feliz, en la empresa sigue siendo esa chica callada que trabaja en un rincón.
Recordamos con picardía lo sucedido esa noche y como al día siguiente me había devuelto la ropa que había quedado oculta, no podemos dejar de imaginar que hubiera pasado si su marido descubría mi escondite.
Solo me queda una espina clavada, todas las noches antes de dormirme no puedo evitar mirar bajo la cama…
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