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Eran las 10 de la mañana, cuando de repente sonó el timbre de la puerta de mi apartamento. Yo me encontraba sentado frente al ordenador, escribiendo uno de mis relatos. Estuve tentado a no levantarme, pero recordé que el día anterior, hablando por teléfono con uno de los compañeros que paramos en la cafetería, este me comentó que le habían regalado un teléfono nuevo, pero que no sabía cómo hacer para pasar los contactos de su viejo teléfono, a este otro. Este nuevo teléfono, era un iPhone, y le había dicho la persona que se lo había regalado, que tenía que hacerlo usando el ordenador, o ir pasando de uno en uno. Como él sabía que yo usaba un iPhone, me llamó por teléfono preguntando como había que hacerlo. Por más que se lo expliqué, él no fue capaz de hacerlo, así que me pidió si se lo podía hacer yo. Le contesté que sí, que cuando quisiera trajera ambos teléfonos, y yo se los pasaría. Quedó en venir hasta mi apartamento al día siguiente, para que se los pasase. Así que dejando lo que estaba escribiendo, bloqueé el teclado y fui a abrir la puerta.
Efectivamente, nada más abrir la puerta, allí se encontraba Diego. Era un joven de 30 años, muy guapo, pero bastante tímido, y en temas de informática y nuevas tecnologías, un total desastre, no le gustaba nada de nada.
Buenos días, me dijo nada más abrirle la puerta.
Hola, Diego. Pasa, le dije abriendo la puerta por completo, dejando que entrara.
¿has traído los teléfonos?
Sí sí, dijo mostrándome ambos teléfonos. Aquí los tienes. Yo no he sido capaz de hacerlo. Solo me pasó un contacto.
Pues vamos allá, le dije llevándolo a la habitación donde estaba el ordenador. Arrimé el teclado que tenía sobre la mesa, dejando sitio para posar los teléfonos, sin darme cuenta de que en la pantalla se veía el relato que estaba escribiendo en la aplicación Word. Como vi que se quedaba mirando para la pantalla, me percaté de que se podía leer el relato que estaba terminando de corregir, así que desbloqueé el teclado, cambiando de ventana para que no viera lo que estaba escribiendo. Pero ya era algo tarde, ya había leído lo suficiente para darse cuenta. Además, al cambiar de ventana, se maximizó la ventana del navegador, abriéndose la página Web, donde iba a publicar el relato, quedando todavía más en evidencia.
Diego se puso colorado como un tomate, al ver aquello. Así que, sin cortarme un pelo, le expliqué que escribía relatos sobre mis vivencias en el sexo.
Pero… Pero son de temas gay, logró decir mirándome a los ojos.
Sí, le contesté. A mis 60 años, he tenido relaciones de todo tipo. Pero las que más me calientan y me ponen, son las gay.
¿Pero las publicas?
Sí, claro que las publico. Así de paso que rememoro mis vivencias, me entretengo escribiéndolas y publicándolas, para que otros se calienten y pasen un buen rato, pajeándose a mi salud.
Pero bueno, dejemos eso y vamos con lo tuyo. Luego si quieres, te dejo leer algún relato, y te digo donde puedes leerlos.
Agarré su viejo teléfono, entré en la aplicación de teléfono, hice una copia de todos los contactos, pasándolos a un archivo. Luego sincronicé todos los contactos con la cuenta de Gmail que tenía. Encendí el iPhone, le añadí la cuenta en la aplicación Mail, y al momento ya pasaron todos los contactos que tenía.
Ya está, le dije, ya tienes todos los contactos, y una copia en este archivo.
No habían pasado ni 15 minutos, y ya tenía su nuevo teléfono con todos los contactos, y listo para utilizarlo. Le expliqué un poco por encima cómo funcionaba, y luego le abrí la aplicación Safari, escribí la dirección de la página Web donde publico los relatos, entré en mi perfil, mostrándole todos los relatos que hasta la fecha tenía publicados.
Estuvo leyendo un poco por encima, viendo yo como cada vez se ruborizaba un poco más, y su paquete no dejaba de crecer.
Joder Dani, esto me está poniendo cachondo.
Hostia tío, yo me considero hetero, pero esto me está poniendo bien palote. Oye Dani, estos relatos son de verdad, o te los has inventado.
¿A ti que te parece? Le contesté.
No sé tío. Es que tal y como están escritos, parecen reales.
Pues sí, son reales, aunque algunos los adorne un poquito. ¿tú nunca has tenido ninguna relación o contacto con otros hombres?
No tío, nunca he tenido ninguna relación con otro hombre. No me pone.
Pero estos relatos te excitan, y mira como te han puesto, le dije tocando la polla por encima del pantalón.
¡Ohhh! Gimió al notar el contacto de mi mano sobre su paquete. Se giró mirándome a los ojos, a la vez que se pasaba la lengua por los labios.
No hacía nada, se había quedado paralizado. Dejaba que le sobara el paquete mientras se relamía los labios, sin hacer ni decir nada.
Yo al ver que el se dejaba tocar y no decía nada, seguí sobándole la entrepierna, notando como cada vez se le ponía más dura la polla.
¿Nunca te han chupado la polla? Le pregunté sin dejar de acariciarle la polla por encima del pantalón.
No, contestó con cierta timidez, volviendo a pasarse la lengua por los labios.
¿Quieres probar? Le pregunté.
Giró la cabeza mirándome a los ojos, pasó la lengua por los labios y tragando la saliva, contestó con un leve y tímido sí, mientras agachaba la cabeza apartando la mirada de la mía.
Viendo la vergüenza que le daba, antes de que se arrepintiera, empecé a bajarle la cremallera del pantalón. Una vez se la había bajado, metí mi mano liberándole aquella polla que ya empezaba a estar dura y tiesa por la excitación que estaba sintiendo.
Tan pronto le hube sacado la polla de fuera, después de acariciársela, le fui bajando la piel del prepucio, viendo como estaba de enrojecida e hinchada la cabeza. Joder con el Dieguito, menudo badajo que se gastaba, el cabrón estaba bien pero que bien armado. Debía medir unos 18 centímetros la polla del cabroncete.
Le empecé a aflojar el cinturón, sin que él dijera o hiciera nada, allí estaba sentado, dejando que le fuese aflojando el pantalón, mientras le tenía la polla de fuera. Cuando por fin pude aflojarle el cinturón, desabroché el botón de la cintura del pantalón, tirando de él hasta conseguir bajárselos. Ya lo tenía con el pantalón y el boxers debajo de las rodillas.
Me agaché llevando mi boca a aquel rabo que se mostraba erguido e hinchado, mostrándose el glande enrojecido a causa de la excitación y calentura que Diego tenía. Mientras lo iba descapullando con mi mano, pasaba la punta de mi lengua por la punta del glande, haciéndole dar un gemido de placer. Metía la punta de la lengua por la piel del prepucio, mientras le iba acariciando la polla con mi mano, haciéndole soltar gemidos mientras se iba retorciendo de gusto.
Al cabroncete le estaba gustando lo que le hacía. Había apoyado sus manos sobre mi cabeza, empujando para que metiera toda su polla en la boca. Cosa que fui haciendo poco a poco.
Empecé a chuparle el glande, mientras le miraba a la cara. Tenía los ojos cerrados y no dejaba de morderse el labio inferior. Fui subiendo una de mis manos por dentro de la camiseta que llevaba puesta, acariciándole el abdomen.
Joder que bueno estaba el cabrón, no tenía un gramo de grasa, y como se retorcía con la chupada que le estaba dando a su polla. Le iba levantando la camiseta, y aquello cada vez me gustaba más. No tenía un triste pelo en su cuerpo, y aquellas tetillas rosaditas y excitadas que se le veían, me encantaban, estaba deseando mordérselas y hacerle chillar de placer.
Dejé de chuparle la polla, y levantándole más la camiseta, me lancé a morder aquellas tetillas que me estaban volviendo loco.
Mientras le subía la camiseta, intentando quitársela, le empecé a mordisquear los pezones de aquellas tetillas, haciéndole soltar chillidos de placer. Joder como estaba gozando el cabroncete, sería todo lo hetero que quisiera, pero aquello le estaba gustando, y que buenorro que estaba. O me follaba el a mí, o yo me lo tenía que follar, tenía que hacerlo mío sí o sí.
Vamos a quitarnos la ropa, le dije mientras le mordía los pezones de aquellas deliciosas tetillas.
Nos pusimos de pie, y mientras él se terminaba de sacar la camiseta, yo seguía mordisqueándole los pezones y acariciando con mis manos su culito redondito y respingón, mientras su pantalón le caía a sus tobillos.
Mientras Diego terminaba de desnudarse por completo, yo me deshice del pijama que tenía puesto, slip no lo llevaba, ya que duermo completamente desnudo, y el pijama solo lo uso cuando me levanto de cama o saco la ropa para andar más cómodo por casa.
Ahora nos encontrábamos desnudos por completo, uno frente al otro. Los 2 teníamos la polla tiesa y dura a reventar. La calentura y excitación era más que evidente, así que lo abracé por la cintura, volviéndome a apoderar de aquellas tetillas que me encantaban.
Mientras le mordisqueaba aquellos pezoncitos, lo fui llevando hacia la cama. Allí lo tumbé mientras seguía mordisqueando todo su cuerpo.
Que bueno que estaba el cabroncete, parecía un adolescente, no tenía un solo pelo en todo su cuerpo, el cabrón era lampiño, y a mí aquello me encantaba.
Una vez tumbado sobre la cama, fui recorriendo todo su cuerpo con mi lengua. Le daba pequeños mordiscos, descubriendo que sus puntos más sensibles, eran sus pezoncitos, y sus orejas. Cada vez que mordisqueaba sus pezones u orejas, el cabrón se derretía de gusto, chillaba y se retorcía de gusto, abrazándome con fuerza.
Poco a poco fui bajando hasta tener su polla de nuevo dentro de mi boca, haciéndole gozar como nunca en su vida lo había hecho. Estaba seguro de que no se iba arrepentir, y que seguramente quisiera repetir aquello.
Le flexioné las piernas a la vez que se las mantenía abiertas. Quería ver la entrada a su hoyito, quería chuparle las pelotas y morder el perineo. Si quería darle por el culo, tenía que ir calentándolo poco a poco, que no se asustara y deseara probar lo que se sentía ser sodomizado.
¡Dios! Aquella visión de su rosadito culito era simplemente deliciosa. No tenía ningún pelo, aquello estaba pidiendo que se lo comiera a conciencia.
Y eso empecé a hacer. Después de chuparle las pelotas, empecé a morderle el perineo, para luego empezar a pasar mi lengua por aquel tierno y hermoso culito.
Nada más empezar a pasar mi lengua por su esfínter, Diego empezó a chillar y apretarme con sus piernas. Joder, aquel era su punto más débil y sensual. Incluso los mordiscos que le daba alrededor incluidos en los muslos pegados a las ingles, lo volvían loco.
Ya sabía donde tenía el punto débil, ahora era cuestión de paciencia el conseguir hacerlo mío. Aquel culito iba ser mío. Tenía que desvirgarlo y hacerlo mío.
Seguí chupándole la polla, mientras con mi mano iba acariciando su agujerito. Iba esparciendo la saliva y babas que iba dejando, hasta que poco a poco conseguí introducir un dedo en su ano. El cabrón no protesto nada de nada. Le estaba gustando lo que hacíamos, así que no hacían falta más palabras. Sería todo lo hetero que quisiera, pero estoy seguro de que estaba deseando que le desflorara el ojete.
El dedo ya entraba con facilidad en su culo. El cabroncete se abría de piernas todo lo que podía, y no dejaba de chillar. Solo cuando conseguí meter un segundo dedo, dio un pequeño respingo.
No me la metas que me va a doler, me dijo.
Tranquilo, solo es el dedo, es para que se relaje, ya verás como te va a gustar, le dije.
Poco a poco se fue relajando, y ya podía meterle los 2 dedos sin que protestara nada, seguro que le estaba gustando, al menos por los chillidos que daba, estoy seguro de que lo estaba disfrutando.
Le levanté las piernas poniéndolas sobre mis hombros, y pegándome todo lo que pude a él, llevé la punta de mi polla que ya babeaba liquido preseminal, a su agujerito, se la pasé por todo el ojete como si fuese un pincel, colocándola en la entrada a su virgen hoyito. En ese momento me fui echando sobre él, haciendo que sus piernas al ir hacia su pecho levantaran más su culo y este se abriera con mayor facilidad. Justo en ese momento, empecé a desflorar su virgen ano, enterrándole toda mi polla en su interior.
Al principio dio un pequeño grito.
¡Ohhh! Gritó a la vez que se estremecía.
Pero ya había pasado, ya le había ensartado toda la polla dentro de su culo. Ya, ya la tienes dentro, ahora relájate.
Empecé a mover mi pelvis poco a poco, haciendo que mi polla se fuese deslizando suavemente, mientras con una mano le iba haciendo una paja para que se relajara y fuese disfrutando de la follada que le estaba dando.
Poco a poco fui incrementando la velocidad hasta que ya lo pude follar sin contemplaciones. Al cabroncete le estaba gustando la follada que le daba, gemía y chillaba sin parar. Tuve que dejar de pajearlo y concentrarme en la follada que le estaba dando, he incrementar la velocidad. Le ensartaba la polla sin compasión.
Le metía la polla hasta que los huevos chocaban con la entrada a su ano, escuchándose, el plof plof plof, de mi pelvis pegando con su culo. Las metidas que le daba eran rápidas y profundas. Los 2 jadeábamos y gemíamos sin parar, hasta que yo empecé a gritar que me corría.
¡Ohhh me corro! ¡ohhh me corro! ¡ooohhh me corro! Gritaba derramando todo mi semen dentro de su culo, bañando y preñando con mi esperma sus entrañas.
Cuando terminé de correrme dentro de su culo, sin sacarle la polla, empecé a pajearlo, hasta que Diego empezó a gritar que se corría.
Me corro, me corro, ¡ohhh ooohhh ohhh! Gritaba soltando 5 largos trallazos de semen que fueron a parar a su cuello y cara. Antes de que terminara de salir todo su esperma, llevé su polla a mi boca, terminando de eyacular dentro de ella. Quería saborear aquella rica leche y hacerle gozar de aquella follada, para que no se olvidara nunca del día de su desfloración. Quería que tuviera un buen recuerdo del día que me dio su virginidad anal.
Poco a poco fuimos recuperando la respiración, y una vez repuestos nos levantamos de la cama, fui al baño a por una toalla, nos lavamos, y después de preguntarle que le había parecido y si le había gustado, nos fuimos a vestir.
Me alegro de que te haya gustado, le dije dando unas palmaditas en su culo. Tienes un cuerpo delicioso y un culito maravilloso. Pero otra vez me gustaría probar tu polla.
Puede ser, ya veremos, me dijo esbozando una ligera sonrisa.
Estaba seguro de que tarde o temprano, aquel hetero, repetiría, ya había probado una polla y… El que prueba, tarde o temprano repite
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