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Sinvergüenzas sometidos (Cap. 3)

Después de que los esclavos cumplieron todos y cada uno de los mandatos de sus nuevas Amas y soportado todo tipo de humillaciones, ya hacia la media noche estaban más que cansados, sus nuevas Amas por ser el primer día de esclavitud les permitieron retirarse a sus cuartos comunitarios, pero deberían besarles los pies en cuanto se presentaran ante ellas, así se acostumbrarían a saber quiénes eran las dueñas y quienes los perros.



A los perros no les quedó otra opción más que agradecer la bondad de sus nuevas dueñas agachándose para besarles los pies y retirarse sin darles la espalda en ningún momento. Su vida había cambiado por completo, su época de ser vividores había terminado y empezaban su nueva etapa como perros esclavos para toda su vida.



A la mañana siguiente a las 9 a.m. sonaron las puertas de los cuartos de cada pareja de chicas, eran los esclavos que se reportaban para besar los pies de sus dueñas y empezar así su segundo día de humillaciones continuas y servicio. Las chicas hicieron pasar a sus esclavos y para empezar les hicieron lamer sus hermosos y divinos pies a manera de saludo, después les ordenaron preparar el baño y mientras se templaba el agua, que se dirigieran a sacar su ropa, todo esto claro está estando en silencio absoluto, ya que les habían prohibido hablar en todo momento, incluso al estar en sus cuartos comunitarios debían mantenerse mudos.



Después de asear a sus Amas, los esclavos acompañaron a sus dueñas al restaurante del hotel para que ellas desayunaran, pero mientras ellas disfrutaban de un sabroso bufete, el desayuno de los esclavos solo fueron croquetas de perro puestas en un tazón para perro y un poco de agua, obviamente debían comerlo en el suelo y sin poder hacer uso de las manos. Debían actuar como lo que eran, ¡UNOS PERROS!



Después del desayuno, las dueñas de los perros se dirigieron hacia la alberca para poder darse un sabroso baño de sol mientras que sus esclavos las abanicaban y ellos sudaban como puercos por el ejercicio bajo el rayo del sol, después de estar dorándose la piel las chicas, les dio sed, por lo que enviaron a dos de los esclavos para que les trajeran una bebida refrescante con bastante hielo, mientras tanto los demás esclavos se repartieron dueñas para que ninguna interrumpiera su abanicada.



Los esclavos se acostumbraron a ese tipo de servicio a los pocos días, pero lo que no se acostumbraba era su paladar a su comida de perro, por lo que constantemente se negaban a comer. Casualmente la dueña del hotel llamó a las chicas para saber cómo les estaba yendo en sus vacaciones; las chicas le comentaron que el hotel estaba a todo lujo, pero que la verdad los esclavos se estaban negando a comer su alimento les de perro. Su Alteza con tal de mantener la comodidad de las chicas y agrado en su hotel les ofreció prestarles por el resto de su estancia a manera de intercambio a un número igual de sus chicas para que les estuvieran sirviendo, y mientras ella educaría a sus esclavos de tal manera que serían esclavos domésticos, sin voluntad y sin recuerdo de quienes fueron, de esa manera ellas podrían tenerlos a sus pies en sus casas. Las chicas después de meditarlo un minuto aceptaron la oferta de la dueña del hotel, por lo que enviaron a los esclavos a la mansión de la dueña tal y como habían llegado al hotel, o sea caminando.



Mientras tanto la dueña del hotel hizo una selección de sus mejores perritas para enviárselas a las chicas, ellas en poco tiempo llegaron al hotel, ya que fueron enviadas en taxi y así no tener esperando a sus huéspedes favoritos. Los esclavos llegaron después de 1 hora ya que venían a pie y el sol estaba a su máximo nivel de calor ese día. Los esclavos llegaron arrastrándose por el calor y al entrar suplicaron por un poco de agua, su Alteza les dijo que había un charco esperándolos para ser bebido. Los esclavos con tal de saciar su sed solo agradecieron el gesto.



Su Alteza hizo arrodillar a los perros, y de inmediato les cuestionó porque demonios no estaban acatando todas las órdenes que se les da de manera directa, los esclavos dijeron que si están acatando todas y cada una de las órdenes recibidas, pero que lo único que si les daba trabajo cumplir a veces era estar comiendo el alimento ustedes prefieren manos atrás de perro que sus amas les ponían en el suelo mientras ellas comen todo un banquete.



Su Alteza les puso en claro que ellos no estaban en su hotel en calidad de huéspedes y que por lo mismo no tenían derecho a degustar las delicias que si pagan los demás. Los esclavos dijeron otra vez que eso era injusto, sin embargo su Alteza dijo, ustedes son esclavos de esas chicas, y por lo tanto solo tienen derecho a lo que ellas buenamente decidan que ustedes puedan o no disfrutar, si ellas consideran que por su nivel de esclavos solo tienen derecho a ladrar y a comer del piso alimento de perro, ustedes deberán solo ladrar y tragar la comida de perro.



Sin embargo su Alteza les dijo que ya no regresarían al hotel con esas chicas, ya que habían sido remplazados por esclavas que si eran de calidad y no unas simples cacas. Los esclavos no supieron si debían agradecer lo que les dijeron o sentirse humillados por haberles dicho que eran escoria humana, los esclavos preguntaron ¿si no vamos a regresar al hotel donde vamos a vivir?



Su Alteza les dijo que se iban a quedar en su mansión, pero que esta vez no iban a estar atendidos como la primera vez en que habían entrado, ahora van a estar rendidos a mis pies siendo entrenados como verdaderos esclavos, y al fin de esta semana habrán perdido su voluntad, además ya no podrán recordar ni quiénes son, terminaran siendo unos zombis que solo bastara dar un chasquido para verlos humillados; serán entrenados para ser esclavos domésticos.


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