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Silvia la sirvienta

~~En ese entonces, yo tenía dieciseis años. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía dos años, y desde ese entonces, yo pasaba los fines de semana en casa de mi padre y su nueva esposa. Dado que sólo había dos habitaciones, una para mi padre y su esposa, y otra para mis hermanas, yo dormía en un sofá en la planta baja. Un fin de semana llegué como siempre a quedarme ahí, y me di cuenta que tenían una nueva sirvienta, o como decimos en México, chacha. Su nombre era Silvia, tenía veintidós años, y a primera vista en realidad no me fijé en ella, ya que era bastante fea de la cara. Siguieron pasando los fines de semana, y en una ocasión Silvia se encontraba lavando los platos, y el agua había salpicado su pecho, haciendo que su playera se transparentara. Jamás lo había notado, pero Silvia tenía unas chichotas enormes y duras, y unos pezones grandes y parados. La verga se me paró de inmediato, y esa noche, recostado en mi sofá me masturbé pensando en esos pechotes. Algún tiempo después, mi padre decidió que nos fuéramos todos de fin de semana a Acapulco, y su mujer decidió llevarse a Silvia para que cuidara a mis hermanas (que en ese entonces eran muy pequeñas) y así poder descansar ella a gusto. Nada pasó durante el viaje, pero en el camino de regreso, mientras veníamos en la camioneta rumbo a la ciudad de México (eran como las once de la noche), se me ocurrió una idea. Mis hermanas venían dormidas en la parte de atrás de la camioneta, mi padre manejando y su mujer junto a él. En el asiento trasero veníamos Silvia y yo. A excepción de mi papá, todos venían dormidos. Con mucho cuidado, viendo al mismo tiempo en el espejo retrovisor para cerciorarme de que mi padre no se daba cuenta, puse una mano sobre los pechos de la Silvia. Ella sólo se movió un poco, pero no se despertó. Continúe sobando esas ricas chichotas, mientras con la otra mano me acariciaba la verga, y ella no despertaba. Yo ya estaba súper caliente, y en un momento no pude resistir y le apreté un pezón con mis dedos índice y pulgar. Ella se quejó y se movió. como mi padre volteó por el retrovisor, yo tuve que hacerme el dormido. Llegamos a la casa a la una de la mañana, y a pesar de que aún estaba muy caliente, me quedé dormido de inmediato, ya que el viaje me había cansado mucho. A eso de las tres me desperté porque Silvia me estaba moviendo con la mano. Le pregunté que quería y me dijo hay un ratón en mi cuarto y tengo miedo . Yo, sin sospechar nada, la mandé al carajo y le dije que me dejara dormir. Ella insistió para que yo fuera a matar al ratón, y yo, bastante molesto, accedí. Nos dirigimos al cuarto de servicio, donde ella dormía (recuerden que yo también dormía en la planta baja), y yo todavía tomé una escoba en el camino para matar al ratón (¡ja! Tenía trece años. aún era todo inocencia). Ella iba delante de mí, y aún cuando estaba oscuro, no pude dejar de notar que sólo llevaba una playera blanca y unos calzones de algodón. Tenía unas nalgas bastante grandes y morenas, como toda ella. Cuando entramos al cuarto pregunté que donde estaba el ratón. Silvia no me respondió, solo me tomó de los hombros, me volteó y comenzó a besarme. La verdad es que besaba bastante mal, con mucha desesperación, y me llenaba la cara de saliva, pero no me importó. De inmediato le agarré los pechos y comencé a sobarlos y a apretarlos. Estaban increíblemente duros y muy ricos. Los pezones ya estaban parados. Tomé su playera por la cintura y se la quité. Brotaron dos enormes pechotes, muy morenos y con unas aureolas muy grandes. Los pezones eran grandísimos y estaban muy parados. Comencé a chupar esas ricas tetotas y a morder los pezones, muy fuerte. Silvia sólo daba quejidos y pujiditos pero me dejaba hacer y no decía nada. Mientras seguía mordiendo sus chichis, una de mis manos bajó a sus nalgas y comenzó a apretarlas. También estaban bien duritas. Ya para ese entonces mi verga estaba a punto de estallar. Empuje a Silvia sobre la cama y me acosté junto a ella, y sin dejar de lamer sus tetas, y mientras ella me acariciaba la cabeza, le arranqué los calzones a tirones (incluso la lastimé al arrancárselos) y comencé a acariciar su rajita. Estaba increíblemente peluda, y muy mojada. Era la primera vez que tocaba la concha de una mujer y se sentía muy bien, y olía delicioso (Silvia, hasta eso, era muy limpia). Era mi primera vez, así que ni siquiera se me ocurrió buscar su clítoris. Simplemente la acariciaba toda. Ella gemía de gusto, mordiéndose los labios para no hacer ruido y despertar a los demás. En un momento determinado, mis dedos encontraron la entrada de su vagina y entonces introduje dos de ellos de un golpe. La sensación era indescriptible. cálido y suave, húmedo y apretado. Me moría de ganas de metérsela, como lo había visto infinidad de veces en revistas y películas. pero también me encantaba la sensación de penetrarla con los dedos. no sabía que hacer. Silvia comenzó a susurrar ya. ya . Yo no sabía que era lo que quería decir. Me imaginé que quería que ya me la cogiera. me levanté de la cama. Ya que yo solo traía puesto un pants y mis bóxers, me desvestí en un santiamén. Silvia se encontraba tendida sobre la cama, con las piernas abiertas y su rajita mojada y lista. Mi verga estaba a cien, con la cabeza roja y grande y la piel echada hacia atrás. Me subí en ella, pero no podía encontrar donde meter mi verga. Silvia la tomó de la base con su mano, mientras con la otra abría los labios de su raja. al sentir que estaba ya en la entrada, la dejé ir de un solo golpe. Silvia dio un quejidito y yo me quedé quieto, disfrutando esa sensación. el interior de su pucha apretando deliciosamente mi pito. Es algo que sólo pueden entender aquellos que recuerdan su primera vez. era rico y extraño al mismo tiempo, como sentir que unos labios aprietan la base de tu pene y a la vez estás penetrando en el vacío. Puse mis manos en sus tetas, y mientras las apretaba y la besaba en la boca, comencé a moverme de arriba hacía abajo, metiendo y sacando mi verga de su raja, mientras ella solo decía en voz baja qué rico, ay que rico . Ella me besaba y me metía la lengua en la boca. Era la mejor sensación del mundo. semanas antes me la jalaba pensando en sus tetas, y ahora la tenía debajo de mí y mi verga estaba dentro arañándole las entrañas. Como es de imaginarse, no duré mucho tiempo, y arrojé varios chorros de leche dentro de ella. Me recosté a su lado, mientras ella me acariciaba la cabeza y me besaba. Me quedé dormido casi de inmediato abrazado a ella. Me desperté no mucho rato después, y le dije que me regresaba al sofá, no fuera a despertarse mi padre y nos encontrara. Le dí un beso en los labios y me tomó del cuello y siguió besándome. Mi verga volvió a pararse de inmediato, así que me volví a acostar u continuamos besándonos. yo acariciaba su panocha, que se encontraba ahora más mojada que antes, mitad por la excitación y mitad por mi leche que se escurría entre sus muslos. Seguí dándole con los dedos, y sin querer en un momento rocé su ano. Ella lanzó un gemido de sorpresa, y yo seguí explorando ese hoyito delicioso. Ella decía no, ahí no, ahí no , pero a mi me importó poco. Cuando quise meter un dedo me encontré con que estaba muy apretado y algo seco. Me eché saliva en los dedos y seguí intentando hasta que al fin pude meter completo uno de mis dedos. Era la cosa más rica del mundo. Quizá porque le dolía, Silvia me tomó la manó y me obligó a sacarle el dedo. Me dijo cógeme y se puso en cuatro patas. Era increíble ver su enorme culo al aire, y mi primer pensamiento fue metérsela en el culo. Desafortunadamente, cuando me puse detrás de ella, tomó mi verga con su mano y la dirigió hacia su coño. Comencé a cogerla así, de perrito, y era delicioso. Hasta la fecha, es mi posición favorita. Ya que no me había dejado meter mi verga en su ojete, decidí volver a meterle el dedo, y así lo hice. Mientras la cogía así, por detrás, metía mi dedo en su ano, hacia adentro y hacía afuera. Dado que hacía solo poco rato que habíamos cogido por primera vez, en esta ocasión pude durar más. Después de un rato, ella me pidió que cambiáramos, me tumbó boca abajo y se sentó sobre mí. Esta vez, entre sollozos queditos y ahogados, por fin pudo venirse. después de un rato, volví a terminar dentro de ella. Eran ya las 5 de la mañana, y aún cuando todos se levantaban muy tarde (era ya domingo), regresé a mi sofá y caí agotado. Al otro día, mi padre y yo fuimos a comprar algo para desayunar, y en el camino me preguntó que si me había divertido anoche. Fingí cara de asombro y le pregunté que de que hablaba. Me dijo que afortunadamente su esposa y mis hermanas tenían el sueño muy pesado, pero que él había oído perfectamente todo. Yo esperaba el peor regaño de mi vida, pero el sólo me dijo ten cuidado y me dio una palmada en el hombro. Su cara de orgullo decía mi hijo es ahora un hombre , mientras yo sólo pensaba en mi buena suerte. Seguí visitando la casa de mi padre todos los fines de semana y en todas las vacaciones me quedaba ahí. A Silvia la despidieron después de dos años, la descubrieron robando dinero de la bolsa de la esposa de mi padre. Me dolió mucho perder a mi putita particular, pero los dos años de educación sexual que me dio fueron el mejor regalo de mi vida. También ella fue la que me dio mi primera mamada, la que me enseñó como comerle el coño a una mujer, y la que finalmente y después de mucho insistir, me dejó estrenarle el ano. No sé donde esté, nunca la volví a ver. Hoy debe tener 36 años. Si les gustó esta historia, o si quieren más historias de Silvia (imagínense. dos años de cepillármela todos los fines de semana.

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